Fotoperiodismo y redes sociales: ¿Enemigos o aliados?
Tras la lente, la mirada de los reporteros gráficos nos asoma a los conflictos sociales y políticos del mundo para narrar, desde primera línea, lo que está ocurriendo. Sin embargo, las nuevas plataformas han abierto un interesante debate.
Reporteros gráficos cubriendo el día de clausura de la primera fiesta del PCE en la Casa de Campo de Madrid. 1978.
Remontarnos a los orígenes del fotoperiodismo supone hacer un recorrido por la década de 1880, cuando el diario neoyorquino Daily Graphic utilizó una fotografía en su periódico para ilustrar una noticia y así sumarle veracidad, según la revista académica de la Universidad de Pompeu Fabra. Antes de la publicación en medios, la Guerra de Crimea trajo consigo a los pioneros de esta nueva manera gráfica de documentar el mundo: William Simpson y Roger Fenton, cuyas obras fueron publicadas en grabados. Sin embargo, en aquel momento el lento avance de la técnica frenó el desarrollo de la noticia audiovisual y no fue hasta la Leica de 35 mm, en 1925, cuando comenzó la llamada edad dorada del periodismo gráfico.
“Entiendo que el oficio de fotoperiodista y vídeoperiodista, como me considero, es estar al lado de las personas. Mi trabajo debería ser la huella de ese encuentro, contar relatos de las personas más vulnerables, silenciadas, perseguidas o desplazadas”, afirmó Pablo Tosco en la conferencia El fotoperiodismo no cambia el mundo, lo revela. En la misma línea el galardonado fotoperiodista Yannis Behrake afirmaba: “Mi misión es asegurar que nadie pueda decir: no lo sabía”.
Con gran valentía y compromiso, la figura del fotoperiodista retrató algunas de las grandes guerras que marcaron la historia mundial, como la Guerra Hispano-Estadounidense, la Guerra Civil Española, las Guerras Mundiales o la Guerra de Vietnam, entre otros conflictos y desastres naturales.
El impacto del fotoperiodismo en el mundo
Además de su labor informativa, el fotoperiodismo comenzó pronto a adquirir ese poder, y responsabilidad, que conlleva toda información. La presión que generaron algunas fotografías comenzó a cambiar algunas realidades. “El binomio entre fotoperiodismo y ayuda humanitaria ha dado pie a obras clásicas de la historia del fotoperiodismo”, afirma la fotoperiodista Sandra Balsells. Entre ellos, cita el libro del Sahel de Sebastián Salgado, publicado en 1988, El fin del camino. “Este libro tuvo un impacto brutal, con una repercusión en la opinión pública tremenda y [a raíz de él] hubo aportaciones económicas que ayudaron en esa tremenda hambruna”.
Aunque perdura el objetivo claro de dar visibilidad a las grandes injusticias y ejercer presión para cambiar estas realidades, hoy en día el oficio se ha transformado radicalmente. La construcción de nuevas narrativas y el surgimiento de nuevas plataformas, que han democratizado el altavoz de la información, ha abierto la puerta a miles de oportunidades que, a su vez, pueden generar un caos informativo poco veraz y muy difícil de atajar.
El ejemplo más reciente del poder del periodismo ciudadano quedó reflejado, durante el pasado mes de noviembre, cuando el fotoperiodista de El País, Albert García, fue absuelto de entrar a prisión por un supuesto delito de resistencia a la autoridad gracias a las imágenes grabadas durante el encuentro con la policía, que confirmaron que el fotoperiodista no incurrió en ningún delito mientras realizaba su trabajo: cubrir las protestas por la sentencia del procés en 2019.
“Cada vez más, cuando llegas a cubrir una crisis, una revolución, una manifestación o cualquier crisis, incluso sanitaria, lo primero que hacen los gobiernos, la gente que tiene poder o la policía es prohibir fotografiar”, afirma el fotoperiodista Samuel Aranda. “Eso es una reacción a que saben que, cualquier cosa que pase, si está documentada fotográficamente, no podrán negarla”.
¿Una mirada sesgada?
Ante el cambio de paradigma, grandes plataformas como Magnum o World Press Photo anunciaron que, el año que viene, cambiarán sus bases para dar cabida a nuevas narrativas que incluyan formatos informativos menos puristas. Los grandes retos de la evolución tecnológica revolucionaron ya el entorno de la información, el periodismo y la imagen de manera transversal, dando forma al futuro desde una gran incógnita: ¿Cómo caminarán de la mano la rigurosidad informativa y un altavoz global?
