La lucha de los iroqueses para competir en el lacrosse olímpico: «Para nosotros es más que un deporte»
Los iroqueses luchan por jugar al lacrosse, un deporte que inventaron, en las Olimpiadas de 2028. Podría suponer un avance considerable en su larga lucha por que se les reconozca.
Lyle Thompson (28) es la estrella de los Iroquois Nationals y uno de los mejores jugadores de lacrosse de la historia. Pero mientras el lacrosse aspira a convertirse en deporte olímpico, ¿dejarán atrás a Thompson y a su pueblo?
Lyle Thompson, la estrella del lacrosse de 28 años a quien algunos consideran uno de los mejores jugadores de este deporte, tiene una petición. Hay que ir más allá de sus goles vertiginosos, sus pases detrás de la cabeza, sus récords de la NCAA y el patrocinio de Nike. Hay que olvidar a sus tres hermanos amantes del lacrosse que, como él, juegan a nivel profesional. Hay que profundizar un poco más. Piensa en el significado de la trenza de 60 centímetros que le cae sobre la espalda, una muestra del orgullo que siente por su patrimonio. Entonces, insiste Thompson, quizá empieces a comprender los orígenes de la frustración que hace que le hierva la sangre.
«La historia que se cuenta siempre habla de ganar», afirma Thompson. «Pero no quiero ser el jugador de lacrosse más comercial ni estar en el Salón de la Fama. Quiero honrar el deporte. Quiero que la gente entienda que hay valor en el lacrosse. Este es nuestro regalo al mundo. Y un vehículo para ayudar a las personas a entender quiénes somos».
Con ese «somos», Thompson se refiere a los iroqueses o haudenosaunee, las seis naciones en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, en el rincón nordeste de Norteamérica. Es aquí donde, hace mil años, muchos creen que los nativos americanos inventaron el lacrosse. Cientos o quizá miles de hombres reunidos en campos sin límites buscando porterías separadas por kilómetros.
Para los iroqueses, el deporte posee una importancia cultural y espiritual sin igual. Creen que el lacrosse, jugado originalmente entre animales terrestres y voladores mucho antes de que existiera vida humana en la Tierra, fue un regalo del Creador.
Thompson, hijo de un trabajador siderúrgico que jugaba al box lacrosse (lacrosse bajo techo) y el pequeño de cuatro hermanos, forma parte de la Nación Onondaga, un territorio de 3000 hectáreas al sur de Syracuse, Nueva York. Al igual que otras naciones haudenosaunee, los onondaga son una nación soberana e independiente fuera de la jurisdicción del estado de Nueva York y tienen leyes, idioma, costumbres y cultura propios. El lacrosse se encuentra en el núcleo de esa cultura, un deporte que los iroqueses no solo juegan para entretener al Creador, sino para reafirmar su soberanía e independencia ante el resto del mundo.
«Para nosotros es más que un deporte. Es una identidad», afirma Rex Lyons, exjugador de lacrosse e hijo de Oren Lyons, guardián de la fe onondaga de 90 años.
En la actualidad, la relación entre los iroqueses y el deporte que tanto significa para ellos es tan compleja como de costumbre. El lacrosse aún goza del mismo auge de popularidad de principios del siglo XXI. Actualmente hay más de 830 000 estadounidenses que participan en el deporte, un incremento del 227 por ciento según el informe de participación de U.S. Lacrosse de 2018. Hay cinco ligas profesionales en Estados Unidos, entre ellas la Major League Lacrosse, que acaba de celebrar su vigésimo aniversario. El deporte también está creciendo a nivel internacional, con más de 66 equipos nacionales reconocidos por World Lacrosse, la organización rectora del deporte.
Los líderes del deporte quieren aprovechar este crecimiento para devolver el lacrosse a las Olimpiadas cuando se celebren los Juegos Olímpicos de 2028 en Los Ángeles. Pero surge una pregunta perturbadora para los iniciadores de deporte: ¿significará la condición de deporte olímpico que dejarán de lado a los iroqueses?
