¿Es la quema de pellets de madera una opción de energía renovable que respeta el medio ambiente?

La comunidad científica denuncia que esta solución presenta desventajas que no se tienen en cuenta y que invalidarían la etiqueta ecológica que se la asignado

Por Sarah Gibbens
Publicado 12 nov 2021, 14:56 CET, Actualizado 19 nov 2021, 11:56 CET
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Las ramas de los árboles son arrastradas hasta una astilladora, destinadas a convertirse en pellets de madera producidos por una fábrica cercana de Enviva, en el condado de Moore, Carolina del Norte (Estados Unidos).

Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

El río estadounidense Cape Fear en Carolina del Norte está salpicado de instalaciones industriales, grúas, contenedores de almacenamiento, grandes barcos y viejos cipreses con grandes raíces ancladas en el agua. Cerca de la desembocadura del río, dos cúpulas blancas, cada una con capacidad para 45 000 toneladas de madera, se elevan sobre la orilla.

Es aquí, donde el río se encuentra con el mar, donde los pellets de madera almacenados en las cúpulas se empaquetan en un barco y se transportan al otro lado del Atlántico, para ser quemados en centrales energéticas que generan electricidad. 

Millones de toneladas de pellets de madera, cada uno del tamaño de una uña, están sustituyendo al carbón en Europa. Presentados como un combustible limpio que ayuda a los países a cumplir sus objetivos en materia de energías renovables, estos llamados biocombustibles de madera son el centro de una industria en rápido crecimiento valorada en más de 43 000 millones de euros a nivel mundial en 2020.

Plantas de pellets de madera en el sureste de Estados Unidos que exportan sus productos a ...

Plantas de pellets de madera en el sureste de Estados Unidos que exportan sus productos a Europa. Las capacidades de cada planta, en activo (en azul) o previstas (en gris), están en toneladas métricas por año.

Fotografía de Ng Staff

La justificación para considerar los pellets fuente de energía renovable, como la solar o la eólica, es sencilla: mientras se permita que los bosques vuelvan a crecer después de cortar y quemar sus árboles, el dióxido de carbono liberado por la quema será absorbido por los árboles en crecimiento. Es una transacción de cero emisiones netas, dicen sus defensores, y la Unión Europea y otros gobiernos han aceptado el argumento. La madera se considera un combustible con cero emisiones.

En la chimenea, la quema de madera emite más gases de efecto invernadero que el carbón. Pero los críticos de la industria de la biomasa dicen que se ha creado cierta laguna informativa por culpa del complicado sistema mundial de recuento de emisiones: los países no están obligados a contabilizar las emisiones de carbono emitidas por las centrales eléctricas de madera. Esto permite que los biocombustibles de madera florezcan, como ya está ocurriendo, considerados como una solución climática.

A principios de este año, 500 científicos enviaron una carta a los líderes mundiales en la que advertían de que la tala de bosques para obtener bioenergía socavaría la lucha contra el cambio climático. Un estudio de 2018 dirigido por uno de los firmantes de la carta, John Sterman, del Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) de Estados Unidos, reafirma esa opinión al defender que que talar árboles para quemarlos sería una solución que afectará negativamente al clima en las próximas décadas.

"Es lo contrario de lo que deberíamos hacer", dice Andy Wood, director del Grupo de Conservación de la Llanura Costera, con sede en Carolina del Norte. "Esperamos que se aborde en [la COP26 de] Glasgow".

El Reino Unido, que acoge la conferencia sobre el clima COP26 en Glasgow (Escocia) hasta el 12 de noviembre, es el mayor consumidor de pellets de madera del mundo. La central eléctrica de Drax, en Yorkshire (Inglaterra), que en su día fue la mayor planta de carbón del Reino Unido, funciona ahora sobre todo con pellets de madera, incluyendo, en 2019, unos cinco millones de toneladas importadas de EE.UU. La propia Drax se ha convertido en un actor importante en el mercado internacional de pellets de madera.

