La COP26 llega a su fin con nuevos acuerdos, pero idéntica frustración
La cumbre más importante para atacar el problema del cambio climático termina con nuevas promesas y pactos que, según muchos expertos, están lejos de ser suficientes.
Tuvalu, una nación insular del Pacífico Sur de baja altitud con unos 11.000 habitantes, es "extremadamente vulnerable" al cambio climático, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El aumento del nivel del mar ya está provocando inundaciones, filtraciones de agua salada y erosión costera; algunos científicos han previsto que el país podría quedar inundado e inhabitable dentro de 50 a 100 años
Había mucho en juego en la conferencia sobre el clima COP26 de Glasgow. La presión era muy alta. Los niveles de esperanza y cinismo, también. Greta Thunberg, la joven y mediática activista por el medio ambiente, ha resumido las conclusiones de la cumbre con un somero “bla, bla, bla”.
La reunión, un seguimiento crítico del Acuerdo de París de 2015, ha tenido lugar en un momento en el que los brutales y dolorosos impactos del calentamiento global se han vuelto más evidentes que nunca: las inundaciones, los incendios y las olas de calor intensificadas por el clima han afectado a millones de personas en todo el mundo este año. Estas catástrofes han puesto de manifiesto la importancia de tomar medidas inmediatas y drásticas para solucionar el problema subyacente y ayudar a las personas a adaptarse a los cambios que ya se han producido.
Activistas, investigadores, personas preocupadas por el clima, negociadores... todos esperaban que la cumbre pudiera acelerar la acción para hacer frente a la creciente crisis. Por desgracia, a medida que la reunión se acercaba a su fin (concluyó oficialmente el 12 de noviembre), las sensaciones que iba dejando el encuentro fueron tornándose difusas. Decepcionantes.
"Hay que reconocer que estamos avanzando", afirma Sameera Savarala, experta en política climática del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. "Pero no es suficiente, y no es ni de lejos lo suficientemente rápido".
Los principales temas que se debatieron en las dos semanas de conversaciones reflejan esta realidad. A medida que los negociadores ajusten los textos finales -documentos cruciales que tienen que ser aceptados por las 197 partes del Acuerdo de París- los detalles pueden cambiar. Pero no es probable que el resultado final cambie drásticamente.
¿Podemos seguir "manteniendo con vida el 1,5"?
La cuestión central es si hay planes reales para mantener las promesas hechas de mantener el aumento de la temperatura a un nivel tolerable.
En las semanas previas a la reunión, el líder de la conferencia, Alok Sharma, del Reino Unido, hizo hincapié en un objetivo principal: "mantener vivo el 1,5". Quería que los líderes mundiales asumieran nuevos compromisos de reducción de emisiones que, de cumplirse, impidieran que el planeta se calentara más allá de 1,5 grados Celsius. Ese es el más ambicioso de los dos umbrales identificados en el Acuerdo de París, más allá del cual la frecuencia e intensidad de las olas de calor, las tormentas y otros riesgos climáticos aumentan considerablemente. El mundo ya se ha calentado 1,1º C desde el fin de la era pre-industrial, a finales del siglo XIX.
Aunque se han hecho algunos progresos, el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5º C está lejos de alcanzarse.
China sigue obteniendo más de la mitad de su energía del carbón, un combustible fósil muy contaminante. En la conferencia sobre el clima COP26 celebrada en Glasgow, más de 40 países, entre los que no se encontraban ni Estados Unidos ni China, se han comprometido a empezar a eliminar rápidamente el uso del carbón.
Antes de la reunión, muchos países actualizaron sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN), que es como se denominan a los planes en los que se describen sus objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si se cumplen, esos planes conducirían a un calentamiento del planeta de unos 2,7 º C para finales de siglo, muy por encima incluso del objetivo menos ambicioso de 2º C adoptado en París.
Durante la reunión, los líderes mundiales anunciaron una avalancha de iniciativas, compromisos y planes para llegar a las emisiones netas cero, algunos más creíbles y significativos que otros. India, el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, afirmó que alcanzaría el nivel cero en 2070 -un plazo muy largo-, aunque presentó un ambicioso plan para obtener la mitad de su energía de fuentes renovables para 2030.
