Una vez al año, miles de ovejas invaden las calles de Madrid
La Fiesta de la Trashumancia celebra la tradición de secular de la migración estacional del ganado.
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Un hombre vestido con una boina negra y un ancho cinturón rojo aparece en la plaza de Cibeles, frente al Ayuntamiento de Madrid, dirigiendo a dos bueyes negros unidos por un artefacto de madera que evoca una época pasada. En medio de las calles llenas de coches y las luces de las tiendas, esta escena supone un marcado contraste con la moderna ciudad.
La llegada de los bueyes a la plaza de Cibeles marca el final de la Fiesta de la Trashumancia, que lleva celebrándose en la ciudad cada otoño (normalmente a finales de octubre) desde 1994. La fiesta, ideada por la Asociación Trashumancia y Naturaleza en 1994, tiene el objetivo de reconocer y celebrar la tradición secular de la migración estacional del ganado. Desde entonces, rebaños de ovejas (y a veces toros y caballos) llenan las calles de la capital española una vez al año. Recorren las elegantes calles de Madrid con el ruido de sus pezuñas sobre el asfalto y los ojos llenos de miedo.
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Están acompañados de música y danza por parte de grupos regionales. Siguiendo el ritmo con las castañuelas, las mujeres vestidas con mantillas y faldas largas y coloridas con delantales y los hombres con amplios pantalones metidos dentro de los calcetines giran los unos en torno a los otros bailando la jota. La mayoría lleva zapatos o alpargatas de esparto, que ayudan a los bailarines a moverse por los campos.
Acompañada por la música de flautas y panderetas, la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena recibe a los pastores frente al Ayuntamiento. Cuando las 2.000 ovejas hacen su aparición en Cibeles, el público —que hasta este momento se queda en la acera— empieza a llenar la plaza. Al principio, las ovejas se tambalean entre el caos, pero después avanzan incitadas por las largas varas de los ganaderos. Los pastores pagan a la alcaldesa 50 maravedís por cada millar de ovejas, el pago establecido en 1418 a cambio de cruzar la ciudad.
En su discurso de 2016, la alcaldesa sugirió convertir la fiesta en un evento celebrado con regularidad en el que la gente pudiera unirse a los ganaderos en su camino hacia Madrid. Describiéndola como una tradición hermosa, se pregunta: «¿Por qué no?».
Quizá debería preguntarles a las ovejas.
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