Las vísceras de una Médici aportan pruebas sobre la medicina del siglo XVII

Los intestinos embalsamados de una gran duquesa Médici aportan información sorprendente sobre sus momentos finales.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 25 sept 2018, 17:44 CEST
Sagrestia Vecchia
Los restos Médici se enterraron en Sagrestia Vecchia o basílica de San Lorenzo.
Fotografía de B.O'Kane, Alamy

Si te ofrecieran una bebida en tu lecho de muerte, ¿cuál elegirías? Al parecer, la gran duquesa Vittoria della Rovere optó por las especias. El análisis de fragmentos secos de su intestino, almacenado en un tarro de embalsamamiento, demuestra que consumió una cantidad impresionante de clavo los días previos a su muerte.

Es probable que la noble Médici no estuviera tomando vino especiado solo porque le gustara. Es probable que el líquido de clavo infusionado fuera un intento de tratar su precaria salud, según un nuevo estudio de Journal of Archaeological Science: Reports. Este análisis proporciona a los investigadores una ventana improvisada a los momentos previos a la muerte de Vittoria y sus intentos de tratar las numerosas enfermedades que finalmente le costaron la vida en 1694.

«El análisis de las vísceras almacenadas por separado en tarros no es habitual, ya que rara vez se descubren dichos restos», afirma por email Rémi Corbineau, de la Universidad de Aix-Marseille, que no participó en el estudio. «Los datos presentados aportan nueva información a la historia de la medicina empleando la palinología», o el estudio de las esporas y el polen.

La vida y la muerte de la élite

Vittoria della Rovere formaba parte de la familia Médici, que llegó al poder durante el siglo XIV gracias a su éxito en el comercio y la banca. Gobernaron durante tres siglos, primero dominando Florencia, después La Toscana.

A portrait of Medici noble Vittoria della Rovere by Sustermans Justus.

A portrait of Medici noble Vittoria della Rovere by Sustermans Justus.

Photography by Sergio Anelli, Electa, Mondadori Portfolio, Getty

La autora del estudio, Donatella Lippi, de la Universidad de Florencia, explica por email que, cuando un noble fallecía, lo embalsamaban para prevenir el inevitable perfume de la descomposición antes del funeral, que solía celebrarse meses después de su fallecimiento. Retiraban las vísceras, limpiaban el cuerpo, que llenaban con bálsamos, fragancias y resinas antisépticas. A continuación, cada cadáver se vestía para que la gente le rindiera homenaje.

A medida que los expertos progresaban cuidadosamente por cada paso del proceso, en el caso de la familia Médici, colocaban los órganos internos —junto a paños y esponjas que probablemente usaban para limpiar el cuerpo— en grandes tarros de terracota y colocaban una tapa para cerrarlo.

Dichos tarros no eran una práctica novedosa. En el antiguo Egipto, recipientes similares conocidos como canopes conservaban los órganos internos para el viaje al más allá. Cuando la práctica del embalsamamiento apareció de nuevo en torno al siglo XII, la preservación de los nobles y sus vísceras sirvió como demostración del poder y la virtud del monarca, demostrando que la realeza «podía sobrevivir a la muerte y la descomposición del cuerpo físico», según un estudio de la revista Nuncius.

Las voces de los Médici

Una vez se completaba el embalsamamiento de los Médici, Lippi explica que los tarros se almacenaban en un pequeño agujero en el suelo bajo un altar, junto con los ataúdes de los nobles Médici, en medio de la basílica de San Lorenzo. Allí yacieron durante siglos.

Es decir, hasta 2010, cuando los investigadores exhumaron los tarros como parte de un proyecto que investigaba la vida y la muerte de la familia Médici. El equipo espera emplear las pruebas científicas para respaldar los relatos históricos de la medicina temprana y corregir cualquier «tinte rosa» extraído de dichos registros.

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     «Me atrevo a afirmar que el objetivo del Proyecto Médici era retroceder en el tiempo y escuchar las voces de los Médici, los grandes duques de la Toscana, cuando estaban enfermos para iniciar un diálogo entre un médico moderno y uno del Renacimiento», escribe Lippi por email.

    De los diez tarros que descubrieron los investigadores en el agujero, solo dos poseían etiquetas prominentes. Una era Anna Maria Luisa de Médici, la última descendiente Médici. La otra era su abuela, Vittoria della Rovere. Los investigadores tomaron muestras de las vísceras secas —con el color y la textura de trocitos de cecina— y las transportaron a la Universidad de Nebraska-Lincoln para analizarlas.

    El consumo de clavo

    Empelando microscopios ópticos, los investigadores descubrieron una gran cantidad de polen, unos 20.574 granos por gramo. Pero al principio no estaban seguros de qué era, según explica Karl Reinhard, de la Universidad de Nebraska-Lincoln, que dirigió el análisis del polen de los restos.

    «La familia del clavo produce polen muy diminuto», afirma Reinhard. Con menos de 30 milímetros de diámetro, el polen cabría con facilidad en la punta de un pelo humano y se encuentra en el límite de lo observable mediante un microscopio. Para identificar las plantas de forma precisa, Reinhard recurrió al microscopio electrónico de barrido, que crea imágenes con alto grado de detalle empleando un haz de electrones.

    ¿Qué mostró? Los granos eran clavo, definitivamente.

    Pero los clavos solo permanecían en forma de polen; no había fragmentos leñosos de estos brotes secos. Según Corbineau, que ha estudiado las prácticas de embalsamamiento durante la Edad Media, esto sugería que no se aplicaban como un posible perfume, un aditivo simbólico o un conservante, como era habitual en el embalsamamiento durante esta época. Es más, sus intestinos apenas contenían alimentos, lo que sugiere que no comía jamones especiados antes de su fallecimiento.

    Juntas, estas pruebas sugieren que Vittoria ingirió una bebida con una gran cantidad de en clavo los días previos a su muerte, según concluyen los autores del estudio. Pero ¿era por motivos médicos o propósitos culinarios?

    Los últimos días de Vittoria

    Los relatos históricos sugieren que Vittoria della Rovere nunca fue la viva imagen de la salud. Estaba aletargada y «le encantaba dormir desde los primeros días de su juventud», según el nuevo estudio. En sus últimos días, sufrió problemas cardíacos y fallo renal, lo que provocó una inflamación anormal —conocida como edema—de las extremidades inferiores que la dejó confinada a su cama.

    Es probable que los médicos de Vittoria intentaran tratar estas enfermedades. La práctica de la medicina durante esta época se centraba en los cuatro humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. La clave de una buena salud era el equilibrio de estos humores y la digestión era fundamental para este equilibrio, según explica Anne Stobart, autora del libro Household Medicine in Seventeenth-Century England.

    «Si la digestión no era suficiente, se produciría putrefacción y corrupción, dejando posibles sustancias venenosas en el organismo», cuenta.

    Por eso las especias eran un remedio habitual. El autor del estudio Dario Piombino-Mascali, bioarqueólogo de la Universidad de Vilna y explorador de National Geographic, explica que los clavos podían tratar una serie de males, como problemas gástricos, hepáticos y cardíacos. Pero, según añade Stobart, los clavos eran un tratamiento caro. Al ser importados desde Indonesia, habrían sido demasiado exóticos y caros para mucha gente normal y corriente de la época, pero estarían al alcance de la rica familia Médici.

    No hay forma de determinar en qué bebida consumió Vittoria estos clavos terapéuticos. Pero, según Stobart, dichas especias se mezclaban habitualmente en forma de polvo en un vino. Y en lo referente a bebidas en el lecho de muerte, el vino especiado no es la peor de todas.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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