Las zonas muertas de un Mediterráneo asfixiado
Multiplicada por diez desde la década de 1950, la falta de oxígeno en los océanos es un desafío global que amenaza especialmente al mar Mediterráneo.
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Más allá del calentamiento de los océanos del que tanto se habla y de la subida del nivel del mar, que pone en riesgo islas enteras como Kiribati, en el Pacífico, otra amenaza menos conocida desafía la supervivencia de nuestras aguas: la falta de oxígeno bajo la piel del océano.
Apagadas y sin vida, las llamadas zonas muertas de los mares contienen un nivel tan bajo de oxígeno que bajo sus extensos mantos marinos no hay lugar para el desarrollo de vida. La hipoxia marina refleja un déficit de oxígeno tal, que amenaza el equilibrio de los ecosistemas y la vida tal y como la conocemos.
La pasada semana, el nuevo estudio sobre el estado de la biodiversidad de la IPBES afirmaba que ya hay más de 400 zonas muertas en nuestros océanos, una extensión de más de 245.000 kilómetros cuadrados, debido entre otros motivos a los fertilizantes que son arrojados a los ecosistemas costeros.
Las bacterias extraen el oxígeno del agua
“La combinación del aumento de nutrientes en el agua y el aumento de temperatura favorecen el florecimiento de bacterias que extraen el oxígeno del agua y crea las zonas muertas”, afirma Jacques Cousteau, hijo del precursor del submarinismo, en el documental Salvemos nuestro Mediterráneo, de estreno el próximo el 3 de junio a las 22.00 en la programación Especial Océanos de National Geographic.
Con el objetivo de visibilizar el declive que estamos provocando en la rica biodiversidad del mar Mediterráneo, el explorador de National Geographic Manu San Félix se embarca en un viaje submarino a través de nuestras aguas, donde muestra cómo hemos arrasado los ecosistemas en menos de cinco décadas.
Según el estudio publicado el pasado año por la revista Science, Disminución del oxígeno en el océano global y las aguas costeras, las zonas sin oxígeno de los océanos se ha multiplicado por cuatro desde mediados del siglo XX a causa de la actividad humana, y aquellas áreas costeras con muy poco oxígeno se han multiplicado por diez.
Por lo general, la hipoxia marina no es un fenómeno constante, sino que depende de diversas causas meteorológicas y afecta sobre todo a lugares donde la renovación de las aguas no es posible, como el mar Mediterráneo. Sin embargo, ante la falta de medidas, este fenómeno que comenzó siendo puntual se está convirtiendo en un problema crónico en aumento que asfixia la salud de nuestros mares.
“Las zonas muertas son lugares recubiertos por algas filamentosas que, tras semanas, todo queda completamente muerto”, afirma Manu San Félix. “Año a año, esto es algo que está aumentando, y podemos observarlo en muchos sitios de las Islas Baleares”
Hace escasos meses, un nuevo estudio publicado en la revista Limnology and Oceanography afirmaba que las zonas muertas ya podían encontrarse incluso en algunos ecosistemas de agua dulce, lejos de las contaminadas zonas costeras que arrasan los nutrientes marinos.
La estratificación de los océanos
Cuando los océanos y mares se calientan, se produce un fenómeno que provoca que la capa superior caliente y la fría del fondo marino no se mezclen, lo que provoca que la reacción química que tiene lugar cuando el océano se calienta no permita la generación de oxígeno.
Los seres vivos que se desarrollan en grandes océanos tienen la opción de tratar de adaptarse o modificar sus hábitats en la medida de sus posibilidades. Sin embargo, aquellos que se desarrollan en mares cerrados, como el Mediterráneo, están destinados a extinguirse de forma inevitable ante el calentamiento de las aguas.
Además, el cambio climático agrava aún más la situación debido a que, ante ese aumento de las temperaturas que baja los niveles de oxígeno, los animales, a su vez, necesitan aún más cantidad de oxígeno, según afirman los investigadores del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados en la revista Global Change Biology.
Según este estudio, la esperanza de vida de estos organismos se reduce en un 74%, mientras que su requerimiento de oxígeno aumenta un 16%. Además, este fenómeno se suma a la eutrofización, es decir, la acumulación de residuos orgánicos cerca de las costas que causa una proliferación excesiva de ciertas algas.
La posidonia, el pulmón del Mediterráneo
En nuestras aguas, este problema se ve acrecentado además por el declive de la posidonia oceánica, considerada el pulmón del Mediterráneo con sus más de 100.000 años de vida.
La importancia de esta planta en la generación de oxígeno es vital: un metro cuadrado de sus hojas proporcionan 10 litros de oxígeno al día bajo las aguas, lo que la convierte en protagonista fundamental en la lucha frente a las zonas muertas y al cambio climático.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza afirmaba, además, que estas praderas pueden acumular hasta el 40% del carbono almacenado cada año por la vegetación costera.
A pesar de su vital importancia, en tan solo cuatro años, la posidonia oceánica ha descendido hasta un 40%, según afirma el explorador de National Geographic, Manu San Félix en el documental Salvemos nuestro Mediterráneo.
La presión de la contaminación, la sobrepesca y el cambio climático están destruyendo de manera vertiginosa el equilibrio de los ecosistemas marinos y matando cientos de kilómetros de estas verdes praderas que cubren el fondo marino en aguas mediterráneas.
¿Pueden recuperarse estas zonas muertas?
A pesar de ser uno de los mares más jóvenes del planeta, con tan solo 6 millones de años, es uno de los más explotados y contaminados del mundo. Para recuperar estas zonas muertas es imprescindible analizar la situación de cada ecosistema y reducir drásticamente la cantidad de dióxido de carbono que emitimos.
Permitir que la posidonia oceánica se recupere es otra de las claves principales para que su función como pulmón de nuestras aguas pueda seguir su curso. Para ello, controlar la sobrepesca y eliminar la contaminación son dos de los puntos principales sobre los que comenzar a trabajar.
“La costa mediterránea está esquilmada”, afirma Enric Sala, explorador de National Geographic y creador del proyecto Pristine Seas. Proteger los océanos es un imperativo para lograr revertir la situación: según los científicos, sería necesario que la mitad del Mediterráneo fuera considerada zona protegida y la otra mitad se gestionase de forma eficaz para permitir su recuperación. Sin embargo, menos del 1% de sus aguas están protegidas.
“Para mí es muy importante sentir que estamos a tiempo de salvar el Mediterráneo”, afirma Manu San Félix, “y tenemos el conocimiento y la tecnología para hacerlo. “Mi sueño es que en una década podamos volver a tener el mar prístino que un día fue: un mar lleno de vida”.