¿Debería prohibirse la purpurina para salvar los océanos?
La prohibición de purpurina en una cadena de guarderías británica ha desatado la polémica en todo el mundo.
Diecinueve guarderías británicas han dejado de utilizar purpurina en proyectos de arte, lo que ha dado lugar a una polémica que ha llegado hasta Nueva Zelanda sobre si la brillantina es perjudicial para la vida marina. Los directores de la cadena británica Tops Day Nurseries dicen que el objetivo de este cambio es reducir la contaminación por plástico en el océano, lo que ha inspirado a Trisia Farrelly, antropóloga medioambiental de la Universidad Massey en Nueva Zelanda, a exigir una prohibición a nivel mundial.
«Debería prohibirse la purpurina porque es un microplástico y todos los microplásticos acaban en el medio ambiente», afirma Farrelly.
¿Pero cuál es la amenaza potencial que plantean estos pedazos brillantes de microplástico que son ubicuos en la decoración navideña? Es difícil de determinar.
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La anatomía de la purpurina
La purpurina se fabrica a partir de láminas de plástico y se usa en una amplia gama de productos, entre ellos cosméticos. Cuando nos lavamos y se va por el desagüe, la purpurina se convierte en un subconjunto de basura plástica marina conocido como microplástico. Los microplásticos, que tienen una longitud de menos de cinco milímetros, pueden encontrarse en todos los océanos del planeta, desde la superficie al lecho marino. Los consumen el plancton, los peces, el marisco, las aves marinas y otros organismos marinos. Los fragmentos de plástico se acumulan en los estómagos de las aves y pueden hacer que estas mueran de hambre. Los científicos están cada vez más preocupados por sus efectos en peces y en otros organismos marinos.
El mayor volumen de microplásticos procede de dos fuentes: la basura plástica descompuesta por los rayos UV y el movimiento de las olas en trozos del tamaño de una pulga, y las microesferas de plástico que se añaden a cosméticos y a productos de higiene personal, como los limpiadores faciales o la pasta de dientes. Estas microesferas no se degradan y, con toda probabilidad, se quedarán en los océanos durante cientos de años. De hecho, los científicos estiman que cada año 8 millones de toneladas métricas acaban en los océanos del mundo. Todavía se desconoce la cantidad de purpurina que se filtra al medio ambiente y a través de qué vías lo consigue.
«Aunque hay pruebas de la acumulación de microplásticos en general y pruebas del daño que hacen en estudios de laboratorio, faltan pruebas específicas de la purpurina», afirma Richard Thompson, biólogo marino de la Universidad de Plymouth en Gran Bretaña occidental y destacado experto en microplásticos. «Hemos descubierto partículas de microplásticos en aproximadamente un tercio de los 500 peces que examinamos en el canal de la Mancha, pero no hemos encontrado purpurina».
Alice Horton, investigadora asociada del Centre for Ecology and Hydrology de Gran Bretaña, contó a National Geographic que no existen datos sólidos sobre la brillantina. Los estudios sobre los efectos de los microplásticos son «muy variables, dependiendo del tipo y de la forma de la partícula, así que es difícil determinar cuáles serían los posibles efectos ecológicos», añade.
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¿Es necesario que se prohíba?
Tanto Thompson como Horton dicen que la prohibición absoluta de la purpurina es prematura, debido a la falta de estudios sobre el tema. También señalan que la acumulación continua de microplásticos en los mares provocará cada vez más daños a la vida marina, pero sugieren que las medidas reguladoras o las medidas por parte de los fabricantes podrían ser remedios más efectivos.
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«Creo que necesitamos promover el uso de productos responsables antes de recurrir a medidas como la prohibición», afirma Horton.
Con este fin, Lush Ltd., una cadena de tiendas de cosméticos con sede en Reino Unido, ha remplazado la brillantina plástica que empleaban en sus productos —elaborada con tereftalato de polietileno (PET, por sus siglas en inglés)— por micas sintéticas y purpurina mineral, y «brillos con base de almidón», y está promocionando este cambio en su página web. «Para no formar parte del problema de los microplásticos, hay que empezar por leer las etiquetas de todos tus cosméticos para saber si contienen algún material plástico», aconseja Lush en su página de inicio.
A partir del pasado julio, Estados Unidos ha prohibido la producción de cosméticos y productos de higiene personal que contengan microesferas. Esa misma ley prohíbe la venta de cosméticos que contengan microesferas a partir de julio de 2018 y de medicamentos sin receta que contengan partículas de plástico a partir de julio de 2019.
El pasado junio, Canadá también prohibió el uso de microesferas. Reino Unido también prohibirá las microesferas el año que viene. En Europa, Cosmetics Europe, una organización comercial que representa a las empresas de cosméticos, ha recomendado que se dejen de utilizar microesferas.
En Nueva Zelanda, Farrelly ha alabado la atención que se está prestando ahora a la purpurina gracias a la prohibición de la guardería, especialmente a medida que se acerca la época navideña. «Solo es una pequeña parte de los microplásticos», afirma. «Las microfibras son mucho más grandes, pero si es la purpurina la que recibe más atención ahora mismo creo que también es algo fantástico».
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