Por qué el asteroide que provocó la extinción de los dinosaurios impactó en el lugar preciso

Un estudio argumenta que solo el 13 por ciento de la superficie terrestre está compuesta por rocas ricas en hidrocarburos que habrían dado pie a esta extinción masiva.

Por Michelle Z. Donahue
Publicado 10 nov 2017, 13:20 CET
Impacto del asteroide en Yucatán
La principal explicación para la desaparición de los dinosaurios es un meteorito gigante que impactó en la península de Yucatán hace 66 millones de años.
Fotografía de Mark Garlick, Science Photo Library, Alamy

De todos los lugares de la antigua Tierra donde podría haber impactado un asteroide, la península de Yucatán fue posiblemente uno de los peores.

Esta es la premisa de un nuevo estudio que estudia lo que sucedió hace 66 millones de años, después de que un asteroide de 12 kilómetros de ancho se estrellase en el océano, cerca de la actual ciudad portuaria de Chicxulub, México. El impacto puso un violento fin a la era de los dinosaurios, aniquilando a la inmensa mayoría de estos emblemáticos animales, junto con tres cuartos de la vida en la Tierra.

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Según el estudio, la roca espacial impactó contra un polvorín de roca rica en hidrocarburos, expulsando hollín suficiente a la atmósfera como para provocar un enfriamiento global extremo y desencadenando así la extinción masiva.

El impacto hizo que la temperatura media global del aire en superficie descendiese una media de 8 y 11 °C, con un descenso de entre 10 y 18 °C en la temperatura media global del aire en superficie en tierra.

El equipo de investigadores argumenta que solo el 13 por ciento de la superficie terrestre está compuesta por rocas que podrían haber generado tal cantidad de hollín, en un estudio publicado esta semana en Scientific Reports.  Esto significaría que, si el asteroide hubiera impactado en casi cualquier otra parte, los dinosaurios no aviares podrían haber sobrevivido al fin y al cabo.

«Es un estudio fascinante que... argumenta que pese al gran tamaño del asteroide, las probabilidades de una extinción en masa en sí eran bajas», afirma Paul Chodas, director del Centro de Estudios de Objetos Próximos a la Tierra del JPL de la NASA.

«En varias ocasiones hemos insistido en lo desafortunado que fue este impacto para los dinosaurios y lo afortunado que fue para nosotros, en la cumbre de la familia de los mamíferos, pero ahora tenemos una medida de la mala suerte de los dinosaurios y de nuestra buena suerte».

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Rocas ricas en hidrocarburos

El autor principal, Kunio Kaiho, estima que el impacto de Chicxulub quemó la cantidad suficiente de rocas ricas en hidrocarburos para inyectar en torno a 1.500 millones de toneladas métricas de partículas finas de carbón negro en la atmósfera.

Aunque la lluvia habría limpiado la mayor parte del hollín en las partes inferiores de la atmósfera, unos 350 millones de toneladas habrían permanecido circulando en las partes altas de esta, bloqueando la luz solar esencial para la vida.

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    Un esqueleto de Tyrannosaurus rex
    Un esqueleto de Tyrannosaurus rex en el centro de biodiversidad Naturalis, en los Países Bajos.
    Fotografía de Martin Van Dijl, AFP, Getty

    Kaiho calculó estas estimaciones basándose en un mapa reconstruido de las zonas que podrían haber sido ricas en rocas sedimentarias con hidrocarburos a finales del Cretácico. Estas zonas, generalmente costeras, coinciden aproximadamente con las regiones modernas ricas en petróleo y gas natural.

    Antes, Kaiho estudió el hollín posterior al impacto en estratos de rocas de todo el mundo. Descubrió que el hollín de muestras tomadas en Haití, relativamente cercano al cráter de impacto de Chicxulub, es semejante al hollín de muestras tomadas en España, a miles de kilómetros de distancia.

    «Las [similitudes] indican una única fuente de hollín, lo que sugiere que procedía de las rocas donde impactó el asteroide en Chicxulub», afirma Kaiho. «La cantidad de hidrocarburos en las rocas sedimentarias del lugar del impacto podrían haber sido determinantes en el descenso de las temperaturas en tierra y mar».

    La teoría predominante que explica por qué el hollín aparece en tantos lugares —aunque no en todos— en el registro fósil de este periodo son los incendios forestales generalizados provocados por la roca sobrecalentada que cayó a la tierra tras el impacto.

    Kaiho dice que su estudio refuta esa idea y que los incendios terrestres por sí solos no podrían haber generado suficiente hollín para dar pie a un enfriamiento global. Añade que el hollín generado por el asteroide no se habría distribuido de manera uniforme, algo que encaja con datos que sugieren que el enfriamiento afectó más al hemisferio norte, mientras que la mitad sur del planeta se recuperó con más rapidez.

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    ¿Azufre u hollín?

    Sin embargo, hay un inconveniente en el nuevo estudio de Kaiho: las perforaciones recientes de las rocas del cráter de impacto de Chixculub no han revelado una gran cantidad de hidrocarburos.

    Sería más probable que el enfriamiento inmediato fuera desencadenado por el azufre vaporizado, no por el hollín, según Sean Gulick, geólogo de la Universidad de Texas en Austin que ha formado parte de expediciones de perforación de muestras rocosas en zonas sumergidas del cráter de Chicxulub.

    En un estudio independiente publicado la semana pasada, la codirectora de la expedición Joanna Morgan descubrió que el impacto probablemente liberó alrededor de 325 gigatones de azufre, más que suficiente para enfriar temporalmente el planeta. Además, es posible que sea una estimación más bien conservadora.

    Gulick señala que el hollín de Haití —a más de 640 kilómetros de Chicxulub— podría haber sido depositado por incendios terrestres y que los próximos análisis de los núcleos de Chicxulub contribuirán a aclarar esta historia.

    Sin embargo, sí acepta la premisa básica de Kaiho: el asteroide impactó en un lugar muy desafortunado. Otros grandes asteroides se han estrellado contra la Tierra en el pasado, dejando marcas en la bahía de Chesapeake y en el oeste de Bavaria, en Alemania, por ejemplo. Sin embargo, no dieron lugar a extinciones masivas, al menos según el registro fósil, probablemente porque los lugares de impacto no contenían la mezcla adecuada de rocas volátiles.

    «Existen zonas relativamente raras del planeta donde podrías dejar caer un asteroide de 12 kilómetros y tener el mismo nivel de cambio atmosférico», afirma Gulick.

    Pese al desacuerdo sobre si el culpable fue el hollín o el azufre, el estudio de Kaiho puede ser útil para modelos climáticos que simulen los cambios en la antigua Tierra.

    «Podemos introducir cada uno de estos factores en los modelos —qué ocurriría si hubiera una gran liberación de azufre, o de hollín, o de dióxido de carbono— y analizar esas cuestiones sobre la composición química de nuestra atmósfera», afirma Gulick.

    «Tener la capacidad de hacerlo es de gran importancia para simular los efectos del cambio climático actual».

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