Del tampón de papiro a la normalidad: breve historia de la menstruación y su tabú en la sociedad
Un jeroglifo de arenisca del año 2250 a.C. muestra a la diosa Isis, su hijo y la diosa Hathor (extremo izquierdo). Hay pruebas de que los egipcios utilizaban el papiro para controlar su flujo menstrual.
En el antiguo Egipto, la gente utilizaba papiro ablandado, una planta parecida a la hierba, para absorber la sangre menstrual, algo así como un tampón primitivo. Se trata del registro histórico más antiguo sobre el control de la menstruación, pero también es uno de los pocos que se conocen, quizá porque la menstruación ha sido durante mucho tiempo un tema tabú, según los expertos.
Dado que las historias escritas que hacen referencia a la menstruación son tan limitadas, las historias orales son algunas de las únicas fuentes disponibles, como los relatos de las comunidades indígenas, afirma Alma Gottlieb, antropóloga cultural de la Universidad de Illinois (Estados Unidos). No sólo eso, sino que los productos que la gente utilizaba para controlar el flujo sanguíneo eran materiales orgánicos, lo que significa que los artefactos se han degradado con el tiempo.
En última instancia, según los expertos, la gente recurría a lo que estuviera disponible y fuera compatible con su ropa. Para muchos, eso significaba largas tiras de trapos, que podían doblarse y prenderse a la ropa, luego lavarse y reutilizarse. Según Sharra Vostral, historiadora de la menstruación y los productos menstruales de la Universidad Northwestern de Estados Unidos, esta práctica es el origen de la popular expresión inglesa "on the rag" [en el trapo], para referirse a que se tiene la regla.
"Cómo se experimenta y quién la experimenta, y las actitudes sociales que la rodean, son diferentes en distintos lugares y épocas", dice Vostral. Por ejemplo, a finales del siglo XIX, algunos médicos estadounidenses creían que la menstruación era una enfermedad. Un médico, Edward Clark, creía que ir a la escuela mientras se tenía la regla dificultaba el desarrollo de los órganos reproductores.
La materia vegetal absorbente, como el musgo o la corteza, también podía ser útil cuando estaba disponible. Aunque se rumorea que algunos vikingos podrían haber utilizado musgo de pantano, por ejemplo, los registros históricos no lo confirman. En Internet circulan algunas teorías sobre los cuidados de época, pero en realidad "la mayoría son falsedades", afirma Kate Clancy, antropóloga de la Universidad de Illinois (Estados Unidos), sobre todo porque es difícil demostrar los métodos especulativos de cuidados de época.
Otra opción era el sangrado libre en la ropa. Durante siglos, en Europa y Estados Unidos, por ejemplo, muchas capas de enaguas y vestidos absorbían la sangre. Hacia finales del siglo XIX, surgió un artilugio parecido al liguero. Fabricados con una cintura elástica, los cinturones tenían trabillas en la parte delantera y trasera para enganchar un trapo.
Puede que fueran útiles en la transición a prendas más entalladas, en contraposición a las enormes faldas, pero no eran geniales, afirma Vostral. "La gente estaba realmente interesada en algo que fuera mejor".
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Mitos menstruales
Durante mucho tiempo, muchas culturas han visto la menstruación de forma negativa.
La falta de comprensión alimentaba estas perspectivas. Por ejemplo, la teoría humoral: en la Edad Media, se pensaba que el cuerpo estaba formado por cuatro componentes líquidos llamados humores; sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. Estos fluidos corporales debían mantenerse en equilibrio para conservar la salud. La pérdida mensual de sangre de la menstruación era clave para estabilizar los humores, ya que se consideraba que las mujeres eran más débiles e incapaces de mantener sus humores bajo control, afirma Rachael Gillibrand, historiadora de la Universidad de Leeds (Reino Unido).
Esta creencia perduró hasta el siglo XIX. Otras percepciones inexactas incluían la idea de que las personas que menstruaban emitían una toxina y podían causar enfermedades, que la sangre era impura e incluso que la sangre podía acabar con los cultivos agrícolas.
Los prejuicios contra la menstruación también se remontan a la Biblia. Se decía que Eva había desobedecido a un dios monoteísta y había sido castigada con la maldición de un parto doloroso. Más tarde, la visión de esa maldición se amplió para incluir la menstruación.
"Las prácticas y percepciones menstruales discriminatorias se han practicado desde el principio de la civilización", afirma Radha Paudel, fundadora de la Coalición Global del Sur por una Menstruación Digna en Nepal.
Estos estigmas crearon un sentimiento de vergüenza, e incluso a principios del siglo XX, en las culturas occidentales se hablaba tan poco de la menstruación que muchas adolescentes no tenían ni idea de lo que les ocurría, afirma Camilla Røstvik, que estudia la cultura menstrual en la Universidad de Agder (Noruega).
"Muchas de ellas pensaban que se estaban muriendo", dice Røstvik. "Si pensamos en el pasado, esto debió de ser muy traumático sobre todo para muchas niñas".
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La vergüenza persiste
Alrededor de 1930 en EE. UU., los anuncios de algunas de las primeras compresas modernas venían con un cupón que las compradoras podían entregar a los farmacéuticos sin necesidad de hablar. La actitud de silencio y vergüenza es cierta en muchas partes del mundo, afirma Paudel, que lleva décadas investigando las percepciones de la menstruación en culturas que van desde Sri Lanka hasta Canadá.
Pero es importante señalar que no todas las culturas desprecian la menstruación, afirma Clancy. El pueblo Beng de África Occidental, por ejemplo, considera sagrada la sangre menstrual y reconoce su importancia en la reproducción.
Por otro lado, los Rungus del norte de Borneo ven la menstruación de forma neutral: ni sagrada ni maldita. Los habitantes de esta comunidad controlan su flujo situándose sobre un hueco en el suelo de listones de sus casas y sangrando libremente sobre la exuberante vegetación del bosque. "Es un proceso muy informal", afirma Gottlieb.
Hoy en día, los productos comerciales han evolucionado para incluir más métodos de control interno, como tampones, copas menstruales y discos menstruales.
Pero Clancy señala que todavía se presta mucha atención a ocultar la menstruación y no se tratan suficientemente otros temas, como los síntomas que la acompañan. Por ejemplo, aunque los calambres debilitantes pueden alterar la vida cotidiana de una persona, se habla poco de ellos.
"Para mí, eso demuestra que todavía existe un gran estigma", afirma.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.