El papel clave de las tropas íberas en la batalla de Cannas
Aníbal Barca, el cartaginés que puso en jaque a Roma y llevó la II Guerra Púnica al corazón de Italia, es reconocido como uno de los mejores estrategas de la historia por ingeniosas victorias como la de la batalla de Cannas.
Representación de la muerte de Paulo Emilio en Cannas, según un cuadro de John Trumbull.
Uno de los eventos más aplaudidos en la historia militar por su gran táctica, y la derrota más grande de Roma hasta aquel momento, tuvo lugar hace más de dos milenios, un dos de agosto del año 216 a.C. El ejército púnico, comandado por Aníbal Barca, se enfrentó a las tropas romanas en la llamada batalla de Cannas. Desarrollada al sudeste de Italia, en la ciudad del mismo nombre, la batalla terminó con la victoria del ejército cartaginés a pesar de la acusada inferioridad numérica frente a los romanos.
En nombre de Aníbal procedía de «Hanni-baʾal», «quien goza del favor de Baal»; y Barca de «barqä» («rayo», en lengua púnica). Nacido en Cartago (actual Túnez), su nombre quedó fundido en las páginas de historia de la colonia fenicia en el norte de África y es recordado por historiadores y militares como uno de los mejores estrategas por esta y otras ingeniosas victorias en el campo de batalla.
Hijo del general Amílcar Barca y de su mujer ibérica, Aníbal se crió en el ambiente helenístico de Cartago, una vieja colonia fenicia que creció hasta convertirse en un potente imperio con presencia en la Península Ibérica.
Como principal rival de Roma en el Mediterráneo Occidental, Aníbal comenzó su estrategia con la conquista en el año 219 a.C de Sagunto, ciudad ibérica aliada de Roma. Aquel ataque llevó a una guerra entre las dos grandes potencias mediterráneas, que se extendió más allá de los Pirineos y llegó a las puertas de la misma Roma.
La media luna de las tropas íberas, clave en la estrategia militar
Entre las numerosas batallas que enfrentó el general, la llanura de Cannas vivió el enfrentamiento con el mayor ejército romano jamás formado hasta aquel momento. Aquel día el general se enfrentó a 87 000 soldados romanos y aliados, colocados de forma que los flancos albergaban la formación de su caballería mientras la infantería pesada ocupaba el centro.
El general romano Lucio Emilio Paulo, con mayor experiencia, trató de evitar una batalla en campo abierto, en la que la caballería cartaginesa tendría una gran ventaja, pero Cayo Terencio Varrón, el otro general al frente del ejército romano, confió en que su infantería duplicaba a la cartaginesa, por lo que ordenó un ataque frontal y masivo.
Gráfico ilustrativo sobre la estrategia militar que llevó a cabo el general Aníbal para vencer al ejército romano.
Para contrarrestar el gran número de soldados romanos, el general Aníbal adoptó una táctica de tenaza: colocó en formación de media luna creciente a los mercenarios íberos, vestidos con túnicas de lino de color púrpura, que hacían avanzar a las tropas veteranas de los contrarios.
Envolviendo al enemigo: heroica resistencia íbera y celta
En mitad de la batalla, las tropas íberas del centro de la formación cartaginesa se fueron retirando, tendiendo una trampa a los romanos, que avanzaban pensando que ganaban terreno a Aníbal mientras se introducían más y más en un enorme arco de enemigos, atacados desde todos los bandos y sin vía de escape.
Con los íberos, galos y celtíberos al frente de la formación, su fuerza estaba compuesta por 6.500 hombres de las tropas íberas más disciplinadas y detrás de ellos se situaban los galos. Mientras, el general Asdrúbal dirigía a la caballería íbera y celtíbera del ala izquierda.
Monumento moderno ubicado en el lugar en que se libró la batalla de Cannas.
Al otro lado, Hannón estaba al frente de 3500 hombres de caballería ubicados en el ala derecha. La fuerza de Asdrúbal fue capaz de derrotar rápidamente a la caballería romana ubicada al sur, atravesar la retaguardia de la infantería y enfrentarse también a la caballería aliada romana que estaba luchando con los númidas. Las fuerzas combinadas de Asdrúbal y Hannón dispersaron a la caballería romana, lo que les permitió acosar a la infantería desde la retaguardia.
Además, en el despliegue técnico, Aníbal sabía que les duplicaban en número pero estaban limitados por el terreno. Por ello, colocó a sus tropas apuntando al centro romano, basándose en lo que conocía sobre las particulares de lucha que cada unidad poseía, y teniendo en cuenta tanto sus fortalezas como sus debilidades para el diseño de su estrategia.
Los aliados itálicos resistieron la lucha frente a frente hasta que fueron atacados por la espalda por los jinetes íberos y celtas, quedando encerrados en un espacio reducido y completamente rodeados por el enemigo. Con más de 50.000 romanos fallecidos, Aníbal izó su bandera gracias a su excelente dominio de las tácticas y estrategias militares que le permitieron aprovechar el terreno para vencer a un enemigo muy superior en número.
Tras la batalla de Cannas, el general no atacó Roma, sino que pactó con varias ciudades latinas un protectorado en el sur de Italia y en Sicilia. Para muchos, esta decisión fue nefasta para los intereses púnicos y condenó a Aníbal a una guerra de desgaste fuera del campo de batalla, su terreno, y que culminó en la batalla de Zama, en el 202 a.C. que fue el principio del fin de la idea de un gran imperio cartaginés en el Mediterráneo.