(Relacionado: India lidera el mayor proyecto de energía limpia del mundo)
Más de 100 países han firmado un compromiso para reducir las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero, en un 30 por ciento para 2030, lo que podría reducir el calentamiento en 0,2º C en las próximas décadas (aunque algunos análisis sugieren que podría tener un impacto menor).
Más de 130 países han prometido poner fin a la deforestación para 2030, preservando los ricos sumideros de carbono de los bosques y los baluartes de la biodiversidad.
Y un grupo de más de 40 países -en el que destacan la ausencia de Estados Unidos, China e India- se ha comprometido a eliminar el carbón; otra coalición ha dicho que dejaría de financiar el desarrollo de centrales eléctricas de carbón a nivel internacional; una pequeña alianza ha anunciado que empezará a eliminar la producción de combustibles fósiles. También han surgido otras promesas en relación al impulso del vehículo eléctrico, entre otros asuntos.
Si todos los compromisos específicos de cero emisiones y los nuevos objetivos a largo plazo anunciados se hicieran realidad, el aumento de la temperatura global podría mantenerse en 1,8º C, según los analistas independientes de la organización Climate Action Tracker (CAT). Pero se trata de un enorme "si", afirma Niklas Höhne, experto en política climática del New Climate Institute, con sede en Alemania, y uno de los analistas del informe del CAT.
"¿Son objetivos creíbles? No, todavía no", afirma. Aunque los países están aportando visiones útiles, "ni un solo país tiene políticas a corto plazo para encaminarlos hacia ese objetivo neto cero". De hecho, según las políticas actuales, los países van camino de emitir el doble de lo que deberían para 2030 para poder mantenerse por debajo de 1,5º C.
Los compromisos y las promesas son casi todos buenos en teoría, dice Kaveh Guilanpour, experto en política climática y antiguo negociador del clima que ahora trabaja en el Centro de Soluciones Climáticas y Energéticas. Pero dice que "es más importante medir la ambición de las políticas que están realmente sobre la mesa".
Cuando el análisis del CAT incorpora sólo las NDC que tienen planes reales para 2030, este muestra que el planeta sigue en camino de calentarse 2,4º C para 2100.
"Tendríamos que ser los guardianes de los hechos, el jarro de agua fría", dice María José de Villafranca Casas, analista de política climática del New Climate Institute que trabajó en el análisis del CAT y analista jefe del México. "Es importante que no empecemos a celebrar nada antes de que sea el momento de hacerlo".
Finanzas y equidad
Algunos de los países que sufren muchos de los peores impactos del cambio climático, como Tuvalu, en el Pacífico, o Antigua y Barbuda, en el Caribe, azotados por los huracanes, son los que menos han contribuido a la contaminación por carbono. Por eso, dicen, los más culpables deben asumir más costes para solucionar el problema y ayudar a los países menos desarrollados a adaptarse.
Después de la polémica reunión sobre el clima celebrada en 2009 en Copenhague (Dinamarca), los países en vías de desarrollo consiguieron el compromisos por parte de las naciones más ricas, como Estados Unidos, que es responsable de casi una cuarta parte de todas las emisiones históricas, a que esos países contribuirían con 100 000 millones de dólares (87 000 millones de euros) anuales para ayudar a las naciones en desarrollo. Incluso esa cantidad dista mucho de ser suficiente, afirma Harjeet Singh, experto en clima mundial de la Red de Acción por el Clima. En este punto en concreto, la OCDE estima que se necesitan billones al año para financiar una transición ecológica y las adaptaciones adecuadas a un mundo más cálido.
Pero ni siquiera esa promesa preliminar de 100 000 millones de dólares al año no se ha cumplido, dejando un profundo pozo de desconfianza; solo se entregaron 80 000 millones de dólares (menos de 70 000 millones de euros) en 2019, el año más reciente del que existen cifras sólidas. No se espera que se alcancen los 100 000 millones de dólares anuales hasta 2023.
