17 yacimientos de España para adentrarse en la cultura de Tartessos

El historiador, arqueólogo y profesor de la Universidad de Huelva, Claudio Lozano Guerra-Librero, hace un recorrido por el legado tartésico de nuestra geografía.

Un experto realiza una réplica de una de las piezas del Tesoro del Carambolo en su taller de Sevilla.

Fotografía de Tartessos: la civilización perdida
Por Cristina Crespo Garay

“Tartessos es una civilización que se oculta entre el mito y la historia, entre antiguas leyendas y el contraste con las evidencias arqueológicas ya descubiertas”, afirma en su obra el escritor español Manuel Pimentel. “Para algunos, existió como reino propio, para otros no fue más que el fruto de la colonización fenicia”.

Sea como fuere, las raíces de la civilización más antigua de occidente se remontan desde 1000 a 500 a.C. Según explica el experto, su ubicación – al suroeste de la península ibérica - entre dos continentes y dos mares, hizo de Tartessos una civilización rica en plata y el cobre, que dominó la ruta del estaño para obtener bronce y admiró a los comerciantes griegos. En aquel momento, cuando los griegos comenzaban a recitar sobre ellos, “nacía el mito de Tartessos”, afirma Pimentel. “No en vano, la plata utilizada para el Templo del rey Salomón tuvo origen tartésico”.

El aura misteriosa en torno a Tartessos siguió desde entonces su curso. Desde arqueólogos a historiadores y viajeros, fueron muchos los que se embarcaron en la búsqueda de los restos de aquella civilización que luego pareció caer en una espiral de enigmas. National Geographic estrena el 19 de diciembre el documental Tartessos: la civilización perdida, en el que de la mano de los principales expertos de España intente poner un poco de orden en esta dicotomía entre la leyenda y la historia.

Hoy sabemos que la huella de Tartessos está enterrada bajo el paso del tiempo en muchos rincones de nuestra geografía, empapando nuestra cultura hasta el punto de que Cervantes, en El Quijote de la Mancha, se refiere a los andaluces como los tartésicos, considerándolos sus herederos. 

Fue en el siglo XX cuando comenzó el trabajo arqueológico para descifrar sus misterios. El inglés Jorge Bonsor empezó buscando evidenciar tartésicas y acabo enamorado de Andalucía. Mientras que el camino intrincado de buscar la verdad sobre Tartessos llevó al arqueólogo alemán Adolf Schulten a ser tomado por loco, obsesionado por buscar restos tartésicos en el Coto de Doñana. Sin embargo, fueron abriendo camino, y los descubrimientos arqueológicos que se dieron en aquel momento trajeron consigo una mayor concienciación sobre el riesgo de perder ese patrimonio. Por ello, en el año 1974, el Ministerio de Educación y Ciencia declaró de utilidad pública una serie de yacimientos considerados representativos de la cultura tartésica.

Trailer: 'Tartessos: la civilización perdida'
El 19 de diciembre de 2022 se estrena en el canal 'National Geographic' el documental que pretende indagar en los misterios de la primera civilización del Mediterráneo occidental.

Jorge Bonsor fue el descubridor de la cultura de Tartessos, pionero de la arqueología tartésica, adelantándose, incluso, al propio Schulten, según explica Manuel Pimenter, editor de la obra de Bonsor. Bonsor, tras sus trabajos en la necrópolis de Carmona fue la figura clave en el desarrollo de la arqueología moderna. Compartió con Schulten la búsqueda de Tartessos en los años veinte en el Coto de Doñana aunque, finalmente, terminaron distanciándose.

“El descubrimiento del tesoro tartésico más espectacular se produjo en los alrededores de Sevilla, en el Cerro del Carambolo”, afirma Pimentel. Pero ese enclave es tan solo uno de tantos. Con motivo del estreno del nuevo documental en National Geographic y de la mano del historiador, arqueólogo y profesor de la Universidad de Huelva, Claudio Lozano Guerra-Librero, hacemos un recorrido por el legado tartésico de nuestra geografía.

