Enzimas y gusanos que comen plástico, pequeños aliados contra el gran desafío del siglo XXI

Hoy en día los plásticos inundan nuestros océanos e invaden los entornos naturales. Ante un problema de estas dimensiones, seres diminutos como las enzimas o los gusanos se revelan como poderosos aliados contra esta lacra.

Por Manuel Moncada Lorén
Publicado 18 abr 2018, 18:12 CEST
Playa plástico 00
Las botellas de plástico se acumulan en nuestras playas.
Fotografía de PxHere
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Océanos de plástico

Los plásticos son materiales que tardan cientos de años en degradarse, pero a pesar de ello, fabricamos objetos desechables de forma masiva con este derivado del petróleo.

Las botellas, bolsas, envases y un largo etcétera de elementos artificiales que flotan en los océanos mecidos por las olas o arrastrados por el viento, suponen una seria amenaza para nuestro planeta y sobre todo para los océanos, el sumidero final de este tipo de basura.

Los plásticos ya forman parte de la cadena trófica marina al haberse degradado en microplásticos como consecuencia de la erosión y la radiación solar. Estos trozos de plástico, de tamaño inferior a 5 milímetros, son ingeridos por la fauna marina con consecuencias catastróficas para los ecosistemas, según demostró un estudio desarrollado por el centro de investigación mexicano El Colegio de la Frontera Sur, en colaboración con la Universidad de Wageningen de los Países Bajos.

Las aves marinas como este albatros de las Islas Midway, confunden el plástico con sus presas naturales, lo que les ocasiona la muerte.
Fotografía de Chris Jordan

La enzima que come plástico

Un problema de estas dimensiones exige poner límites a la producción de unos utensilios que ponen en riesgo la vida en la Tierra, pero mientras tanto, los científicos han dado con unos pequeños pero eficaces aliados para combatir la gran plaga de plásticos que cubre el planeta.

Un equipo de investigación compuesto por científicos de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) y del Laboratorio Nacional de Energía Renovable del Departamento de Energía de Estados Unidos, hizo el descubrimiento durante el estudio de un tipo de bacteria (Odeonella sakaiensis) que se sirve de las enzimas para literalmente devorar el plástico, según reveló un estudio publicado por la revista Science.

Presente en estos microorganismos, la enzima PETasa es capaz de digerir el tereftalato de polietileno (PET), un tipo de plástico contaminante diseñado en el siglo pasado y que hoy todavía se usa para fabricar millones de toneladas de botellas que se acaban convirtiendo en montañas de basura.

El PET resiste durante siglos el embate de las olas y el viento, por lo que permanece cientos de años inalterado en el medio ambiente y constituye uno de los problemas medioambientales más graves del mundo.

Un golpe de suerte

El objetivo de los científicos era determinar la estructura de la enzima PETasa, pero un golpe de suerte acabó llevando a los investigadores más lejos de lo que hubieran esperado: lograron diseñar una enzima aún más efectiva que su equivalente natural presente en la bacteria “comeplásticos”.

"Diseñamos una versión perfeccionada de la enzima más eficiente que la natural", aseguró McGeehan en una entrevista con Reuters. "Esto es realmente emocionante porque significa que hay potencial para optimizar la enzima aún más", añadió.

“La serendipia juega en ocasiones un papel fundamental en la investigación científica y nuestro descubrimiento no es una excepción”, reconoció McGeehan.

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    Los gusanos de la cera (Galleria mellonella), pueden ayudar a paliar el problema de los plásticos.
    Fotografía de Csic

    El voraz apetito del gusano de la cera

    Además de las enzimas devoradoras de plástico, la naturaleza en su sabiduría nos brinda otro pequeño pero no por ello menos importante aliado en la lucha contra el plástico: los gusanos de la cera, que son técnicamente la larva de la polilla de la cera (Galleria mellonella).

    La legendaria voracidad de estos pequeños invertebrados, auténtico terror de las colmenas y apicultores, se revela como una cualidad muy apreciada si el objetivo que se persigue consiste en engullir polietileno (PE), uno de los plásticos más abundantes.

    La investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Federica Bertocchini, publicó el descubrimiento en la publicación científica Current Biology, realizado de forma conjunta con los científicos de la Universidad de Cambridge.

    80 millones de toneladas de polietileno al año

    El estudio señala que cada año, se fabrican en todo el mundo más de “80 millones de toneladas de polietileno”, un plástico muy resistente y difícil de degradar al que ahora estos insaciables anélidos pueden ayudar a dar salida.

    Un utensilio tan común como una bolsa de la compra fabricada con polietileno de baja densidad, tarda casi un siglo en degradarse, mientras que las más gruesas y resistentes permanecen incólumes en la naturaleza durante 400 años.

    Un ánade azulón con una anilla procedente de una lata de refresco alrededor de su cuello.
    Fotografía de Ian Kirk

    Los plásticos, una marea negra invisible

    Encontrar respuesta en la naturaleza a los problemas que la humanidad ha provocado es una muy buena noticia, pero solamente entre todos seremos capaces de invertir más de un siglo de consumo desenfrenado de los recursos y destrucción de hábitats.

    El cambio climático, al mismo nivel que la amenaza que supone esta marea negra invisible y plástica que inunda nuestros océanos y playas, no es un problema del futuro ni de lugares remotos. Hace pocos días vimos como aparecía el cadáver de un cachalote en Cabo de Palos (Murcia) , cuya necropsia reveló la existencia de 29 kilogramos de plástico en su estómago, que seguramente confundió con calamares y que le provocaron la muerte por shock gástrico.

    La lucha contra el plástico es una batalla tan necesaria como ineludible si queremos que las generaciones venideras disfruten de nuestro hogar tal y como nosotros un día lo conocimos.

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