¿Mito o verdad? ¿Qué es y dónde está El Dorado?
La escena representada en esta antigua obra de arte, expuesta en el Museo del Oro de Bogotá (Colombia), muestra el origen del mito de El Dorado. La leyenda habla de un rey muisca que se cubría de polvo de oro durante las fiestas y luego se zambullía desde una balsa en el lago Guatavita.
La codicia por el oro abarca todas las épocas, razas y nacionalidades. Poseer cualquier cantidad de oro parece encender un deseo insaciable de obtener más.
A lo largo de los siglos, esta pasión dio lugar a la mítica historia de una ciudad de oro. En los siglos XVI y XVII, los europeos creían que en algún lugar del Nuevo Mundo existía un lugar de inmensas riquezas conocido como El Dorado. La búsqueda de este tesoro costó innumerables vidas, llevó al menos a un hombre al suicidio y puso a otro bajo el hacha del verdugo.
"El Dorado fue cambiando de ubicación geográfica hasta que finalmente sólo significó una fuente de riquezas incalculables en algún lugar de América", explica Jim Griffith, folclorista de Tucson (Arizona, EE. UU.).
Pero este lugar de riquezas inconmensurables no se ha encontrado.
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Orígenes de El Dorado
Los orígenes de El Dorado se encuentran en lo más profundo de Sudamérica. Y como todas las leyendas centenarias, la historia de El Dorado contiene algunos retazos de verdad. Cuando los exploradores españoles llegaron a Sudamérica a principios del siglo XVI, escucharon historias sobre una tribu de nativos en lo alto de los Andes, en lo que hoy es Colombia. Cuando un nuevo cacique se alzaba con el poder, su mandato comenzaba con una ceremonia en la laguna de Guatavita. Los relatos de la ceremonia varían, pero siempre dicen que el nuevo gobernante se cubría de polvo de oro y que se arrojaban al lago oro y joyas preciosas para apaciguar a un dios que vivía bajo el agua.
Los españoles empezaron a llamar a este jefe cubierto en oro "el dorado". Se supone que la ceremonia del dorado terminó a finales del siglo XV, cuando El Dorado y sus súbditos fueron conquistados por otra tribu. Pero los españoles y otros europeos habían encontrado tanto oro entre los nativos de la costa norte del continente que creyeron que tenía que haber un lugar de gran riqueza en algún lugar del interior. Los españoles no encontraron El Dorado, pero sí el lago Guatavita e intentaron drenarlo en 1545. Bajaron su nivel lo suficiente como para encontrar cientos de piezas de oro a lo largo de la orilla del lago. Pero el presunto fabuloso tesoro de las aguas más profundas se mantuvo fuera de su alcance.
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La búsqueda de Raleigh
El corsario inglés Sir Walter Raleigh realizó dos viajes a Guayana en busca de El Dorado. Durante su segundo viaje, en 1617, envió a su hijo, Watt Raleigh, con una expedición por el río Orinoco. Pero Walter Raleigh, ya anciano, se quedó en un campamento base en la isla de Trinidad. La expedición fue un desastre y Watt Raleigh murió en una batalla contra los españoles.
Eric Klingelhofer, arqueólogo retirado de la Universidad Mercer de Macon (EE. UU.), trató de localizar el campamento base de Raleigh en Trinidad. Dice que Walter Raleigh estaba furioso con el superviviente que le informó de la muerte de Watt y acusó al superviviente de dejar que mataran a su hijo. "El hombre entró en su camarote del barco y se suicidó", dice Klingelhofer.
Raleigh regresó a Inglaterra, donde el rey Jaime ordenó decapitarlo, entre otras cosas, por desobedecer las órdenes de evitar el conflicto con los españoles.
La leyenda de El Dorado perdura porque "uno quiere que sea verdad", dice Jose Oliver, profesor del Instituto de Arqueología del University College de Londres (Reino Unido); "creo que nunca hemos dejado de buscar El Dorado".
Entonces, ¿dónde está esta ciudad perdida de oro? En su poema de 1849 "El Dorado", el escritor Edgar Allan Poe ofrece una sugerencia inquietante y elocuente: "Sobre las Montañas de la Luna, por el Valle de la Sombra, cabalga, cabalga audazmente... si buscas El Dorado".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.