La Pequeña Edad de Hielo fue brutal: ¿Cómo sobrevivía la gente?
Aproximadamente entre los siglos XVI y XIX, gran parte de la Tierra sufrió un frío glacial persistente. Dejó consecuencias en la historia y algunas lecciones para la crisis climática actual.
Durante la Pequeña Edad de Hielo, el hemisferio norte experimentó largos periodos de temperaturas tan frías que las cosechas se echaron a perder y los ríos se congelaron, como el río Escalda, representado aquí a las afueras de Amberes (Bélgica) en un óleo de Lucas van Valckenborch de 1593.
Miles de personas caminando y jugando por el río Támesis congelado a su paso por Londres (Reino Unido). Soldados a caballo capturando barcos atascados en el hielo. Poblaciones indígenas con raquetas de nieve para superar a los intrusos ingleses. Acusadas de brujería juzgadas mientras sus comunidades luchaban por explicar las malas cosechas y el frío extremo.
Éstas son algunas de las imágenes que definen la Pequeña Edad de Hielo, un periodo de varios siglos del milenio pasado en el que algunas partes del hemisferio norte se enfrentaron a un frío persistente. Pero, ¿qué causó la Pequeña Edad de Hielo, cuánto duró, cómo se adaptó la gente a sus gélidas garras y qué lecciones podemos aprender ahora que nos adentramos en nuestro propio periodo de cambio climático?
¿Qué es la Pequeña Edad de Hielo y qué la provocó?
La Pequeña Edad de Hielo no fue una verdadera glaciación (el enfriamiento medio fue probablemente del orden de 0,5 grados Celsius) ni tampoco fue fría de forma constante. Dagomar Degroot, profesora asociada de Historia Medioambiental de la Universidad de Georgetown (EE. UU.) y autora de The Frigid Golden Age [La Edad de Oro Frígida], se ha referido a esta época como una serie de "pequeñas glaciaciones".
Aunque algunos investigadores sostienen que pudo comenzar antes, la NASA define la Pequeña Edad de Hielo como un periodo que comenzó alrededor de 1550 y consistió en tres picos fríos (en torno a 1650, 1770 y 1850) intercalados con intervalos relativamente cálidos.
Los científicos aún no saben qué causó exactamente la Pequeña Edad de Hielo. Las teorías van desde la disminución de la actividad solar al aumento de las erupciones volcánicas, pasando por el genocidio de las poblaciones indígenas en Norteamérica, que permitió que los bosques sustituyeran a las tierras agrícolas, eliminando en el proceso unos 7000 millones de toneladas de carbono de la atmósfera. Un estudio de 2022 sostiene que el desencadenante inicial fue, en contra de la intuición, una oleada de agua extremadamente cálida que fluyó hacia el norte desde los trópicos a finales del siglo XIV y que arrastró el hielo ártico hacia el Atlántico Norte.
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Efectos generalizados de la Pequeña Edad de Hielo
Sea cual sea la causa, las consecuencias de la Pequeña Edad de Hielo se han extendido a lo largo de la historia, aunque su alcance es controvertido.
Ciertamente, el frío permitió a Carlos X Gustavo de Suecia hacer marchar a sus tropas a través de un estrecho helado para capturar la isla danesa de Fionia en 1658, e hizo posible que las tropas francesas se apoderaran de una flota holandesa que se había congelado en el hielo en 1795 (un acontecimiento descrito como la única vez en la historia en que hombres a caballo capturaron una flota de barcos). El miedo y la ansiedad ante las repetidas malas cosechas provocaron una oleada de "juicios por brujería" y antisemitismo en Europa.
De forma menos definitiva, la Pequeña Edad de Hielo puede haber desempeñado un papel en el colapso de la dinastía Ming en China, en parte como resultado de la escasez de alimentos que condujo a levantamientos campesinos. El descenso de las temperaturas y el aumento simultáneo de la capa de hielo en la tierra y el mar pueden haber contribuido a la desaparición de las colonias nórdicas de Groenlandia. Incluso se ha postulado que el sonido único de los violines Stradivarius se debe a que la madera que utilizaba Antonio Stradivari era más densa de lo habitual a causa del frío.
