Hallado el H.M.S. Terror, perdido en el Ártico hace 168 años

Por Redacción National Geographic
Timón del H.M.S. Terror
Un ROV capturó esta imagen del timón del H.M.S. Terror. El barco de madera parece estar en buen estado sobre el fondo del océano.
Fotografía de Arctic Research Foundation

29 de septiembre de 2016

Las familias de la remota aldea inuit de Gjoa Haven celebran uno de los descubrimientos históricos más importantes que se haya hecho jamás en el Ártico canadiense. Con información proporcionada por un cazador inuit que vive en la comunidad, exploradores de la organización canadiense sin ánimo de lucro, la Arctic Research Foundation, han localizado el H.M.S. Terror, uno de los dos barcos que desapareció hace 168 años durante la desafortunada Expedición de Franklin.

Se trata de un gran hallazgo para los investigadores, que habían escrutado durante años el Ártico canadiense en busca de pruebas que pudieran decirles algo sobre el destino que había corrido la expedición. “Nos han dado muchos abrazos y felicitaciones”, afirma Adrian Schimnowski, el consejero delegado y director de operaciones de la fundación. “Celebramos el descubrimiento con la comunidad inuit, que nos ha dado mucho apoyo”.

Los naufragios más trágicos

La expedición, liderada por el héroe naval y explorador del siglo XIX, Sir John A. Franklin, salió de Gran Bretaña en 1845 con 129 hombres y dos barcos de última generación, el H.M.S. Erebus y el Terror. Cada navío estaba equipado con una proa revestida de hierro, camarotes con calefacción, una biblioteca llena de novelas de Charles Dickens y suministros de comida para tres años. La misión consistía en encontrar y trazar el paso del Noroeste, y la expedición parecía –al menos sobre papel– lo suficientemente preparada para todo lo que el océano Ártico le tuviera preparado.

Pero en junio de 1847, las cosas empezaron a ponerse difíciles. Franklin había muerto, posiblemente de una enfermedad cardiovascular, y otros 23 hombres habían corrido la misma suerte. Diez meses después, el nuevo comandante de la expedición, Francis Crozier, tomó una decisión fatídica. Según una nota que él y un colega metieron en un mojón en la isla del Rey Guillermo, dos de los barcos de la expedición se encontraban atrapados en hielo marino, y Crozier decidió abandonar los navíos y llevar a los oficiales y a la tripulación a través del hielo hasta un punto de comercio en tierra firme. Pero ninguno de los hombres alcanzó tierra y el destino de la tripulación de Franklin ha sido todo un misterio desde entonces.

Hace dos años, arqueólogos de Parks Canada descubrieron el H.M.S. Erebus, seriamente dañado a solo 11 metros bajo el agua, al sur de la isla del Rey Guillermo. Desde entonces, los arqueólogos han estado estudiando el campo de desechos dejado por el barco y buscando a Terror, con la ayuda de la Marina Real Canadiense, la Guarda Costera Canadiense y la Arctic Research Fundation, una organización que subvenciona y proporciona ayuda a la investigación científica en el norte de Canadá.

Una pista clave para el descubrimiento

El 2 de septiembre, Sammy Kogvik, un cazador inuit y miembro de una unidad de las Fuerzas Armadas Canadienses, se unió a la búsqueda del barco perdido. Mientras navegaba con Schimnowski y sus compañeros, mencionó algo que había visto hacía 7 años en la bahía del Terror de la isla del Rey Guillermo. Se trataba de un alto mástil de madera que sobresalía del hielo, una visión algo extraña en el Ártico.

Kogvik y su compañero cazador examinaron el mástil y sacaron una foto, pero perdió esa prueba cuando se le cayó la cámara del bolsillo sin que él se diera cuenta. Cuando quiso volver para sacar otra foto, el mástil había desaparecido bajo las olas.

“Sammy no dijo nada sobre esto durante 7 años porque no tenía pruebas”, explica Schimnowski. Pero mientras hablaba con la tripulación, mencionó su hallazgo, y ellos decidieron comprobarlo.

“La bahía del Terror es un territorio inexplorado, pero encontramos un paso para entrar y tras 2 horas y media de búsqueda, encontramos el barco”, afirma Schimnowski. El explorador dice que el Terror podría haber estado escondido a plena vista durante mucho tiempo. “El barco yacía bajo 21 o 24 metros de agua”, explica. “El mástil podría haber estado sobresaliendo del agua durante los últimos 150 años”.

Lo que parece seguro es que el Terror se encuentra bien conservado. Con la ayuda de un ROV sumergible (vehículo operado a distancia), el equipo ha podido obtener imágenes de la cubierta y de varias ventanas de cristal intactas, a través de las que han podido ver una mesa de comedor, una lata de comida, botellas de vino, la campana del barco y otros artefactos. Pero el descubrimiento más inquietante es el timón de doble rueda, donde el capitán se situaba en su día para dirigir el barco, que ahora estaba envuelto en algas y en otras formas de vida marina.

Basándose en las imágenes del ROV, Schimnowski opina que la tripulación podría haber acondicionado el barco y cerrado las escotillas para hacer frente a otro brutal invierno en el Ártico. “Todo está todavía dispuesto de la forma en la que se supone que debería estar”, explica. Después, en algún momento, “la población parece haber cogido sus pertenencias y salido del Terror para volver al Erebus”.

Lo que precipitó esta decisión exactamente no está claro, pero Schimnowski espera que muchas de las piezas pérdidas del puzle salgan a la luz cuando los investigadores empiecen a estudiar más de cerca el navío. “El siguiente paso sería un estudio arqueológico del yacimiento, y creo que todos los detalles que salgan de ello ayudarán a reconstruir una imagen completa”.

Robert Park, arqueólogo de la Universidad de Waterloo en Ontario, apunta que la cultura oral de los inuit también habla sobre un campamento, una tienda y unos cuantos cadáveres y tumbas de la expedición en las costas de la bahía del Terror. A principios de verano, antes de descubrir el H.M.S. Terror, Park y el arqueólogo Douglas Stenton del Gobierno de Nunavut recorrieron las costas de la bahía en una búsqueda preliminar del lugar.

“Todavía no hemos tenido suerte”, explica Park, añadiendo que todas las huellas de las tumbas podrían haber desaparecido actualmente. Algunos ancianos inuit afirman que el yacimiento se desvaneció.

La larga búsqueda de la expedición de Franklin es una lección objetiva sobre el valor de la persistencia y la paciencia. Para investigadores como Schimnowski este verano trajo el descubrimiento de su vida. Aun así, el misterio que rodea la expedición de Franklin se encuentra lejos de ser resuelto.

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