“Uno de los grandes retos que tenemos por delante es la reconstrucción, el desarrollo y la renovación narrativa”, afirma Tosco. “El desafío ahora es la descentralización del poder comunicativo, que va más allá de la narrativa, se trata de quien cuenta la fotografía y desde dónde”. En palabras de Tosco, una de las grades incógnitas estará en valorar cómo puede señalarse de manera rigurosa a los responsables de la vulneración de los derechos humanos, ocurran donde ocurran, en este nuevo entorno ruidoso que se está creando a raíz de las redes sociales.
Sin embargo, ya desde los inicios de la historia del fotoperiodismo, ha existido un sesgo que de por sí, inevitablemente, produce desinformación. La mirada que se encuentra tras la lente sigue en la mayoría de los casos el mismo patrón: un perfil masculino y occidental. Ese sesgo continúa dictando la agenda fotográfica del mundo a día de hoy: el porcentaje de participación africana en la World Press Photo es un dos por ciento. “La mirada que tenemos es occidental, blanca y masculina, [el cambio de bases] es un intento por cambiar los pilares de la World Press Photo”, afirma Balsells.
De los inicios a la globalización
En el año 2013, el periódico El País tuvo que retirar una fotografía de Hugo Chávez por ser falsa, producto de la universalización de las cámaras, las prisas y la falta de conocimiento. Al ampliar el canal, controlar la rigurosidad se hace inabarcable.
Sin embargo, esta democratización también ha traído cosas muy positivas. Hace 20 años, ver fotografía en un museo era algo aún muy poco común. La apertura de la fotografía al mundo ha venido de manera reciente, y abrumadora, al coincidir su popularización con el surgimiento de multitud de plataformas.
“Hay un uso de esa fotografía que sí es funcional y hay otra fotografía que genera ruido, anestesia y nos coloca en un sitio que no nos permite valorar con precisión lo que está pasando”, afirma Tosco. “El hecho de que haya un periodista o un fotógrafo detrás de una selección da un plus de profesionalidad y de confianza en la veracidad”, afirma la fotoperiodista Silvia Fernández.
“Pero en España, la tasa de confianza de los españoles en los medios de comunicación ha bajado mucho, y hay un espacio en esa desconfianza que llenan con las imágenes de redes sociales que a veces generan más desinformación. Estaría bien quedarse con la parte positiva de las dos y que, de alguna manera, pudieran colaborar, pero también creo que la saturación de información y esa dificultad de discernir lo veraz lo hace difícil”.
El futuro de la fotografía en los medios
“Ahora la fotografía están en uno de los mejores momentos”, afirma Aranda. “Cuando empecé, estaba todo mucho más encasillado, (…), esas fronteras se están rompiendo”. El fotoperiodista define este momento como una oportunidad, pero a la vez un gran escollo. “Hoy en día los medios externalizan incluso las fotos, para mí es el resumen del desastre absoluto en cuanto a cómo gestionar la imagen”. El fotoperiodismo joven de España, según Balsells, está cruzando los Pirineos o bajando a África para trabajar con agencias externas que valoren la calidad. “Hay que buscarse el camino fuera”.
A pesar del ruido, las oportunidades abren un amplio camino a futuro. Tosco cuenta cómo una de las primeras fotografías que publicaron todos los medios sobre un terremoto fue hecha con un móvil. “Era de las pocas cosas que se podían mostrar a escasas horas del suceso, y todos los medios y las organizaciones humanitarias lo usaron”. Por tanto, “son valores que se complementan, hay cientos de posibilidades tecnológicas y hay una democratización del medio”, explica Tosco, “hay ciertas situaciones en las que es interesantísimo tener acceso a lo que está pasando en cada momento”.
Sin embargo, la urgencia de los medios de comunicación al utilizar estos recursos del ciudadano a menudo arrasa, según explica el fotoperiodista, con la rigurosidad, al desconocer, en primera instancia, si la persona fotografiada ofreció su consentimiento y por tanto, si la estamos poniendo en peligro. Hay que "garantizar de que lo que está comunicando se acerca a la realidad, no a la verdad como tal, pero sí cierta realidad de los hechos”.
Tras un período de aprendizaje, cada vez más grandes medios han dejado de usar fotografías de redes sociales, como New York Times o Le Monde, y se dirigen hacia reportajes más reflexivos, lejos de las breaking news de las agencias. Sin embargo, esta falta de filtrado abre a nivel de usuario un nuevo abanico de opciones, globalizando la información a la par que genera ruido y poca rigurosidad. “Quizá haga falta una pedagogía de la lectura de la imagen y su calidad para que todos tengamos más herramientas para entender lo que estamos viendo. Necesitaremos ser nuestro propio editor de contenido”.