Los bosques: la solución olvidada contra el cambio climático
Los grupos medioambientales internacionales se reunirán esta semana para intentar diseñar un plan que utiliza los árboles para salvar el planeta.
¿Pueden los bosques ayudar a salvar el planeta? Los medioambientalistas esperan que la respuesta sea afirmativa.
Un grupo de ONG y líderes comunitarios se reunirán en San Francisco el 12 de septiembre para debatir soluciones que esperan mitiguen los efectos del cambio climático.
Pretenden adoptar una solución que denominan 30x30. Es un objetivo establecido específicamente para alcanzar las metas de reducción de emisiones de carbono del Acuerdo de París, y las organizaciones que acudirán a la cumbre creen que los bosques y tierras gestionados de forma sostenible pueden cumplir el 30 por ciento de los objetivos de reducción de emisiones.
¿Qué pueden hacer los bosques para reducir las emisiones de carbono?
Los grandes bosques son capaces de extraer grandes cantidades de carbono. Las franjas forestales como las de la Amazonia, la mayor región forestada del planeta, actúan como sumidero a la hora de retirar las emisiones de la atmósfera.
Global Forest Watch, que supervisa la deforestación en tiempo real, estima que entre 2001 y 2017, se perdieron más de 3,2 millones de kilómetros cuadrados de cubierta forestal. La agricultura, la tala y la ganadería provocaron gran parte de esa pérdida.
La cumbre de San Francisco se centrará en soluciones que permitan que estas industrias crezcan, pero con regulaciones que impongan la sostenibilidad.
Frances Seymour, del Instituto de Recursos Mundiales, afirma que los países tienen la capacidad de imponer una gestión forestal sostenible, pero la voluntad política se interpone entre sus objetivos y la realidad.
Tras el ejemplo de Brasil, Perú trata de ponerse al día
«Brasil es un gran ejemplo», afirma Seymour acerca de un país que ha equilibrado el crecimiento industrial y la sostenibilidad.
Entre 2004 y 2012, el país, que contiene la mayor parte de la selva amazónica, redujo la deforestación en un 80 por ciento.
Seymour afirma que se debe a un conjunto de factores, como una mejor aplicación de la ley, el reconocimiento de los derechos sobre la tierra de los pueblos indígenas y la creación de más áreas protegidas que contribuyeron a los logros medioambientales del país. Sin embargo, desde 2016, la deforestación brasileña ha aumentado, algo que Seymour atribuye al cambio de voluntad política por parte del gobierno federal de la nación.
Pese a este retroceso, los medioambientalistas y los líderes de la industria sostenible del vecino Perú miran a Brasil en busca de inspiración a la hora de gestionar sus áreas protegidas.
Una medida con la que el país pretende reducir la deforestación es ofrecer concesiones de tala a negocios que se comprometan a talar los bosques de forma sostenible. Maderacre es una de esas concesiones. Se encuentra en la región de Madre de Dios, en la cuenca sureste del Amazonas, en la frontera entre Bolivia y Brasil.
El estado ha concedido a Maderacre una concesión que incluye 200.000 hectáreas de las cuales pueden extraer madera durante 40 años. A diferencia de una compañía de tala tradicional, Maderacre solo tala un árbol cada dos hectáreas para evitar convertir grandes extensiones de bosque en zonas totalmente arrasadas. Cada año, talan árboles en solo 11.000 hectáreas de la concesión y, a continuación, se desplazan a una nueva parcela en una rotación anual. En las parcelas taladas, plantan árboles nuevos.
Kroll explica que la mayor parte de la madera de Maderacre se vende en Europa, y los consumidores de productos de madera a miles de kilómetros de distancia podrán ver los artículos de Maderacre con la marca del Forest Stewardship Council.
Nelson Kroll lleva 16 años trabajando como gestor forestal en Maderacre y afirma que el combustible y la mano de obra suponen los mayores costes de trabajar en la concesión. No ha revelado los beneficios anuales de la concesión, pero explica que el negocio sería más rentable si no funcionase de forma sostenible. Árboles como el gigantesco shihuahuaco, por ejemplo, crecen durante cientos de años. Algunos de los de Maderacre albergan especies en peligro de extinción como el águila arpía.
Kroll afirma que un shihuahuaco puede costar hasta 13.700 euros, un beneficio al que Maderacre renuncia si el árbol contiene especies importantes. Pero Kroll señala que el objetivo de la concesión no es solo obtener beneficios, sino garantizar que los bosques sean un recurso lucrativo a largo plazo.
No todas las concesiones forestales peruanas han sido un éxito, y un estudio publicado en 2017 determinó que algunas posibilitan la tala ilegal. Tras analizar los datos del departamento peruano que supervisa las 609 concesiones forestales del país, los autores del estudio descubrieron que el 43 por ciento habían sido canceladas o estaban siendo investigadas por violaciones graves.
Las ONG de Perú afirman que necesitan más financiación gubernamental para la aplicación de la ley y la supervisión, que garantizarían que la gestión forestal sostenible funciona.
Desenterrando la voluntad política
Los representantes de las ONG medioambientales que acudirán a la cumbre de San Francisco esperan que la participación de representantes de ciudades, estados y comunidades nativas estimule un movimiento político de bases.
Fue World Wildlife Fund quien convocó a las partes interesadas que trabajan en sectores diferentes vinculados a la administración forestal. En Perú, la división local de WWF contactó con muchos interesados, desde comunidades indígenas que viven en aislamiento voluntario y alcaldes de ciudades crecientes de la Amazonia.
Según Seymour, la fecha de la cumbre es políticamente importante porque se celebra tres años después del Acuerdo de París y un año después de que el gobierno de Trump presentara un comunicado formal a la ONU anunciando su retirada del acuerdo.
«La acción estatal y local es una respuesta a eso», afirma Seymour.
¿Cómo será ese 30 por ciento?
«Para lograr el objetivo colectivo del 30 por ciento, estos países pueden y deben ayudar a movilizar la financiación, también del sector privado, para establecer medidas de mitigación forestales, alimentarias y terrestres en países en vías de desarrollo», afirma Peter Graham, director ejecutivo de política e investigación en Climate Advisers.
Nigel Puris, ex negociador jefe de Estados Unidos en materia del clima y actual consejero delegado de Climate Advisers, explica que estas medidas serán diversas, desde la reforestación a la creación de una agricultura sostenible, pasando por reducir el consumo de carne.
«No es un enfoque uniforme», afirma.
Añade que el objetivo del 30 por ciento se negoció entre las partes interesadas que asistirán a la cumbre y es compatible con los objetivos establecidos por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
Para seguir el progreso de estas medidas, Climate Advisers recomienda que cada una de las partes informe de sus avances en las contribuciones determinadas a nivel nacional del Acuerdo de París. Solo un tercio de los 165 países miembros del acuerdo ha cuantificado los objetivos del sector de la tierra, una inacción que la cumbre espera rectificar.
Estados como California han intentado compensar la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París con políticas como un límite de emisiones de carbono y programas comerciales, pero Seymour opina que, aunque son medidas importantes, no sustituyen la implicación del gobierno federal estadounidense a la hora de fijar acuerdos internacionales.
Kurt Holle, director nacional de WWF Perú, cree que la inversión privada es la mejor forma de crear cambios rápidamente y a gran escala. Para él, la Amazonia peruana tiene el potencial de convertirse en el «Sillicon Valley» de la gestión forestal sostenible.
«Es un lugar que podemos adaptar ahora y adaptar rápidamente», afirma Purvis. «Ha sido una parte diminuta de la atención política y mediática. Es la solución olvidada».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.