Estos podrían ser los restos de Homo sapiens más antiguos fuera de África, pero abundan las incógnitas
Un polémico estudio sostiene que los primeros Homo sapiens estaban en Grecia hace 210 000 años, lo que ha suscitado un intenso debate.
Nuestros antiguos parientes humanos podrían haber residido en la irregular costa meridional de Grecia, entonces un refugio cálido frente a la invasión de los glaciares a mediados del Pleistoceno. Aunque la mayoría desapareció sin dejar rastro, los cráneos de dos individuos acabaron de algún modo en una profunda grieta en el suelo, donde los huesos quedaron cimentados entre un amasijo de tierra.
Cientos de miles de años después, los análisis de dichos restos apuntan a una identidad inesperada: un fragmento de cráneo podría haber pertenecido a un humano moderno primitivo, que vivió hace 210 000 años, lo que lo convertiría en el fósil humano más antiguo hallado fuera de África.
«¡Es muy emocionante!», exclama por email la autora del estudio Katerina Harvati, de la Universidad Eberhard Karls de Tubinga. «Resulta gratificante ver que mi hipótesis sobre la importancia de la región para la evolución humana es respaldada por nuestros hallazgos».
De confirmarse, el descubrimiento podría contribuir a esclarecer los primeros desplazamientos de nuestra especie cuando los humanos anatómicamente modernos salieron de África. Pero no todos están convencidos de la solidez de sus pruebas.
«No observo nada que sugiera que el individuo pertenezca al linaje sapiens», afirma Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo de la Universidad Complutense de Madrid. El análisis de 2017 de un cráneo hallado cerca que llevó a cabo con sus colegas concluyó que los restos eran de origen neandertal y que databan de hace al menos 160 000 años.
«Me quedé atónito», dice sobre las provocadoras conclusiones del equipo.
Técnicas nuevas para hallazgos antiguos
Los fragmentos de cráneo, hallados a finales de los años 70, sobresalían de una pared de la cueva de Apidima, un yacimiento a las afueras de la ciudad peloponésica de Areopoli. Pero el estudio de los fósiles de Apidima, como se acabarían llamando, ha resultado problemático. Para empezar, los cráneos fragmentados estuvieron encajados en su matriz rocosa hasta finales de los años 90 y principios de la década del 2000. Y después de retirarlos de la roca, sus identidades no resultaron obvias al principio.
Un cráneo estaba casi completo, pero se había deformado durante los milenios que pasó en su cápsula de roca. Con todo, las investigaciones pasadas identificaron el cráneo como perteneciente a un neandertal, una conclusión que comparte el estudio más reciente. El segundo fragmento de cráneo estaba a escasos centímetros en la roca y era pequeño —un solo fragmento apenas superior al tamaño de la palma de una mano adulta—, de forma que los investigadores anteriores concluyeron que probablemente se tratara de la misma especie y que tuviera la misma antigüedad que el primero.
En el marco de un análisis en curso de estos fósiles enigmáticos, los científicos del Museo de Antropología de la Universidad de Atenas contactaron con Harvati para preguntarle si le interesaría estudiarlos. Sus colegas y ella aprovecharon la oportunidad, ansiosos por aplicar técnicas modernas a estos famosos restos.
«Es una coincidencia fantástica que haya dos cráneos juntos a 30 centímetros de distancia», afirma Rainer Grün, autor del estudio de la Universidad Griffith en Australia. «Solo hay un cráneo más de ese periodo en toda Grecia, eso es todo. Por eso es una maravilla de la naturaleza encontrar ambos juntos».
Harvati y su equipo llevaron a cabo TAC de los fósiles y, a continuación, dos de los miembros del equipo trabajaron de forma independiente en reconstrucciones virtuales, cada uno mediante dos protocolos distintos para reducir los sesgos al retocar los fósiles digitalmente. Finalmente, los científicos compararon los rasgos de las reconstrucciones con una serie de cráneos que serían bien de Homo sapiens, bien de neandertal, así como con otros cráneos euroasiáticos y africanos de especies debatidas que datan de mediados del Pleistoceno.
Varios intentos
La identidad resultante del pequeño fragmento de cráneo fue la primera gran sorpresa del equipo: guardaba un parecido asombroso con los cráneos de humanos modernos.
Aunque un fragmento de cráneo parezca una prueba exigua para una conclusión de tales dimensiones, la parte posterior del cráneo contiene una serie de pistas que pueden apuntar al H. sapiens. Es casi tan determinante como la barbilla, un rasgo exclusivo del H. sapiens entre los homínidos, según explica el paleoantropólogo Eric Delson de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, que no formó parte del equipo del estudio, pero que escribió un artículo en Nature News and Views que acompañaba el estudio.
También está la forma. Si colocas la mano en la parte posterior de la cabeza, deberías sentir cómo se curva como un pomelo. Pero las cabezas de los neandertales eran más alargadas, con una protuberancia denominada «moño occipital», o chignon en francés. El antiguo fragmento de cráneo de Apidima carece de esta elongación.