(Relacionado: Jorge Bonsor: en busca del Howard Carter 'español')

Necrópolis de la Joya, Huelva

Descubrir esta necrópolis, situada en el Cabezo de La Joya, en Huelva, supuso un avance muy significativo en el conocimiento sobre la cultura tartésica y la arqueología onubense, una ciudad privilegiada en materia arqueológica, según cuenta el grupo de investigación de la Universidad de Huelva formado por Clara Toscano, Juan M. Campos y Antonio Tejera.

“El hallazgo de esta necrópolis a finales de los años 60 y principios de los 70, significó un aldabonazo en el conocimiento de la cultura tartésica en el occidente peninsular, hasta el extremo de que, sin menoscabar el Tesoro del Carambolo, que se encuentra en el año 59, el lugar emblemático, desde mi modesto punto de vista, que marca de manera definitiva la arqueología tartésica en su verdadera dimensión, es precisamente este yacimiento”, afirma Tejera.

Según explica este catedrático, este descubrimiento marca un antes y un después, y supone el enlace clave entre la etapa antigua y la moderna. “Tiene un valor extraordinario, singular”, afirma, “desde el punto de vista arqueológico, histórico, de la cultura general, de lo que significa el desarrollo del conocimiento del mundo antiguo, en sus cuatro grandes etapas – el mundo tartésico, griego, fenicio y romano, el Cabezo de La Joya es un símbolo”.

Cabezo Juré, Huelva

El cobre fue uno de los protagonistas que dio forma al asentamiento tartésico de Cabezo Juré, un yacimiento arqueológico de Alosno (Huelva). El catedrático de Prehistoria de la Universidad de Huelva, Francisco Nocete, afirma que hace 5000 años se dio allí “la primera actividad de producción especializada industrial de cobre en la península Ibérica”.

El investigador Moisés Rodríguez Bayona, doctor en Prehistoria y Arqueología y miembro del grupo de investigación, cuyo trabajo fue publicado en British Archaelogical Reports de Oxford, afirma queCabezo Juré es uno de los asentamientos metalúrgicos más antiguos de la península ibérica y, junto con el de Valencina de la Concepción, en Sevilla, presenta uno de los contextos de producción metalúrgica de toda la prehistoria europea”.

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    Yacimiento Cabezo Jure

    Restos arqueológicos del yacimiento de Cabezo Juré, en Alosno (Huelva, España). 

    Fotografía de Wikimedia Commons

    Este yacimiento marcó un antes y un después en la historia tartésica, ya que rompió con la tradicional interpretación que “aseguraba que en la península la actividad metalúrgica o no existía, o la importaron otros pueblos, o era poco significativa en esas fechas", afirma Bayona; “2000 años antes de que los fenicios estuvieran aquí, en Cabezo Juré ya se explotaban los recursos mineros y se desarrollaba una intensa actividad metalúrgica”.

    Cerro de San Juan, Sevilla

    Ubicado en el núcleo urbano de Coria del Río (Sevilla), se describe con características similares a El Carambolo. El hallazgo de un altar fenicio en esta localidad marcó el Cerro de San Juan como otro de los lugares de gran importancia para el estudio de la cultura tartésica. El profesor de Prehistoria de la Hispalense, José Luis Escacena, explica en su trabajo Fenicios a las puertas de Tartessos que su importancia proviene de que, por primera vez, se localizó un santuario fenicio en una ciudad en la zona del Bajo Guadalquivir.

    El terreno ya estaba protegido por la declaración de monumento histórico-artístico, con carácter local, de la ermita de la Vera Cruz y la zona arqueológica que la rodea. A pesar de que este lugar ya había recibido cierta atención desde el siglo XVII, no fue hasta la aparición de objetos pre y protohistóricos cuando se despertó un verdadero interés por sus secretos arqueológicos.

