Una perspectiva fotográfica de los «hoteles del amor» de Japón
En un mundo cada vez más poblado y mediatizado por la tecnología, los «hoteles del amor» por horas ofrecen libertad sexual.
La población de Japón está descendiendo.
Los fallecimientos superan a los nacimientos, el matrimonio cae en picado y los jóvenes no mantienen relaciones sexuales. Los medios se refieren a esto como sekkusu shinai shokogun, o «síndrome del celibato», una tendencia alarmante que hace que el gobierno japonés destine dinero a servicios de citas rápidas y de emparejamiento por miedo a una catástrofe económica inminente.
Pero en un rincón con luces de neón del distrito de Shibuya, en Tokio, el material de BDSM, los techos con espejos, las camas vibratorias y las máquinas expendedoras de preservativos pintan una realidad diferente. Bienvenidos a Love Hotel Hill, donde prospera la industria sexual japonesa.
Encuentros clandestinos
Fieles a su nombre, los hoteles del amor por horas satisfacen a millones de parejas japonesas cada año y cada vez a más turistas. Hay más de 30.000 hoteles del amor en el país, y cientos de ellos solo en Tokio, un negocio multimillonario que representa un cuarto de la industria del sexo.
Con una esperanza de vida cada vez mayor, el aumento de la edad de matrimonio y una gran densidad de población, las familias multigeneracionales están por todas partes. Cuando las parejas casadas viven en un espacio reducido con padres ancianos y niños, los hoteles del amor ofrecen una alternativa práctica para las casas japonesas de paredes finas donde la privacidad escasea.
Aunque la mayoría de los clientes son parejas casadas o que están saliendo, tampoco son inusuales los profesionales sexuales ni las aventuras extramatrimoniales. La discreción es uno de los servicios más importantes de los hoteles del amor: cuentan con entradas secretas, garajes cubiertos y coberturas desechables para las matrículas. Los clientes pueden realizar transacciones en efectivo con recepcionistas ocultos tras pantallas opacas para garantizar el anonimato. Otros cuentan con sofisticados sistemas automáticos. Se muestra al cliente un panel con fotografías de las habitaciones disponibles y sus características. Cuando pulsa un botón para seleccionar la que prefiere, se enciende un sendero de luces que lleva directamente a la habitación.
Puede que la tecnología sea relativamente reciente, pero los orígenes de los hoteles del amor pueden remontarse al periodo Edo (1600-1868), cuando se establecieron casas de té para encuentros con trabajadoras sexuales y geishas. La década de 1920 supuso la aparición de las enshenku: habitaciones a un yen que podían alquilarse por horas y que contaban con muebles occidentales como camas de matrimonio y puertas con pomos. La versión moderna del hotel del amor proliferó en las décadas de 1970 y 1980 con el auge económico de Japón y la creciente fascinación por la cultura occidental. Estas ostentosas propiedades proporcionaban fantasía e imitaban las películas de Hollywood y los cuentos de hadas.
Muchos de los hoteles del amor actuales todavía ofrecen habitaciones temáticas que tienen desde personajes de Disneyland a aulas, pasando por mazmorras de BDSM. Otros son indistinguibles de los hoteles normales a excepción de sus instalaciones eróticas: vibradores, cosplay en alquiler, camas rotatorias y material sadomasoquista. De hecho, algunos se parecen tanto a los hoteles normales que los turistas los reservan online sin darse cuenta.
El sexo desciende
Puede que la industria de los hoteles del amor de Japón esté prosperando, pero el país está experimentando un descenso paradójico del matrimonio, la natalidad y el sexo.
En Japón, más del 40 por ciento de los hombres y mujeres entre los 18 y los 34 años nunca han tenido relaciones sexuales según el National Institute of Population and Social Security Research. Si la tendencia actual continúa, se prevé que para el 2060 la población de Japón haya descendido un 30 por ciento, lo que provocaría un desastre económico.
