El ADN de este ladrillo de 3000 años tiene mucha más historia de lo que parece

Hace casi 2900 años, el rey asirio Ashurnasirpal II declaró suyo un ladrillo de barro cocido por el sol. ¿Sería posible reconstruir en la actualidad el entorno en el que vivió?

Por Tom Metcalfe
Publicado 31 ago 2023, 11:38 CEST
Ladrillo de 2900 años de antigüedad fabricado con barro y cocido al sol

Este ladrillo de 2900 años de antigüedad, fabricado con barro y cocido al sol, lleva la inscripción cuneiforme de su propiedad por el rey neoasirio Ashurnasirpal II. Cuando se agrietó durante un escaneado digital en 2020, los investigadores aprovecharon la oportunidad para tomar muestras de arcilla de la fractura, hasta entonces no expuestas, en busca de ADN antiguo.

Fotografía de The National Museum of Denmark

Un ladrillo de barro de un palacio de 2900 años de antigüedad podría contener secretos de su lugar y su época, en forma de ADN antiguo de una serie de plantas que florecieron en el entorno circundante. Un nuevo estudio del ladrillo (si se confirma) podría hacer que los futuros investigadores consideraran la humilde arcilla como una "cápsula del tiempo" genética que proporcionará nueva información sobre ecosistemas desaparecidos.

"Hoy en día se presta mucha atención a la pérdida de biodiversidad, pero nos han faltado fuentes", explica Sophie Lund Rasmussen, bióloga de la Universidad de Oxford (Reino Unido).

En el estudio publicado en Nature Scientific Reports, Rasmussen y sus colegas describen sus esfuerzos por extraer ADN de plantas antiguas del barro utilizado para fabricar el ladrillo secado al sol y sugieren que la arcilla de otros yacimientos arqueológicos puede contener información similar.

"Casi todos los yacimientos arqueológicos del mundo tienen arcilla", afirma Rasmussen. "Y ahora hemos aportado este concepto de utilizar estos trozos de arcilla como cápsulas del tiempo para describir la biodiversidad".

El ladrillo fue desenterrado hace más de 70 años en una excavación arqueológica en el emplazamiento de la capital neoasiria de Nimrud, cerca de Mosul, en el actual Irak. Una notable inscripción cuneiforme en la superficie del ladrillo indica que formaba parte del recinto real: "Propiedad del palacio de Ashurnasirpal, rey de Asiria", declara la inscripción.

Se refiere al segundo rey asirio de ese nombre, que construyó lo que se conoce como el Palacio del Noroeste en Nimrud y reinó entre 883 y 859 a.C. El hecho de que el ladrillo inscrito pueda datarse directamente en el reinado de Ashurnasirpal dio a los científicos una fecha aproximada de su fabricación, hace unos tres milenios.

La oportunidad de estudiar el ladrillo, actualmente en las colecciones del Museo Nacional de Dinamarca, llegó por accidente: se rompió mientras lo escaneaban digitalmente en 2020, explica el asiriólogo Troels Pank Arbøll, de la Universidad de Copenhague, que, al igual que Rasmussen, es uno de los autores principales del nuevo estudio.

Los investigadores tomaron muestras de la arcilla relativamente no contaminada de la nueva superficie de la fractura y, a continuación, extrajeron ADN de las muestras mediante un protocolo adaptado de otro diseñado para materiales porosos como el hueso. La secuenciación posterior reveló que el ladrillo de barro contenía ADN de 34 grupos distintos de plantas de la arcilla antigua, incluidas muchas plantas relacionadas con las coles (Brassicaceae) y los brezos (Ericaceae).

También hallaron restos de abedules (Betulaceae), laureles (Lauraceae) y gramíneas cultivadas del género Triticeae, el grupo que incluye la cebada y el trigo.

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De coles y reyes

Arbøll afirma que el predominio de las coles es curioso porque no parece haber constancia de que los asirios las comieran en los numerosos textos cuneiformes que se conservan de esta época, generalmente en tablillas de arcilla. En ellos se incluyen varias recetas culinarias en las que se indican sus ingredientes.

"La col no aparece en los textos antiguos", afirma. "Nos hace preguntarnos si se trataba de una especie silvestre que no se había cultivado, o si es algo que no se ha registrado o identificado en los textos que hemos encontrado".

Rasmussen añade que los investigadores también habían visto restos de ADN de animales antiguos en las muestras, y que podrían utilizarse técnicas similares para identificarlos plenamente. Señala que aplicar la técnica a la cerámica (que, a diferencia de los ladrillos de barro, se cuece en un horno a temperaturas que destruyen el ADN) puede resultar más difícil.

"Quizá si la cerámica no se ha quemado el tiempo suficiente, o no se ha quemado del todo, quede ADN", afirma. "Pero aún no lo sabemos".

El paleogenetista Peter Heintzman, experto en ADN antiguo de la Universidad de Estocolmo (Suecia) que no participó en el estudio, dice que le preocupa que cualquier material genético extraído del ladrillo pueda reflejar contaminación por fuentes más modernas, incluido el polen transportado por el aire de plantas que ahora se cultivan en Irak y Europa, como coles, trigo y cebada.

"Los autores hacen un trabajo convincente al excluir la contaminación de su laboratorio y reactivos", dice en un correo electrónico. "Sin embargo, no discuten la posibilidad de que el propio ladrillo pueda tener restos de contaminación inherente, especialmente dada su naturaleza porosa".

Logan Kistler, conservador de arqueobotánica y arqueogenómica del Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural en Estados Unidos, que tampoco participó en el estudio, se hace eco de las preocupaciones de Heintzman.

"Queda trabajo por hacer para asegurarse de que los fragmentos de ADN son realmente antiguos, lo cual es extremadamente importante con cualquier material nuevo", señala, pero añade que la nueva investigación es emocionante de todos modos: "Nuevas fuentes como ésta podrían ser cápsulas del tiempo genéticas de culturas y entornos del pasado".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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