La cocaína tiene la culpa de la deforestación selvática

Varios estudios señalan que el cultivo de coca, la planta utilizada para hacer cocaína, ha estado ligada al aumento de las tasas de deforestación de las selvas colombianas y de Centroamérica desde hace décadas.

Por Redacción National Geographic
Publicado 17 feb 2011, 16:30 CET, Actualizado 28 feb 2023, 16:02 CET
Una avioneta fumiga una selva en Sudamérica.

Durante décadas, académicos, políticos y activistas ambientales han advertido que los mercados de cocaína de América del Norte y Europa están impulsando la destrucción de las selvas tropicales en Colombia, Perú y Bolivia. Sólo en Colombia, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima que 62 000 hectáreas (240 millas cuadradas) de tierra estaban bajo la producción de coca en 2010. Cuando se cultiva coca en un terreno, el área que lo rodea se convierte en un centro económico que a su vez causa más destrucciones en la selva tropical.

Fotografía de Fotografía de Luis Robayo, AFP/Getty Images

La cocaína está destruyendo vidas y hogares y no solo por la adicción a las drogas. Y lo que es más, la ecologista Liliana M. Dávalos y sus colegas cuantificaron por primera vez la deforestación indirecta relacionada con el cultivo de la coca como la limpieza del terreno para el cultivo de alimentos cerca de las plantaciones de coca en 2011.

En los años siguientes se hicieron más estudios que corroboraron sus hallazgos. Se encontraron casos similares en América Central y, en 2021, el Gobierno colombiano cuantificó la deforestación de la selva colombiana en casi  13 000 hectreas en 2020 un 7,54% de todos los áboles perdidos en el país. Un estudio de 2021 realizado por varios expertos de universidades de Australia y Colombia y publicado en la revista Biological Conservation vinculó esta deforestación con el conflicto armado que azotó al país durante décadas y las plantaciones de coca.

“En el sur de Colombia encontramos geográficamente que simplemente hay más probabilidades de perder selva cercana [al cultivo de la coca],” afirmó Dávalos de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook; “Y cuanta más coca haya alrededor, más cantidad de selva se perderá, la cantidad de coca de los alrededores tiene sus efectos”.

Esto significa que el cultivo de la coca está resultando ser una pesada carga para las especies de plantas y animales en uno de los lugares con la biodiversidad más rica del mundo. Los bosques de Colombia son el hogar de muchos animales incluyendo las águilas harpía, los tapirs, las ranas venenosas doradas y el oso de anteojos que están en peligro de extinción.

Estos hallazgos destacan la necesidad de aumentar la protección jurídica en Colombia, desde los Andes hasta el Amazonas, afirman los autores. Aunque los parques nacionales y otras designaciones protegidas no eliminan completamente la actividad del narcotráfico, Dávalos y sus colegas averiguaron que dichas medidas la reducen sustancialmente.

Las hojas de la planta de coca realmente tienen unas cantidades muy pequeñas del producto químico que se necesita para hacer la cocaína.

El pueblo andino ha masticado hojas de coca durante siglos para inducir un efecto estimulante moderado y también utiliza las plantas para hacer productos como el té y harina para cocinar. Sin embargo, el consumo mundial de cocaína ha creado una demanda de enormes cantidades de esta planta.

Este nuevo estudio, publicado el 11 de enero en la revista Environmental Science & Technology,traza el ritmo de la deforestación colombiana desde 2002 a 2007 utilizando mapas por satélite creados específicamente para controlar los cultivos ilícitos.

Las plantas de coca parecen verde brillante en estas fotografías, destacando sobre la vegetación más oscura. El equipo también utilizó fotografías aéreas de vuelos de seguimiento en sus análisis.

Únicamente una pequeña parte de la deforestación demostrada está provocada por la limpieza del terreno para plantar arbustos de coca. Cuando áreas remotas atraen a cultivadores de coca ilegal, éstas áreas se convierten en centros económicos para muchas de las actividades agrícolas asociadas.

Aunque muchas de estas actividades son perfectamente legales, como la plantación de cultivos alimentarios, Dávalos afirma que están llevando a cabo deforestación no regulada en muchas áreas ecológicamente sensibles.

Dávalos advirtió que los efectos indirectos no se han hecho sentir en todos los lugares de Colombia. Igualmente, el mecanismo que relaciona la coca con la deforestación es un poco más complejo que una simple operación matemática que sugiera que más coca equivale a más gente, lo que equivaldría a más deforestación.

“La conclusión es los lugares en los que se producen las nuevas plantaciones de coca son lugares económicamente subdesarrollados”, afirmó. En otras palabras, el auge de la plantación de la coca en áreas remotas y aisladas está conduciendo a la deforestación en regiones intactas que, de otro modo, quedarían en paz.

Las posibles soluciones al problema son probablemente complejas pero el estudio sugiere que fomentar el estatus de terrenos protegidos es un punto de comienzo sencillo y eficaz.

“No se trata de una situación en la que no encontremos deforestación en parques nacionales. Sin embargo, la protección no ralentiza la deforestación”, afirmó Dávalos. “Cuando miramos a dos lugares con exactamente las mismas características, uno que es un parque y el otro que no lo es, el que no está protegido estará significativamente más deforestado en un periodo de tiempo concreto”.

(Relacionado: El consumo de energía en la producción de drogas)

La cocaína no es un producto verde

Hay algunas posibles buenas noticias para los bosques tropicales colombianos, afirmó Rafael Lemaitre de la Oficina de EE.UU. de Política Nacional de Control del Narcotráfico (ONDCP). Las estadísticas de la ONDCP sugieren que la capacidad de producción potencial de Colombia de cocaína pura, es decir, la cantidad de terreno para el cultivo de la coca descendió a 270 toneladas métricas en 2009. Esta cifra sigue una tendencia de declive desde unas 700 toneladas métricas en 2001.

Puesto que carecemos de datos de mapas históricos, nadie sabe cuáles fueron las tasas de reducción de selva durante los años del boom en los que la producción de coca colombiana explotó desde un 10% del total mundial en 1987 hasta un 74% en 2000.

La coautora del estudio, Dávalos, añadió que la suma total de acres colombianos que se sabe se dedican a la coca se redujo durante los años del estudio, conforme se destruyeron o se abandonaron las parcelas. Sin embargo, un número significativo de parcelas continuaron apareciendo cada año, lo que mantuvo la deforestación relativa en aumento.

La reducción de la producción puede corresponderse con una demanda reducida en EE.UU., un 95% de la cocaína de EE.UU. procede de Colombia. El estudio nacional de 2009 sobre Consumo de Drogas y Salud, muestra que el número actual de consumidores de coca tienen 12 o más años y descendió un 20% de 2007 a 2009.

“Tanto el cultivo como la producción de cocaína ha descendido espectacularmente”, afirmó Lemaitre. “Esa es la buena noticia. La mala noticia es que, en los lugares en los que se produce y cultiva esta sustancia, existen consecuencias medioambientales graves”.

Los cultivadores de coca consumen bastantes pesticidas, muchos de los cuales están técnicamente prohibidos en Colombia, afirmó. “La producción en sí también está situada en áreas intactas donde la biodiversidad colombiana es increíble y se basa en gran medida en productos químicos tóxicos. Lo que sobra se vierte en el suelo o en los sistemas fluviales de la Colombia rural”.

Dávalos y sus colegas afirman que su investigación ha dejado al menos algo claro: “Hay una gran cadena que lo conecta todo”, afirmó, “y, hacia atrás, va desde el consumo hasta la selva”.

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