Los Iroquois Nationals prefieren viajar con su pasaporte haudenosaunee (que un miembro del equipo enseña a la cámara en 2010), aunque muchos países no lo reconocen como documento de viaje oficial.
Bret Bucktooth habla con sus compañeros del equipo Iroquois National durante un entrenamiento en el Wagner College, Staten Island, mientras esperaban sus visados para viajar a Manchester, Inglaterra, para el Mundial de Lacrosse de 2010. El equipo no pudo competir porque el Reino Unido se negó a aceptar sus documentos de viaje sin un pasaporte estadounidense o canadiense.
El deporte como medicina
Cuando un niño iroqués recibe su nombre nativo, el jefe de la comunidad —o guardián de la fe— sostiene al niño en alto y lo bendice con la esperanza de que se convierta en una de tres cosas: cantante y bailarín de canciones nativas, hablante del idioma nativo o jugador de lacrosse.
Los ancianos colocan pequeños palos de lacrosse en las cunas de los recién nacidos. Y cuando se termina la vida de una persona, se colocan palos de lacrosse en su ataúd. El deporte se anticipa a la vida y aguarda a los jugadores en el mundo espiritual.
«Ese palo representa todo lo que crece de la tierra», dijo Lyons. «La red representa al ciervo, el líder de los animales de los cinco continentes. La trama de la red, la conexión de todos esos aros, representa a los clanes, las familias que están conectadas. Y la bola, por supuesto, es la medicina».
Los cuatro hermanos Thompson y su hermana se criaron en una casa modesta construida por su padre, Jerome. Durante gran parte de su infancia no hubo electricidad ni agua corriente. Los cuatro chicos, Jerome Jr., Jeremy, Miles y Lyle, dormían en la misma habitación, normalmente junto a los palos de lacrosse. Cuando volvían a casa del colegio, lo primero que hacían era coger los palos y salir al jardín. Tiraban en una pequeña caja que había construido su padre con un agujero lo bastante grande para que cupiera una bola de lacrosse.
«El palo era mi mejor amigo», cuenta Lyle. «Era mi todo. Dormía con él todas las noches».
Mientras Jeremy jugaba en Syracuse y Jerome asistía al Onondaga Community College, Lyle y Miles fueron las estrellas de la Universidad de Albany. En 2014 se convirtieron en los primeros nativos americanos que ganaron el Premio Tewaaraton, una especie de «balón de oro» del lacrosse, y también fueron los primeros que empataron por ese reconocimiento. Lyle ganaría el premio de nuevo en 2015 tras la graduación de Myles, terminando su carrera con un récord de la NCAA de 400 puntos.
Pero los Thompson creen que el deporte tiene un impacto espiritual que va mucho más allá de los récords y los premios. El deporte contiene medicina, dicen los iroqueses. Hoy siguen celebrándose «partidos curativos» cuando alguien de la comunidad lo necesita. Se colocan postes en el suelo en extremos opuestos de un campo y hombres y niños de todas las edades compiten para marcar un número de goles predeterminado. Después, se otorga una bola de piel de ciervo a la persona necesitada.
«Se trata de la sensación y la importancia de por qué estamos ahí, para actuar ante el Creador o ante alguien que lo necesita y está enfermo», afirma Jeremy.
En 1983, los iroqueses quisieron compartir esa energía y utilizar el deporte como vehículo para continuar su lucha por la soberanía y la independencia de sus vecinos canadienses y estadounidenses. Consiguieron que la Federación Internacional de Lacrosse reconociera a los iroqueses como equipo nacional de lacrosse.
En la actualidad, Thompson y los iroqueses son las estrellas de cualquier torneo en el que compiten y atraen aficionados de todo el mundo al ser el único equipo nativo americano que compite a nivel internacional como pueblo soberano. La FIL, que ha pasado a convertirse en World Lacrosse, es la única federación deportiva internacional que reconoce a un grupo de personas independientes como su propia federación.
