La Primera República en cinco datos
146 años después de que el rey Amadeo I de Saboya abdicase y se proclamase la Primera República, recopilamos algunos de los datos históricos que marcaron el porvenir de la historia de nuestro país.
Tras la abdicación del rey Amadeo I de Saboya el 11 de febrero de 1873, las Cortes españolas proclamaron la Primera República de la historia de nuestro país, hace 146 años.
El corto reinado de Amadeo fue provocado por las dificultades que encontró por el camino en sus dos agitados años de corona, en los que tuvo que enfrentarse a la guerra de Cuba, a la Tercera Guerra Carlista, a las insurrecciones republicanas y a los monárquicos alfonsinos que pedían la restauración borbónica.
1. Comenzó hace 146 años
La mañana del 11 de febrero, Madrid amanecía con la noticia de la abdicación del rey publicada en el diario español La Correspondencia, lo que provocó que inmediatamente todos los federales madrileños abarrotaran las calles de la ciudad pidiendo la República.
Apoyados también por los republicanos de Barcelona, los jefes de distrito amenazaron al Congreso de los Diputados con una insurrección si no proclamaban la República. El Congreso y el Senado se reunieron en un proceso de debate en el que los republicanos presentaron una moción para que ambas cámaras, constituidas en Asamblea Nacional, aprobaran la República como forma de gobierno.
El político republicano Emilio Castelar pronunciaba su discurso, afirmando que “con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma; nadie trae la República, la traen todas las circunstancias, la trae una conjuración de la sociedad, de la naturaleza y de la Historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra Patria”.
A pesar de que el entonces presidente del Gobierno, Manuel Ruiz Zorilla, se pronunció en contra, la Asamblea Nacional proclamó la República por 258 votos frente a 32.
2. La conmemoración de la República pasó del 11 de febrero al 14 de abril
Hasta el año 1931, el 11 de febrero era el día de conmemoración del aniversario de la Primera República española.
Más tarde, tras producirse la Segunda República, la conmemoración se trasladó al 14 de abril, su fecha de inicio. Decenas de ciudades se llenan cada año de banderas tricolor y celebran actos como homenaje a la República y a los represaliados.
Esta fecha marcada en el calendario es también a menudo un momento de encuentro para reivindicar los derechos laborales, la libertad de expresión o la autodeterminación de los pueblos, como sucedió en una marcha que arrancó en la madrileña plaza de Cibeles el año pasado.
Edificios históricos y científicos remarcan también este día con un calendario de actos de diversa índole, como mesas redondas, debates u homenajes a personajes históricos que marcaron la historia de nuestro país.
3. La Primera República tan solo duró 22 meses
El primer período español de República duró hasta el 29 de diciembre de 1874, tan solo 22 meses. Se trató de una experiencia política corta e inestable, debido a la variable situación que habían dejado tras de sí los numerosos conflictos que habían tenido lugar durante el reinado de Amadeo I y que continuaban su calado.
La Tercera Guerra Carlista, la sublevación cantonal y también la Guerra de los Diez Años Cubana marcaron profundamente a la sociedad de aquella época.
Además, en sus primeros 11 meses, se sucedieron cuatro presidentes diferentes del Poder Ejecutivo hasta que llegó el golpe de Estado del general Pavía, el 3 de enero de 1874, que dio paso a una república unitaria bajo el mandato del dictador Serrano.
4. Cuatro presidentes en 11 meses y un golpe de Estado
Con una situación económica, social y política muy inestable y complicada, agudizada por la Gran Crisis Mundial de 1873, Estanislao Figueras asumió el mando del primer gobierno de la República, al que a lo largo de los 22 meses sucederían 4 presidentes más, incluida una dictadura.
Además de las deudas, las guerras y los problemas de falta de soldados, armamento y dinero, Figueras se enfrentó a la necesidad de restablecer el orden, alterado por insurrecciones de los propios republicanos que buscaban la revolución y, en algunos lugares del territorio, se habían hecho con el poder a la fuerza y no reconocían el poder central.
Tan solo trece días más tarde de haber formado el nuevo gobierno, Figueras presentó su dimisión debido a que estaba bloqueado por las diferencias entre los ministros radicales y los republicanos.
Tras un intento de golpe de Estado por parte del líder de los radicales y presidente de la Asamblea Nacional, Cristino Martos, se formó un segundo gobierno de Figueras que terminó en la proclamación de una República Federal muy dividida entre republicanos intransigentes, centristas y moderados.
Finalmente, Figueras propuso como nuevo presidente a Francisco Pi y Margall, pero los intransigentes se opusieron y, tras tener noticias de un posible nuevo golpe de Estado, Figueras huyó a Francia. Tras el nuevo intento, los moderados volvieron a proponer a Pi y Margall, que fue finalmente aceptado por los intransigentes pensando que podría resultar un buen conciliador.
