Estas eran las islas fantasma que aparecían en los mapas antiguos

Durante siglos, los cartógrafos han evocado islas que solo existen en la imaginación.

Por Greg Miller
Publicado 23 ene 2018, 16:36 CET

El tratado que trazó las primeras fronteras de los recién fundados Estados Unidos tras la guerra de Independencia se refiere a una isla inexistente. La frontera norte de la nueva nación, según declaró el Tratado de París de 1783, pasará «sobre el lago Superior hacia el norte de las islas Royale y Phelipeaux». Parece bastante claro, pero cuando los topógrafos intentaron cartografiar la frontera en la década de 1820, descubrieron un problema: la isla Phelipeaux no estaba.

La larga y fascinante historia de estas islas fantasma es el tema del nuevo libro de Malachy Tallack, The Un-Discovered Islands. Inspirados por el libro, hemos escogido una colección de mapas antiguos en los que aparecen islas que no existen.

«Frislandia», por ejemplo, parece haber sido la invención de un rico veneciano llamado Niccolò Zeno, que escribió un libro en 1558 en el que afirmaba que su antepasado había descubierto el Nuevo Mundo antes que Colón. Ahora, los historiadores consideran que esta afirmación es falsa, pero en su época tuvo mucha influencia y las islas que describe aparecieron en los mapas durante más de un siglo. Al fin y al cabo, esta era la época en la que se comenzaba a explorar los océanos del mundo y las noticias viajaban despacio según los estándares modernos.

Se creía que algunas islas habían existido y posteriormente se habían hundido. La isla Sarah Ann, un trozo de tierra en el Pacífico reclamado por Estados Unidos según la Ley de Islas Guaneras de 1856, una ley que permitía la apropiación de islas cubiertas de excrementos de aves (entonces una valiosa fuente de fertilizante). La isla resultó estar en la trayectoria de un eclipse solar total en 1937, pero cuando los astrónomos acudieron para observarlo, la isla había desaparecido. Lo más probable es que nunca existiera, pero los periódicos informaron que se había hundido y el rumor permaneció.

Otras islas «desdescubiertas», como Phelipeaux, parecen ser el resultado de un fraude. La isla aparece en un mapa elaborado por un ciudadano nacido en Virginia y leal a Gran Bretaña llamado John Mitchell que ambos bandos usaron para negociar el Tratado de París. Sin embargo, Mitchell no es el culpable de la isla falsa. Simplemente copió la isla de un mapa más antiguo.

Phelippeaux, Pontchartrain, Maurepas y St. Anne.
Pueden verse cuatro islas inexistentes en este detalle del mapa de John Mitchell: Phelippeaux, Pontchartrain, Maurepas y St. Anne.
Fotografía de Osher Map Library and Smith Center for Cartographic Education, University of Southern Maine

El nombre de la isla, así como los nombres de otras tres islas inexistentes del lago Superior, Pontchartrain, Maurepas y St. Anne, dejan claro el origen de la artimaña. En la década de 1720, un conde llamado Jean-Frédéric Phélypeaux había servido como secretario de estado francés. Tenía fincas llamadas Pontchartrain y Maurepas, y la santa patrona de su familia era santa Ana. Aparentemente, alguien estaba haciéndole la pelota al conde al inventar las islas nombradas en su honor.

Este adulador parece haber sido un explorador llamado Pierre François Xavier de Charlevoix, cuyos viajes en la región estaban financiados por el buen conde Phélypeaux. Las cuatro islas imaginarias aparecieron por primera vez en un mapa encargado para un libro publicado por Charlevoix en 1744. Nadie advirtió el engaño hasta casi un siglo después, cuando otro tratado las borró de los mapas para siempre en 1842.

«Esta mentirijilla que contó un explorador se quedó enredada en una parte muy importante de la historia», afirma Tallack. «Me parece fascinante».

Uno de los «desdescubrimientos» de islas más recientes tuvo lugar en 2012, cuando un buque de investigación australiano informó que la isla Sandy, que aparecía en los mapas frente a la costa de Nueva Caledonia en el Pacífico sur, definitivamente no estaba allí. En cuestión de semanas, la National Geographic Society anunció que borrarían la isla Sandy de todos sus mapas, y otros cartógrafos siguieron su ejemplo.

Google también eliminó la isla Sandy de sus mapas, pero la gente seguía subiendo fotos en su antigua ubicación. La mayoría de las fotografías eran bromas, según Tallack, pero también indican la poderosa atracción que ejercen las islas en la imaginación humana. «Como sus fronteras están bien definidas, podemos proyectar nuestras ideas en ellas mucho más fácilmente que en otros lugares».

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