Por qué el rey David es uno de los personajes más apasionantes de la Biblia
Músico de talento, el rey David toca el arpa en este cuadro de 1622 del artista holandés Gerard van Honthorst.
El rey David no nació en la realeza. Entró en la vida como un humilde pastor, ascendió hasta fundar una dinastía y se convirtió en una figura central del judaísmo, el cristianismo y el islam.
En el Libro de Samuel, Saúl, el primer rey de Israel, fracasó al intentar lograr una victoria decisiva contra una tribu enemiga, los filisteos. Dios envió al profeta Samuel a Belén y lo guio hasta David, un humilde pastor y músico de talento. Llevó al joven a la corte de Saúl, donde su arpa le era tan relajante que Saúl llamaba a David cada vez que se sentía vejado por un "espíritu maligno" enviado por Dios (I Samuel 9:16). Saúl quedó tan prendado de este joven que nombró a David su escudero.
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Batalla de gigantes
La victoria de David sobre Goliat fue un tema popular entre los escultores renacentistas, como Andrea del Verrocchio en 1476.
Poco después, una gran batalla filistea asomó por el horizonte. Esta vez, los filisteos contaban con una nueva y temible arma: un gigante llamado Goliat, que portaba una enorme lanza de bronce (I Samuel 17:5-7). Los israelitas se quedaron paralizados de miedo, excepto el joven David. Armado sólo con una honda, recogió una piedra del lecho de un río y la arrojó a la cabeza de Goliat. La puntería de David fue certera; la piedra golpeó al gigante y lo mató, provocando la huida de los filisteos. Los israelitas se mostraron eufóricos, y Saúl se vio obligado a poner al joven David al frente de su ejército (I Samuel 18:5).
Aunque David se casó con la hija de Saúl, Mical, y se hizo amigo íntimo de Jonatán, el hijo de Saúl, entre el joven general y el rey surgió una intensa rivalidad. Saúl incluso empezó a conspirar para matarlo. David no tuvo más remedio que huir a territorio enemigo.
La caída de Saúl
Pronto el país se vio de nuevo desgarrado por la guerra cuando las fuerzas filisteas se reunieron en el monte Gilboa y Saúl y sus hijos, todos ellos comandantes de su ejército, se apresuraron a hacerles frente. Pero Dios se había vuelto contra Saúl, y las filas israelitas fueron diezmadas. Todos los hijos de Saúl cayeron ante las espadas filisteas, incluido su heredero, Jonatán. Malherido, Saúl cayó sobre su propia espada (I Samuel 31:1-7).
Con el ejército de Israel en retirada precipitada, los filisteos invadieron las tierras altas hebreas. El único hijo superviviente de Saúl, Isbaal, fue ungido como su sucesor, con el apoyo de las tribus del norte. Pero los ancianos del sur se dirigieron a Hebrón, base militar de David, y a su debido tiempo ungieron a David rey "de la casa de Judá".
Al principio, David optó por ignorar a los filisteos y marchó en su lugar hacia Jerusalén (II Samuel 5:6). Después de capturar Jerusalén, David pudo derrotar a los filisteos. Finalmente, todas las regiones de Canaán quedaron bajo el control de David.
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El Reino de David
Ahora, por fin, David podía centrar su atención en la construcción de un Estado que sería gobernado desde una capital propiamente israelita. Levantó la tienda del Tabernáculo para albergar el Arca de la Alianza. Evidentemente, resultó no ser una solución satisfactoria, y el rey se quejó al profeta Natán de que "yo vivo en una casa de cedro, pero el arca de Dios permanece en una tienda" (II Samuel 7:2). Un oráculo de Dios aseguró a David que "el Señor te hará una casa" (una dinastía davídica), pero que correspondería a su descendiente (el rey Salomón) "edificar una casa a mi nombre" (II Samuel 7:11-13).
Según los libros de Samuel y de los Reyes, David expandió su territorio hasta que Israel se convirtió en el Estado dominante del Levante, absorbiendo a las naciones de Amón, Moab y Edom. La investigación moderna ha cuestionado esta afirmación, y muchos estudiosos creen que parte del material legendario que rodea a David sirvió en realidad para exaltarlo como rey ideal, tan exitoso en la paz como en la guerra, amado por Dios y por su pueblo.
De hecho, el mayor logro de David (y de su hijo Salomón) no fue la extensión de su reino putativo, sino la fusión de las tribus pendencieras en una sola nación. Algunos estudiosos incluso han puesto en duda que David sea una figura histórica, aunque el descubrimiento de una estela de Tel Dan con la inscripción bytdwd (que podría significar “Casa de David”) abogaría en sentido contrario.
A pesar de sus logros políticos, su vida personal estuvo llena de conflictos y tragedias. David comprometió su reputación al perseguir a la bella Betsabé, que ya estaba casada con Urías, uno de los principales comandantes de David. Ante esta tesitura, David ordenó colocarlo en primera fila de un asalto planeado contra los amonitas, donde fue debidamente asesinado.
En cuanto Betsabé terminó su tiempo de luto, David se casó con ella y dio a luz a su hijo. Pero el profeta Natán reprendió severamente a David por su malvada maquinación porque había “desagradado al Señor”, y efectivamente, el bebé murió (II Samuel 11:27). David se arrepintió entonces ante Dios y, a cambio, se le prometió que Betsabé le daría un segundo hijo. Se llamaría Salomón. Cuando David envejeció y se debilitó, Betsabé le arrancó a David la promesa de que su hijo Salomón le sucedería. Y así fue.
Las entradas de esta serie son extractos del número especial de National Geographic 50 Most Influential Figures of the Bible (Los 50 personajes bíblicos más influyentes), adaptado de Who's Who in the Bible: Unforgettable People and Timeless Stories from Genesis to Revelation, (Quién es quién en la Biblia: Personajes inolvidables e historias intemporales desde el Génesis hasta el Apocalipsis) publicado en inglés por National Geographic Books.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.