Pi y Margall presentó un programa en el que hablaba de la “necesidad de acabar con la guerra carlista, la separación de la Iglesia y el Estado, la abolición de la esclavitud y las reformas en favor de las mujeres y los niños trabajadores”. Esta propuesta se encontró con el rechazo de los intransigentes, que echaban en falta otras reivindicaciones y se negaban al fin de la Guerra Carlista por verla como una imposición antidemocrática.
Tras un aumento de la tensión constante, la situación terminó en la llamada rebelión cantonal y la dimisión de Pi y Margall tras 37 días de mandato, ya que al no lograr detener la rebelión, perdió el apoyo de los moderados, que propusieron a Nicolás Salmerón para sustituirlo.
El gobierno de Salmerón fue conocido como el “imperio de la ley”, lo que suponía acabar con los conflictos carlistas y cantonales con duras medidas que pasaban por la destitución de alcaldes y militares que mostrasen su apoyo a los cantonalistas. Estas duras medidas terminaron en el restablecimiento del cuerpo militar al completo, lo que incluía pena de muerte para los soldados que no obedecieran. Ahí comenzó el fin para Salmerón, que tras negarse a aplicar la pena de muerte a ocho soldados que habían pasado al bando carlista, dimitió.
Al día siguiente, Emilio Castelar fue elegido como presidente del Poder Ejecutivo. La profunda división de la Cámara entre intransigentes, centristas y moderados provocó finalmente que las Cortes quedasen suspendidas desde el 20 de septiembre de 1873 hasta el 2 de enero de 1874. Entonces, Castelar trató de gobernar mediante decretos, a través de los que pedía suspender las garantías constitucionales y pedía la censura de la prensa.
Esta política de acercamiento al sector radical se topó con el rechazo de Salmerón y sus seguidores, lo que finalmente terminó en un golpe de estado del general Pavía que aprovechó la derrota de Castelar en una votación parlamentaria para sacar a sus tropas, lo que provocó que el general Francisco Serrano fuera nombrado jefe del nuevo gobierno.
«Nominalmente la República continuaba pero completamente desnaturalizada», afirmaba José Barón Fernández en El movimiento cantonal de 1873. Serrano, que ya había desempeñado dos veces la jefatura de Estado durante el Sexenio Democrático, creó un gobierno que agrupó a republicanos unitarios, constitucionales y radicales, excluyendo a los federales.
5. Topete, Zorrila y Sagasta: la traición que significó el fin
El objetivo del gobierno de Serrano era acabar con la rebelión cantonal y la Tercera Guerra Carlista, tras lo cual quería convocar unas Cortes que decidieran la forma de gobierno. Al no existir una ley superior que delimitara su poder y con unas Cortes que habían sido disueltas, quedó establecida la dictadura de Serrano.
Cuando logró terminar con la revolución Cantonal, Serrano puso rumbo al norte para encargarse de los carlistas, dejando al general Zavala al cargo, sustituido finalmente por Sagasta.
Los radicales, que rechazaban el nuevo rumbo restauracionista que estaba siguiendo el gobierno, contactaron con Castelar y el líder radical Manuel Ruiz Zorrilla. Ambos grupos se unían para frenar la restauración borbónica que estaba gestándose. Pero la alianza fracasó finalmente debido al acuerdo al que llegó Zorrilla con Salmerón, que fue rechazado por Castelar.
Cánovas aprovechó la caótica situación y se adelantó creando el Manifiesto de Sandhurst el 1 de diciembre de 1874, en el que en príncipe Alfonso, hijo de Isabel II y exiliado tras la Revolución de 1868, mostraba su disposición para reinar.
El 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos apoyó, desde el pronunciamiento de Sagunto en el norte, la restauración del trono de Alfonso de Borbón.
El general telegrafió a Sagasta comunicándole su apoyo a la monarquía borbónica. El presidente del Poder Ejecutivo, Serrano, aceptó la decisión cuando Primo de Rivera, implicado en el pronunciamiento, llegó a Madrid y ordenó la disolución.
En ese momento, el almirante Topete se alió con otros revolucionarios del 68, como Zorrilla, para tener un encuentro con Sagasta y pedirle que sustituyera, en la capitanía general de Madrid, a Primo de Rivera por Lagunero, así como pidieron que llamara a las tropas de Ávila lideradas por un general familiar de Zorrilla. Pero Sagasta, afirmando que les llamaría al despedirse, nunca llamó ni cumplió su promesa.
Finalmente, el 31 de diciembre de 1874, se creó un Ministerio-Regencia cuyo cometido fue esperar a que, al regresar de Inglaterra, el príncipe se convirtiera en Alfonso XII, poniendo el broche final definitivo a la República.