    “A mediados de la década de los 1990 el yacimiento fue objeto de una serie de intervenciones en el marco del Proyecto Estuario”, declara el informe, que explica que tuvo enorme interés para el estudio de la presencia fenicia en el interior del valle del Guadalquivir. “A ella corresponde una serie de estructuras interpretadas como un barrio de comerciantes orientales, instalado junto a una comunidad local preexistente, y un santuario dedicado al culto a Baal, que estuvo en servicio al menos en los siglos VII y VI a.C.”

    El Carambolo, Sevilla

    Un collar, dos brazaletes, dos adornos pectorales y 16 placas. En total, 21 piezas de oro de 24 quilates y cerámica de un incalculable valor arqueológico cuyo yacimiento, sin embargo, quedó abandonado bajo una gran capa de hormigón durante años, tal y como denunció el periodista Vicente G. Olaya en El País.

    El Carambolo fue, por tanto, el lugar donde se halló el tesoro del mismo nombre, un hito de la arqueología española hallado en este cerro que cae sobre el valle del Guadalquivir, antiguamente una ensenada que se secó.

    El descubrimiento ocurrió durante las obras de un campo de tiro en el municipio de Camas (Sevilla) en el año 1958, cuando las excavaciones llevadas a cabo por Juan de Mata Carriazo y Arroquia adquirieron tal importancia que están consideradas el origen de la arqueología tartésica moderna. Así lo afirman los investigadores Francisco José García Fernández y Blanca del Espino Hidalgo en un trabajo publicado en Research Gate.

    El tesoro tartésico del Carambolo, hallado en el yacimiento del mismo nombre.

    El tesoro tartésico del Carambolo, hallado en el yacimiento del mismo nombre. 

    Fotografía de José Luiz Bernardes Ribeiro, Wikimedia Commons

    “Cuando Carriazo ve el tesoro por primera vez, intenta encuadrarlo culturalmente al ver que aquello no es ni romano, ni inmediatamente preromano. Después ve que tampoco pertenece a la edad del cobre, por lo que interpreta que debía ser un tiempo intermedio”, explica Álvaro Fernández Flores, arqueólogo y director de las campañas arqueológicas que se realizaron en el yacimiento de El Carambolo entre los años 2002 y 2005.

    “Cuando llegamos, las instalaciones se iban a tirar y se iba a hacer un complejo hotelero”, explica. La primera labor del equipo “fue excavar todo aquello que Carriazo no había podido excavar por seguridad. La gran sorpresa es que bajo el edificio fuera la zona mejor conservada”.

    Cerro Salomón, Huelva

    El asentamiento del Cerro Salomón constituye la mejor prueba para la localización de Tartessos en Huelva, puesto que los fenicios procoloniales buscaban minerales. Lo cierto, es que los orígenes más remotos de Huelva se encuentran vinculados a los tartessos, indígenas del suroeste peninsular que asimilaron elementos de culturas como la fenicia y la griega, quienes fundaron la ciudad de Onuba en el siglo X a.C.

    Por su parte, el profesor de Arqueología de la Universidad de Sevilla Eduardo Ferrer Alberda, asegura que de todas las atribuciones geográficas en torno a Tartessos, la que ha tenido mayor fortuna ha sido la de Huelva, “en parte por la lectura deficiente y acrítica de los textos, pero sobre todo por el contexto en el que vive la Huelva de principios del siglo XX", determinado por "las concesiones mineras de los ingleses en Riotinto y el hallazgo del depósito de la ría de Huelva", entre otras circunstancias que situaron a la ciudad como el emporio de los metales.

    Carmona, Sevilla

    Carmona jugó un papel fundamental a lo largo de este periodo debido a su ubicación, ya que controlaba las principales rutas del Bajo Guadalquivir. Sus características orográficas dotaron además a esta región de buenas defensas naturales, por lo que su riqueza de recursos vino derivada de su situación geográfica y, a la par, de aquello que obtenía gracia a las rutas comerciales.

    Hasta la fecha, los restos documentados durante las excavaciones en Carmona son escasos y el conocimiento de los Tartessos en este lugar ha sido fundamentalmente a partir de restos de utensilios, sobre todo cerámicos, con los que los investigadores han reconstruido parte de la vida de Tartessos.

