Así respiran los pulmones del planeta
Te enseñamos un vídeo de la NASA que muestra la circulación del CO2 en la atmósfera y su relación con los árboles de la Tierra.
9 de marzo de 2016
Una hoja puede marcar una gran diferencia. Bueno, no una sola hoja. Tenemos 3,1 billones de árboles en nuestro planeta: 422 árboles por persona. Si contamos todas las hojas de todos esos árboles y observamos lo que hacen de manera colectiva en el aire que nos rodea, el efecto —y no exagero— es impresionante. Por eso creo que con este vídeo de la NASA te quedarás boquiabierto.
Sigue el flujo del dióxido de carbono por el planeta a lo largo de 12 meses, a partir de enero. La mayor parte de la acción tiene lugar en el hemisferio norte, donde está la mayoría del terreno continental y, por lo tanto, donde está la mayoría de los árboles. Los bosques templados más grandes están en Canadá, Siberia y Escandinavia.
Y esto es lo que pasa con los árboles...
Sabemos que absorben aire. Sus hojas engullen el dióxido de carbono y, a continuación, con la ayuda del sol, el carbono se queda en el árbol (en forma de ramas, troncos) y el oxígeno se libera.
Llega el invierno, las hojas se caen, los árboles se quedan desnudos. Sin hojas, los árboles se quedan callados. Cualquier CO2 adicional probablemente se quedará en la atmósfera hasta junio.
La diferencia que marca junio
Es el mes en el que billones y billones de hojas crecen y empiezan a respirar, y lo que verás en el vídeo es su respiración colectiva literalmente limpiando el cielo. Este vídeo comienza en enero, pero sigue viéndolo hasta llegar a junio (y julio, y agosto): es como si los bosques del mundo se convirtieran en una enorme aspiradora, peinando el aire, absorbiendo el CO2 hasta noviembre.
Cuando las hojas caen, la situación se invierte... y da un poco de miedo. Compruébalo con tus propios ojos:
Considera la fantástica escala de esta danza global. Comienza, como he dicho, con 3,1 billones de árboles. Es el censo más reciente, publicado hace unos meses en la revista científica Nature (página 201) por Thomas Crowther, de Yale, un investigador posdoctoral del Instituto de Clima y Energía. Si está en lo cierto, hay más árboles en la Tierra que estrellas en la Vía Láctea.
Ahora, imagina cuántas hojas podría haber en todos esos árboles. Es una cifra enorme. La Universidad de Washington trató de realizar un recuento de hojas de un «roble maduro», pero los robles son tan variables que solo pudieron darnos un intervalo: de 200.000 a medio millón de hojas por árbol.
A continuación, mira bajo una lupa una hoja de roble o cualquier otra hoja (o, ya que estamos, la superficie de cualquier planta verde, incluso una brizna de hierba). Descubrirás pequeños tubos respiratorios llamados estomas. Esa palabra significa «boca» en griego, ya que, al igual que las bocas, son aperturas que dejan entrar el aire del exterior.
Yo las veo como pulmones, normalmente con aperturas dosificadoras. Así entra el oxígeno de carbono y sale el oxígeno. El fotógrafo Robert Dash usó un microscopio de electrones para magnificar la superficie de una hoja de roble a 150 aumentos, y ¿ves todas esas aperturas? Te señalamos unas cuantas.
Hay muchas, ¿verdad? En un milímetro cuadrado de hoja, por ejemplo, puedes encontrar entre cien y mil pulmones diminutos.
Piensa que:
Si multiplicamos todos esos pulmones de las hojas por todas las hojas por todos los árboles y añadimos la hierba al lote, estamos hablando de un vasto sistema respiratorio planetario inimaginable, una gigantesca maquinaria verde que extrae enormes cantidades de dióxido de carbono del aire, especialmente en los meses más cálidos.
Eso es lo que muestra el vídeo de la NASA: podemos ver la Máquina Verde encendida y luego apagada unos cuantos meses. Cuando está encendida, cuando las hojas crecen, esos feos remolinos naranjas y rojos se desvanecen. La máquina funciona. Y ocurre cada año. Es como si la Tierra tuviera pulmones.
Pero, pese a toda su fuerza respiratoria, las concentraciones de CO2 siguen acumulándose en nuestra atmósfera. Aparentemente, estamos expulsando tanto CO2 al cielo que los árboles no pueden seguirnos el ritmo.
Hace 12.000 años, según afirma el estudio de Yale, había el doble de árboles en la Tierra. Al parecer, necesitamos su ayuda; necesitamos más árboles.
Pero los árboles no son los únicos que absorben CO2 en el planeta. Los océanos también absorben dióxido de carbono. Los animales comen carbono, mueren y se hunden al fondo del mar. Los acantilados blancos de Dover están formados por los esqueletos de animales ricos en carbono. La tiza es básicamente un almacén de carbono.
Así que, aunque las plantas no sean las únicas que absorben dióxido de carbono, no nos vendría mal tener más.