Llegados a este punto, el equipo presentó su análisis para publicación, pero fue rechazado. Entonces, los investigadores habían asumido que la proximidad de los fósiles significaba que ambos tenían la misma antigüedad, datados de hace al menos 160 000 años. Pero no existen pruebas físicas de que estas poblaciones vivieran tan cerca las unas de las otras hasta hace unos 60 000 años, de forma que los revisores se mostraron «naturalmente escépticos» ante la posibilidad de que el fósil fuera un humano moderno ubicado tan cerca de restos de neandertales, según explica el autor del estudio, Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres.
“Solo hay un cráneo más de ese periodo en toda Grecia, eso es todo. Por eso es una maravilla de la naturaleza encontrar ambos juntos.”
El equipo intentó aportar solidez al análisis de los cráneos y datar el fragmento. Fue entonces cuando llegó la segunda sorpresa: tenía unos 210 000 años de antigüedad. De confirmarse, la antigüedad del fósil supera la de los anteriores restos humanos más antiguos documentados: parte de un hueso de mandíbula superior hallado en Israel, que data de hace unos 180 000 años. También sería 150 000 años más antiguo que los anteriores fósiles más antiguos hallados en Europa hasta la fecha.
El épico viaje de los homínidos
Si el equipo está en lo cierto, el fragmento de cráneo de Apidima se suma a las pruebas de que un goteo de humanos modernos abandonó África mucho antes de lo que se creía. Hasta hace poco, parecía que los humanos modernos se tomaron su tiempo para salir del continente, y las raíces de las poblaciones humanas actuales se remontan a un tropel de H. sapiens que emprendieron ese viaje hace 60 000 años.
Sin embargo, algunos antiguos parientes humanos llegaron a la región central de China hace 2,1 millones de años, como prueban las herramientas de piedra que dejaron. Los ancestros del diminuto Homo floresiensis llegaron hasta el Sudeste Asiático hace 700 000 años. Y los predecesores de los neandertales se dirigieron a Europa hace medio millón de años, dividiéndose en sus parientes denisovanos hace unos 400 000 años.
Harvati sostiene que este último descubrimiento sugiere que los humanos modernos llegaron mucho más al norte de lo que se creía en una fecha muy anterior. Pero otros investigadores creen que es demasiado pronto para rescribir los libros de historia.
«Para respaldar esa afirmación, necesitas una cara», afirma Arsuaga.
En un estudio de 2014, Arsuaga y sus colegas describieron cráneos de 430 000 años de la Sima de los Huesos, en España, que tenían caras neandertales, pero que carecían de la reveladora elongación del cráneo. Él sostiene que quizá el fragmento del cráneo de Apidima perteneció a un neandertal primitivo. Los autores del nuevo estudio reconocen que es posible que sea así, pero insisten en que el fragmento de cráneo difiere de los restos de la Sima, así como de los neandertales primitivos de antigüedad similar al fragmento de Apidima.
«Como ocurre con cualquier nuevo hallazgo problemático, la reacción inicial adecuada debería ser el escepticismo sano, aunque el estudio lleve mi nombre», afirma Stringer. «No tenemos el hueso frontal, el arco superciliar, la cara, los dientes ni la región de la barbilla, cuya forma habría sido menos “moderna”». Con todo, destaca las numerosas medidas que tomó el equipo para reducir cualquier posible incertidumbre.
«Las reconstrucciones son la unión del arte y la ciencia», afirma Christopher Walker, antropólogo biológico de la Universidad del Estado de Carolina del Norte. Aunque dichos análisis pueden estar influenciados por las expectativas y los modelos de cráneos empleados para la comparación, afirma que el equipo fue minucioso y argumenta que el fragmento de cráneo es «un cajón de sastre de rasgos de Homo sapiens».
Pero Warren Sharp, del Centro de Geocronología de Berkeley, no está de acuerdo con la fecha temprana del fragmento y describe los datos del equipo para ese resultado como «imprecisos y muy dispersos». A Sharp también le preocupa la datación de los siguientes restos de H. sapiens más antiguos hallados en Israel y alega que el fósil no puede superar los 70 000 años de antigüedad.
«Aportamos todos los detalles en el artículo», responde Grün. «No hemos ocultado nada y esta, en mi opinión, es la mejor interpretación de los resultados».
Llegaran o no los H. sapiens a Grecia hace 210 000 años, la temprana excursión no parece haber cuajado y estos aventureros murieron sin dejar rastros genéticos en los humanos actuales. Sin embargo, podrían quedar pistas de estas poblaciones enigmáticas en el ADN similar al del H. sapiens hallado en neandertales, el resultado de una supuesta fase primitiva de cruce entre los dos grupos hace cientos de miles de años.
Según Harvati, es posible que los fósiles de Apidima pertenecieran a una población que se encontró y se cruzó con nuestros parientes neandertales. Pero sin más pruebas, cuesta determinar qué área abarcó esta población y cuánto tiempo persistió.
«Tenemos una instantánea breve», afirma Delson. «Esta certidumbre nos dice que vale la pena mirar en otras partes».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.