Las escalofriantes colecciones de un museo de rarezas

Por Redacción National Geographic
Las figuras de cera llamadas moulages se utilizaban como herramientas para enseñar en los siglos XVIII y XIX. En este caso se muestran los síntomas del lupus y la lepra.
Fotografía de Joanna Ebenstein

19 de enero de 2017

Justo antes de Navidad el Museo de Anatomía Patológica (MAP) cerró sus puertas.

Este museo de Brooklyn, en Nueva York, mezclaba espectáculo y cultura, albergaba ponencias, talleres y exhibiciones que animaban a tener conversaciones abiertas sobre la muerte.

Entre las exposiciones podíamos encontrar una antigua figura de cera de un asesino en serie alemán, un “esqueleto de Beauchene” en el que los huesos del cráneo están separados para conseguir una perspectiva 3-D, y esculturas a tamaño natural de mujeres desnudas que muestran los órganos en su posición anatómica correcta. Muchas de las piezas pertenecían a coleccionistas privados que nunca las habían mostrado al público y ahora, otra vez, muchas de ellas volverán a quedar ocultas al público.

“Es un museo dedicado a los ciclos de vida y muerte, así que tendremos que aceptar nosotros también esta muerte”, explica Joanna Ebenstein, la cofundadora del museo y comisaria de arte. El museo, que abrió sus puertas en junio de 2013, se inspiró en la biblioteca personal y el blog sobre anatomía patológica de su cofundadora.

Sin embargo sostener un museo de 390 metros cuadrados en Brooklyn es caro, y conseguir patrocinadores cuando la palabra “patológico” está en tu nombre es todo un reto, cuenta Ebenstein.

Esto no quiere decir que el público no tenga interés por la patología, explica Tracy Hurley, cofundadora del museo. “De entre todo, nos sorprendió ver que hay mucha más gente afín de la que esperábamos, y creo que el MAP ha hecho mucho por unirles”.

Cuando le hablé por primera vez a Ebenstein sobre el cierre del museo, ella estaba ordenando cajas de libros de la colección que ella misma donó. “Ahora la hemos guardado entre mi casa y el sótano de una amiga” cuenta.

Piezas de joyería de pelo humano

La exposición favorita de Ebenstein en los dos años y medio que ha estado abierto fue "El Arte del Luto", que incluía arte Victoriano hecho por gente corriente a partir del pelo de sus familiares fallecidos. “Llevó a la gente a plantearse sus actitudes en cuanto a la muerte, y ese era justo el objetivo del museo”.

Las muestras de joyería hechas de pelo y las cajas-marco (que contenían mascaras mortuorias a modo de recuerdo de sus seres queridos) arrojaron luz sobre una era en la que la gente se sentía más cómoda mostrando su duelo.

“No es simplemente que un tío raro en el siglo XIX tuviera una foto de su bebé muerto colgada de la pared. Es algo que hizo toda una sociedad durante un siglo entero”, declaró Ebenstein en una exposición en 2014. Erika Engelhaupt, escritora para National Geographic, cuenta cuánto le impresionó ver la delicadeza y cariño con la que se fotografiaba a los muertos en aquella época mientras observaba una foto de lo que parecía ser un bebé muerto.

La Venus Anatómica era la pieza central de otra de las exposiciones centrada en las figuras de cera del Panóptico de Castan (1869-1922). Los panópticos eran populares museos de cera que mezclaban la educación con suficientes elementos sacados de “espectáculos de rarezas” como para alucinar a la audiencia.

Enseñando anatomía

Las venus anatómicas eran modelos de mujeres a tamaño real, a menudo representadas embarazadas, que se usaban para enseñar anatomía. Mostraban a mujeres que, aunque se suponía que estaban muertas, eran muy guapas e incluso sensuales. Se les podía abrir la barriga y salían órganos muy realistas, culminando con la aparición de un feto en el útero.

Algunos modelos de cera son increíblemente realistas para ser de esta época, representando no solo enfermedades como la lepra sino incluso las manos de un médico sacando a un bebé de una vagina anatómicamente perfecta.

El museo también era famoso por sus muestras de taxidermia, que nada tenían que ver con las representaciones habituales de la sabana en los museos de historia. “La Boda entre Gatos” del taxidermista británico Walter Potter se describía en la página del museo como “perversa y adorable a partes iguales, totalmente fascinante”.

No se me ocurre una manera mejor de describirlo. En el diorama, 15 gatos muertos representan su papel en la ceremonia de una boda vitoriana con damas de honor, mientras un gato macho frunce el ceño en señal de descuerdo con el evento.

Ebenstein siempre ha tenido una visión práctica de sus exposiciones. Están pensadas para que la gente se plantee lo que consideran normal y apropiado en lo referente a la muerte y otros temas que “se salen de lo normal”, explica.

Como declaraba en 2014, “el sexo y la muerte son temas que nos han interesado siempre”. “Nuestra idea de lo que es apropiado en cuanto a estos temas ha cambiado, pero aun así la gente quiere seguir sabiendo sobre ellos

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