Este niño neandertal descubierto en Asturias creció de forma similar a los niños humanos modernos

Un esqueleto de 49.000 años descubierto en la cueva de El Sidrón respalda la noción de que las infancias largas no se daban solo en el Homo sapiens.

Por Michael Greshko
Publicado 9 nov 2017, 4:28 CET, Actualizado 22 abr 2021, 20:22 CEST
Niño neandertal
El esqueleto de un niño neandertal descubierto en la cueva de El Sidrón, en Asturias, ofrece nuevas pruebas sobre el desarrollo temprano de este primitivo pariente de los humanos.
Fotografía de Grupo de paleoantropología MNCN-CSIC

Hace unos 49.000 años, en la actual Asturias, un niño neandertal falleció a apenas unos meses de su octavo cumpleaños. Ahora, un equipo de científicos ha examinado su esqueleto en detalle y afirman que el desarrollo del niño era en gran medida similar al de los niños humanos modernos.

El hallazgo, anunciado el jueves en la revista Science, añade más pruebas que apoyan la noción de que el desarrollo largo y lento —que se cree que contribuye al crecimiento del cerebro— no sería necesariamente único del Homo sapiens.

«Pensábamos que nuestra forma de crecer era muy específica y particular de nuestra especie», afirma el autor principal del estudio Antonio Rosas, científico titular del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid. «Ahora nos hemos dado cuenta de que este patrón de crecimiento anatómico lento que nos permite tener un cerebro de mayor tamaño... lo compartimos con diferentes especies humanas».

Durante más de 200.000 años, los neandertales se extendieron por Europa y llegaron a extenderse desde Gran Bretaña hasta prácticamente Mongolia. Nuestros primos extintos, de los que antes teníamos una imagen de brutos y salvajes, apariencia estereotipada, eran probablemente más reflexivos e incluso más sofisticados de lo que creíamos.

Usaban fuego, enterraban a sus muertos casi con total certeza y supuestamente se habrían automedicado con plantas y hongos. Un reciente estudio también afirma que los neandertales construyeron un misterioso círculo de piedra en una cueva francesa por razones simbólicas desconocidas.

Pero durante años, ha existido un debate sobre si los neandertales también eran parecidos a los humanos en lo que a desarrollo físico se refiere. ¿Maduraban sus cuerpos rápidamente en una especie de «vía rápida» de crecimiento anatómico, similar a la que emplean los primates actuales, como los gorilas? ¿O se desarrollaban siguiendo una «vía lenta» que se consideraba exclusiva de los humanos modernos?

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Uno de los mejores lugares en los que buscar respuestas es El Sidrón, una serie de cuevas en Asturias que contienen más de 2.500 restos de neandertales que se remontan a 49.000 años atrás. Curiosamente, los siete adultos y seis jóvenes representados por estos fragmentos de huesos probablemente vivían dentro del mismo grupo social.

Un niño neandertal

Uno de estos jóvenes, un niño conocido como El Sidrón J1, tiene un esqueleto bastante completo, lo que permite que los investigadores investiguen su vida y su muerte.

Se estima que J1 habría medido casi un metro y 20 centímetros y pesado unos 26 kilogramos. Era diestro y, antes de su muerte, habría estado imitando a sus mayores: los patrones de desgaste de sus dientes sugieren que, al igual que los adultos de El Sidrón, usaba su boca como «tercera mano» para las tareas del hogar.

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    El Sidrón
    El autor principal del estudio, Antonio Rosas, dentro de la cueva de El Sidrón.
    Fotografía de Joan Costa-CSIC Communication

    Ninguna enfermedad ha dejado marcas en su esqueleto, a excepción de un esmalte dental ligeramente debilitado. Sin embargo, alguien dejó marcas de cortes en sus huesos tras su muerte, posibles señales de canibalismo. Los restos también conservaban vestigios que indican la edad de J1, lo que permitió que Rosas y su equipo la comparasen con la madurez del esqueleto del niño.

    A medida que se forman los dientes, el esmalte crece capa por capa, formando líneas que los científicos pueden contar, como hacen con los anillos de los árboles. Tras examinar uno de los molares de J1, que todavía no había salido del todo, los investigadores estimaron que el niño tenía unos 7,7 años de edad cuando falleció.

    Cuando el equipo comparó el esqueleto de J1 con miles de niños humanos modernos, observaron que J1 se parecía mucho a los niños de siete y ocho años de hoy en día. «Aplicando los métodos pediátricos de evaluación del crecimiento, este niño neandertal no se diferencia de un niño actual», declaró Luis Ríos, científico del CSIC.

    Sin embargo, el equipo de Rosas señaló que el cráneo difiere ligeramente de los cráneos modernos. La superficie interior del cráneo contiene indicios de que el hueso podría haber sido presionado por un cerebro en crecimiento. El tamaño del cerebro era aproximadamente el 88 por ciento del tamaño del cerebro medio de un adulto neandertal.

    Esta diferencia implica que el cerebro del niño todavía estaba creciendo, según argumentan los investigadores. De ser así, el desarrollo de J1 habría sido más lento que el que vemos en humanos modernos, cuyos cerebros ya están completamente desarrollados antes de los siete años.

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    Un debate apasionante

    Sin embargo, no todos los investigadores externos están convencidos con la lógica empleada por Rosas, en parte debido a que está trabajando con un solo esqueleto.

    Los paleoantropólogos Marcia Ponce de León y Christoph Zollikofer, de la Universidad de Zúrich, también han argumentado que los neandertales tenían un desarrollo parecido al de los humanos. Aunque aplauden el estudio en general, también afirman que no existen pruebas estadísticas de que el cerebro del J1 se desarrollara más lentamente que el de los humanos modernos.

    Al fin y al cabo, los neandertales adultos no tenían cerebros de tamaño uniforme. El cerebro de J1 era de talla pequeña para un adulto, pero sin apenas precedentes, según Ponce de León y Zollikofer. Algunos neandertales adultos tenían cerebros incluso más pequeños que el de J1, y algunos neandertales más jóvenes que J1 tenían cerebros más grandes.

    «Aunque conocemos el volumen cerebral del esqueleto de El Sidrón en el momento de su muerte, no tenemos ni idea del volumen que podría haber alcanzado como adulto», escribieron los investigadores en un email conjunto. «Sin embargo, en general, el estudio presenta argumentos convincentes sobre el desarrollo lento de los neandertales (al menos tan lento como el nuestro), dejando de lado la idea de la "singularidad humana"».

    Tanya Smith, experta en dentaduras neandertales con cargos en las universidades de Harvard y Griffith, también tiene sus dudas. Según ella, las conclusiones de los investigadores dependen en última instancia de la precisión con la que se haya estimado la edad de los dientes, pero el método de datación se basa en varias hipótesis. También está de acuerdo con Zollikofer y Ponce de León: solo porque el cerebro de J1 se encontrase por debajo de la media en tamaño, no significa que estuviera creciendo todavía.

    «Creo que sabemos lo suficiente sobre la variación del desarrollo en especies vivas como para no llegar a conclusiones radicales a partir de un solo fósil», afirma.

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