¿Cuál era el rasgo que hacía de Leonardo da Vinci un genio?

Una pista: al gran artista italiano le interesaba todo.

Por Simon Worrall
Publicado 17 nov 2017, 12:55 CET
Leonardo da Vinci
Leonardo da Vinci fue muchas cosas: pintor, arquitecto, ingeniero, productor de teatro, y una persona muy popular en la Italia renacentista.
Fotografía de De Agostini, Getty

Un cuadro de Leonardo da Vinci se ha vendido por 450,3 millones de dólares en Christie's, con diferencia el precio más alto pagado por una obra de arte vendida en una subasta y una muestra del elevado lugar que ocupa el artista italiano en nuestra imaginación.

Hoy en día, el término «genio» se emplea para describir a estrellas del pop, cómicos e incluso futbolistas. Sin embargo, Leonardo da Vinci se ganó esa denominación, como explica Walter Isaacson en su nueva biografía espléndidamente ilustrada. Desde sus cuadros más emblemáticos —la Mona Lisa y La última cena— a diseños de máquinas voladoras y estudios revolucionarios sobre óptica y perspectiva, Leonardo fusionó ciencia y arte para crear obras que se han convertido en una parte importante de la historia de la humanidad.

Isaacson habló por teléfono con National Geographic desde su casa en Washington, D.C., y nos explicó por qué la sonrisa de la Mona Lisa es la culminación de toda una vida de investigación; la enemistad entre Miguel Ángel y Leonardo; y por qué la curiosidad era el rasgo definitorio de da Vinci.

Libro de Walter Isaacson
Fotografía de Simon & Schuster

Debemos empezar con la sonrisa más famosa del mundo. ¿Dónde encaja la Mona Lisa en la vida y el trabajo de Leonardo, y cómo ha conseguido hechizarnos durante 500 años?

La sonrisa de la Mona Lisa es la culminación de toda una vida estudiando arte, ciencia, óptica y cualquier otro campo al que pudiera aplicar su curiosidad, incluida la comprensión del universo y de cómo encajamos en él.

Leonardo gastó muchas páginas de sus cuadernos diseccionando el rostro humano para distinguir cada músculo y nervio que tocaba los labios. En una de esas páginas puede verse un tenue esbozo en la parte superior de un comienzo de sonrisa de la Mona Lisa. Leonardo trabajó en ese cuadro desde 1503, cuando la empezó, hasta su lecho de muerte en 1519, en un intento por que cada detalle quedara representado de forma adecuada, capa tras capa. Durante ese periodo, diseccionó ojos de cadáveres y fue capaz de entender que el centro de la retina ve los detalles, pero que los bordes ven mejor las sombras y las formas. Si miras directamente a la sonrisa de la Mona Lisa, las esquinas de sus labios están inclinadas ligeramente hacia abajo, pero las sombras y la luz hacen que parezca que están hacia arriba. A medida que desplazas la mirada sobre su cara, la sonrisa parece parpadear.

Llevaba consigo su cuaderno cuando paseaba por Florencia y Milán, y siempre dibujaba las expresiones y las emociones de la gente, intentando relacionarlas con los sentimientos internos que mostraban. Se puede ver de forma más evidente en La última cena.

Pero la Mona Lisa es la culminación porque las emociones que expresa, al igual que su sonrisa, son un poco esquivas. Cada vez que la miras, parece ligeramente diferente. No es solo una representación plana y superficial, a diferencia de otros retratos de la época. Intenta representar sus emociones internas.

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    Mona Lisa
    La Mona Lisa de Leonardo da Vinci
    Fotografía de VCG Wilson, Corbis, Getty

    Su otra gran obra maestra es La última cena, a la que describes como «la pintura narrativa más cautivadora de la historia». Transpórtanos al interior de su creación y explícanos por qué es una obra de arte suprema.

    El duque de Milán le pidió que la pintara sobre la pared del comedor de un monasterio. A diferencia de otras representaciones de La última cena, de las que había cientos en aquella época, la de Leonardo no solo captura un momento. Entendía que no existe un instante en el tiempo que esté desconectado. Escribió que cualquier instante lleva dentro lo que le antecede y lo que le sucede, porque se encuentra en movimiento.

    Por eso convirtió La última cena en una narración dramática. Cuando entras por la puerta, ves la mano de Jesucristo, subes la mirada por su brazo, ves su rostro. Está diciendo: «Uno de vosotros me traicionará». A medida que desplazas la mirada sobre la imagen, puedes ver el sonido prácticamente saliendo del cuadro mientras los apóstoles reaccionan.

