El final de la gasolina con plomo tardó pero llegó
Tras décadas de presión internacional de un grupo de Naciones Unidas, se ha parado definitivamente la producción de gasolina con plomo.
Argelia se ha unido al resto del mundo y ha prohibido la venta de gasolina con plomo.
Por fin ha desaparecido el último surtidor de gasolina con plomo, o Súper como se terminó conociendo en España, del mundo. El último país en el que se ha vendido este combustible ha sido Argelia.
"Es un gran día", dice Jane Akumu, directora en África del programa de movilidad sostenible del Programa para el Medio Ambiental de Naciones Unidas (UNEP, en sus siglas en inglés).
Akumu pertenece a un panel internacional de expertos en transporte internacional y salud infantil que se han centrado durante décadas en el problema de la existencia de plomo en los combustibles y las pinturas.
Durante los últimos 19 años, país a país los esfuerzos para erradicar el combustible con plomo los ha liderado la Alianza para Combustibles Limpios y Vehículos, un grupo de 73 grupos industriales, gobiernos, ONGs y otras instituciones bajo el auspicio de la UNEP. Pero ¿por qué se ha tardado tanto cuando hace más de un siglo que existe el consenso de que el plomo es pernicioso para la salud?
Las empresas empezaron a fabricar aditivos de plomo en 1921 para arreglar los traqueteos y vibraciones en los motores que los podría dañar y malgastar gasolina. Los productos con plomo se promocionaron y se hicieron muy populares, incluso habiendo alternativas más limpias, con bases de alcohol, por ejemplo.
Todo el plomo que entraba en los tanques de gasolina de todo el mundo (casi un gramo por litro) salía por los tubos de escape en forma de partículas que se quedaban suspendidas en el aire antes de asentarse en las superficies o acabar en el interior de las personas. La gasolina cubrió el mundo con plomo.
Al principio de la década de 1970, los investigadores estaban tan seguros de los efectos del plomo en la salud que llevaron sus conclusiones a la recién estrenada Agencia de Protección del Medioambiente de Estados Unidos. Japón fue el primero en prohibir la gasolina con plomo en 1980. Austria, Canadá, Eslovaquia, Dinamarca y Suecia le siguieron. En EE. UU. y Alemania, las gotas de gasolina con plomo se sirvieron en 1996, hace un cuarto de siglo. España, donde el uso de gasolina con plomo o súper era el más popular, se vio obligada a eliminar su uso el 1 de agosto de 2001 tras un directiva de la Unión Europea, que les había dado a países como España, Italia y Grecia una moratoria de un año.
La ciencia sigue acumulando efectos adversos para la salud
Las evidencias de los daños del plomo se amontonaron tras las prohibiciones.
El plomo tiene un impacto en casi todos los aspectos fisiológicos del cuerpo humano, dice Amit Bhattacharya, profesor de salud ambiental en la Universidad de Cincinati (EE. UU): "El plomo puede destruir los sistemas motriz, cognitivo, hepático, visual, los riñones, cualquier cosa que se te ocurra".
Mary Jean Brown, que da clases en la Escuela Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard (EE. UU), describe el acto de leer y cómo podría verse afectado por el plomo.
"Cuando te poner a leer, haces varios procesos a la vez. Tienes que ver la letra, que es un símbolo, unirla a otros símbolos, conectarla con una pronunciación y, esa pronunciación, ligarla a un objeto o actividad". Los jóvenes que se han visto expuestos al plomo sufren un handicap en estos procesos que pueden llegar a los 10 puntos de IQ.
"Para mi, el problema siempre era un tema de concentración", le dijo Tony, un joven de 22 años, al programa de radio estadounidense Living on Earth (Viviendo en la Tierra) en 2003; "el colegio fue duro. Desde primaria hasta el final". Tony es una de las 300 personas de Cincinati que participan en el estudio más longevo del mundo sobre personas que se vieron expuestos al plomo en el vientre materno.
Menos conocidos que los efectos cerebrales del plomo en el aprendizaje son las maneras en las que puede afectar al equilibrio tanto en niños como en adultos. En eso se ha centrado el trabajo de Battacharya. Él y su equipo encontraron una manera de detectar las discapacidades inducidas por el plomo con una prueba rápida y no invasiva que se puede hacer a partir de los cinco años de edad. Si se descubren a tiempo, algunos de los problemas de equilibrio y motrices se pueden tratar. Otra investigadora, Kim Cecil, fue la que alumbró el posible camino, dice Battacharya.
"Básicamente, no tenían las neuronas que deberían permitirles mantener el equilibrio. Habían desaparecido. El plomo se las había llevado", afirma Battacharya. El plomo puede atravesar la barrera entre la sangre y el cerebro, explica: "Puede ir donde quiera".
Cuanto más investigaban, más lejos veían que era capaz de llegar el plomo. Ahora, Battacharya está estudiando la fragilidad osea temprana de las mujeres y su asociación con la exposición al plomo. "Hay casos en los que con 30 años los parámetros de fragilidad ósea son peores que en alguien de 47 años", dice.
