Un reino de cuento de hadas que se enfrenta a problemas reales
En la frontera entre Estonia y Rusia, los setos luchan por crear una identidad moderna a partir de creencias antiguas.
En dos lados de una frontera en disputa, existe un reino. Es joven en edad y antiguo en creencias, forjado a partir del caos de la caída de la Unión Soviética.
Los habitantes de este reino son los setos, una minoría étnica indígena de solo unos pocos miles de personas de Setomaa, una pequeña región entre el sureste de Estonia y el noroeste de Rusia.
Durante siglos, los setos han mantenido sus tradiciones con firmeza. Entre ellas están los antiguos cantos polifónicos, reconocidos recientemente en la lista de Patrimonio Cultural Intangible de la UNESCO.
Pero también han creado tradiciones completamente nuevas, con su propia realeza incluida, para mantener a raya las amenazas modernas a su identidad cultural.
Hoy, el mayor peligro es una frontera entre Rusia y Estonia —tradicionalmente más una sugerencia que una demarcación— que divide a los setos. La frontera cambió varias veces a lo largo del siglo XX, un periodo que vivió dos Guerras Mundiales, el auge y la descomposición de la Unión Soviética y los primeros pasos de una Unión Europea.
Pero para mediados de los 90, Estonia disfrutaba de su independencia postsoviética. Y la frontera —aún no ratificada hasta la fecha— se convirtió en algo impuesto, dividiendo Setomaa en lado ruso y lado estonio. Sin embargo, también ha dividido a los setos entre sí, partiendo sus campos de cultivo, iglesias y cementerios.
«La frontera apareció y rompió su vida cotidiana», afirma Elena Nikiforova, investigadora del Centro de Investigaciones Sociales Independientes en San Petersburgo que llevó a cabo trabajo de campo en Setomaa mientras se reforzaba la frontera.
«La frontera se convirtió en un desencadenante para que empezaran a considerarse un pueblo separado», afirma. «Al quedar divididos por la frontera, se unieron».
Sin poder alterar el curso de la política exterior y separados en dos países, en 1994, los setos se declararon una nueva entidad unificada: el Reino de Setomaa.
Ahora, más de dos décadas después, mantienen ese reino con vida.