    La documentación arqueológica obtenida en lugares como Carmona parece indicar que desde mediados del siglo XVIII a.C. se había desarrollado en este poblado tartésico un núcleo de población que vivía de forma estable en el actual barrio de San Blas.

    Ruinas y necrópolis de Carissa Aurelia, Cádiz

    En Cádiz se encuentra otro de los yacimientos arqueológicos con mayor importancia para el descubrimiento de la cultura tartésica: la necrópolis de Espera o Carissa Aurelia. De gran valor para el estudio de este reino, fue declarada Bien de Interés Cultural como zona arqueológica.

    Enclavado sobre las sierras de romaza y Calvario, con una extensión de más de 1,38 millones de metros cuadrados, este yacimiento escondía una ciudad en perfecto desarrollo, rodeada de un cinturón que formaba la necrópolis. Algunos restos de su muralla y materiales de construcción aún se conservan.

    “El conjunto, de gran valor para el estudio del reino Tartessos y los modelos romanos de poblamiento, ofrece restos arqueológicos que van desde el Neolítico final a la alta Edad Media”, afirmó la Junta de Andalucía en el comunicado que le otorga la etiqueta de Bien de Interés Cultural. “No obstante, el mayor interés se centra en la época romana, cuando Carissa Aurelia se convierte en ciudad de ius latii (especie de semiciudadanía consistente en el disfrute parcial del Derecho romano)”.

    “Sus restos corresponden a una ciudad de perfecto desarrollo urbanístico rodeada de un cinturón de necrópolis a través de las cuales se puede estudiar la introducción y generalización de distintos ritos funerarios”, explican. “Aún se conservan trazos de su muralla y una vía romana flanqueada por los vestigios de lo que fueron las puertas de la urbe, así como fragmentos de muros y materiales de construcción dispersos. Al noroeste, sobresalen también cinco estructuras en forma de silos, construidas en el Neolítico final”.

    La Mata de Campanario, Badajoz

    Coloquialmente conocido como “montones de tierra”, el yacimiento arqueológico La Mata ha adquirido también un singular protagonismo en el estudio de la cultura tartésica durante los últimos años.

    “A la hora de calificarlo, se opta por el menos comprometido concepto de protohistórico, tal y como ya hiciera Maluquer con Cancho Roano”, afirma el arqueólogo Javier Jiménez Ávila en El Post-orientalizante, entre España y Portugal; entre lo Tartésico y lo Turdetano, donde explica que “la vinculación de estos sitios y del episodio histórico y cultural que ellos y sus contextos conocidos representan, con las denominadas Culturas Tartésica y Turdetana resulta problemática”.

    La Mata fue un yacimiento ocupado por los tartesos, por una familia aristocrática con influencia griega y fenicia, que más tarde se extendió por la parte suroeste de la península hace 2500 años aproximadamente.

    Las exploraciones arqueológicas de 1930 de La Mata pusieron de manifiesto que se trata de uno de los lugares más representativos de la protohistoria extremeña, donde destaca especialmente la conservación de sus muros de tapial con los que forman los habitáculos.

    El yacimiento del Cerro Macareno es un extenso y auténtico “tell”, un cerro artificial creado por la acumulación de restos de distintas civilizaciones que han vivido, unas tras otras, en el mismo sitio. Además, los “tell” tienen unos 10 metros de altura sobre el terreno, según explica José María Gómez en El correo de Andalucía.

    Este yacimiento fue descubierto en 1971 por unos aficionados que comunicaron el hallazgo al Departamento de Arqueología de la Universidad de Sevilla. Al borde de la destrucción parcial por la extracción de grava por parte de una empresa privada, se declaró bien de utilidad pública en 1973.

    Tejada la Vieja, Huelva

    Este yacimiento arqueológico prerromano, datado en el siglo VIII a.C, en plena colonización fenicia hacia el interior del sudoeste peninsular, está ubicado en Escacena del Campo, en la provincia de Huelva.