Los defensores del medio ambiente temen que otros países sigan pronto el ejemplo del Reino Unido; de hecho, Japón y Corea del Sur también importan ahora pellets de madera, incluso de una filial de Drax. Las disposiciones de dos proyectos de ley estadounidenses -el recientemente aprobado Proyecto de Ley de Infraestructuras y un Proyecto de Ley de Reconciliación que se votará próximamente- promueven el uso de la energía de la biomasa en Estados Unidos. Más de 100 científicos han instado al presidente Joe Biden a eliminar estas disposiciones normativas.

"Es mucho más fácil convertir una planta de carbón sucia para que queme otro combustible que hacer algo transformador como crear energía solar y eólica", dice Sasha Stashwick, experta en política de biomasa del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales.

Peg Putt, defensora de la Environmental Paper Network, una organización internacional dedicada a hacer más ecológicas las industrias del papel y la pasta de papel, dice que se ignora con demasiada frecuencia la cuestión de cómo deben contabilizarse las emisiones de carbono de la quema de biomasa. Tanto ella como otros expertos no esperan que se produzca un gran debate en la COP26.

"Tenemos que romper con la idea de que la contabilidad de la biomasa es algo técnico que la mayoría de la gente no puede entender y que, por lo tanto, es mejor dejar a los expertos técnicos", dice Putt. En las conferencias sobre el clima, dice, "en cuanto uno intenta hablar con los negociadores de las distintas partes, se les ponen los ojos en blanco".

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    Young pine trees grow on a 6,000 acre forest in Viriginia. In barely a decade, the southeastern United States wood pellet industry has grown from almost nothing to 23 mills with capacity to produce more than 10 million metric tons annually for export.
    Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

    El problema con la madera

    Con todo, en realidad no es muy complicado entender por qué científicos y ecologistas dicen que la quema de madera no es un simple ejercicio de emisiones netas cero.

    El problema fundamental es el de plazos. La industria de la biomasa argumenta que las emisiones causadas por la tala y la quema de árboles se compensan con los árboles que crecen en su lugar, pero los árboles tardan mucho en crecer.

    "Hay una deuda de carbono que se produce cuando se talan los árboles, y los árboles jóvenes tardan mucho tiempo en recuperar la reserva de carbono que se perdió", dice Rich Birdsey, experto en presupuestos de carbono forestal del Centro de Investigación Climática Woodwell estadounidense.

    "Es como si sacaras vaciaras tu cuenta bancaria y crearas una deuda", dice Sami Yassa, científico del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales de Estados Unidos. "Eso es lo que está ocurriendo en la atmósfera. Para pagar esa deuda con el rebrote de los bosques, las matemáticas básicas nos indica que se va a tardar décadas".

    El estudio de Sterman estima que el "tiempo de recuperación" del carbono por la quema de madera oscila entre los 44 y 104 años, dependiendo del tipo de bosque. Mientras tanto, añade, las centrales eléctricas que queman madera están añadiendo CO2 a la atmósfera, igual que si estuviesen quemando carbón.

    Y mientras tanto, el hielo sigue derritiéndose, los mares siguen subiendo, la gente sigue siendo desplazada por el clima extremo: el consenso científico, repetido una y otra vez en la COP26, es que el mundo no puede esperar más para reducir drásticamente sus emisiones.

    Y esto no es todo. Hay al menos dos razones por las que talar árboles para quemarlos en centrales eléctricas podría añadir incluso más carbono a la atmósfera que la quema de carbón. En primer lugar, los árboles dejan inmediatamente de hacer lo que hacen cuando están vivos: dejan de eliminar el carbono de la atmósfera. No ocurre nada parecido cuando se extrae carbón.

    En segundo lugar, la madera se quema con menos eficiencia que el carbón o el gas. Por cada kilovatio-hora (kWH) de electricidad generada, emite una vez y media el dióxido de carbono del carbón y tres veces el del gas natural.