Los estudios de los últimos 20 años indican que no hay nivel de plomo en sangre seguro para los niños.
La presión internacional para eliminar la gasolina con plomo
A principios de los 2000, 25 países subsaharianos firmaron la Declaración de Dakar, impulsada por la ONU, para eliminar progresivamente la gasolina con plomo. Se formó la alianza de la UNEP y empezó a trabajar.
Luc Gnacadja, antiguo ministro de Medioambiente de Benín, solo necesitó un resumen sobre los efectos del plomo en la salud para tomar cartas en el asunto. "El coste de la inacción frente al beneficio de la acción, sabiendo que la gasolina con plomo nos estaba costando un 1,2 por ciento del PIB (en términos de potenciales beneficios) ayudó mucho a tomar la decisión", dijo. El ministro no tardó en prohibir la gasolina con plomo en Benín.
Pero todavía había 117 países en el mundo que lo permitían. Al principio, muchos se sumaron a la iniciativa de manera muy rápida, dice Rob de Jong, líder de la unidad de movilidad sostenible de la UNEP. "En los primeros 10 años la mayoría la prohibieron. Solo quedaron 10, que nos ha costado otros 10 años que tomen la medida", dijo.
El equipo de UNEP también se tuvo que enfrentar a la desinformación. En algunos casos era simplemente el desconocimiento de los nuevos productos sin plomo. Pero la gente también pensaba que sus coches viejos y muy usados solo podrían funcionar con combustible con plomo. "Se lanzaron muchas leyendas urbanas", dijo Inger Anderson, directora ejecutivo de la UNEP aunque sin desvelar quién las creo.
En 2010, la empresa Innospec, líder en la fabricación de aditivos de plomo para gasolina, y que por aquel entonces se creía que era la única que seguía en el negocio, se declaró culpable de sobornar al Gobierno de Indonesia y a responsables de refinerías para que les compraran su aditivo. La idea era que tener el producto en el almacén daría a las refinerías una excusa para incitar a los consumidores a pedir combustible con plomo, argumenta de Jong. Innospec fue multado con 10,7 millones de euros por la justicia británica. En 2015, un exdirector de la refinería estatal indonesia Pertamina fue declarado culpable de recibir sobornos de un intermediario que actuaba en nombre de Innospec.
No fue el único caso de presión por parte de la industria del plomo. Don Ryan, entonces director ejecutivo de la Alianza por Hogares Saludables, dijo en Living on Earth que "durante todo el proceso, la industria del plomo cuestionó las evidencias científicas, ridiculizó la realidad de los efectos sanitarios de los bajos niveles de plomo y, básicamente, se excusaba diciendo que el problema estaba siendo una exageración de los científicos".
Pero Akumu, de Jong y el resto de sus compañeros siguieron haciendo progresos.
La diferencia se vio clara enseguida. Los países con refinerías tenían una política opuesta a la de los países que importaban toda su gasolina refinada. Y eran más receptivos al cambio.
Kenia, por ejemplo, uno de los países más grandes de África, era refinador. "Así que, en lugar de ir a Kenia y decirles: "Tenéis que invertir en la refinería", nos fuimos a sus vecinos de Ruanda, Burundi, Uganda y Tanzania y les dijimos: 'Tendríais que comprar productos sin plomo. Es mucho más sano", recuerda de Jong. Estos países fueron a Kenia y le pidieron que les vendiera combustible sin plomo o le comprarían a otro.
El equipo también uso la presión de grupo, recuerda de Jong. En sus reuniones con los responsables políticos, sacaban mapas enseñando los países que habían prohibido el plomo. "Los ministros decían: '¿Por qué seguimos nosotros en rojo en ese mapa y todos los de alrededor están en azul?".
Akumu también descubrió el valor de formar al personal de las estaciones de servicio. "Se convirtieron en nuestros embajadores", recuerda. Los empleados de las gasolineras explicaban a los consumidores que la gasolina sin plomo no dañaría sus coches, más bien todo lo contrario, sería mejor para ellos.
El proyecto internacional también apoyó análisis de sangre locales en Hungría, Serbia, Ghana y Kenia. Mostró la rapidez con la que caían los niveles de plomo en sangre una vez se quitaba el plomo de los combustibles. También financió análisis del aire. Después usaba los resultados como puntos de persuasión.
"El nivel medio de plomo en sangre en los niños estadounidenses en 1986 era en torno a 8 [μg por decilitro]. Ahora es de 0,9", dice Brown, que ahora cumple casi 40 años trabajando con temas relacionados con el plomo.
En 2016, solo Argelia, Yemen e Irak seguía permitiendo la gasolina con plomo.
Finalmente, las refinerías de Argelia terminaron con sus reservas de plomo en agosto de 2021. La UNEP estima que esto evitará 1,2 millones de muertes prematuras; la ganancia económica se se valora el ahorro en gasto sanitario y la ganancia en potencial humano podría alcanzar los 2 billones de euros anuales.
Para Akumu, todavía quedan retos por delante. Lo siguiente será quitar el sulfuro del diesel y con él, uno de los mayores riesgos de que las partículas de diesel provoquen cáncer de pulmón.