Pero en medio de una economía estancada, quedarse soltero se ha convertido en una opción atractiva.
A medida que el coste de la vida aumenta y las oportunidades laborales disminuyen, más jóvenes solteros vuelven a casa para vivir con sus padres. Estos jóvenes se conocen como parasaito shinguru, o «solteros parásitos». Sus salarios, libres de costes como las hipotecas o los gastos de mantenimiento de los hijos, se usan casi exclusivamente como ingresos disponibles, lo que les permite vivir sin preocupaciones ni ataduras. De hecho, los adultos jóvenes de Europa occidental y Estados Unidos también se están quedando más tiempo en casa de sus padres, un síntoma de las dificultades económicas alrededor del mundo y del cambio de opinión sobre el sexo y el matrimonio.
Las mujeres japonesas también disfrutan de una independencia económica sin precedentes. «Vemos cada vez más gente que vive una vida sin pareja», afirma Eric Garrison, sexólogo, consejero sexual y escritor. «Solía existir la creencia cultural de que si tienes un hombre y tu hombre tiene éxito, entonces tú tienes éxito. Tener marido ya no es indicativo de éxito».
Para algunos, el antagonismo hacia los lazos emocionales es tan generalizado que optan por rechazar las relaciones románticas. En 2006, la escritora japonesa Maki Fukasawa acuñó el término «hombre herbívoro» —al que no le interesa la carne— para describir esta ola de apatía sexual.
Huyendo de las relaciones íntimas
Aunque comienzan a producirse cambios sociales progresistas, a otras personas les preocupa que la disminución de las relaciones sexuales indique una crisis más existencial: que la tecnología nos aísla en vez de conectarnos.
Craig Malkin, psicólogo y profesor en Harvard, describe los peligros inherentes a lo que denomina «cibercelibato». «Aunque los videojuegos y la pornografía nunca podrán curar nuestra soledad, con el tiempo se convierten en un bálsamo increíblemente adictivo, lo que facilita alejarse de las personas y acudir al ciberespacio», escribe. «Para la gente recelosa de las relaciones íntimas, la opción de perderse en un mundo emocionante en el que pueden entrar y salir fácilmente cuando lo deseen se convierte en una forma de vida».
Remplazar las interacciones humanas físicas —que son falibles, impredecibles y en ocasiones complicadas— con imágenes editadas cuidadosamente y conversaciones planificadas meticulosamente en el ciberespacio ha eliminado la serendipia de las relaciones y ha redefinido las relaciones íntimas.
Este fenómeno tampoco es exclusivo de Japón; los estadounidenses también tienen menos relaciones sexuales.
Según un estudio reciente publicado en Archives of Sexual Behavior, la frecuencia sexual ha ido descendiendo en Estados Unidos desde finales de la década de 1980. Los autores sugieren una serie de factores responsables: la disponibilidad de opciones de entretenimiento alternativas, como los vídeos en directo, la pornografía y las redes sociales; los efectos que reprimen la libido asociados al aumento de las tasas de depresión y a los efectos secundarios de la medicación; y el menor número de estadounidenses emparejados. En particular los milenials y la generación Z —que han crecido inmersos en la tecnología— están teniendo menos relaciones sexuales que cualquier generación anterior.
En una época de apatía sexual, los hoteles del amor de Japón parece desafiar las tendencias. Ofrecen privacidad para la exploración sexual desinhibida en un mundo cada vez más poblado y mediatizado por la tecnología, pero estos espacios podrían desaparecer. Con las próximas Olimpiadas de 2020 en Tokio, el gobierno pretende convertir los hoteles del amor en alojamientos corrientes para acomodar a los visitantes.
Por ahora, el país de las maravillas erótico oculto en Tokio está abierto al público.
Albert Bonsfills es un fotógrafo que trabaja en Tokio. Puedes seguirle en Instagram @albertbonsfills.