En Glasgow, los representantes de los países en vías de desarrollo presionaron para que se materializara el dinero que faltaba y para que se diseñara un plan para hacer crecer el fondo común después de 2025, que es cuando terminan las promesas actuales. Además, pidieron que al menos el 50 por ciento del dinero se destinara específicamente a la adaptación contra las inundaciones, las olas de calor y otras presiones climáticas inevitables (en la actualidad, sólo una cuarta parte de la financiación del clima se destina a los esfuerzos de adaptación). Los países africanos sugirieron contribuciones de más de un billón de euros para 2030; India pidió casi un billón de euros sólo para ella.
"Tenemos que avanzar hacia un marco en el que toda la financiación del desarrollo se centre en la resiliencia climática", afirma Taylor Dimsdale, analista de política climática de E3G, un think tank europeo. "Este es un comienzo importante. Pero, en realidad, tenemos que cambiar todo el sistema para que cualquier inversión, pública o privada, la ayuda humanitaria, la financiación del riesgo de catástrofes... todo ello sea lo que podríamos llamar resistente al clima".
Durante la reunión, los países prometieron más de 300 millones de euros para un fondo de adaptación, más del doble de lo que los organizadores esperaban conseguir. Un fondo para los países menos desarrollados se fijó en 235 millones de euros.
"Se trata de millones. Y estamos hablando de miles de millones, billones" que se necesitan, dice Helen Mountford, experta en política climática del Instituto de Recursos Mundiales. La continuación de las negociaciones se ha aplazado hasta la reunión del año que viene en Egipto.
Por si esto no fuese suficientemente polémico, las coaliciones de países altamente vulnerables han forzado las conversaciones sobre "pérdidas y daños". Los impactos climáticos están dejando algunos lugares y comunidades insalvables, dicen, y esa pérdida debe ser compensada, una especie de reparación climática. "La situación se ha vuelto desesperada", dice Singh. "[Los países desarrollados] arruinaron el planeta y ahora tienen que pagar a los países en desarrollo y apoyar la transición".
Aunque el asunto fue objeto de un día completo de negociaciones, se avanzó poco, dice Mountford. "Estados Unidos y casi todos los demás países desarrollados han guardado silencio al respecto", afirma. De nuevo, es probable que se posponga un debate de mayor calado hasta la COP del año que viene en Egipto.
Algunos países frustrados están buscando otras formas de conseguir justicia climática. Tuvalu y Antigua y Barbuda anunciaron en la reunión que planean reclamar daños y perjuicios a los países ricos en un tribunal internacional.
Definiendo las reglas
Esta reunión también debía haber consolidado algunos aspectos cruciales del Acuerdo de París: normas sobre cómo los países informan de sus progresos para que puedan rendir cuentas, y normas sobre cómo establecer un mercado mundial de carbono que, según sus defensores, canalizará más dinero hacia la reducción de emisiones y la adaptación.
También aquí, el éxito ha sido moderado y escurridizo. En cuanto al mercado de carbono, los activistas y negociadores de algunos países en desarrollo han dicho que prefieren que no se tome ninguna decisión a que se tome una mala, lo que deja abierta la posibilidad de que la cuestión quede sin resolver.
La cuestión, no menor, del calendario también sigue presentando incertidumbres. En el Acuerdo de París, los países decidieron revisar sus NDC cada cinco años. A medida que el cambio climático se acelera, algunos dicen que ese plazo es demasiado largo, y abogan por revisiones más frecuentes para aumentar las ambiciones; en concreto, esperan conseguir al menos una ronda de nuevos objetivos para finales del próximo año.
Las disputas sobre las normas son un reflejo de la dinámica general de toda la reunión, dice Mountford: "un progreso lento" que se acompaña de una angustia real. Lo que está en juego para muchos países es imposible; para algunos, toda su existencia depende del éxito de esta y otras COP. Estas reuniones son la mejor oportunidad que tienen para enfrentarse a los representantes de los países desarrollados, responsables de la mayor parte de los peligros a los que se enfrentan.
Año tras año, el problema parece ser el mismo que ya denunció recientemente el activista vigués Diego Ferraz: “falta la ambición necesaria para afrontar la grave situación de de emergencia y crisis climática y social en la que vivimos”.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.