    Fue contemporáneo al asentamiento del Carambolo y su aparición como asentamiento se explica por la cercanía de las explotaciones mineras de Aználcollar y Río Tinto. Durante su declive, florecieron otras ciudades tartésicas en la Vega del Guadiana como El Turuñuelo de Guareña y Cancho Roano.

    Mesas de Asta, Cádiz

    Con restos arqueológicos datados hasta en el 1200 a.C., esta localización ha sido ocupada por diversas culturas como los fenicios, turdetanos, romanos e islámicos, aunque su época de mayor esplendor fue durante la ocupación tartésica.

    Los investigadores del Centro de Estudios Históricos Jerezanos, Eugenio Vega Geán y Francisco Antonio García Romero, defienden la importancia del yacimiento de Asta “no por una simple cuestión local, sino porque encierra el conocimiento de una cultura que es la génesis de la civilización andaluza y española. Sólo esto sería suficiente para aseverar que está por encima de muchísimos otros yacimientos de nuestro país”.

    Defensores del binomio Asta-Regia Tartessos, afirman que “seguimos sin una ubicación clara de aquella mítica capital del primer reino peninsular. La directora de nuestro Museo Arqueológico, Rosalía González, ya señaló (tanto en su parte sobre la antigüedad de los tomos de Historia de Jerez, publicados por la Diputación gaditana, como en el Congreso sobre Tartesos) que no debemos mostrarnos obsesivos con el hallazgo de la ciudad: las excavaciones nos darán el sentido a lo que buscamos, y no hay duda de que Mesas de Asta es un yacimiento de los de primer orden.

    Puebla del Río, Sevilla

    Descrito como “el más importante campo de silos de la Europa protohistórica, testimonio impresionante de la más antigua agricultura cerealista del Occidente en gran parte ya destruido” en el estudio de García Fernández y Espino Hidalgo, el yacimiento de Puebla del Río ocupaba una colina situada al sur del actual núcleo urbano de La Puebla del Río.

    “Corresponde, en realidad, al yacimiento conocido como Estacada de Alfaro, excavado por Carriazo en 1965 e inmediatamente arrasado para urbanizarlo”, explican, “de modo que lo que se intentó proteger en 1974 era la parte que aún quedaba indemne, perteneciente en este caso a la finca denominada Cortinal de Peralta”.

    Casi una década después y tan solo parcialmente, los resultados de los trabajos arqueológicos se publicaron. Carriazo llegó a identificar un fondo de cabaña con un alzado de ladrillos de adobe y casi 200 silos, aunque en su opinión podrían alcanzar los 500. Gracias a los materiales hallados en su interior, como huesos, cerámica e industria lítica, se catalogó en la Edad del Cobre, interpretándose según Carriazo como “un centro comercial para la exportación por el río del grano cosechado y sobrante en toda la región”.

    El caso de Osuna (Sevilla) es bastante singular, ya que cuenta con una larga tradición arqueológica que arranca en el siglo XVI y se intensifica a partir del último tercio del siglo XIX, dando lugar a numerosos descubrimientos.

    Allí se localizaron las principales evidencias del asentamiento protohistórico y romano, como “restos de murallas de la antigua ciudad, de construcciones públicas diversas, entre ellas el teatro romano, termas, piscinas y otras no exploradas. Junto a una rica necrópolis ibérica y romana de dónde proceden los famosos relieves del Museo Arqueológico Nacional”.

    Aunque este yacimiento fue declarado Bien de Interés Cultural en el 2000, con la categoría de Zona Arqueológica, la protección del yacimiento de Osuna es anterior, ya que en 1967 se produce la declaración de la ciudad de Osuna como Conjunto Histórico-Artístico.

    “El estado y grado de accesibilidad de los restos, dada su magnitud y consecuente diversidad de regímenes de propiedad (hay terrenos tanto en suelo público como en parcelas privadas), varía mucho de unos a otros casos”. Alguno de los elementos más reconocibles, como la necrópolis, son visitables, pero otros, como el teatro, son inaccesibles para el público.

