Medias verdades, mitos y leyendas de la depresión postparto
Los médicos llevan registrando los síntomas de la depresión posparto desde la antigua Grecia, pero a lo largo de la historia se ha comprendido poco este trastorno tan común. En 1899, Gertrude Käsebier fotografió este sombrío retrato de una madre y su hijo.
Histeria. Manía. La tristeza posparto. La depresión postparto es una faceta ineludible de la paternidad moderna. Aunque las estimaciones varían, se calcula que en España una de cada 10 mujeres desarrolla síntomas de trastornos depresivos después de dar a luz, y con la pandemia, la prevalencia de la complicación más común del parto ha aumentado drásticamente.
Pero este trastorno es más antiguo de lo que se cree y, por fortuna, también está siendo cada vez más conocido y tratado. En Estados Unidos, la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó este verano el primer medicamento oral específicamente diseñado para tratar la depresión postparto en adultos.
¿Por qué se ha tardado tanto en reconocer la depresión postparto y aliviarla con su propia medicación? He aquí una breve historia de esta afección psicológica, y por qué puede deberse en parte a los roles sociales, no a la biología.
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La depresión postparto en la antigüedad
Hoy en día, la depresión postparto se considera una enfermedad mental grave, que afecta a la capacidad de las madres (y padres) para relacionarse o cuidar de su hijo y que puede durar hasta un año. Pero en el pasado, las madres afligidas o deprimidas solían ser calificadas de locas, antinaturales o dañadas.
El antiguo médico griego Soranus de Éfeso, autor de un influyente tratado sobre ginecología del siglo I d.C., escribió que las mujeres podían experimentar irritación, entristecerse e incluso hacer daño a sus hijos después del parto. "Las mujeres enfadadas son como maníacas y, a veces, cuando el recién nacido llora de miedo, son incapaces de contenerlo, lo dejan caer de sus manos o lo vuelcan peligrosamente", escribió.
Otro pionero de la medicina antigua, Hipócrates, escribió sobre mujeres "biliosas" que experimentaban alucinaciones e insomnio después de dar a luz, síntomas que coinciden con el diagnóstico moderno de psicosis postparto.
La idea de que un exceso de bilis podía influir en la salud mental postparto de las mujeres fue sorprendentemente longeva. La medicina humoral (la teoría de que los desequilibrios de sangre, flema y bilis amarilla y negra eran responsables de todos los males físicos y mentales) prosperó durante 2000 años, incluso hasta la Revolución Industrial. También dio origen a la palabra melancolía, que en griego significa "bilis negra", dando pie a que el concepto de que la bilis negra contribuía a la depresión prosperase durante dos milenios.
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Depresión demoníaca
La medicina obstétrica y la atención sanitaria a la mujer solían estar a cargo de mujeres en una época anterior a la profesionalización del campo. Considerado durante mucho tiempo un trabajo de mujeres, el parto era subcontratado a comadronas y familiares. Si bien las comadronas y las mujeres de la comunidad se ayudaban mutuamente a superar la depresión postparto con medicina popular, rara vez una madre se atrevía a escribir relatos sobre el dolor puerperio.
Una excepción fue Margery Kempe, mística británica y autora de la primera autobiografía inglesa. Dictado a principios del siglo XV, el texto relata cómo Kempe experimentó alucinaciones visuales y auditivas tras dar a luz, lo que la llevó a autolesionarse y a pensar en el suicidio. Kempe atribuyó su experiencia a la influencia del diablo.
"Como los espíritus la tentaban a decir y hacer, ella decía y hacía", dijo Kempe. Sólo consiguió aliviar su sufrimiento negociando con su marido el fin de su relación sexual. En lugar de eso, ofreció a Dios su castidad y evitó más crisis mentales, escriben las medievalistas Diana Jeffries y Debbie Horsfall.
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La "cura de reposo"
A mediados del siglo XIX, la medicina occidental se profesionalizó y los médicos varones suplantaron a las comadronas que antes se ocupaban de la salud mental después del parto. Al mismo tiempo, el campo de la psicología también avanzaba y se hacía un esfuerzo más concertado para tratar los diversos problemas psicológicos de las mujeres, aunque normalmente se agrupaban bajo el epígrafe de "histeria".
