Adolfo García-Sastre: «Al principio pensamos que el 11-S era un montaje, pero enseguida nos dimos cuenta que iba en serio»
El virólogo español Adolfo García-Sastre, que vive en Nueva York desde los años 1990, cuenta a National Geographic como el atentado del 11-S le pilló muy lejos de casa.
El doctor Adolfo García-Sastre en su laboratorio de la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Mont Sinai de Nueva York, donde trabaja desde 1991 cuando llegó con una beca postdoctoral.
Los ataques del 11 de septiembre de 2001 marcaron un antes y un después en la historia reciente. Todos recordamos cómo sucedió aquel día en nuestras vidas y cómo vivimos aquel trágico momento. Como homenaje a las víctimas, National Geographic hace un repaso del día que cambió el mundo a través de los testimonios de diferentes personajes públicos y políticos para reflejar cómo vivimos aquel fatídico momento. Además, National Geographic estrenó el pasado lunes la serie documental 11S: testigos de la tragedia, un relato cronológico con testimonios del atentado a las Torres Gemelas.
En 2020, Adolfo García-Sastre (Burgos, 1964) se convirtió en un habitual de los telediarios de España por su experiencia en virus gripales tras casi 30 años trabajando en una de las instituciones médicas más prestigiosas del mundo, el Hospital Mont Sinai de Nueva York. El 11 de septiembre de 2001, cuando se produjeron los atentados contra las Torres Gemelas ya era un científico reconocido a nivel mundial y el ataque le pilló a más 6000 kilómetros de su mujer y sus dos hijas pequeñas. A la zozobra general que invadió a gran parte del mundo occidental, García-Sastre añadió una angustia personal que transmite al responder via email a las preguntas de National Geographic.
¿Dónde estaba entre las 14:45 y las 15:00 del martes 11 de septiembre de 2001 y qué estaba haciendo?
Yo resido en Nueva York, pero me encontraba en Heidelberg [Alemania], donde asistía como ponente a un curso avanzado de virología. El curso había acabado el 10 y tenía previsto volar el 12 desde Frankfurt a Nueva York. El 11 lo tenía libre y vino a verme un amigo que trabajaba en Friburgo por la mañana. Le esperé en la parada de tren de Heidelberg y me dio por comprarme un anillo de plata mientras lo esperaba en un tenderete. Ese anillo lo llevo ahora siempre para no olvidar el nine eleven, como dicen aquí, pero cuando lo compré aún quedaban unas horas antes de que los aviones se estrellaran y cuando llegó mi amigo nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Cuando pasó estaba con mi amigo visitando los alrededores del castillo de Heidelberg, en una colina por encima de la ciudad.
¿Cómo se enteró de la noticia?
No nos enteramos hasta que bajamos de nuevo a la ciudad y, en una de las calles principales, vimos a la gente agolpada mirando a los escaparates de varias tiendas. Habían puesto televisores en los escaparates transmitiendo las noticias y las grabaciones de los aviones chocando contra las torres. Ya se había desplomado una torre.
¿Cuánto tiempo le llevó asumir lo que estaba ocurriendo?
Al principio mi amigo y yo pensamos que era un montaje, pero viendo a la gente enseguida no dimos cuenta que iba en serio, y al poco se cayó la otra torre.
“Las sensaciones de incredulidad, angustia y asombro eran tan grandes que esos días los pasé como un zombi pegado a la televisión todo el rato”
¿Cómo vivió ese día? ¿Alteró los planes que tenía para esa tarde o los días siguientes?
Nada más darnos cuenta de lo que estaba pasando, intenté llamar a mi mujer, que estaba con nuestros dos hijos pequeños en Nueva York. Vivimos en a la calle 96, bastante lejos de las torres, pero no me pude comunicar con ella en ese momento, las líneas estaban saturadas. Sí pude comunicarme con la secretaría del laboratorio, en la calle 100, también bastante lejos, y ahí me dijeron que mi mujer no estaba todavía en el laboratorio pero que nadie sabía lo que estaba pasando o si iban a haber más ataques. También pude contactar con mi suegra, en Béjar, que me dijo que mi mujer la había llamado.
Mi mujer había llevado a nuestra hija a la guardería antes de que ocurriera eso (nuestro hijo era más pequeño y no iba a la guardería), cuando volvió a casa y vio las imágenes de lo que pasaba: llenó la bañera de agua; puso a nuestro hijo en el carrito; volvió a la guardería y se llevó a nuestra hija; compró comida en el súper y se volvió a casa. Ya en casa, le dijo a nuestra niñera que acababa de llegar de su casa en el Bronx que se fuera a casa lo antes posible. Ya no funcionaban los metros.
No pude hablar con mi mujer hasta la noche, cuando por fin logré conectar. Por supuesto los vuelos a Nueva York estaban cancelados, así que al día siguiente tomé un avión a Madrid y me quedé en casa de mis padres en Burgos, esperando a que pudiera volar de nuevo a Nueva York para poder volver con mi familia
¿Cuándo fue interiorizando que aquello era un antes y un después en la historia de la humanidad?
Las sensaciones de incredulidad, angustia y asombro eran tan grandes que esos días los pasé como un zombi pegado a la televisión todo el rato, viendo las noticias y los vídeos del humo que seguía saliendo y la gente que seguían emitiendo por televisión. No había tiempo para pensar y sólo quería volver con mi familia a Nueva York.
En España, por desgracia, estábamos muy acostumbrados al terrorismo, pero ¿hubo algo que le sorprendiera especialmente de ese día?
La magnitud del atentado y su simplicidad, nunca me hubiera imaginado que esto podía ocurrir y, por tanto, lo vulnerables que todavía somos a pesar de los avances tecnológicos.
¿Qué cree que cambió en el mundo tras aquel suceso?
Cuando nos dimos cuenta de cómo se volcó la mayor parte del resto del mundo en solidaridad con Estados Unidos, pensé que nos íbamos a unir la mayor parte de los países para solucionar los problemas que aún existen en el mundo. Por desgracia, las prioridades de lo que se necesitaba hacer enseguida se volcaron a la invasión de Irak, lo que en mi opinión radicalizó aún más el problema. Hubo un momento en que nos hubiésemos podido unir más internacionalmente pero ese momento pasó pronto, y el problema que dio lugar al 11S por desgracia sigue existiendo hoy en día y ha llegado no sólo a Estados Unidos, sino a otros países, como ha sido desafortunadamente demostrado por el atentado en Madrid y otros que han pasado en otros países.