    Los que están más cerca de él le dicen: «¿Soy yo, Señor?». Los que están más lejos, acaban de escucharlo. A medida que el dramatismo se extiende, desde el centro a los extremos, parece rebotar mientras Jesucristo trata de coger el pan y el vino, el principio de lo que sería la institución de la Eucaristía.

    La última cena
    'La última cena' de Leonardo da Vinci
    Fotografía de Universal History Archive, Getty

    Pese a sus logros, en sus días Leonardo no era conocido principalmente como pintor, ¿verdad?, sino como arquitecto. Incluso como lo que hoy llamaríamos un experto en efectos especiales. Explícanos estas diversas facetas de su vida.

    Era principalmente pintor, pese a lo que él deseaba a veces. Le gustaba verse a sí mismo como ingeniero y arquitecto, labores que también desempeñaba con gran pasión. Pero su primer trabajo fue como productor teatral.

    Ahí aprendió a jugar con la perspectiva, porque el escenario en un teatro parece más profundo de lo que es. Una mesa sobre el escenario puede estar ligeramente inclinada para que la veas, algo que también se ve en La última cena. Del mismo modo, en el escenario, los gestos teatrales de los personajes pueden exagerarse, algo que se puede observar en La última cena.

    Su producción teatral le introdujo en el mundo de los objetos mecánicos, como las máquinas voladoras o el tornillo aéreo, diseñados para bajar a los ángeles del techo en algunas obras. Leonardo desdibujó la línea entre fantasía y realidad cuando trató de crear máquinas voladoras reales, ¡maravillas de la ingeniería! Todo lo que aprendió del teatro lo aplicó en su arte y en su ingeniería.

    Páginas de cuadernos
    Leonardo da Vinci llenó las páginas de sus cuadernos con dibujos de sus inventos, como máquinas voladoras.
    Fotografía de Leemage, Corbis, Getty

    ¿Y qué hay de Leonardo, el hombre? Era vegetariano y abiertamente homosexual en una época en la que la sodomía era un delito, y también era todo un dandi. Háblanos de los diferentes aspectos de su carácter.

    Era gay, hijo ilegítimo, zurdo y un pelín hereje, pero lo bueno de Florencia era su carácter tolerante en la década de 1470. Leonardo podía ir por la ciudad con vestimentas cortas de color violeta o rosa, algo que resultaba en cierta medida sorprendente para la gente de Florencia, pero era muy popular. Tenía un gran número de amistades tanto en Florencia como en Milán. Cenaba muchas veces con amigos íntimos, pertenecientes a grupos diversos: matemáticos, arquitectos, dramaturgos, ingenieros y poetas. Esa diversidad contribuyó a hacer de él un genio.

    Además, era un hombre muy atractivo. Si ves el Hombre de Vitruvio, el hombre desnudo en medio de un círculo y un cuadrado, se trata en gran medida de un autorretrato de Leonardo, con su melena rizada y su cuerpo bien proporcionado.

    Existía una enemistad manifiesta y mutua entre Leonardo y Miguel Ángel. Explícanos esa hostilidad y descríbenos la escena de lo que sería una especie de Solo ante el peligro pictórico.

    Leonardo y Miguel Ángel eran muy diferentes. Leonardo era popular, sociable y estaba cómodo con todas sus excentricidades, y también con ser gay. Miguel Ángel también era homosexual, pero sentía profundamente la agonía y el éxtasis de su identidad. También era muy solitario. No tenía amigos íntimos y llevaba ropa oscura; eran polos opuestos en lo referente a apariencia, estilo y personalidad.

    Sus estilos artísticos también eran muy diferentes. Miguel Ángel pintaba como si fuera un escultor, empleando líneas muy marcadas. Leonardo creía en el sfumato, la difuminación de las líneas, porque para él esa era la forma real en la que observamos la realidad.

    Los gobernantes de Florencia crearon un concurso para ambos, en el que tenían que pintar escenas de batallas en la sala del consejo. Para entonces, su rivalidad se había agravado.

    Leonardo había votado para que el David de Miguel Ángel quedara oculto en alguna galería en lugar de colocarlo en el centro de la plaza. Miguel Ángel había sido grosero públicamente con Leonardo. Todo ello hizo saltar chispas, por eso los gobernantes de Florencia los enfrentaron, retándolos a que elaboraran dos representaciones de batallas.

