Esta isla caribeña quiere convertirse en uno de los primeros países «a prueba de huracanes»
Cuando el huracán María destruyó Dominica en 2017, la devastación impulsó la ambiciosa meta de adaptarse al cambio climático.
Comenzó la tarde del 18 de septiembre hace dos años. El viento arreció; las olas empezaron a golpear la orilla con intensidad; los cielos se oscurecieron.
Aunque los dominiqueses aún no lo sabían, el huracán María estaba ganando poco a poco las fuerzas que necesitaría para destruir más del 90 por ciento de las estructuras de la isla, paralizar su economía y obligar a un país pequeño que hacía poco para provocar el cambio climático a enfrentarse a sus consecuencias.
Con todo, pese a las señales inquietantes que aquejan a Dominica, muchos residentes sostienen que no están más preocupados de lo normal. Al fin y al cabo, la diminuta isla caribeña no es ajena a los huracanes. Dominica, que se encuentra en el Caribe oriental, se encuentra a poco más de 800 kilómetros al nordeste de Caracas, Venezuela, y figura entre una cadena de islas que unen el mar Caribe al océano Atlántico. Aunque la nación se ha librado de la temporada de huracanes que está a punto de terminar, quizá no tenga tanta suerte el año que viene o el siguiente.
En una sola noche, Dominica quedó destrozada. Pero tras la devastación, se propuso un nuevo objetivo: convertirse en el primer país con resiliencia climática del mundo, capaz de prosperar pese a una nueva era de tormentas agravadas por el cambio climático.
La tormenta se acerca
Conforme el María se acercaba a tierra, los residentes de la isla enseguida se dieron cuenta de que la tormenta sería mucho peor de lo previsto.
«Escuchamos la radio para intentar averiguar qué pasaba», cuenta Ann Aeevieal, cocinera local del hotel Tamarind Tree. «Dijeron que era de categoría 2 y después, de categoría 3».
Mientras sigamos emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera y calentando el planeta, se prevé que aumentará la cantidad y la intensidad de huracanes como el María. Varios estudios han demostrado que el océano Atlántico está calentándose, lo que hace que las tormentas sean más comunes, intensas y duraderas.
El agua cálida del mar es combustible para huracanes y los alimenta como un motor. Cuanto más cálida es el agua, más se revoluciona el motor, más tamaño tiene y más agua es capaz de descargar. Mientras el María se acercaba al mar Caribe, cobró vida en un proceso que los meteorólogos describen como «intensificación rápida».
«Cuando vives en un corredor de huracanes, te insensibilizas», cuenta Stephanie Astaphan, que trabaja en el hotel Secret Bay. «Pero cuando Anderson Cooper dijo: “La isla de Dominica va a sufrir un categoría 5”, tuve una especie de experiencia extracorpórea».
Entonces llegó la tormenta. La panadera local Sheila Jelviel vive en Scott’s Head, un barrio del sudeste que se vio más afectado por el huracán. Después del atardecer del 18 de septiembre, el mar entró en su casa. Un pequeño esquife atravesó la puerta principal. «Tuvimos que salir por la ventana de la parte de atrás para huir», recuerda.
El avance hacia la resiliencia
Aunque el María fue la peor tormenta que había afectado a Dominica hasta la fecha, la economía del país se ha debilitado en varias ocasiones en la última década, sufriendo varios huracanes y tormentas tropicales en 2015, 2013 y 2010.
Aunque se estima que el huracán Erika arrasó el 90 por ciento del PIB de Dominica en 2015, la Organización Mundial del Comercio calcula que el huracán María costó a Dominica más de dos años de rendimientos económicos. Los expertos financieros prevén que Dominica no volverá a la situación previa al huracán hasta dentro de tres años.
Cinco días después de la tormenta, Roosevelt Skerrit, primer ministro de Dominica, se dirigió a la Asamblea General de Naciones Unidas.
«Acudo a ustedes directamente desde la primera línea de la guerra contra el cambio climático», declaró Skerrit en su discurso. «En el pasado, nos preparábamos para una tormenta intensa al año. Ahora se forman miles de tormentas en medio del Atlántico y se alinean para golpearnos con la máxima fuerza y ferocidad».
