Rastrean la enfermedad que tiene en jaque a la nacra del Mediterráneo
El parásito causante se distribuye siguiendo las corrientes superficiales y su virulencia parece estar relacionada con el calentamiento de las aguas.
Durante el verano de hace tres años, el gran molusco del Mediterráneo fue prácticamente arrasado a un ritmo dramático, provocando una catástrofe ecológica. Nuestras aguas mediterráneas han perdido un 41% de sus mamíferos y un 34% de los peces en menos de 70 años. Así lo alertaba el estudio Cambios históricos del ecosistema del mar Mediterráneo publicado en Scientific Reports en 2018.
La situación de especies como la foca monje, el atún rojo o la nacra están muy cerca de rebasar el punto de no retorno si no logramos un punto de inflexión en la situación del Mediterráneo. Ahora, un nuevo estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha logrado rastrear la dispersión de la enfermedad que sitúa a las nacras al borde de la extinción.
Las devastadas poblaciones de este emblemático molusco, endémico del Mediterráneo, se encuentran en situación crítica. Su poder de filtración hace de la nacra uno de los seres vivos más imprescindibles del mar Mediterráneo. Sin embargo, el verano de 2016 las llevó directas al peligro crítico de extinción, arrasando casi con el 100% de este molusco.
“Desde las primeras noticias de esta catástrofe ecológica, la comunidad científica ha focalizado todos sus esfuerzos en dilucidar y entender cómo actúa el parásito”, explica en un comunicado del CSIC Iris Hendriks, investigadora en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA).
El cambio climático ahoga el Mediterráneo
Además de la sobrepesca y la contaminación, los investigadores descubrieron al responsable de esta plaga: un endoparásito del género Haplosporidium, que se expande de forma masiva debido al calentamiento de las aguas.
“Todo parece indicar que el parásito se distribuye siguiendo las corrientes superficiales y que su virulencia parece estar relacionada con temperaturas superiores a 13.5ºC y con un rango de salinidad entre 36.5-39.7 psu (unidades prácticas de salinidad)”, explica Hendriks.
“Estos resultados sugieren un desalentador escenario para la conservación de esta icónica especie, puesto que como han aventurado los modelos de esta investigación, la infección se ha extendido por todo el Mediterráneo”, añade la investigadora. “Es crucial seguir recibiendo observaciones del progreso de la mortalidad en la cuenca este, donde tenemos menos información”.
El biólogo marino y explorador de National Geographic, Manu San Félix, ha pasado treinta años estudiando el Mediterráneo para tratar de recuperarlo. “Para muchas especies no llegamos tarde, estamos a tiempo, pero sí es cierto que lo tienes que mirar con cierto optimismo”, declara San Félix, afirmando que “lo que sucedió hace dos años con las nacras, el molusco más grande del Mediterráneo” es una situación que “verdaderamente asusta, y a mí me preocupa mucho”.
Papel protagonista para la colaboración ciudadana
Debido a la magnitud de la plaga, así como de la superficie a estudiar, la urgencia apremia más que nunca. Por ello, la colaboración ciudadana a través de la web Observadores del Mar ha sido uno de los pilares de esta investigación. “La rápida y amplia extensión de la infección ha hecho fundamental la intervención de los ciudadanos”, explica Hendriks.
“Solo las zonas en las que las variables se mantienen lejos de las condiciones óptimas para despertar la virulencia del parásito Haplosporidium (por ejemplo, la desembocadura del Ebro o la laguna cerrada del Mar Menor) acogen individuos vivos, aunque no estamos seguros si están libres de la enfermedad, que posiblemente no se manifiesta por no encontrar condiciones ambientales idóneas”, indica Hendriks.
“Gracias a la combinación de observaciones ciudadanas -en las que reportaban la infección del bivalvo- con los monitoreos científicos se ha podido rastrear y comprender cómo y en qué condiciones actúa este letal parásito. Estas observaciones (viva/muerta) se han incluido en modelos de deriva para investigar su distribución regional en la cuenca oeste mediterránea y cotejado con variables ambientales para observar el potencial efecto del ambiente sobre la virulencia del parásito”, concluye la investigadora.