    Según un informe reciente del grupo de investigación política Chatham House, en 2019, las centrales eléctricas del Reino Unido dedicadas a la quema de pellets de madera emitieron hasta 16 millones de toneladas de dióxido de carbono, lo que equivale aproximadamente a lo que expulsan de seis a siete millones de tubos de escape de automóviles. Si esas emisiones se hubieran contabilizado, habrían añadido hasta un 27% a las emisiones del sector eléctrico y hasta un 3,6% a las emisiones totales de gases de efecto invernadero del Reino Unido en ese año.

    Pero, al igual que otros gobiernos, el Reino Unido no contabiliza las emisiones de CO2 procedentes de la combustión de madera.

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    Una vista aérea de troncos en una fábrica de pellets de madera de Enviva, en Garysburg, Carolina del Norte (Estados Unidos), el 28 de marzo de 2021.

    Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

    Una laguna peligrosa

    A mediados de la década de 1990, cuando los científicos se encontraban diseñando un sistema para contabilizar las emisiones mundiales en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) -el tratado que dio lugar a las reuniones anuales de la COP-, decidieron que las emisiones se contabilizarían en el lugar donde se creaban, ya fuera en una chimenea o en un tubo de escape. Así, si Europa importaba petróleo de Arabia Saudí, sería responsable de las emisiones creadas por su combustión.

    Pero los árboles son diferentes del petróleo.

    "Cuando se tala un árbol, es difícil saber qué pasa con el carbono", dice Tim Searchinger, experto en política de cambio climático de la Universidad de Princeton (Estados Unidos) y miembro del World Resources Institute. "Una parte [del carbono] se pierde en el bosque. Una parte en la fábrica de papel. Una parte cuando el papel se arroja a un vertedero. Así que vamos a tener una norma diferente en el sector del uso de la tierra que diga que se cuenta el carbono cuando se cosecha el árbol".

    Cuando los gobiernos nacionales empezaron a intentar regular y limitar las emisiones de carbono en el marco del Protocolo de Kioto de 1997, incorporaron lo que Searchinger considera un "error de contabilidad crítico": eximieron a toda la bioenergía de los límites de emisiones en chimeneas sin poner límites a las emisiones del uso de la tierra. En efecto, establecieron que toda la bioenergía era neutra en carbono, incluso si procedía de la tala de un bosque.

    "Una norma concebida para no contabilizar dos veces el carbono procedente de la tala y la quema de árboles terminó convirtiéndose en una norma que no contabilizaba en absoluto este carbono", afirma Searchinger.

    Los responsables políticos internacionales no sólo no han limitado la quema de biomasa, dicen Searchinger y otros opositores, sino que la han incentivado.

    En 2005, cuando Europa creó su sistema de comercio de emisiones, limitando las emisiones de las centrales eléctricas y las fábricas obligándolas a comprar derechos de emisión, eximió a la bioenergía. Una central eléctrica que quemara carbón podría empezar a quemar pellets de madera y, sobre el papel, sus emisiones -y, por tanto, sus costes según el régimen de la UE- darían la sensación de haber caído en picado.

    "Todo el sector de los pellets de madera se ve impulsado básicamente por este fenómeno", dice Searchinger.

    En 2009, Searchinger y sus colegas publicaron un estudio en el que describían este error de registro. En respuesta, dice, "todo el mundo lo ignoró".

    Ese mismo año, la UE estaba concediendo subvenciones por valor de más de mil millones de euros a empresas de biomasa que podrían ayudar a los países a cumplir sus objetivos de energía limpia, dice Yassa, del NRDC. Pronto no hubo suficiente madera en Europa para satisfacer la demanda.

    "Se produjo un gigantesco efecto llamada al otro lado del Atlántico", dice Yassa, ya que el mercado europeo creó de repente lucrativos incentivos para talar árboles en Estados Unidos.

    La Agencia de Protección Ambiental de EE UU (EPA) informa a la CMNUCC de las emisiones resultantes de la pérdida de bosques en su inventario anual de gases de efecto invernadero. Pero como no hay ningún impuesto ni ningún otro límite a esas emisiones, no importa realmente. A nivel mundial, son pocos los países que han intentado poner límites a las emisiones derivadas del uso de la tierra.