El discurso apasionado de Skerrit era una petición de fondos para convertir Dominica en el primer país del mundo con resiliencia climática. No consiste en remplazar lo perdido, sino en construir teniendo en mente un futuro en que el cambio climático prácticamente garantice que una tormenta de la escala de María se repita. Dominica no solo se esfuerza por construir edificios a prueba de huracanes, sino también por crear una economía diversa que incluya un sector turístico que atraiga a consumidores de lujo y un sistema agrícola que cultive una amplia variedad de frutas y verduras consumidas a nivel local en lugar de exportar plátanos principalmente.
La isla también necesita tener un aspecto prístino. Aunque la economía de Dominica ha crecido gracias a la venta de productos agrícolas y madera, la propia isla es el producto que se vende al mundo. En una superficie de solo 750 kilómetros cuadrados, Dominica contiene 365 ríos, suficientes para nadar en uno nuevo cada día del año, como indican los lugareños. Hay volcanes activos, selvas frondosas, arrecifes de coral increíbles y playas de arena negra. En las páginas web de viajes la llaman la «isla naturaleza», un destino para el aventurero deportista o para el yogui acomodado que busca un retiro.
«Los problemas no solo tienen que ver con la infraestructura. En nuestra opinión, la resiliencia tiene que ver con lo vulnerable que eres», afirma Pepe Bardouille, consejera delegada de la Agencia de Ejecución de Resiliencia Climática de Dominica (CREAD, por sus siglas en inglés) del gobierno.
Bardouille afirma que, entre las nuevas políticas y normativas, reina una nueva conciencia colectiva para prepararse para huracanes futuros como María.
«Saber qué necesitan hacer por sí mismos incumbe a todos los ciudadanos. Tomar decisiones sobre qué construyen o si contratan un seguro son decisiones individuales, no cosas que pueda hacer un gobierno», afirma.
Dominica fuerte
La CREAD se fundó a principios de 2018 para garantizar que todos los sectores que se reconstruyeran tras el María tuvieran en mente la resiliencia climática. Unificar los códigos de construcción, diversificar la producción agrícola, construir nuevas centrales de energía geotérmica, mejorar los centros sanitarios, contar con infraestructura de transporte por tierra y por mar fiable: el trabajo de la CREAD consiste en garantizar que todo lo posible esté a prueba de huracanes.
«Mantener una sociedad y la economía de un país pequeño con una base tributaria limitada y una cantidad enorme de problemas climáticos con un presupuesto escaso. Esos son los retos», afirma Bardouille.
Un componente del plan de Dominica para lograr la resiliencia climática consiste en prohibir el plástico. La lógica de esta prohibición yace en la infraestructura. El sistema de gestión de residuos de Dominica, dirigido por la Dominica Waste Management Corporation (creada por el gobierno, pero de gestión privada), recoge residuos que acaban en un solo vertedero que ya está lleno. Pero ¿y si los residentes pudieran compostar individualmente los artículos de un solo uso en las condiciones cálidas y húmedas del Caribe? ¿Podría aliviar la presión o evitar la necesidad de máquinas de reciclaje que quizá no resistan a la siguiente versión del huracán María?
En los complejos hoteleros y los parques nacionales, Dominica hace honor a su título de «isla naturaleza». Cuesta encontrar basura de cualquier tipo. Pero si entras en las ciudades de la isla, conduces por sus largas carreteras o echas un vistazo en una cuneta, hay residuos plásticos por todas partes.
Una basura menos visible daría un aspecto más limpio a Dominica y una isla caribeña prístina es un lugar donde los turistas quieren alojarse y gastar dinero.
«Sería muy simplista decir que solo consiste en reconstruir», afirma Bardouille. «Creo que se sobrestima mucho el trauma y el estrés postraumático y las repercusiones que ha tenido en el tejido de nuestra sociedad. Ahora debemos prestar atención a la fortaleza económica de nuestro país».
En 2018, Dominica aprobó la Ley de Resiliencia climática, que entró en vigor el primer día de 2019. En un discurso sobre los presupuestos del pasado julio, el primer ministro puso de manifiesto lo lejos que había llegado el país. La economía ha crecido un nueve por ciento. El turismo aumenta. Todas las escuelas están abiertas. Un nuevo hospital de última generación recibe pacientes desde agosto. Se han construido 5000 hogares y hay otros mil en proceso de construcción.
