La primera fotografía que vi de Daniel Etter no fue en una revista o un periódico, ni siquiera en una página web: fue en Twitter. En mayo de 2013, Estambul ardía en protestas, las redes sociales estaban dominadas por este tipo de noticias y de repente esta imagen de un manifestante sujetando una bandera turca apareció en mi muro. Me quedé impactado por el ánimo y el lenguaje corporal del manifestante, que estaba rodeado de gas lacrimógeno. Era eterno y épico al mismo tiempo. La fotografía se hizo viral, como tenía que ser, y dio la vuelta al mundo. Ahora hay hasta una estatua. “Perdí el control rápidamente”, me contó Etter.
Etter conoce el truco para conseguir imágenes virales. Un fotógrafo se puede considerar afortunado si le pasa una vez pero es casi inaudito que se repita de nuevo. Sin embrago sucedió: esta vez el tema fue la crisis de los refugiados, y la instantánea hizo que Etter ganase el Premio Pulitzer. Hace poco hablé con el y comenzamos desde el principio.
PATRICK WITTI: Así que, ¿por qué hacer fotografías?
DANIEL ETTER: Creo que muchos de los fotoperiodistas de mi edad [Etter tiene 35 años] te contarán la misma historia: la semilla la plantó un documental que vi sobre James Nachtwey, llamado “Fotógrafo de Guerra” ("War Photographer”). En aquel momento me impresionó la imagen de un fotógrafo solitario en una búsqueda constante de la instantánea que pudiera perfilar los sucesos del mundo. Supe que era lo que quería hacer.
A lo largo del tiempo, esa idea romántica fue marchitando y dio paso a una imagen más sobria del impacto que pueden tener los fotógrafos. Me llevó bastante tiempo reunir el valor suficiente para salir al mundo y hacerlo.
PATRICK: Eres alemán y vives en España, aunque la mayoría de tu trabajo se desarrolla en Oriente Medio. ¿Cómo ocurrió esto?
DANIEL: Después de mudarme a la India y trabajar un tiempo allí, poco a poco me fui desplazando hacia el oeste. Primero a Estambul y después a Berlín. Creo que fui trazando el camino a casa. Pero tras varias semanas con un tiempo horrible en Berlin, decidí trasladarme al sur.
Me parecía complicado vivir en medio de las historias que estaba cubriendo, necesitaba distanciarme de ellas. Aquí en España tengo eso y al mismo tiempo geográficamente no estoy demasiado lejos.
Y si lo piensas, muchas de las grandes historias periodísticas ocurren alrededor del Mediterráneo. La Primavera Arabe, la crisis de los refugiados en el Egeo y entre Libia e Italia, y la crisis financiera en Grecia. Así que la mayoría del trabajo se centra en el Mediterráneo y por tanto, también mi vida. Solo que elegí el rincón tranquilo.
PATRICK: En los últimos años has tenido dos fotografías que se hicieron virales. La que hiciste durante la protesta del parque de Gezi, en Estambul, ha estado por todas partes, se ha compartido una y otra vez. Cuéntame como conseguiste la imagen.
DANIEL: Iba de camino a cubrir una historia en Ucrania cuando comenzaron las protestas de Gezi. En cuanto aterricé en Kiev le eché un vistazo a las noticias y decidí darme la vuelta e ir allí. Todo esto estaba ocurriendo justo delante de mi apartamento en Estambul y las protestas eran mucho mayores que cualquiera de las que solía haber por la ciudad.
La noche que volví, los manifestantes se desplazaban hacia el despacho de Recep Tayyip Erdogan, que aún era el primer ministro. La policía intentó contenerlos con gases lacrimógenos. Yo llevaba una máscara antigás e incluso con ella me resultaba difícil respirar.
Los manifestantes hicieron barricadas con vallas metálicas de un estadio de fútbol cercano, pero el gas era tan fuerte que la mayoría se quedó lejos, detrás de ellas. De repente, un tipo se subió solo a una de estas pilas de vallas de metal y ondeó la bandera turca hasta desmayarse. Esta fue la imagen que se hizo viral.
PATRICK: Vi la fotografía que subiste de alguien con un tatuaje de esta imagen. ¿Cómo es ver cómo tu imagen se reproduce una y otra vez? ¿Y que hacen una estatua de ella?
DANIEL: Por un lado, es muy satisfactorio ver lo mucho que puede significar para tanta gente. Por otro, hace que me sienta un poco melancólico. Las protestas de Gezi marcaron un punto de inflexión en la historia reciente de Turquía, pero no de la forma en la que los manifestantes esperaban.
El gobierno de Erdogan se ha vuelto más autoritario que nunca y el nivel de censura hacia las voces críticas -periodistas, científicos, artistas- nunca había sido tan alto en los últimos años. Algo como Gezi sería impensable hoy en día. Incluso las protestas pequeñas y pacíficas, en el momento en el que se separan ligeramente de la línea del gobierno, son sofocadas desde el comienzo con cañones de agua a presión y gas lacrimógeno.
PATRICK: ¿Por qué crees que esa imagen tuvo tanto eco entre la gente?
DANIEL: Las protestas son un acto de desafío directo para estos autoritarismos que están surgiendo, por ahora muy reales. Y para ellos, este sentimiento se refleja en la actitud de un manifestante solitario sobre las barricadas. Representa la metáfora perfecta de la lucha por defender los ideales de la República Turca, sin importar la presión.