Más allá de las grandes repercusiones históricas que pudo haber tenido, la Pequeña Edad de Hielo tuvo efectos especialmente graves en los campesinos y los pobres de las ciudades. En su libro La Pequeña Edad de Hielo, el autor Brian Fagan describe a "aldeanos alpinos [que vivían] a base de pan hecho con cáscaras de nueces molidas mezcladas con harina de cebada y avena". Un relato de 1648 recoge los "gritos y lágrimas de los pobres, que profesan que están casi a punto de morir de hambre" [NOTA DEL EDITOR: Esta traducción se ha hecho a partir de la versión en inglés del libro].
Parte del siglo XVII y principios del XVIII fueron especialmente brutales. Varias naciones europeas sufrieron grandes hambrunas a finales del siglo XVII; según Ariel Hessayon de Goldsmiths, Universidad de Londres, el invierno de 1684 fue tan crudo que el rey Carlos II autorizó una colecta benéfica, a la que él mismo contribuyó. Ello permitió a Inglaterra soportar el invierno mejor que algunos de sus vecinos; aun así, escribe Hessayon, "murieron personas en todo el país, al igual que bestias, aves y peces. Se suspendieron los entierros porque el suelo estaba demasiado duro para excavar. Los árboles se partieron y las plantas perecieron".
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Adaptarse al frío
Sorprendentemente, algunos fueron capaces de adaptarse a las penurias. En Londres, las frías condiciones hicieron que el río Támesis se congelara en múltiples ocasiones, hasta el punto de que surgían "ferias de la escarcha", en las que la gente jugaba al fútbol, presenciaba la caza del oso o competía en concursos de tiro con arco en medio de un telón de fondo de puestos que vendían de todo, desde chocolate caliente hasta pasteles.
La congelación del Támesis podría haber supuesto un desastre para los barqueros de la ciudad, que "básicamente ofrecían un servicio de taxi acuático a lo largo del río", explica Hessayon en una entrevista. En respuesta, dice, aprovecharon las heladas para desarrollar fuentes de ingresos alternativas: "Se adaptaron, porque se convertirían en tenderos en el hielo y no tendrían que pagar alquiler en el Támesis helado".
Mientras tanto, los mojave de la actual California (Estados Unidos) respondieron a la mayor variabilidad climática de los siglos XVI y XVII "desarrollando una cultura comercial extraordinariamente descentralizada", afirma Degroot. También crearon cestas resistentes, cerámica y otros recipientes para transportar mercancías a largas distancias, "de modo que si había escasez de alimentos en una región, podían compensarlo comerciando con otra".
La respuesta de los Mojave al cambio climático tuvo su reflejo a varios miles de kilómetros de distancia, en la República Holandesa, que disfrutó de una "edad de oro" durante los años más difíciles de la Pequeña Edad de Hielo, en gran parte, explica Degroot, gracias al desarrollo de una infraestructura comercial resistente y diversa.
"Pudieron transportar mercancías de muchas regiones distintas, sobre todo grano de distintos puertos del Báltico", explica. Como resultado, cuando las condiciones meteorológicas extremas provocaban una escasez de grano, "los holandeses podían aprovecharlo importando productos de los lugares donde se cultivaban".
En Nueva Inglaterra (Canadá), las naciones wabanaki aprovechaban los inviernos fríos y nevados para lanzar incursiones con raquetas de nieve contra los colonos ingleses, hasta que, a principios del siglo XVIII, los intrusos adoptaron la tecnología y los conocimientos indígenas y enviaron a cientos de "hombres de las raquetas de nieve" a patrullar los cotos de caza wabanaki.
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Lecciones modernas
Sorprendentemente, dice Degroot, un área donde el comercio mejoró y el conflicto disminuyó fue la de los cotos balleneros del Ártico. "Cuando hizo más frío y el hielo se expandió, los recursos estaban más apretados y eran más accesibles", explica. Como consecuencia, prosigue, disminuyeron los conflictos armados que habían caracterizado la caza de ballenas en el Ártico.
Y añade que "es exactamente lo contrario de lo que se suele decir hoy en día sobre el Ártico en los círculos de seguridad nacional, donde se da por sentado que a medida que el Ártico se descongele habrá mucha más competencia y conflictos en la región".
A pesar de la importancia de los efectos de la Pequeña Edad de Hielo, Degroot señala que el enfriamiento fue menor que el calentamiento actual. Hessayon argumenta que esto hace aún más importante comprender el periodo y cómo se adaptó la gente.
"Hay una enorme cantidad de material potencial que podemos estudiar y aprender mucho sobre el pasado y, con suerte, informar sobre cómo afrontar nuestra crisis actual", explica.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.