El gobierno prevé que la producción de plátanos vuelva a los niveles previos al María y, para garantizar la seguridad alimentaria, se han distribuido semillas a los agricultores para que planten otros cultivos básicos, como ñames, patatas, batatas y fruta de la pasión, que se venden a nivel local.
Progreso y estancamiento
Es Semana Santa en Scott’s Head y el cielo está despejado. El océano baña la orilla con regularidad contemplativa; el viento apenas sopla. Cuesta imaginarse el caos que hizo trizas este barrio y dejó la isla tan destrozada que en varias ocasiones la describieron como zona de guerra.
Jelviel, cuya casa fue embestida por un bote durante el huracán, me enseña su hogar, ahora casi reconstruido. El gobierno la ayudó con dos ventanas y una puerta, pero esta mujer de 64 años atribuye la restauración principalmente a sus vecinos. Dice que la comunidad de Scott’s Head está muy unida y que cuidaron los unos de los otros tras la tormenta.
A solo dos manzanas al sur, Hidjes Adams, director de relaciones públicas de una cooperadora pesquera local, se apoya en una estación de bombeo para barcos de pesca y contiene el llanto mientras recuerda los días posteriores al María.
«Fue un monstruo. Aún hay daños. Vi hambre, gente aferrándose a lo que podía, peleándose por la comida y el agua. Ahora mismo, aún hay gente sin tejados», dice sobre el huracán.
Aquí es donde a veces chocan los ciudadanos y el gobierno. La reconstrucción es cara y fabricar una casa o una empresa capaz de resistir un huracán de categoría 5 es aún más costoso. Muchos hoteles de lujo y complejos hoteleros se han beneficiado del programa Citizenship by Investment del país, que otorga un segundo pasaporte a los extranjeros que inviertan considerablemente en negocios locales.
Otras personas que viven en comunidades pequeñas de bajos ingresos como Scott’s Head se sienten abandonadas. Jelviel afirma que, con algo de ayuda, podría comprarse un horno más grande y hornear más pan cada mañana. Ganaría más dinero y podría fortificar su casa.
«No podemos reconstruir, pero hay mucho potencial», dice sobre su barrio.
Sin embargo, lo que une al país es un sentido de patriotismo forjado a partir de un trauma compartido. El lema «Dominica strong» («Dominica fuerte») está bordado en camisetas y pintado en edificios.
Así es como todos los ciudadanos describen su país: fuerte ante el desastre.
«La gente se toma las cosas más en serio. Construyen cosas mucho más sólidas. Creo que es una buena recuperación. Hemos hecho un buen trabajo», afirma Aeevieal, del hotel Tamarind Tree.
Renacimiento
La naturaleza también está curándose las heridas.
Cuando el huracán María arrasó Dominica en 2017, los vientos fueron tan intensos que despojaron los árboles de hojas.
Esto preocupó a Bertrand Jno Baptiste, o Dr. Birdy, el principal experto en aves de la isla. ¿Serían los bosques hospitalarios para la amazona imperial (que en la isla llaman sisserou), una gran ave multicolor con plumas de un verde lima resplandeciente? El ave nacional del país está en peligro de extinción y solo vive en esa isla. Baptiste pasó horas buscándola, escuchando su llamada estridente y tratando de avistar sus vuelos gráciles.
«No pensé que fuera a recuperarse. Estaba fatal», afirma. Pero después de 13 horas de búsqueda, apareció una y después más; ahora se avistan amazonas con regularidad sobrevolando las copas de los árboles.
Los árboles en el límite de la selva aún tienen cicatrices del María. Las ramas desnudas miran hacia el océano, tratando de crecer lo que el viento arrancó en un instante.
«Nadie piensa que esto no volverá a pasar», afirma Baptiste.
Al igual que sus famosas amazonas y selvas, Dominica ha recuperado la vida a pesar de las cicatrices que recuerdan a los dominiqueses que los huracanes de esta magnitud siempre formarán parte de su realidad. Convertirse en un país a prueba de huracanes consiste en funcionar como el ecosistema tropical que alberga: ser capaz de recuperarse e incluso de prosperar tras el desastre.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.