Entre los tratamientos más recomendados, y controvertidos, estaba la "cura de reposo", que implicaba hasta meses de aislamiento absoluto para las mujeres con "problemas femeninos" como la depresión postparto. Popularizada por el neurólogo estadounidense del siglo XIX Silas Weir Mitchell, la cura, intencionadamente punitiva, exigía semanas de reposo en cama sin poder realizar ninguna actividad, ni siquiera leer o coser. Se aislaba a las pacientes de amigos y familiares y se les prescribía (y a veces se les obligaba) una dieta pesada.
"El reposo que me gusta para [las inválidas] no es en absoluto su noción de reposo", escribió Mitchell. "Estar en cama la mitad del día, coser un poco y leer un poco, y ser interesante y despertar simpatía, está muy bien, pero cuando [a las mujeres] se les pide que permanezcan en cama durante un mes, y que no lean, escriban ni cosan, y que tengan una enfermera, que no sea un pariente, entonces el descanso se convierte para algunas mujeres en una medicina bastante amarga, y aceptan de buen grado la orden de levantarse y salir".
Una paciente (y crítica) de Mitchell fue Charlotte Perkins Gilman, que publicó un relato semiautobiográfico de la depresión postparto y la cura de reposo en su relato corto de 1892 The Yellow Wall-Paper.
"Nadie creería el esfuerzo que supone hacer lo poco que puedo", escribe la narradora del relato. "...¡un bebé tan querido! Y sin embargo no puedo estar con él, me pone tan nerviosa". Confinada en un dormitorio por su marido médico, la narradora acaba volviéndose loca e imagina que está atrapada dentro de los detalles del "repelente" papel pintado amarillo de la habitación.
Considerada hoy una obra clásica de la literatura feminista, la historia suscitó fuertes opiniones entre los lectores. "No pretendía enloquecer a la gente, sino salvar a la gente de ser enloquecida", escribió Gilman más tarde, añadiendo que su propia cura de reposo la había llevado "tan cerca de la línea fronteriza de la ruina mental absoluta que podía ver más allá".
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Las madres modernas y las enfermedades mentales
En el siglo XX continuaron los debates sobre la naturaleza de la depresión postparto y cómo tratarla. Una escuela de pensamiento sostenía que el parto simplemente activaba enfermedades mentales ya existentes. Otros científicos, como el psicoanalista ruso-estadounidense Gregory Zilboorg, afirmaban que la culpa la tenían los defectos de personalidad, la frigidez, los deseos incestuosos secretos, la homosexualidad latente o incluso los celos del propio bebé.
Pero otros investigadores sospechaban que la culpa era de algún proceso fisiológico relacionado con sustancias químicas recién descubiertas en el cuerpo: las hormonas.
Las explicaciones de la depresión posparto siguen variando hoy en día, pero la teoría dominante es que la enfermedad mental tras el parto probablemente esté causada y favorecida por diversos factores. Estos incluyen, entre otros, los cambios hormonales tras el parto, la falta de sueño, el estrés postraumático y las expectativas que la sociedad moderna deposita en las madres.
Hoy en día se considera común un breve periodo de "melancolía postparto", pero los trastornos perinatales del estado de ánimo y de ansiedad a más largo plazo se clasifican por separado. Según las normas de diagnóstico actuales, la depresión postparto suele clasificarse como trastorno depresivo mayor, y los investigadores estiman que la mitad de los episodios depresivos mayores comienzan antes del parto.
Pero la era moderna también ha dado a luz nuevas formas de considerar la salud mental postparto. Una de ellas es la teoría de que los problemas de salud mental tras el parto forman parte natural de la transición a la paternidad. En los años 70, la antropóloga Diana Raphael acuñó el término "matrescencia" para definir esa transición. La matrescencia es "el momento de ser madre", un acontecimiento biológico, cultural y comunitario en el que una mujer asume su nuevo papel de madre, escribió Raphael.
En 2015, las psicólogas Aurélie Athan y Heather L. Reel abogaron por recuperar el término. Athan argumenta que la matrescencia es un período de crecimiento emocional y social similar a la adolescencia, y que ofrece a las nuevas madres y a la medicina por igual una forma de explorar e identificar sus experiencias de maternidad, buenas y malas.
"Las mujeres que hacen la transición a través de la preconcepción, el embarazo y el parto, la subrogación o la adopción, hasta el período posnatal y más allá, experimentan [una] aceleración en múltiples dominios verdaderos de cualquier empuje de desarrollo", escribió Athan en 2019. Sostiene que ha llegado el momento de añadir la idea de matrescencia a la comprensión que la sociedad tiene de la depresión posparto, una comprensión que ha tardado siglos en alcanzarse.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.