Las lecciones de la pandemia de gripe española de 1918
¿Se repite la historia? Hace más de un siglo ya se produjo un encierro de años con uso obligatorio de mascarilla. Los historiadores repasan errores aprendidos y repetidos.
Una trabajadora de la Cruz Roja lleva una mascarilla para evitar la propagación de la gripe en Estados Unidos en 1918. Sin embargo, a medida que la pandemia de gripe se prolongaba, se produjo una confusión generalizada sobre cuándo rescindir los mandatos de uso de mascarillas, de forma parecida a lo que está ocurriendo en todo el mundo a raíz de la pandemia de COVID-19.
Dos décadas después de sobrevivir a la pandemia de gripe que devastó Estados Unidos, Katherine Anne Porter relató sus experiencias en uno de los relatos más conocidos de la época: la novela de 1939 Caballo pálido, jinete pálido.
En su relato, Porter describe cómo muchos jóvenes sintieron que sus vidas estaban amenazadas por el doble ataque de un virus mortal y la Primera Guerra Mundial. Miranda, la protagonista, se recupera de la gripe, pero se hunde en la depresión al intentar reincorporarse a la sociedad. Sin embargo, la novela termina con una nota de optimismo, en la que Miranda sueña con un mundo sin guerras y sin la peste, en el que tendría tiempo para "todo".
Los historiadores dicen que no está claro cuándo terminó realmente la gripe de 1918, y eso se debe en parte a que los estadounidenses estaban tan cansados de la gripe como lo están ahora después de dos años de COVID-19. Aunque los casos siguieron aumentando en 1920 y después, gran parte del registro histórico de la pandemia corresponde a sus dos primeros años. La novela de Porter es uno de los pocos relatos escritos del trauma que supuso la pandemia: los esfuerzos formales por documentar la enfermedad acabaron fracasando porque los estadounidenses de principios del siglo XX simplemente querían olvidar la gripe.
Del mismo modo, dos años después de la pandemia de COVID-19, el cansancio ha crecido al tiempo que lo han hecho las discusiones sobre cuándo relajar las medidas de salud pública, como el uso de mascarillas y los mandatos de vacunación. La historiadora Nancy Bristow, que escribió sobre la novela en su libro American Pandemic: The Lost Worlds of the 1918 Influenza Epidemic, dice que aunque volver a una normalidad pre pandémica puede ser atractivo, la historia muestra que podría tener implicaciones perjudiciales tanto para esta pandemia como para la siguiente.
"Ese afán por no tener que hacer lo que hemos estado haciendo conlleva un gran potencial de olvido", dice. "La forma en que los estadounidenses siguen pensando que este tipo de cosas no nos sucederán, esa especie de excepcionalidad estadounidense, sólo se puede hacer si se es una nación muy, muy capaz de olvidar momentos de su pasado".
El cansancio se apodera de las medidas de salud pública
Los historiadores de la gripe, como Bristow, señalan que estas dos pandemias no se pueden comparar de forma clara. El mundo era muy diferente a principios del siglo XX: la guerra estaba muy extendida, no había vacunas contra la gripe y Estados Unidos no tenía una infraestructura sanitaria tan sólida para atender a los enfermos. El virus se dirigió a poblaciones más jóvenes y la respuesta a la pandemia no estaba tan politizada como ahora.
Pero hay algunas similitudes. Durante las primeras oleadas de la gripe de 1918, en Estados Unidos hubo una gran variedad de respuestas de salud pública por parte de los estados y las autoridades locales, y los resultados de sus diversos enfoques para aplanar la curva fueron claros. Ciudades como Nueva York, que aplicaron medidas de salud pública con prontitud, tuvieron bajas tasas de mortalidad. Mientras tanto, ciudades como Filadelfia, que esperaron para aplicar medidas sanitarias, y otras como San Francisco, que relajaron sus medidas demasiado pronto, tuvieron tasas de mortalidad más altas.
Entonces, como ahora, también había confusión sobre cuándo cambiar o relajar las medidas, dice Thomas Ewing, un historiador con sede en Virginia Tech (Estados Unidos). En Denver (Colorado), las autoridades rescindieron el mandato de uso de mascarillas en noviembre de 1918, cuando el primer brote de gripe había disminuido, pero luego una segunda oleada azotó la ciudad, lo que hizo que muchos se preguntaran si debía restablecerse el mandato.