A pesar de que solo tiene una población de unos 125 000 habitantes, los iroqueses se consideran uno de los equipos nacionales de lacrosse de más éxito del mundo, junto con los Estados Unidos (328 millones de habitantes) y Canadá (33 millones de habitantes). El equipo iroqués masculino terminó en tercer puesto en los dos últimos mundiales de lacrosse de campo y en segundo en los cinco mundiales de box lacrosse. El equipo iroqués femenino terminó en séptimo puesto en 2007.
Los hermanos Thompson tienen su propia línea de ropa de Nike, que incluye sudaderas, gorras, mochilas y zapatillas de lacrosse. Y en el corazón de la vida social onondaga se encuentra el innovador estadio Onondaga Nation Arena, de 1900 asientos y 3700 metros cuadrados. En 2015, el estadio fue uno de los lugares donde se celebró el Mundial de Box Lacrosse.
«No hay ningún otro deporte igual en el mundo, cuya historia sea la de un deporte compartido con el mundo por un grupo indígena y que ese grupo no solo sigue compitiendo en la actualidad, sino que también es uno de los mejores equipos que existen», afirmó Steve Stenersen, consejero delegado de USA Lacrosse y vicepresidente de World Lacrosse. «Lo que han hecho es impresionante».
Los iroqueses creen que el lacrosse contiene medicina y organizan partidos cuando alguien de la comunidad lo necesita. Después, se le da a esa persona una bola de piel de ciervo. En la foto, las bolas de lacrosse yacen en la red durante un entrenamiento de los Iroquois Nationals en 2010.
La lucha por la inclusión
Este verano, nada más salir de un partido con su club profesional, los Chesapeake Bayhawks, Lyle Thompson se enteró por Twitter de que los World Games, un festival deportivo cuatrienal celebrado como muestra de deportes no olímpicos, había anunciado la selección de los ocho equipos que competirían en el campeonato inaugural de lacrosse masculino en 2022 en Birmingham, Alabama. La lista no incluía a los Iroquois Nationals.
«No me sorprendió», dice Thompson. «Pero eso no significa que no me hirviera la sangre».
Durante años, la singularidad de la soberanía de los iroqueses ha sido problemática para los viajes internacionales del equipo. Insisten en viajar solamente con su pasaporte haudenosaunee, que muchos países no reconocen como documento de viaje válido porque no cumple los requisitos posteriores al 11-S. Como los World Games de 2022 van a celebrarse en Estados Unidos, no parecía que hubiera ningún obstáculo para la inclusión de los iroqueses. Hasta que lo hubo.
«Es muy desalentador. Uno se pregunta cómo sigue pasando esto», dijo Thompson. «¿Por qué la gente no entiende lo que pasa y toma las decisiones correctas?».
Uno de los compañeros de equipo de Thompson, Randy Staats, estaba en la burbuja de la Major League Lacrosse en Annapolis, Maryland, con las estrellas canadienses Mark Matthews y Shayne Jackson cuando recibió la noticia.
«Me miraron y me dijeron: “¿Estás de coña? Menuda gilip-----”», contó Staats. «La verdad es que pensamos que se trataba de un error».
No era un error. Los criterios de selección de los World Games imitan los del Comité Olímpico Internacional, y como los iroqueses no son unos de los 206 Comités Olímpicos Nacionales reconocidos por el COI, los World Games los omitieron.
Thompson, Staats y otros jugadores expresaron su frustración por redes sociales y la comunidad del lacrosse les manifestó su apoyo. Más de 50 000 personas firmaron una petición en Change.org para incluir a los iroqueses entre los competidores de los World Games. Staats escribió un artículo para una publicación digital sobre el lacrosse que rezaba: «Como nación, nos merecemos la legitimidad que nos proporcionan nuestros pasaportes, nuestra historia y nuestra cultura. No deberíamos tener que luchar para que se nos trate como iguales».
«Antes de aquel momento nunca me había jugado el cuello así ni hecho cosas incómodas», dijo Staats. «Pero esto era el bien frente al mal. Se trata de quiénes somos como pueblo».
