Hallan por primera vez microplásticos en heces humanas

Los microplásticos se introducen en lugares remotos y especies de todo el planeta, y las personas no son ninguna excepción.

Por Laura Parker
Publicado 24 oct 2018, 14:02 CEST
Plásticos 101
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Ha ocurrido lo inevitable. Ya se han encontrado microplásticos en aves, peces y ballenas, de forma que no debería sorprendernos que los hayan descubierto en humanos. Las diminutas partículas y fibras de plástico han sido halladas en las heces de ocho personas que han aportado muestras como parte de un estudio piloto.

Esta noticia confirma las predicciones de los investigadores que han rastreado los microplásticos en lugares remotos e identificado estas partículas en agua potable, cerveza, sal de mesa y marisco. Pero las implicaciones en este caso concreto siguen siendo poco claras.

El hecho de que sea la primera documentación de dichos materiales en humanos es importante. Sin embargo, un estudio tan pequeño no puede empezar a responder siquiera a las incógnitas que penden sobre la ciencia de los microplásticos: ¿dónde se originan estos fragmentos de plástico? Y ¿cuáles son los posibles riesgos para la salud humana?

Fragmentos de microplásticos, hallados en las orillas de Warnow en Rostock, Alemania, el 17 de marzo de 2015, fijados a un fragmento de celo en un dedo en el Instituto Leibniz para la Investigación en el mar Báltico (IOW) en Warnemuende, Alemania, el 9 de febrero de 2016.
Fotografía de Bernd Wüstneck, Picture Alliance, Dpa, AP Images

Las fibras pequeñas pueden desprenderse de envases de alimentos. También lo hacen de las moquetas, la ropa y otros objetos de plástico que invaden nuestras vidas cotidianas. ¿Podrían proceder las fibras de las heces del polvo aéreo que cayó sobre la comida de los participantes en el estudio antes de haberla consumido? ¿O procedían los microplásticos de los propios envases de los alimentos?

Esas no son las únicas preguntas. Una vez dentro del cuerpo humano, ¿pueden las nanofibras de plástico —a veces inferiores a la anchura de un pelo humano— llegar hasta el torrente sanguíneo, el sistema linfático o hasta el hígado de una persona? Hasta la fecha, todo eso sigue siendo un misterio.

«Diría que no es sorprendente encontrar microplásticos en heces», afirma Chelsea Rochman, ecóloga de la Universidad de Toronto que estudia los efectos de los microplásticos en peces. «En mi opinión, demuestra que nos comemos nuestra basura. La mala gestión llega hasta nosotros, hasta nuestros platos. Y sí, debemos estudiar cómo podría afectar a los humanos».

Plásticos por dentro

Cada año, una media de ocho millones de toneladas de residuos plásticos —la mayoría de un solo uso— llegan a los océanos del planeta desde regiones costeras. En el agua, la luz solar y el oleaje descomponen estos plásticos en fragmentos del tamaño de granos de arroz. Las fibras de la ropa sintética como el poliéster y el acrílico llegan a los sistemas de agua dulce a través de las lavadoras. Puede observarse esto en acción con una chaqueta polar; al rascar el brazo de la chaqueta pueden desprenderse fibras invisibles. De este modo, diminutos fragmentos y fibras de plástico se han extendido por todo el planeta. Se encuentran en fosas marinas a gran profundidad y en el aire que respiramos.

La vida marina —desde el plancton más diminuto hasta las ballenas más grandes— ingiere estos plásticos, entre ellos aquellos lo bastante diminutos como para considerarlos microplásticos. Y los cruces con los plásticos suelen resultar letales. Hasta la fecha, gran parte de la investigación acerca de las consecuencias de esta expansión se han centrado en aves y otros animales. Se han hallado microplásticos en más de 114 especies acuáticas y algunos estudios han demostrado posibles daños a los sistemas reproductores y el hígado.

Philipp Schwabl, médico y científico que llevó a cabo el experimento en heces humanas, afirma que espera que sus hallazgos aceleren la investigación de los efectos de los microplásticos en la salud humana.