PATRICK: Tu conmovedora imagen del refugiado iraquí Laith Majid y su familia llegando a Lesbos también se hizo viral. ¿Por qué crees que ocurrió esto?
DANIEL: Ocurrió cuando los medios comenzaban a fijarse en el alto número de refugiados que llegaban de Siria, Iraq o Afganistán a las islas griegas. La gente sabía que estos refugiados llegaban en barcas, pero de repente se dieron cuenta de lo que suponía cruzar en estas lanchas frágiles en mitad de la noche y que no se habían hundido.
Cuando fotografié la escena, estaba muy oscuro. Sabía que era el momento perfecto para hacerla pero era muy complicado tener la imagen enfocada. El autoenfoque de mi cámara no funciona bien en estas condiciones de luz tan tenue y la gente se estaba moviendo mucho.
Me llevó un tiempo darme cuenta de la fuerza que tenía este momento, así que unas horas más tarde me vi superado por las emociones, arrastré esta sensación durante varios días.
Así que sé lo que significa para mi, pero aún así me abrumaron las reacciones que desencadenó. Me compartieron millones de veces en Twitter y Facebook; docenas de personas se ofrecieron a colaborar. Y según la familia, unos cuantos países les ofrecieron asilo.
PATRICK: Esa instantánea me impactó especialmente como padre, los niños cayendo en los brazos de su padre, su dignidad y la emoción en sus ojos, muy fuerte. Leí que Laith dijo que cuando él estaba llorando, tú también lo hacías. Cuéntame más.
DANIEL: En nuestra profesión te enfrentas continuamente a historias que te rompen el corazón. En la mayoría de los casos no te permites involucrarte. Estás allí en calidad de profesional. Implicarse emocionalmente no ayuda. Pero en algunas de las historias, en algunos momentos, no lo puedes evitar. Este fue uno de esos momentos.
PATRICK: La historia de Laith y su familia dio un giro triste tras su llegada a Alemania. Háblame de ello.
DANIEL: Cuando llegaron a Berlín, la ciudad estaba colapsada por personas que buscaban asilo y las condiciones eran caóticas. Las peticiones se posponían una y otra vez; las casas, a menudo, estaban saturadas y nadie sabía realmente si habría perspectivas de quedarse o no en Alemania.
Unas semanas después, la madre de Laith falleció. La suma de todo esto le asestó un golpe tan duro que decidió volver a Iraq para despedirse de su madre. Su mujer no podía dejarlo solo, así que tanto ellos como sus hijos menores se fueron juntos.
No pudieron volver a Bagdad, donde vivían, ya que habían huido de allí porque las milicias los habían extorsionado y amenazado. Ahora viven en Erbil, en el norte de Iraq, luchando por reconstruir sus vidas, algo realmente complicado (como árabes), en una ciudad predominantemente kurda.
Irónicamente, me enteré de esto cuando lo llamé después de que mis colegas y yo ganásemos el Premio Pulitzer. La fotografía formaba parte de la introducción del trabajo que hicimos para el New York Times sobre la crisis de los refugiados. Quería compartir esta noticia con ellos y no conseguía localizarlos en su número alemán. Unos días más tarde, descubrí el por qué.
PATRICK: Llevas cubriendo la crisis de los refugiados desde hace un tiempo. ¿Qué te ha llevado a profundizar tanto en su historia?
DANIEL: Al principio pensé en ello como en una historia individual de gente que está acostumbrada a superar una serie dificultades increíbles con la esperanza de ser los privilegiados que consiguen una vida más prospera y segura en Europa o en Estados Unidos. Esto me fascinaba. Pero ahora lo veo como el síntoma de un desarrollo preocupante y más grande. Los recursos que tenemos en el planeta son limitados y simplemente es imposible que 7000 millones de habitantes puedan tener el mismo nivel de vida que Occidente. El cambio climático está teniendo su impacto. Si mezclas eso con la corrupción y con los líderes autoritarios creas una mezcla explosiva.
Hace poco estuve en Siria, en la provincia de Raqqa, y todo lo que se ve son campos polvorientos y terrenos esquilmados por el pastoreo. No quiero decir que la causa de la guerra civil de Siria haya sido el cambio climático, pero estoy bastante seguro de que este factor tiene un rol importante. Y creo que habrá mas conflictos donde esto ocurra.
Mientras no seamos capaces de enfrentarnos y resolver estos problemas globalmente, de encontrar una forma de repartir los recursos y las riquezas de una manera más equitativa, la gente seguirá emigrando, alejándose de la pobreza y la inseguridad, buscando la estabilidad y la riqueza. La respuesta rápida, a la vez ilógica y humana, a estos problemas, es la construcción de vallas y muros, pero a la larga necesitaremos soluciones que vayan directas al centro de este desarrollo. Por desgracia, lo que vemos en Alemania, Francia o Estados Unidos es el auge de partidos políticos y figuras que van exactamente en la dirección opuesta.
PATRICK: ¿Y ahora eres granjero? Suena muy bien.
DANIEL: ¡Si! Es una pequeña granja en el norte de España, con madera, huertos y algunos campos. Aún no es productiva a nivel comercia, pero estoy intentando transformarla en una granja orgánica a pequeña escala. De alguna manera es una respuesta a la forma de pensar que te acabo de contar. La manera en la que producimos y consumimos comida en Europa y Estados Unidos es insostenible a escala global. Además de esto, disfruto mucho estando allí. Es el sitio perfecto al que volver.