La controversia recordó a la de 2010, cuando los iroqueses no pudieron competir en el Mundial de Lacrosse de Manchester, Inglaterra, porque ni Estados Unidos ni el Reino Unido reconocían el pasaporte haudenosaunee. Hillary Clinton, que entonces era secretaria de Estado, consiguió permisos de un solo uso que permitieron que el equipo viajara, pero el Reino Unido se negó a aceptarlos si no iban acompañados de pasaportes estadounidenses o canadienses.
«No nos identificamos como ciudadanos canadienses. No nos identificamos como ciudadanos estadounidenses», dijo Lyle Thompson. «Queremos que se nos reconozca por lo que somos. Hay otros países que pueden participar en estos eventos y que pueden honrar a su país y ser reconocidos por quiénes son y por su lugar de procedencia. Eso es lo que quiero, pero sin esta lucha constante».
La batalla de los World Games tuvo mucha más importancia que la situación de Manchester. El lacrosse no ha figurado en las Olimpiadas como deporte de medalla desde 1908, y en 2018 el Comité Olímpico Internacional dio los primeros pasos para permitir que el lacrosse regresara concediéndole un reconocimiento provisional. Los iroqueses sabían que si no les permitían competir en los World Games, su sueño olímpico —y el mayor respeto y visibilidad que esperaban que lo acompañara— moriría.
«El deporte ha cambiado cómo vemos el mundo y cómo el mundo nos ve a nosotros», afirma Leo Nolan, director ejecutivo de los Iroquois Nationals. «Ha ayudado a que la gente reconozca quiénes somos. Queremos que eso continúe».
Thompson añadió que «Hay que inspirar a los miembros de los equipos de Estados Unidos o Canadá para que se conviertan en la gente de las grandes oficinas, entiendan nuestra historia y tomen decisiones basadas en lo que saben de nosotros como pueblo y en lo que es correcto».
Está claro que los iroqueses han tenido cierto impacto en Irlanda, el equipo que ocupa el noveno puesto mundial. Los irlandeses sabían que solo estaban en la selección de los World Games debido a la exclusión de los iroqueses. Ireland Lacrosse encuestó a sus entrenadores, jugadores, alumnos y otras partes interesadas y les preguntaron si estaban al tanto de la controversia sobre los iroqueses y si tenían alguna opinión sobre qué deberían hacer los irlandeses.
«La respuesta mayoritaria fue corregir lo que percibimos como un error», dijo Catherine Conway, de Ireland Lacrosse. «Y no solo mediante una declaración en redes sociales que nos diera influencia, sino haciendo algo».
En septiembre, los irlandeses informaron a los World Games de que se retiraban de la competición con la expectativa de que los iroqueses ocuparan su lugar. Los World Games pidieron a los iroqueses que obtuvieran cartas de las federaciones de lacrosse estadounidense y canadiense, así como de los Comités Olímpicos de ambos países, que dijeran que no había ninguna objeción a la inclusión de los iroqueses. Cinco días después, los World Games anunciaron una nueva selección de ocho equipos, que esta vez incluía a los Iroquois Nationals.
Tras enterarse de la noticia, Rex Lyons imprimió el comunicado de los World Games y se lo dio a su padre, el guardián de la fe onondaga de 90 años. Casi 40 años antes, Oren Lyons había propuesto fundar un equipo nacional de lacrosse. Ha vivido la lucha por el respeto. Oren leyó despacio la página que le había dado su hijo y respondió con una palabra: «Increíble».
«Simplemente era lo correcto», dijo Rex. «Pero me dejó anonadado. Es muy difícil encontrar estos principios. Mi padre no tenía palabras».
«Es un deporte único en Norteamérica. Los World Games están en Norteamérica. Y este grupo ocupa un lugar especial en el deporte», declaró Jim Scherr, consejero delegado de los World Games. «Creo que los World Games se dieron cuenta de que merecían que lo sopesáramos de nuevo para intentar encontrar una solución. Y nos alegra haberlo hecho».
