Un equipo forense busca a la persona que traicionó a Ana Frank
Setenta y cinco años después de su detención, se sigue investigando cómo descubrieron los nazis a la adolescente neerlandesa y a su familia.
Tras más de dos años ocultándose sobre el almacén de su padre, las autoridades nazis alemanas y neerlandesas descubrieron a Ana Frank y a otras siete personas el 4 de agosto de 1944. La búsqueda de quién —o qué— habría revelado su ubicación sigue adelante 75 años después.
En la actualidad, historiadores, científicos de datos e incluso un equipo forense de expertos en casos sin resolver emplean la nueva tecnología para identificar al informador, pero algunos factores sugieren que Frank podría haber sido descubierta por accidente.
Su diario, El diario de Ana Frank, que escribió entre los 13 y los 15 años, es el texto más leído del Holocausto. Para los Países Bajos, su historia de ciudadanos normales que arriesgaron sus vidas para ayudar a los que lo necesitaban se convirtió en el relato más destacado de la implicación neerlandesa durante la ocupación de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la historia de Frank pasa por alto la relación normalmente cómplice entre los neerlandeses y la Alemania nazi. Hasta el 80 por ciento de la población judía neerlandesa fue asesinada durante la guerra, el segundo mayor porcentaje por detrás de Polonia.
«Los Países Bajos han valorado la idea del heroísmo», afirma Emile Schrijver, director general del Museo Histórico Judío y el barrio cultural judío de Ámsterdam. «Se ha tardado una generación entera en aceptar haber sido agresores y haber sido testigos, más que nada».
Más de 30 personas han sido sospechosas de traicionar a Frank y a sus amigos y familiares.
Entre los acusados figura un empleado del almacén demasiado curioso que trabajaba bajo el escondite. Aunque se abrieron dos investigaciones para comprobar si fue el culpable, una en 1947 y otra en 1963, Wilhelm Geradus van Maaren siempre mantuvo que él no fue el soplón y, ante la ausencia de pruebas, no fue acusado. Otra sospechosa, Lena Hartog-van Bladeren, gestionaba las plagas en el almacén. Se dice que sospechaba que había gente escondida en el almacén e hizo correr un peligroso rumor, pero las entrevistas posteriores con Lena no confirman que supiera que había gente escondida antes de la redada.
La lista de sospechosos continúa, sin pruebas para confirmar ni desmentir la implicación de ninguno. Gertjan Broek, investigador principal de la Casa de Ana Frank en Ámsterdam, cree que la búsqueda de un informador podría impedir que los investigadores descubran qué ocurrió en realidad. «Preguntándote quién traicionó a Ana Frank adoptas una visión de túnel. Descartas otras opciones», afirma.
Según Broek, es posible que nadie traicionara a los Frank y que en realidad fueran descubiertos por accidente. Tras un proyecto de investigación de dos años, sostiene que existe la posibilidad de que los descubrieran durante una búsqueda de cupones de racionamiento fraudulentos.
Si se analizan en conjunto, los pocos hechos verificados de aquel día respaldan dicha hipótesis. En primer lugar, las autoridades alemanas y neerlandesas no habían preparado el transporte de las personas escondidas cuando llegaron, sino que tuvieron que improvisar. En segundo lugar, uno de los tres agentes conocidos que participaron en la redada había sido asignado a la unidad que investigaba delitos económicos. Finalmente, fueron detenidos dos hombres que proporcionaban a los Frank y al resto de personas ocultas cupones de racionamiento, pero uno de los casos fue desestimado por motivos desconocidos. Es posible que uno de los hombres llegara a un trato, sobre todo si tenemos en cuenta que un agente que supervisaba el caso de los cupones también estaba presente en la redada.
Aunque la teoría parece posible, Broek no puede demostrarla. «Por desgracia, no hay pruebas concluyentes. Pero cuantas más banderas puedas colocar en el mapa, más estrechas los márgenes de lo posible, y esa es la principal virtud».
Otro grupo de más de 20 investigadores de datos, forenses y criminólogos esperan estrechar los márgenes hasta llegar a un solo culpable. El equipo, dirigido por el agente del FBI jubilado Vincent Pankoke, trata la investigación como un caso sin resolver moderno. Durante años, han peinado los archivos y entrevistado a fuentes de todo el mundo, empleando simultáneamente la tecnología del siglo XXI para verificar las pistas. El equipo ha creado un escáner en 3D del escondite de Frank para comprobar cómo viajaban los sonidos por los edificios cercanos.
El equipo también emplea la inteligencia artificial para hallar vínculos ocultos entre personas, lugares y acontecimientos relacionados con el caso. Xomnia, una empresa de ciencia de datos, ha creado un programa personalizado que, en parte, analiza textos de archivo para crear mapas de redes matizados y estratificados.
«Lo que podemos hacer es intentar comprobar con qué frecuencia se utilizan palabras o nombres en conjunto, por ejemplo. Si se usan nombres juntos con mucha frecuencia, creas un tipo de red y llevas a cabo una especie de análisis de red», afirma Robert van Hintum, científico de datos principal de Xomnia. Por ejemplo, es posible cotejar las direcciones con los vínculos familiares y los informes policiales para comprobar quién podría haber estado implicado o haber estado al tanto de varios acontecimientos en el barrio de los Frank.
«Sumando todas estas dimensiones, aparece una imagen que antes no podías ver», explica van Hintum.
El equipo Cold Case Diary anunciará sus hallazgos en un libro que se publicará el año que viene.
De los ocho judíos ocultos, solo el padre de Ana, Otto, sobreviviría a la guerra. Quizá sea demasiado tarde para enjuiciar al supuesto traidor, pero con el aumento del antisemitismo, esta investigación es importante para muchos. «Comprendiendo mejor qué ocurrió allí, podremos saber cómo se trata la gente y prepararnos para el futuro», afirma Schrijver.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.