«Basándome en la investigación, es muy probable que los microplásticos se encuentren presentes en humanos», afirma. «Pero nadie ha investigado si los microplásticos también llegan al intestino humano. El debate puede trasladarse a los humanos».

Schwabl, gastroenterólogo de la Universidad de Medicina de Viena, presentará sus hallazgos en la conferencia del United European Gastroenterology en Viena.  Los hallazgos todavía no han sido revisados por pares ni publicados. Schwabl explica que espera haber completado ambos pasos en noviembre. Añadió que pretende expandir el estudio a un grupo más grande.

En el estudio participaron tres hombres y cinco mujeres, de entre 33 y 65 años, procedentes de siete países europeos y de Japón. Los participantes elaboraron un diario de comidas durante una semana y, a continuación, aportaron una muestra de heces para analizarlas. Todas las muestras de heces dieron positivo en plásticos.

Los diarios también aportaron información sobre las posibles fuentes de los plásticos. Dos de los ocho participantes masticaban chicle a diario y seis consumieron alimentos del mar. En el transcurso de una semana, todos consumieron alimentos que habían estado envueltos en plástico. De media, los participantes bebieron unos 710 mililitros de agua a diario de botellas hechas de PET (tereftalato de polietileno, el material más usado para fabricar botellas de plástico).

Schwabl advirtió de que el estudio es demasiado reducido para sacar conclusiones sobre factores individuales, como masticar chicle o consumir pescado, las rutinas domésticas de los participantes o el lugar donde viven.

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    La Agencia Medioambiental de Austria analizó las muestras de heces en busca de 10 tipos de plástico diferentes. Encontraron nueve de ellos, siendo los más habituales el PET y el polipropileno (PP), un compuesto habitual de los envases de plástico de alimentos y la ropa sintética.

    En términos de cantidad, las muestras de heces contenían una media de 20 partículas de plástico de diversos tamaños, entre 50 y 500 micrómetros. A modo de comparación, un pelo humano tiene un grosor de unos 100 micrómetros.

    Los caminos del plástico

    Richard Thompson, científico marino de la Universidad de Plymouth en Reino Unido, dice sentirse sorprendido ante la cantidad de plástico en las heces. La cifra es más alta de lo que habría esperado basándose en la cantidad de plásticos documentados en alimentos marinos.

    Thompson y otros cuatro científicos publicaron un estudio a principios de año que comparaba la posible exposición a fibras plásticas aerotransportadas que se depositan en la comida durante su preparación con la cantidad de microplásticos ingeridos por mejillones comestibles en Escocia. El grupo descubrió que el riesgo de consumo de plástico para los humanos era superior con la exposición a fibras aéreas que con el consumo de mejillones. 

    80 bolsas de plástico: las responsables de la muerte de una ballena
    El 28 de mayo, encontraron a una ballena en un canal del sur de Tailandia, con dificultades para nadar. Un equipo de veterinarios rescató a la ballena e intentó tratar al animal malnutrido. La ballena regurgitó varias bolsas de plástico, pero murió el 1 de junio. Durante una necropsia retiraron de su estómago más de 7,7 kilogramos de plástico, incluidas más de 80 bolsas de plástico y otros restos. La ballena había muerto de hambre, ya que los residuos plásticos le impidieron alimentarse.

    Según Thompson, esto plantea incógnitas sobre las fuentes de plástico halladas en el estudio de heces.

    Afirma que el PET podría proceder de botellas de plástico y envases de alimento, pero también sería posible que procediera de moquetas, cortinas o ropa y que haya caído en el plato. «Si podemos saber cuál es el camino, nos ayudará a comprender mejor la solución». 

    Pero conocer el camino que sigue el plástico, «no nos dice nada sobre el daño que causa», añade Thompson.

    El propio Schwabl advierte de que no se deben sacar demasiadas conclusiones de una muestra de ocho personas. «No hemos estudiado los daños. Demostramos que hay microplásticos en las heces humanas. Hasta ahora, la gente lo creía, pero ahora lo sabemos. Es importante», afirma.

    Este artículo se actualizó el 23 de octubre de 2018 para indicar que un sujeto del estudio también procedía de Japón.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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