Pero ahora llega la mayor lucha de todas. El lacrosse hará todo lo que pueda para regresar a las Olimpiadas y los Iroquois Nationals se preguntan a qué precio. Los iroqueses insisten en que están trabajando para crear un Comité Olímpico Nacional, pero el COI solo reconoce un Comité Olímpico Nacional si ese país es reconocido por más de la mitad de las Naciones Unidas. Actualmente, la ONU no reconoce a los haudenosaunee.
Thompson teme que World Lacrosse considere a los iroqueses un perjuicio para su argumento olímpico, algo que el COI no querrá afrontar. Permitir que los iroqueses compitan podría abrir las puertas para que otros grupos marginados demanden la inclusión en las Olimpiadas.
«Uno espera que se tomen decisiones según lo que es moralmente correcto, no por lo que sea mejor para World Lacrosse», dice Thompson. «Me preocupa que lo que consideren bueno para ellos sea hacer lo que haga falta para llevar el lacrosse a las Olimpiadas, aunque signifique no incluir a los Iroquois Nationals».
Scherr insiste en que no es así. El primer paso es llegar a las Olimpiadas. A partir de ahí, admite que el caso de los iroqueses es complicado y dice que «hay que educar a la gente, y esta no es una conversación de diez minutos». Pero Stenersen y él refutan la alegación de que World Lacrosse no quiera a los iroqueses en las Olimpiadas si estas admitieran el lacrosse.
«Desde un punto de vista emocional, no parece tan complicado», dijo Stenersen. «Si hay un torneo y se han clasificado, deberían estar ahí. Si no pueden, me parece que nadie debería estar ahí. Así de importantes son para este deporte».
«Pero para bien o para mal, el mundo ha evolucionado de una forma determinada», añadió. «Crea desafíos complejos. Queremos hacer lo que podamos para que el lacrosse llegue a las Olimpiadas y después propondremos el mejor argumento posible para la inclusión de los Nationals en los Juegos. Queremos que participen».
Los iroqueses saben que su historia no se parece a la de otros deportes. Saben que son la mayor atracción de cualquier torneo en el que participan. Tienen a los hermanos Thompson, dirigidos por Lyle, el jugador número uno en el mundo. Tienen su propia bandera e himno nacional. Representan un vínculo real con las raíces espirituales e históricas del deporte. Y esperan que el movimiento de justicia social e igualdad en Estados Unidos en 2020 ayude sus argumentos por la inclusión.
Lyle Thompson lleva una trenza larga que le cae sobre la espalda como muestra de orgullo por su patrimonio. Él y sus tres hermanos mayores crecieron jugando al lacrosse, que consideran un regalo del Creador.
¿Es suficiente? Por ahora, Thompson está preparándose para otra lucha. Tiene cuatro hijas y un hijo. Diecisiete sobrinos y sobrinas. Quiere lograr esto por ellos.
«Tenemos que prepararnos para volver a plantar cara», afirma Thompson. «Tenemos que prepararnos para luchar por nuestra soberanía frente al comité olímpico».
Es una lucha que significa mucho más que poder competir en el mayor escenario de los deportes. A ojos de los iroqueses, se trata de la igualdad, la inclusión, el respeto y la expansión de lo que significa ser una nación en las Olimpiadas y en el mundo del deporte. La avalancha de muestras de apoyo de este verano demuestra que, al nivel de las bases, la comunidad del lacrosse respalda a los iroqueses. Pero ahora quieren el respeto del resto del mundo. Quieren mantener sus vínculos más sólidos con el pasado al mismo tiempo que reafirman su lugar en el futuro.
«Tenemos nuestra tierra. Está definida en un tratado. No es una reserva», dijo Lyons. «Tenemos nuestras leyes, jefes y líderes. Por eso es importante que llevemos nuestra propia bandera en las Olimpiadas. No solo para los haudenosaunee, sino para otros pueblos indígenas. Queremos que se nos reconozca por lo que somos y por quienes siempre hemos sido. Es así de simple».
Wayne Drehs es escritor en ESPN. ESPN y National Geographic son propiedad de The Walt Disney Company.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.