'Schadenfreude' y la revalorización de la crueldad
'Schadenfreude', o la alegría del mal ajeno, consiste en sentir placer por la desgracia de los demás. Los expertos explican los factores que pueden estar provocando este déficit de empatía.
El Schadenfreude (sentir placer por la desgracia ajena) es un sentimiento muy común hoy en día. Los expertos afirman que hoy en día hay tres factores que pueden impulsar esta emoción con mayor frecuencia en amplias capas de la población.
Cuando una marchante de Manhattan (Nueva York; Estados Unidos) se interesó por el arte de Paul Weiner, este pensó que su carrera había dado por fin un giro. El artista, por entonces en apuros, estaba haciendo couchsurfing en Brooklyn cuando la bien relacionada marchante lo descubrió en Instagram. "Al principio pensé que estaba interesada en mi trabajo", dice Weiner, "pero no pasó mucho tiempo antes de que sus intenciones se hicieran evidentes". Poco después de que empezaran a hablar, la atención de la marchante pasó del arte de Weiner a escuchar cómo no podía permitirse pintar o pagar un tratamiento dental muy necesario. "Le encantaba oír hablar de mis miserias", dice, "siempre necesitaba escuchar otra historia sobre mis luchas".
Aunque entonces no sabía cómo llamarlo, Weiner era víctima del schadenfreude: sentir placer por la desgracia ajena. Esta palabra alemana, compuesta por schaden [daño], y freude [alegría], no tiene traducción exacta en español, aunque su definición se acerca la de epicaricacía, regodearse o regodeo.
No es un sentimiento nuevo. Por ejemplo, un viejo refrán japonés dice: "La desgracia ajena sabe a miel". Una de las citas más famosas del filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche fue: "Ver sufrir a los demás hace bien". Pero hay tres factores que hoy desencadenan esta emoción con mayor frecuencia en amplias capas de la población, afirman investigadores de las universidades Johns Hopkins, Columbia, Berkeley Haas y Harvard (todas en Estados Unidos). Entre ellos se encuentran la sobreproducción de trabajadores de élite, un tema tratado por The Atlantic el mes pasado, las respuestas personales a la pandemia y el uso sin trabas de las redes sociales.
"El sentimiento de schadenfreude siempre existe, pero aumenta o disminuye con la prevalencia de las emociones que hacen que la gente lo experimente en primer lugar", afirma Silvia Montiglio, profesora de la Universidad Johns Hopkins y conferenciante sobre schadenfreude.
Estas emociones suelen tener su origen en un sentimiento de injusticia, superioridad moral, envidia o en que alguien "se merece" lo que le ocurre, explica Montiglio. Por eso sonreímos cuando el jefe regaña a un colega del que estamos celosos o nos reímos cuando vemos que paran ese deportivo reluciente justo después de que nos haya adelantado en la autopista. Schadenfreude es también la razón por la que gran parte del mundo se rió y compartió memes cuando el sumergible Titán desapareció el mes pasado, antes de que se descubriera que sus cuatro adinerados pasajeros habían muerto. "Las jerarquías sociales han sido durante mucho tiempo caldo de cultivo para la schadenfreude", afirma Montiglio.
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Falta de puestos de responsabilidad para una mano de obra cualificada
Una investigación publicada recientemente demuestra que las "comparaciones ascendentes", a menudo entre pobres y ricos, suelen contribuir a los sentimientos de schadenfreude. Pero lo que es diferente es que la emoción también la sienten con más frecuencia las personas de la misma posición social. Peter Turchin, investigador de la Universidad de Oxford (Reino Unido), definió recientemente en The Atlantic la "sobreproducción de élite" como "el hecho de que una sociedad produzca demasiados superricos y personas con un nivel educativo muy alto y no haya suficientes puestos de élite para satisfacer sus ambiciones". Sostiene que es uno de los dos factores por los que algunas sociedades han colapsado a lo largo de la historia y dice que está volviendo a ocurrir hoy.
Montiglio está de acuerdo en que la schadenfreude está más extendida, y describe el actual mercado laboral avanzado como más competitivo que cualquier otro que haya vivido antes. En su opinión, esto hace que algunos se alegren en silencio cuando un colega es rechazado para un puesto o un ascenso, porque eso significa que sus propias posibilidades han mejorado.
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Respuestas diversas a una pandemia mundial
Más allá de la elevada demanda de un número limitado de puestos de trabajo, otra razón por la que la schadenfreude se siente con más frecuencia tiene que ver con la pandemia. "La pandemia creó una tormenta perfecta de superioridad moral, comportamientos fanfarrones y una enfermedad que causa graves daños y desgracias", afirma Montiglio. De hecho, es probable que la schadenfreude esté detrás de gran parte de las burlas que el mundo presenció cuando las personas que no se vacunaron contrajeron COVID o cuando las que sí lo hicieron y se enmascararon, enfermaron de todos modos.