    Al final, ambos se acobardaron y abandonaron antes de acabar de pintar. Más tarde, Leonardo se mudó a Milán y Miguel Ángel, a Roma, donde trabajaría en la Capilla Sixtina.

    Leonardo nunca firmaba sus cuadros, lo que en ocasiones ha generado confusión. Háblanos de la increíble historia de La bella princesa y de la investigación al más puro estilo de Sherlock Holmes para determinar su autenticidad.

    La bella princesa es un dibujo con tiza que apareció en una subasta hace unas décadas. Nunca se había considerado un Leonardo y se vendió por una suma pequeña porque pensaban que era una copia alemana de un artista florentino.

    Sin embargo, un coleccionista de arte estaba convencido de que era un Leonardo auténtico. Lo compró y lo llevó alrededor del mundo para que varios expertos determinaran si era realmente un Leonardo. Se confirmó cuando descubrieron huellas, ya que Leonardo solía emborronar sus dibujos con el pulgar.

    Más tarde, resultó que la persona que había hecho afirmación era poco fiable y quizá hasta fraudulenta, así que se retiró esa alegación. Finalmente, con la ayuda de Martin Kemp, el gran experto en Leonardo de Oxford, descubrieron que se trataba de un dibujo de Leonardo y que había sido la portada de un libro que se encontraba en una biblioteca de Polonia y que alguien había recortado.

    Más recientemente ha aparecido la historia de Salvator Mundi, un hermoso cuadro que saldrá a la venta el 15 de noviembre en Christie's [La entrevista fue anterior a la subasta]. Durante mucho tiempo también se pensó que era una copia, pero se ha autentificado en los últimos diez años. Hace una década, se vendió por unos 100 dólares. En noviembre, probablemente se venderá por más de 100 millones. [Finalmente el cuadro se vendió por 450,3 millones de dólares].

    Será un acontecimiento importante, porque es el único cuadro de Leonardo de propiedad privada. Probablemente nadie podrá volver a comprar un Leonardo nunca más.

    Uno de los elementos naturales que más fascinaban a Leonardo, y al que regresó al final de su vida, era el agua. ¿Qué veía en ella?

    Fue un niño autodidacta. No fue a la escuela porque había nacido fuera del matrimonio y una de las cosas que más le gustaban era el flujo de los arroyos que desembocaban en el río Arno. Los estudió y, desde la infancia hasta su lecho de muerte, siguió dibujando las formas en espiral e intentando averiguar la ciencia matemática que se escondía tras ellas.

    Esto se traspasó a su ciencia y a su arte. Le encantaba ver cómo las corrientes de aire formaban pequeñas ráfagas cuando pasaban sobre las alas curvadas de las aves y se dio cuenta de que ayudaban al ave a mantenerse en el aire, algo que ahora sabemos sobre los aviones.

    En cualquiera de sus obras maestras, incluida la Mona Lisa, puede verse un río sinuoso, como si conectara con las venas de la persona que aparece en el retrato, como un vínculo entre el ser humano y la tierra.

    ¿Cuál crees que es el rasgo definitorio de la genialidad de Leonardo? ¿Y qué podemos aprender de él?

    En el último capítulo intento responder a esa pregunta con 25 enseñanzas de Leonardo que también extraen enseñanzas de libros anteriores que he escrito sobre Steve Jobs o Albert Einstein. En todos esos libros me he dado cuenta de que la creatividad viene de conectar el arte y la ciencia. Para ser verdaderamente creativo, tienen que interesarte todo tipo de disciplinas diferentes en lugar de ser un especialista.

    El ejemplo último de ello es Leonardo da Vinci, a quien le interesaba todo lo que se pudiera aprender sobre el universo, como por ejemplo cómo encajamos nosotros en él. Eso le convirtió en un personaje alegre sobre el que escribir.

    En sus cuadernos, vemos preguntas como describir la lengua del pájaro carpintero, por qué bostezamos o por qué el cielo es azul. Tenía una curiosidad apasionada sobre los fenómenos cotidianos que la mayoría de nosotros deja de cuestionar cuando dejamos atrás nuestros años de asombro y nos convertimos en seres cínicos.

    Tener curiosidad por todo y tener curiosidad porque sí, no simplemente porque sea útil, es el rasgo definitorio de Leonardo. Se trata de cómo se autoexigía y de cómo aprendió a ser un genio por sí mismo. Nunca emularemos las habilidades matemáticas de Einstein. Pero todos podemos intentar imitar y aprender de la curiosidad de Leonardo.

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