India sufre una crisis hídrica histórica. ¿Podrá resolverla desviando 30 ríos?
El ambicioso plan de trasvases se pondrá en marcha a pesar de los problemas medioambientales.
Out of Eden Walk, del escritor y socio de National Geographic Paul Salopek, consiste en una odisea narrativa por todo el mundo siguiendo los pasos de nuestros antepasados humanos. Este es su artículo más reciente desde la India.
La plantación de Prem Singh crece exuberante a orillas del río Ken.
Las corrientes del río han disminuido, asfixiadas por años de sequía. Los niveles de los pozos locales han descendido hasta 26 metros. Los agricultores de grano abandonan sus campos y se mudan a las ciudades. Algunos se han suicidado. Pero la parcela mixta de mangos, hileras de bulbos de ajos y cobertizos para el ordeño de vacas parecen un oasis entre las olas de calor. No tiene deudas —el sueño de cualquier agricultor en cualquier parte del mundo— y obtiene beneficios.
«La Revolución Verde nos arrebató la autosuficiencia», cuenta Singh, refiriéndose a las técnicas de agricultura industrial que introdujeron la mecanización, los cultivos modificados genéticamente y los fertilizantes químicos en la región hace más de 25 años. «Vendí mi tractor. Ahora uso búfalos para arar. Acumulo mucha agua de lluvia en un estanque. Me va mucho mejor que a la mayoría de mis vecinos».
Con todo, la visión minimalista de Singh entra en conflicto con uno de los proyectos hídricos más grandes y atrevidos del mundo: el gobierno indio pretende trasvasar el caudal del Ken para rellenar un río cercano que, según el gobierno, está aún más seco, el Betwa. Esta transfusión paisajística forma parte de un programa de trasvases sin precedentes cuya meta final consiste en unir 30 importantes ríos indios mediante más de 14.000 kilómetros de canales de hormigón.
¿La razón?
India se enfrenta a una emergencia hídrica de proporciones históricas y se estima que 600 millones de personas —casi la mitad de la población— sufren una grave escasez de agua o tienen suministros hídricos contaminados. Los ingenieros del gobierno proponen aliviar la crisis derivando el agua «excesiva» de un cauce a otro, una remodelación colosal del diseño de la naturaleza que también podría ayudar a controlar las inundaciones durante el monzón, fomentar la irrigación y generar energía hidroeléctrica para los sedientos habitantes del país.
«El gobierno indio quiere conseguir un acceso universal y equitativo a un agua potable asequible y segura para todos en 2030», prometió recientemente Nitin Gadkari, ministro de Recursos Hídricos, Desarrollo Fluvial y Rejuvenecimiento del Ganga, en una conferencia hídrica.
Los expertos del gobierno se muestran menos optimistas. El año pasado, un grupo de expertos creado con financiación federal advirtió de que la demanda de agua en la India duplicaría los suministros disponibles del país ese mismo año.
Los trasvases humanos de cursos fluviales no son una novedad.
Un reciente estudio del World Wildlife Fund determinó que solo un tercio de los ríos más largos del planeta se consideran ríos no canalizados. Ha habido tantas represas en el río Colorado y sus afluentes que el río estadounidense suele expirar en una franja reseca en la frontera mexicana. Y durante la época soviética, Rusia planificó canalizar todos los ríos siberianos a los campos de algodón a miles de kilómetros de distancia, en Asia Central, empleando canales creados anteriormente por bombas atómicas.
La versión india de ruleta fluvial es casi igual de ambiciosa.
Hasta ahora, Delhi ha asignado casi 2.000 millones de euros a su plan «Interlinking of Rivers». Desviar el agua del Ken para saciar el Betwa es el primer caso que presupuestan. Los dos ríos, ambos afluentes del Ganges, estarán unidos por 232 kilómetros de canales. Para ello, se necesitarán dos presas que inundarán casi 60 kilómetros cuadrados de tierra. Los medioambientalistas han prometido que lucharán contra el proyecto en los juzgados.
«¿Dónde está todo ese exceso de agua?», pregunta Raghu Chundawat, un importante conservacionista indio. «El gobierno no comparte sus datos de caudal. No creo que sepan siquiera cuáles serán las consecuencias».
Chundawat señaló que la mayor parte de la tierra que quedará inundada por el proyecto de trasvase Ken-Betwa se encuentra dentro del parque nacional de Panna, una de las reservas de tigres en peligro de extinción de la India.
Río abajo, en el Ken, el agricultor Singh predica soluciones a pequeña escala.
En colaboración con activistas agrícolas locales y el gobierno, ha fomentado la excavación de más de 8.000 estanques para acumular agua de lluvia durante la última década. Muchos vecinos adoptan sus prácticas sostenibles de dividir las hectáreas de las plantaciones en cuatro usos entrelazados: un cuarto para árboles frutales, un cuarto para cultivos bajos, un cuarto para animales y el resto para el almacenamiento de agua en superficie. Procesa sus cultivos in situ —mango en conserva—, lo que les aporta valor. Incluso ha construido un pequeño museo de la historia humana llamado Centro Agrario Humano. En él, los agricultores felices ocupan la cúspide de la evolución. Gracias al estanque de agua pluvial de su plantación, no le falta el agua.
«Los agricultores me dicen que es el clima lo que les ha obligado a transformarse», afirmó Singh, señalando que el caudal del río Ken es cada vez más irregular conforme el calentamiento global altera los patrones pluviales de la India.
«Es el momento de tomar decisiones personales», afirmó. «No de grandes proyectos fluviales».
Más allá de sus frescos huertos de árboles frutales se extienden los cálidos campos, aplanados por tractores y 11.000 años de decisiones tomadas desde que se plantó la primera semilla.
Paul Salopek ha recibido dos premios Pulitzer por su labor periodística como corresponsal del Chicago Tribune. Síguelo en Twitter @paulsalopek.
Esta historia se publicó originalmente en inglés en la página web de la National Geographic Society dedicada al proyecto Out of Eden Walk.