5 de septiembre de 2010
El Telescopio espacial Hubble fue diseñado para liberar a los astrónomos de una limitación que les había afectado desde los días de Galileo: la atmósfera de la Tierra. Las cambiantes bolsas de aire de la atmósfera bloquean y distorsionan la luz, limitando la visión incluso de los instrumentos más potentes destinados a usarse en la Tierra.
Los telescopios orbitales funcionan como ojos en el cielo que permiten a los astrónomos escudriñar más lejos en el universo y ver el cosmos con mayor claridad.
Los científicos comenzaron a soñar con un telescopio de ese tipo en los años 40, pero tuvieron que esperar más de cuatro décadas a que esos sueños se hicieran realidad con el Telescopio espacial Hubble. El lanzamiento original del telescopio en octubre de 1986 fue descartado tras la pérdida de la sonda espacial Challenger.
Cuando el telescopio estuvo finalmente operativo en 1990, comenzó a enviar imágenes sin precedentes, pero defectuosas. Sus imágenes eran superiores a las de los instrumentos destinados a usarse en la Tierra pero ligeramente borrosas debido a un problema óptico.
En diciembre de 1993 astronautas del transbordador espacial Endeavour pasaron cinco días realizando paseos espaciales para reparar el telescopio en órbita a unos 569 kilómetros sobre la Tierra. La reparación funcionó, y el Hubble empezó a entregar imágenes nítidas como el cristal.
Ingentes cantidades de datos
Las imágenes del Hubble han ayudado a fijar la edad del universo; lo que sugiere el ritmo de expansión de los púlsares es que tiene unos 13.000 o 14.000 millones de años.
El Hubble también ha capturado imágenes de muchas galaxias antiguas, en todas sus fases de evolución, y esto permite a los científicos retroceder al pasado de un universo joven y en desarrollo.
El telescopio fue también fundamental en el descubrimiento de la energía oscura, una fuerza poco conocida pero omnipresente que anula la gravedad y contribuye a la continua expansión del universo.
El Hubble también mide las atmósferas de los planetas fuera de nuestro sistema solar, explorando su composición y registrando datos que algún día podrían servir para encontrar vida extraterrestre.
A pesar de sus numerosos logros, el Hubble está casi al final de su vida útil. Al telescopio le corresponde su última revisión periódica en mayo de 2009. Su sucesor, el Telescopio espacial James Webb, tiene programado su lanzamiento en 2013.
El nuevo instrumento orbitará mucho más lejos de la Tierra (1,5 millones de kilómetros) -la mejor distancia para observar a través del polvo espacial las primeras formaciones de estrellas, galaxias y sistemas solares.
Otros observatorios
El Hubble es solo uno de los "grandes observatorios" en órbita de la NASA. El grupo también incluye el Telescopio espacial Spitzer y el Observatorio de rayos X Chandra.
El Spitzer es un telescopio infrarrojo orbital que puede detectar fuentes de radiación lejanas o débiles que de otro modo distorsionaría la atmósfera de la Tierra. Los científicos del Spitzer a menudo describen su misión como una búsqueda de "la antigüedad" (las primeras estrellas y galaxias del universo), "la frialdad" (enanas marrones, estrellas que posiblemente no se encendieron; y discos circumestelares, amplios anillos de materiales que orbitan en torno a una estrella) y "la suciedad" (procesos oscurecidos por el polvo como la formación de una estrella y un planeta).
Chandra captura los rayos que emiten los eventos más violentos del universo, como es el caso de las supernovas. Esta radiación emite luz durante los ciclos vitales de las estrellas, la formación de agujeros negros y la naturaleza de los cuásares.