"En ambas pandemias ha habido mucha confusión, incertidumbre, resistencia y recomendaciones contradictorias", afirma Ewing.
El personal del Hospital Naval de EE.UU. lleva mascarillas para atender a los pacientes en el pabellón de la gripe en Mare Island, California. En la pandemia de 1918, los hospitales tampoco contaban con suficiente personal, pero esto se debió en gran medida a la Primera Guerra Mundial.
Por ejemplo, en diciembre de 1918, el Servicio de Salud Pública de EE.UU. (la agencia gubernamental a cargo de la respuesta a la pandemia) se preocupó porque el público estaba relajando su actitud hacia la pandemia a pesar del resurgimiento de casos. En respuesta, el Cirujano General emitió un recordatorio para tomar precauciones como el uso de mascarillas y el distanciamiento social.
En ese momento, muchas personas (a título individual) desobedecieron los mandatos de enmascaramiento, si bien no hubo mucha oposición organizada. Una excepción fue la Liga Anti-Mascarillas de San Francisco, que se formó a principios de 1919 después de que la ciudad reinstaurara el mandato de su uso apenas dos meses después de haberlo levantado. La liga celebró al menos una reunión pública con casi 2000 asistentes para denunciar la ordenanza, según la Enciclopedia de la Gripre de la Gripe del Centro de Historia de la Medicina de la Universidad de Michigan.
Bristow afirma que la mayor parte del rechazo a las medidas de salud pública fue más de tipo económico que político. Algunos funcionarios de salud pública de la ciudad y algunos políticos criticaron las medidas de los demás para obtener el favor en las elecciones de mitad de mandato, pero los debates versaron en gran medida sobre detalles como la reapertura de negocios antes que de iglesias, en lugar de constituir una oposición a las regulaciones en su conjunto.
Aun así, a medida que la pandemia de gripe se prolongaba, las intervenciones de salud pública se volvieron aún más irregulares. Las políticas de enmascaramiento se anularon incluso cuando el país continuó teniendo picos ocasionales de casos, e incluso cuando varias ciudades registraron tasas de mortalidad en 1920 comparables a la primera ola de 1918. Entonces, al igual que ahora, hubo cierta resistencia a recuperar las medidas de salud pública, como los mandatos de enmascaramiento.
Para finales de 1920, la pandemia de gripe había empezado a remitir. Aunque la nación vio otra pequeña oleada de casos y muertes en 1922, se prestó mucha menos atención a esas muertes porque, a diferencia de la COVID-19, los historiadores dicen que la pandemia de gripe no había estado en los titulares todos los días durante años. Mientras tanto, los médicos y los expertos en salud pública también expresaron su optimismo de que los futuros brotes serían menos graves.
Bristow se pregunta si la resistencia a las medidas de salud pública habría crecido en la medida en que lo ha hecho en los Estados Unidos con la COVID-19 si se hubiera seguido adelante con ellas.
"Aquí estamos viendo cómo se juega con eso", dice sobre la pandemia de COVID-19. "A los estadounidenses no les gusta que les digan lo que tienen que hacer".
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Clientes de una barbería al aire libre en Berkeley, California, en 1919. Los negocios cerraron durante períodos más cortos y menos frecuentes durante la pandemia de 1918 en comparación con la actualidad, pero se seguía insistiendo en la ventilación como una forma importante de evitar la infección por el virus.
El cansancio lleva al olvido
Vivir con la preocupación constante de contraer la gripe durante las primeras oleadas de la enfermedad había resultado agotador para la sociedad. Al igual que la novela de Porter, las canciones de blues de la época lamentaban la escala catastrófica y el poderoso impacto que la pandemia de gripe tuvo en las vidas de los estadounidenses. Una de las más conocidas fue "1919 Influenza Blues" de Essie Jenkins, cuyo estribillo lamentaba que el virus matara a los ricos y a los pobres, y que matara aún a más gente como parte del plan de Dios.
Esta narrativa resonó entre los que más sufrieron la pandemia, cuyas vidas fueron rehechas tras la experiencia.