Julia García, madre de dos hijos de San José, Estados Unidos, experimentó estos sentimientos de primera mano cuando su primo contrajo el coronavirus. "Había sido tan engreído en Facebook afirmando que no necesitaba la vacuna", dice. Se burlaba de los familiares que se habían vacunado y afirmaba que los medios de comunicación exageraban la importancia del virus. "Así que, cuando terminó contagiándose, me alegré un poco", explica García. "No fue hasta que tuvo que ir al hospital y se puso muy enfermo cuando me sentí avergonzada por haberme alegrado alguna vez".
Además de la pandemia, García también aborda lo que probablemente sea el motor más importante de la prevalencia moderna del schadenfreude: las redes sociales.
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Las redes sociales son una plataforma y una lente para el schadenfreude
Colin Leach, psicólogo de la Universidad de Columbia y autor de estudios relacionados con la schadenfreude, afirma que el placer de la schadenfreude se intensifica cuando se dirige a alguien que nos desagrada, y que las redes sociales a menudo fomentan estas emociones.
Las redes sociales también son el lugar donde se hacen comparaciones con frecuencia, donde proliferan los celos. "La envidia alimenta el schadenfreude más que casi cualquier otra emoción", afirma Montiglio. Además, mucha gente recibe las noticias a través de las redes sociales y, según los estudios, es allí donde muchos son testigos de las desgracias ajenas, ya sea la "cancelación" de un famoso o el divorcio de sus vecinos.
A veces, las redes sociales son incluso una plataforma en la que la schadenfreude se utiliza para manipular la ideología de los usuarios, a menudo en la esfera política. El eslogan "Own the libs" [Somete a los liberales] se está extendiendo en Estados Unidos y está "diseñado para cultivar la schadenfreude", dice Susanna Siegel, profesora de Filosofía en la Universidad de Harvard.
Los intentos políticos de convertir la schadenfreude en un arma y explotar las ideologías de este modo suelen ser eficaces porque el fenómeno puede hacer que sea más gratificante emocionalmente ver fracasar a alguien del otro equipo que ver triunfar al propio. "Creo que hubo algunas pruebas de esto durante las elecciones [a la presidencia de Estados Unidos] de 2020", dice Sa-kiera Hudson, profesora adjunta en la Universidad de California, Berkeley Haas, que ha publicado una investigación para apoyar sus teorías. "La gente podría estar más motivada por la oportunidad de perjudicar a su grupo externo que por la oportunidad de ayudar a su grupo interno", explica.
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No dejarse llevar por la schadenfreude
Pero la schadenfreude no sólo afecta negativamente a las crecientes divisiones dentro de la sociedad, sino que suele perjudicar al individuo que la experimenta. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer dijo una vez que la schadenfreude era "un signo infalible de un corazón completamente malo"; y aunque ese sentimiento parece quizás demasiado generalizado si se tiene en cuenta que todo el mundo siente de vez en cuando algún grado de esa emoción, la schadenfreude no dice precisamente cosas buenas de la persona que lo experimenta.
"En el fondo, el sentimiento de schadenfreude es un desprecio malicioso de la humanidad de otra persona", dice Leach. Un antídoto para curarlo es ponerse en el lugar del otro. "La respuesta más benévola a la desgracia ajena es la simpatía, que puede surgir de la empatía", explica. Hudson está de acuerdo y recomienda evitar a cualquier persona o lugar que convierta la emoción en un arma, se apoye en las comparaciones sociales o pida a los seguidores que vean el mundo de una manera de suma cero. "Cultiva un espacio en el que todos puedan ganar y será menos probable que surja schadenfreude", afirma.
Para las personas que reconocen schadenfreude en sí mismas y quieren sentirlo con menos frecuencia, Leach sugiere reconocer que la emoción suele estar alimentada por la propia sensación de inadecuación, "por lo que puede ser eficaz separar nuestros sentimientos sobre nosotros mismos de nuestros sentimientos sobre la suerte de los demás", dice. También aconseja cuestionar cualquier creencia personal sobre si alguien que experimenta una desgracia realmente "se lo ha buscado" y si se lo merecía. Cuando afirmamos que una desgracia es justa, debemos estar seguros de que lo es de verdad y no sólo porque nos alegramos de ver cómo le "bajan los humos", dice.
Y si esas medidas resultan demasiado difíciles, al menos guárdate para ti mismo tu alegría por la desgracia ajena, recomienda Siegel. "Si te sientes en conflicto con tu propia schadenfreude, es una buena señal", dice. "La celebración incondicional del dolor ajeno está a la altura de la crueldad".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.