La sangrienta leyenda de la condesa asesina de Hungría
Elizabeth Báthory suele ser proclamada la asesina en serie más prolífica de todos los tiempos, acusada de matar a más de 600 mujeres jóvenes en el interior de sus fastuosos castillos.
Irremediablemente envuelta en el mito y la especulación, Elizabeth Báthory, también conocida como la "Condesa Sangrienta", se dice que es la asesina en serie más prolífica hasta la fecha, que supuestamente torturó y asesinó a cientos de mujeres jóvenes en los siglos XVI y XVII.
Es una historia sombría manchada de sangre, atormentada por la tortura, sensacionalista por el sexo y cada vez más discutida por los estudiosos. Según el relato, la condesa húngara Elizabeth Báthory (1560-1614) podría haber sido una maníaca asesina o un peón incriminado por familiares y enemigos deseosos de apoderarse de sus propiedades.
Báthory suele ser proclamada la asesina en serie más prolífica de todos los tiempos, acusada de matar a más de 600 mujeres jóvenes en el interior de sus fastuosos castillos. Según la leyenda, creía que bañarse en su sangre virginal le otorgaría la juventud eterna. En lugar de eso, se aseguró de vivir mucho tiempo en la infamia. El supuesto sadismo de Báthory ha inspirado películas, obras de teatro, óperas, programas de televisión e incluso videojuegos.
Los restos en ruinas del castillo de Čachtice se ciernen sobre la ciudad de Čachtice, en el oeste de Eslovaquia, a 80 kilómetros al noreste de la capital, Bratislava.
Sin embargo, esta antigua narración está siendo cuestionada por investigadores que creen que los crímenes de Báthory fueron probablemente exagerados como parte de una conspiración contra ella. No obstante, los turistas intrigados por la sangrienta leyenda de Báthory continúan siguiendo su historia a través de Hungría, Eslovaquia y Austria, visitando castillos, criptas y museos.
Rastro de sangre
Los visitantes de la ciudad húngara de Nyírbátor, a unos 273 kilómetros al este de Budapest, la capital de Hungría, pueden mirar a la condesa a los ojos en el Castillo y Museo de Cera de Báthory, que exhibe efigies de cera de Báthory y sus familiares. El museo ocupa el castillo renovado donde, en 1560, nació la condesa en el seno de una rica dinastía que controlaba Transilvania, actual región de Rumanía.
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Pero la educación privilegiada de Báthory se vio empañada por la violencia y los problemas de salud, según Aleksandra Bartosiewicz, de la Universidad polaca de Łódź, que en 2018 publicó un trabajo de investigación sobre la condesa. "Ya a la edad de cuatro o cinco años, sufría ataques epilépticos, violentos cambios de humor, así como dolorosas migrañas", afirma Bartosiewicz.
Báthory también estuvo expuesta a la brutalidad. Los sirvientes eran golpeados rutinariamente en esta época y, a los seis años, presenció una ejecución pública. A los 13 años, Báthory se comprometió con el conde Francisco Nádasdy, de 18 años, perteneciente a otra influyente familia húngara, y se casaron dos años después. Con el tiempo tuvieron cuatro hijos.
En 1575, Báthory se casó con el conde Ferenc Nádasdy, un célebre pero despiadado soldado, representado aquí en un retrato del siglo XVII.
Recién casados se trasladaron a Sárvár, en el oeste de Hungría, donde Nádasdy instruyó a su esposa en la tortura. El castillo de Nádasdy se convirtió en el escenario de varias atrocidades, dice Bartosiewicz. Para el placer de Báthory, Nádasdy mandó inmovilizar a una muchacha, enjabonarla con miel y asolarla con insectos. Le regaló a la condesa unos guantes con garras hechas espinas, con los que golpeaba a sus sirvientes por sus errores. La tía de Báthory, Clara, la introdujo en las orgías y en un sombrío círculo de personas consideradas hechiceras, brujas y alquimistas.
Tras su boda, Báthory se trasladó a la casa de su marido, ahora llamada Castillo de Nádasdy, en Sárvár (Hungría). Es aquí donde el conde enseñó y animó a Báthory a torturar a sus sirvientes, según la leyenda.
Los frescos que decoran esta sala palaciega del castillo de Nádasdy representan las batallas libradas por Ferenc Nádasdy II entre 1591-1602.
La violencia de Báthory alcanzó su punto álgido en otra gran fortaleza. Los restos desmoronados del castillo de Čachtice son ahora una espeluznante atracción turística que se cierne sobre la ciudad de Čachtice, en el oeste de Eslovaquia, a 80 kilómetros al noreste de la capital, Bratislava. Los visitantes pueden recorrer este elevado emplazamiento, desde el que se escucharon escalofriantes sonidos que viajaban ladera abajo a principios del siglo XVII.