Pero a medida que la pandemia comenzó a menguar, otros empezaron a sentir optimismo por el futuro, y anhelaban superarlo. Los historiadores dicen que esta puede ser la razón por la que los esfuerzos formales para investigar las causas de la pandemia y tomar medidas para prevenir la siguiente finalmente fracasaron.
En el primer año de la pandemia de gripe, todo parecía indicar que el Congreso de EE. UU. haría precisamente eso. Los legisladores a nivel estatal y federal estaban preocupados por futuros brotes y el público clamaba para que actuaran. En 1919, el Congreso presentó un proyecto de ley sobre la gripe que habría destinado unos 5 millones de dólares a la investigación de la epidemia, con el fin de prevenir futuros brotes.
Sin embargo, la ley pronto perdió fuerza. En 1920, la cantidad se redujo a 250 000 dólares, ya que los políticos se opusieron a enviar más fondos al Servicio de Salud Pública de EE.UU., que en gran medida se consideraba que había fracasado. Finalmente, no se hizo ninguna asignación, lo que, según Nichols, "forma parte de la idea más amplia de que los Estados Unidos no promulgaron cambios significativos en materia de salud pública a raíz de la pandemia".
Asimismo, la comunidad científica no pudo mantener los esfuerzos para investigar el virus que causó la pandemia de gripe. En 1922, un editorial publicado en el Journal of the American Medical Association sostenía que era necesario continuar con esta investigación. Aunque algunos científicos siguieron dedicados a esa causa, en 1925, otro editorial de la misma revista señaló que el "intenso interés general por la gripe... se apagó bastante rápido".
Nichols sostiene que el país podría haber aprendido lecciones sobre la importancia de proporcionar redes de seguridad social y abordar las desigualdades en la atención sanitaria si hubiera seguido con esta investigación. Las comunidades marginadas corrían un mayor riesgo de morir a causa de la gripe en 1918, al igual que ahora con la COVID-19, y sin embargo sigue habiendo lagunas en la infraestructura sanitaria del país que las hace vulnerables a la enfermedad.
Ewing está de acuerdo. Señala que se prestó poca atención a estas vulnerabilidades en 1918, pero en 2020, la investigación es abrumadora, especialmente ahora que los efectos persistentes de la COVID-19 comienzan a manifestarse.
¿Volveremos a la normalidad tras la COVID-19?
La buena noticia, dice Bristow, es que parece que hay una lección que el país ha aprendido de la pandemia de gripe de 1918 y es la del mantenimiento de registros.
Hay muy pocos registros históricos o información de archivo de 1918. No hubo ningún intento real de conmemorar a los que murieron en la pandemia de 1918 porque la gente sólo quería superar el trauma. Bristow dice que tuvo que escudriñar entre diarios y titulares de los periódicos para escribir su libro de 2017.
Esta vez no parece ser el caso. Desde el comienzo de la pandemia del COVID-19, las bibliotecas, las sociedades históricas y las organizaciones locales comenzaron a trabajar para recopilar todos los registros. Esos registros incluyen testimonios individuales, así como esfuerzos para averiguar cómo se han visto afectadas comunidades enteras a través de entrevistas con trabajadores de tiendas de comestibles, probadores voluntarios de COVID-19, niños y sus padres lidiando con el aprendizaje virtual, y más. También se han realizado algunos memoriales temporales para honrar a las víctimas de COVID-19.
Esa atención a la recopilación de registros podría ser útil para elaborar políticas en el futuro que ayuden al país a hacer frente a la inevitable próxima pandemia. O bien podría limitarse a acumular polvo si los estadounidenses vuelven a querer que el trauma de la pandemia desaparezca de la memoria.
Ewing predice que el fuerte deseo de superar la pandemia se traducirá en una falta de conmemoración o cambio, pero Bristow tiende al optimismo.
"Nadie ha salido completamente indemne", dice. "¿Pero eso nos hará más humanos entre nosotros, más solidarios con los demás? Mi esperanza es que el trauma que todo el mundo ha experimentado en algún nivel haga un ajuste de cuentas más sólido en el período posterior que el que vimos en 1918".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.