    "El mero hecho de que Estados Unidos declare más emisiones no impide que Europa fomente [la industria de la biomasa], alegando que está reduciendo las emisiones, aunque el efecto real sea aumentarlas", dice Searchinger.

    Pellets de madera

    Los pellets de madera, del tamaño aproximado de un filtro de cigarrillo, se exportan desde Estados Unidos y se queman para producir electricidad en todo el mundo.

    Fotografía de Erin Schaff, T​he New York Times, Redux

    Impacto local y global

    Sobre el terreno, Scot Quaranda, del grupo de defensa del medio ambiente Dogwood Alliance, vio amenazas inmediatas para los bosques de Carolina del Norte en cuanto empezó a aumentar la demanda europea de pellets de madera. 

    "Sinceramente, fue bastante devastador", dice Quaranda.

    Enviva, con sede en Maryland, el mayor productor de biomasa del mundo, envía pellets de madera desde los estados del sureste de EE.UU. al Reino Unido. La empresa afirma que promueve la salud de los bosques mediante la tala selectiva de ciertos árboles para dar a otros más espacio para crecer, y que utiliza madera de escaso o nulo valor.

    Pero los ecologistas afirman que esa descripción no es lo suficientemente completa para comprender todo lo que está sucediendo. El NRDC, Dogwood Alliance y el Southern Environmental Law Center publicaron un informe en 2019 que exponía las prácticas de tala destructiva de Enviva, acusando a la empresa de cortar bosques de humedales en todo el sureste, bosques que son críticos para la biodiversidad.

    En una declaración enviada por correo electrónico, Enviva calificó el informe de "inexacto y engañoso", señalando que la biomasa recolectada para la producción de pellets de madera de Enviva y otros productores representa solo el 3 por ciento de los productos de madera extraídos de los bosques del sudeste cada año.

    Mientras que casi un tercio de la madera de Enviva procede de residuos o de árboles entresacados de los bosques, la empresa señala que el 69% proviene de la tala de lo que describe como madera de bajo valor.

    "Cuando se hace correctamente, y de acuerdo con las mejores prácticas de gestión forestal para proteger la calidad del suelo y del agua, la tala crea buenas condiciones para la replantación, lo que anima a los propietarios a seguir manteniendo esa tierra con cobertura forestal", dice un portavoz de Enviva.

    Hay pruebas de que la demanda de pellets de madera anima a los propietarios del sureste a plantar árboles. Según Brent Sohngen, experto en economía medioambiental de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos), eso apunta a una forma en la que la quema de madera podría resultar todavía beneficiosa para el clima, al menos en un mundo ideal.

    En 2017, Sohngen y sus colegas publicaron un estudio en el que mostraban cómo un precio creciente del carbono podría llevar a los propietarios a ampliar drásticamente sus terrenos forestales, si se les compensa por el carbono extraído de la atmósfera y almacenado en sus árboles. En pocas décadas, la combustión de madera para producir electricidad podría ser una realidad, sin dañar el clima, porque su deuda de carbono habría sido pagada de antemano por la expansión de los bosques.

    El mercado de pellets de madera, combinado con el precio del carbono, podría entonces impulsar una mayor expansión de los bosques.

    "En última instancia, hay más carbono en los bosques", dice Sohngen. En ese caso, la quema de madera es, en efecto, una alternativa mejor que la quema de carbón.

    Reconociendo este debate, Sohngen publicó en 2020 una investigación adicional en la que argumentaba que la creciente demanda de biomasa forestal conduciría a una mayor oferta de árboles, y -si estos bosques son gestionados adecuadamente- aumentaría el secuestro de carbono.

    Una industria emergente afianzándose en EE. UU.

    Ninguno de los árboles de los que se abastece Enviva procede de tierras de su propiedad. En cambio, depende de pequeños propietarios como Charlie King, dueño de la granja Stone Mountain, de 0,24 kilómetros cuadrados, al norte de Fayetteville en Carolina del Norte.

