Este fotógrafo nos muestra los cuentos de hadas de la Rusia cotidiana
Estas escenas surrealistas revelan un país al que se suele juzgar demasiado rápido.
Mazmorras y castillos, princesas y bosques. ¿Qué elementos componen un cuento de hadas? Una ficción salvaje con lecciones ocultas en personajes sencillos. O una serie de acontecimientos inverosímiles en un lugar lejano. El escritor G.K. Chesterton las describía como historias que demostraban que la paz y la felicidad solo podían existir bajo ciertas condiciones, que el bien debía vencer a la versión física del mal: un dragón, una bruja o un gran lobo malvado.
Los cuentos de hadas modernos son más difíciles de descubrir. El mal no se puede asignar tan fácilmente, ni tampoco el bien. Pero si existe un país sobre el que se generaliza de forma rutinaria, es Rusia. Las políticas agresivas de Rusia, el líder implacable de Rusia, la osadía de Rusia en Siria, en Ucrania y en las Olimpiadas. Los propios rusos nunca habían parecido más seguros. Y la reputación de Rusia casi nunca ha tenido peor prensa en Occidente. Un retrato a grandes rasgos, sin importar el ángulo.
Fue esa arrogancia la que atrajo al fotógrafo Frank Herfort, alemán, a Moscú, donde ahora vive a tiempo parcial, y a una serie de imágenes de lo que él denomina «cuentos de hadas rusos». El trabajo de Herfort en los cuentos de hadas rusos podría describirse como una Rusia en reposo, no la Rusia de la manipulación política, sino aquella en la que los ancianos pasan una tarde en la piscina.
Herfort pasea, en ocasiones solo con una mochila, y cuando observa a alguien haciendo algo increíblemente normal —una mujer esperando un tren—, le pregunta si puede sacarle una fotografía. El sujeto accede casi siempre y mira a su alrededor con confusión mientras Herfort coloca uno o dos flashes. En ocasiones, les pide que repitan algo que estaban haciendo momentos antes. Su forma de andar. Su forma de estar de pie. Repetir la expresión en su rostro.
Su objetivo exacto parece ser una interacción desconcertante entre desconocidos. La mujer sentada en la ventana, el hombre que baja por las escaleras, el vendedor de sandías junto a la carretera. Es fácil pensar que la fotografía se ha vuelto más propensa a lo audaz y lo grandilocuente, donde la calidad de las imágenes se cuantifica en «me gustas» y en las veces que se comparte. Herfort ha descubierto el poder que reside en una imagen sencilla, bien iluminada, compuesta adecuadamente y perfectamente cotidiana.
Y especialmente en Rusia. Puedes perderte muchos de los matices del país si solo lees el periódico, según sus propias palabras. Puedes pensar que Rusia es un villano malvado de cuento de hadas, cuando en realidad hay millones de pequeños cuentos de hadas aún más surrealistas, raros y que vale la pena contemplar. «Algo más ocurre allí. Todavía hay algo hermoso, algo extraño». En la vida cotidiana, podrías llamarlo orgullo.