    Cerro de Las Cabezas, Córdoba

    Este yacimiento, situado en un pequeño cerro al pie del Aljarafe, a las orillas del río Guadiamar, albergaba “abundante cerámica de tipo púnico junto a otra anterior indígena a mano. Termina con un gran nivel romano, época a la que pertenece un probable muelle”, explica García Fernández. “Este solía asociarse a la principal función que se ha atribuido a este asentamiento en época protohistórica: servir de salida al mar de los minerales del vecino coto de Aznalcóllar a través del río y el lacus Ligustinus”.

    El experto afirma que son pocas las investigaciones llevadas a cabo sobre este yacimiento, pero dos excavaciones llevadas a cabo en 1979 y 1981 “pusieron de relieve la existencia de una ocupación aparentemente continuada que arrancaba a inicios de la Edad del Hierro y se extendía durante el periodo romano”. A lo largo de las últimas décadas, el yacimiento se ha visto muy afectado por la roturación, los cambios de cultivo, la extracción de materiales para la construcción y el expolio.

    Cortijo de Ébora, Cádiz

    Como el caso del Carambolo, el Cortijo de Ébora – situado en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz - se trata del lugar del hallazgo de un conocido tesoro, descubierto durante la roturación de unas tierras hasta entonces no cultivadas. “Este sitio había sido ya explorado por A. Schulten y G. Bonsor, aunque no fue hasta la aparición del tesoro que se inició su estudio científico”, explica García Fernández.

    Los restos exhumados, algunos muy singulares, han permitido declarar su inicio en la época orientalizante. “Tendría su momento de máxima expansión en época turdetana y se mantendría durante la Antigüedad y la Edad Media, de la que se conservan también objetos significativos, hasta entroncar con los orígenes del actual cortijo”.

    (Relacionado: Los pueblos blancos de Andalucía que se forjaron con las epidemias del pasado)

    Castillo de Lora del Río, Sevilla

    Al suroeste del centro histórico de Lora del Río, el castillo medieval de la villa también alberga viejos secretos tartésicos. Aunque se indica en el Decreto que lo protegió que tan solo quedan algunos lienzos en pie, sus muros parecen están cimentados sobre un tell, ya que “han podido constatarse niveles arqueológicos desde el período del Bronce Final, cerámicas tartésicas, fenicias y púnicas, ibéricas y romanas del siglo I a. C. al IV d. C., visigodas y altomedievales con unos extraordinarios tipos califal”.

    Un  nuevo puerto de origen tartésico en Huelva

    El último hallazgo de la huella tartésica en nuestra geografía fue confirmado hace escasos meses por la Universidad de Huelva, que comunicó el importante hallazgo a tres o cuatro metros de profundidad de unas estructuras correspondientes a la zona portuaria de la Huelva tartésica. Este hallazgo se ha dado en la céntrica parcela del antiguo edificio de Hacienda de la Gran Vía de Huelva.

    El puerto, motor económico de la ciudad, hizo de la ciudad una zona de intercambio con fenicios y griegos. Los pueblos clásicos del Mediterráneo han dado vida a las rutas marítimas onubenses, una de las principales áreas mineras del mundo conocido entonces.

    Casi 1700 personas piden a día de hoy en una petición ciudadana a la Junta de Andalucía que no tape los restos del mítico Puerto de Tartessos, sino que los integre en una cripta visitable por el público.

    “Aunque la Junta de Andalucía, promotora de la obra, se comprometió a integrarlas en el edificio, finalmente ha decidido taparlas bajo la losa de cimentación. Con ello está hurtando a generaciones presentes y futuras el derecho a conocer e interpretar cómo era la vida en Tarteso, sin duda un período identitario esencial de Huelva”, denuncia la plataforma Huelva te mira.

    “Este excepcional patrimonio histórico no solo pertenece a la sociedad onubense, es de toda la humanidad. Su valorización contribuye al bienestar social de la población y supone una oportunidad de experiencias turísticas y de dinamización social y económica”.

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