    En 2014, una parcela de árboles de la propiedad de King se infestó de escarabajos Ips (o escarabajos de la corteza), que excavan en los pinos y los matan. En 2019, se dio cuenta de que sus árboles no podían salvarse. Sin otro mercado para la madera infestada, llamó a Enviva.

    "El servicio que ofrecen no se puede encontrar en ningún otro sitio", dice King. Con el dinero que ganó vendiendo su madera, ha plantado nuevos árboles que crecerán en su lugar.

    Esta relación es el mejor de los escenarios posibles a ojos de Enviva: King apareció en el informe de sostenibilidad de la empresa para 2020 como ejemplo de cómo Enviva ayuda a las comunidades locales.

    Ayudar a los propietarios a conservar la propiedad de sus bosques es una de las formas en que la industria dice estar promoviendo la sostenibilidad. Es mejor talar algunos bosques privados que convertirlos todos en urbanizaciones y aparcamientos, dicen sus defensores.

    Sin embargo, para algunos, la creciente presencia de la industria de los pellets de madera ha empeorado la situación.

    Sherri White-Williamson es la directora de política de justicia medioambiental de la Red de Conservación de Carolina del Norte. Afirma que la ciudad de Clinton, fuertemente industrializada, donde tiene su sede, se ha visto muy afectada por la planta de procesamiento de pellets de madera de Enviva. Hay un olor desagradable, dice, y los residentes se quejan a todas horas del zumbido de los aserraderos y del aserrín que cubre sus casas y calles.

    Un estudio publicado en 2018 puso de relieve que las instalaciones de pellets de Estados Unidos tenían un 50 por ciento más de probabilidades de estar ubicadas en comunidades con niveles de pobreza altos y, al menos, una cuarta parte de residentes que no son blancos.

    "Tienes instalaciones que trituran árboles todo el día, todos los días, hasta el punto de que los lugareños están teniendo que barrer sus techos, limpiar sus coches. Se observa un aumento del asma", dice Quaranda, de la Dogwood Alliance.

    "Si hay una preocupación o una queja concreta, siempre nos la tomamos muy en serio. Investigamos la queja y tomamos medidas de mitigación", dice Yana Kravtsova, vicepresidenta ejecutiva de comunicaciones de Enviva. "Vivimos y trabajamos en las mismas comunidades. Si algo va mal, nos enteramos".

    Una industria lista para crecer

    En una colaboración de 2018 en Nature Communications, Searchinger y sus colegas calcularon que para generar solo un 2% más de electricidad a partir de la quema de madera, el mundo necesitaría duplicar sus cosechas de madera. Los defensores del medio ambiente temen que la industria de los pellets siga creciendo si no se modifican las normas sobre emisiones.

    En el marco Fit for 55 de la Unión Europea para reducir las emisiones en un 55 por ciento para 2030, la energía de la biomasa sigue siendo etiquetada como neutra en carbono. Pero en un informe publicado en 2018, el Comité de Cambio Climático del Reino Unido alertó de que la energía de la biomasa debe ser limitada. El país tiene contratos que extienden los subsidios hasta 2027, pero el comité desalentó su uso para cuando hayan concluido.

    Estas conclusiones no han impedido que el sector apueste por el crecimiento.

    A principios de esta semana, el jefe de la política climática de la UE, Frans Timmermans, dijo a los periodistas que Europa necesitaba recurrir a la biomasa para cumplir los objetivos de energía limpia. Y justo antes de que comenzara la conferencia sobre el clima, el gobernador de Luisiana (Estados Unidos), John Bel Edwards, visitó la central eléctrica de Drax y dijo que esperaba seguir trabajando con el consumidor de biomasa.

    En el sureste de Estados Unidos, desde el sur de Virginia hasta la costa del Golfo de Texas, hay ahora 23 instalaciones que transforman los árboles en pellets de madera que luego se exportan a Europa. Se ha propuesto la construcción de otras ocho en la misma región.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com

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