Báthory se trasladó a Čachtice en 1604 tras la muerte de su marido. Las historias sobre su maldad hacia el personal se extendieron tanto que las familias locales escondían a sus hijas para que no estuvieran a su servicio, dice Tony Thorne, lingüista del King's College de Londres (Reino Unido) y autor del libro de 1998 Countess Dracula: The Life and Times of Elizabeth Bathory.
Lo que finalmente acabó con la condesa viuda fue la extensión de sus abusos a las víctimas de una clase superior, dice Rachael Bledsaw, profesora adjunta del departamento de historia del Highline College del Estado de Washington (Estados Unidos). "Matar a siervos y sirvientes, que de hecho tenían menos derechos, era una descortesía, pero no era realmente ilegal para un noble", dice Bledsaw, que escribió una tesis sobre Báthory. "Matar a tus compañeros nobles, incluso a los de menor rango, era un problema mucho más grave, y no se podía ignorar".
Finalmente, en 1610, se inició una investigación sobre decenas de muertes y desapariciones sospechosas en Čachtice, iniciada por Matías II, Emperador del Sacro Imperio y rey de Hungría. Con el testimonio de decenas de testigos, Báthory fue detenida y encarcelada en el castillo de Čachtice por el asesinato de 80 mujeres jóvenes, dice Bledsaw. Algunos testigos estimaron su número de cadáveres en más de 600. Sin embargo, la condesa nunca fue condenada, y su marido no pudo ser procesado desde su tumba. En cambio, cuatro sirvientes de Báthory fueron condenados por la violencia ejercida contra las jóvenes en sus castillos. La condesa, mientras tanto, permaneció encerrada en su espaciosa cárcel hasta que murió en 1614, a la edad de 54 años.
El castillo de Čachtice, en Eslovaquia, sirvió de hogar a Báthory tras la muerte de su marido, y posteriormente fue encarcelada por sus crímenes.
Este castillo siguió siendo ocupado por la nobleza durante casi un siglo. Hoy en día, los visitantes pueden participar en visitas guiadas al infame lugar y visitar la exposición Elizabeth Báthory: La crueldad oculta en el encaje en la mansión Drakovich de Čachtice, donde una estatua de madera de ella domina la plaza de la ciudad.
Aunque la historia de Báthory persiguió a Čachtice durante generaciones después de su muerte, no llegó a un público más amplio hasta 1744, cuando se relató con escabrosos detalles en un libro sobre la historia de Hungría escrito por el sacerdote jesuita László Túróczi, dice Thorne. La leyenda perdurable de la condesa se inspira en gran medida en este sensacional relato.
Una leyenda escabrosa reconsiderada
En la década de 1980 se empezó a cuestionar ese relato, dice Thorne. Un libro de 1982 del archivero eslovaco Josef Kocis detalló nuevos aspectos de la vida de Báthory, que varios investigadores han utilizado desde entonces como prueba de una probable conspiración contra ella. Algunos han llegado a presentar a Báthory como una "viuda indefensa". Así es como el renombrado cineasta eslovaco Juraj Jakubisko, en su sitio web oficial, dice haberla representado en su película de 2008, Báthory: Condesa de la Sangre, que "se opone diametralmente a la leyenda establecida".
Otros, como Bartosiewicz y Thorne, son más moderados en sus opiniones. Dicen que los crímenes de Báthory fueron probablemente exagerados para desacreditarla, una conspiración de sus parientes y de los Habsburgo, la dinastía que gobernaba el Sacro Imperio Romano Germánico, que incluía Austria y Hungría, y primos de los reyes de la monarquía hispánica.
El emperador Matías II, tenía una gran deuda con Báthory y por eso se benefició de su desaparición, afirma Bartosiewicz. El emperador también la veía como una amenaza política, que podría apoyar los esfuerzos de su primo Gabriel Báthory para desafiar el control de Matías II sobre Hungría Occidental.
El encarcelamiento de la condesa no sólo ayudó a sus rivales, sino también a sus allegados, afirma Thorne. Una vez que Báthory fue encarcelada, una de sus hijas se llevó objetos de valor de sus propiedades, mientras que sus yernos estaban deseosos de obtener su herencia sin tener que esperar a que ella muriera.
Sin embargo, Bledsaw no está convencida de que Báthory fuera objeto de una conspiración. Dice que cuando el marido de la condesa murió, fue su hijo quien heredó sus dominios y sus deudas.
A pesar de las crecientes dudas sobre su veracidad, la macabra leyenda de la condesa asesina en serie está destinada a persistir, dice Thorne.
"Los seres humanos tenemos necesidad de símbolos, iconos y personificaciones de las fuerzas dramáticas que conforman nuestras vidas, y, culpablemente o no, nos emocionamos con los excesos de los que van demasiado lejos", dice Thorne. "Hay muchas representaciones masculinas de la maldad espectacular. Pero pocas mujeres malvadas muy conocidas. Báthory llena un vacío en la iconografía del terror".
Ronan O'Connell es un periodista y fotógrafo australiano que viaja entre Irlanda, Tailandia y Australia Occidental.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.