Hacia el desastre ecológico: los humedales continúan en grave declive en España
El Parque Natural del Prado de Cabanés-Torreblanca es un espacio natural protegido situado en Castellón y constituye una de las zonas de humedales de mayor valor paisajístico que alberga multitud de especies de aves acuáticas. Declarado como Parque Natural en 1994, su interés ecológico reside en las marismas y los pantanos que dan vida a este ecosistema.
“En España, los datos sobre los humedales son escalofriantes: más del 80, 85 por ciento han desaparecido, y los que funcionan están en un estado lamentable. Ejemplos de ello son el Mar Menor, el Parque Nacional de Doñana o el Parque de las Tablas de Daimiel", afirma Miguel Ángel Mateo, investigador del Centro Español de Investigaciones Superiores (CSIC), en el seminario El carbono azul en el corazón de un clima saludable, organizado por IUCN Centre for Mediterranean Cooperation.
Enmarcado en la celebración del 50º aniversario de la Convención sobre los Humedales, el pasado 30 de agosto de 2021, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 2 de febrero de cada año el Día Mundial de los Humedales, como reivindicación de la importancia de estos ecosistemas, fundamentales para las personas y la naturaleza y esenciales para lograr un desarrollo sostenible.
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Sin embargo, aunque pueden aplaudirse muchos ejemplos de progreso en la protección de los humedales, el panorama mundial sigue dominado por su pérdida continua. A principios del siglo XX se calculaba que podía haber unas 280 000 hectáreas de humedales, cifra que se ha reducido hasta el día de hoy a 115 000. Es decir, tan solo en este siglo se ha perdido más del 60 por ciento, bien por desecación o por contaminación, según datos de Global Nature.
La gran variedad de humedales de España
“España no tiene la cantidad de humedales en superficie que existe en el resto de Europa porque tenemos menos humedad, pero tenemos una variedad con un gran valor ecológico”, afirma Eduardo de Miguel Beascoechea, director de Global Nature y experto en humedales. “Climática y geográficamente, España es un país cuya diversidad se traduce directamente en la gran variedad de espacios de humedales que existen”.
“En este momento, el Mar Menor está casi muerto y la Albufera de Valencia lleva el mismo camino”
Aproximadamente 2000 humedales inundan España a lo largo de todo su territorio. Los diferentes tipos se dividen según la procedencia del agua que los encharca, su extensión o su duración a través de las estaciones del año. Una turbera, por ejemplo, es un tipo de humedal en el que se produce la acumulación superficial por capas de material orgánico en estado de descomposición conocido como turba. Existen en las zonas de montaña cantábrica, Pirineos y el Macizo Central, parecidas a las del norte de Europa pero de menor tamaño.
También existen humedales de tipo salino en el centro peninsular, la llamada La Mancha Húmeda, como la laguna de Fuente de Piedra, en Málaga, o la de Gallocanta, Aragón, así como humedales conectados a los grandes acuíferos, como el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel o el Parque Natural de Las Lagunas de Ruidera, que dependen del agua subterránea que brota. También los grandes humedales costeros son muy importantes, grandes marjales mediterráneos como la Albufera de Valencia, Prado de Cabanés-Torreblanca, en Tarragona, Doñana, en Andalucía, o el Mar Menor, en Murcia.
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¿A qué se debe su gran declive?
“Entre las grandes causas se encuentra la desecación, es decir, todos los humedales que estaban conectados con los acuíferos se han ido secando debido a la extracción masiva de agua para regadío, como el caso de las Tablas de Daimiel o Doñana”, afirma de Miguel. “También la propia ocupación de los humedales por cultivos, como en el caso de los humedales esteparios. La agricultura ha ido ocupando los terrenos de humedales que se secan en verano”.
El hábitat natural de los flamencos son los humedales de aguas salina, ya sean costeros o del interior de la península. A lo largo de todo el litoral mediterráneo, así como en algunos puntos concretos del este y el sur, encontramos colonias de gran tamaño. Su mayor presencia la encontramos en la reserva natural de la Laguna de Fuente de Piedra, en Andalucía, así como en el Parque Nacional de Doñana, Andalucía, y en el Parque Natural del Ebro, Cataluña, o las Salinas de Santa Pola, en la Comunidad Valenciana. Actualmente se está intentando introducir la especie en Cabo de Gata, Odiel y la Bahía de Cádiz.
La Reserva Natural Laguna de Peña Hueca se sitúa en la depresión del Tajo, dentro de la llanura manchega. Esta laguna salina de escasa profundidad tiene una superficie de 150 hectáreas, aunque llegan a secarse por completo en los meses de mayor crisis hídrica. Su valor paisajístico descansa en su biodiversidad y sus salinas, donde aparecen también pequeñas islas que aportan una riqueza cromática durante la época estival que aporta a esta laguna aún más belleza en un entorno único.
Entre las grandes joyas de la corona del interior peninsular, a lo largo del siglo XX ha habido grandes proyectos de desecación por parte de la Administración, como la laguna de Antela, un lago interior de Orense, Mar de Campos, en Valencia, o la laguna de La Janda, en Cádiz.
“Recuperar estos ecosistemas es uno de los grandes retos de la conservación en España”, afirma de Miguel. Con este objetivo, el ministerio ha incluido en la estrategia nacional estos humedales para su recuperación, pero la dificultad de volver a utilizar para uso público terrenos que se han concedido para uso privado complica gravemente la gestión al obligar a expropiar miles de hectáreas. “Supondría algo así como crear tres Doñanas nuevos, sería uno de los grandes logros ecológicos de este país”.
El impacto de la agricultura
En paralelo a la desecación, los grandes problemas de contaminación en otros humedales han llevado al desastre ecológico que sufre el Mar Menor y la Albufera de Valencia. “En este momento, el Mar Menor está casi muerto y la Albufera de Valencia lleva el mismo camino”, denuncia De Miguel.
“Alrededor del Mar Menor, en el campo de Cartagena, ha habido siempre una explosión de cultivos de invernadero, y el drenaje de estos cultivos, lleno de plaguicidas y fertilizantes, llega sin control al Mar Menor. Estos fertilizantes provocan una explosión de algas en las aguas de la laguna que compiten con los peces, capturan el oxígeno y provocan una degradación completa en cadena. En Doñana, la situación también es muy grave por el uso de las aguas del Guadalquivir”.
El caso de Tablas de Daimiel es el más claro ejemplo de la degradación. “Es el caso emblemático, es un Parque Nacional en la UCI”, denuncia De Miguel. “Aunque se haya declarado como Parque Nacional, las Tablas de Daimiel son el rebosadero de un acuífero que ocupa miles de hectáreas. Pero al haber extraído tanta agua, el acuífero está a 200 metros por debajo y el agua no llega a la superficie”.
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Por tanto, si no existe un ecosistema sano alrededor de un parque nacional, no puede haber parque nacional. “O se reduce el regadío en toda la zona que rodea Daimiel, o no se podrá recuperar. Lo que se hace a día de hoy es bombear agua del subsuelo para tener inundada una parte, pero si no existiera este bombeo de agua artificial no existiría humedal en Daimiel. Es una de las grandes vergüenzas de la gestión medioambiental de este país”.
Humedales, biodiversidad y cambio climático
“Todos interactuamos y dependemos de los humedales para nuestros medios de vida, sustento y bienestar”, arranca el Informe Especial 2021 Perspectiva Mundial sobre los Humedales. Sin embargo, el cambio climático está ocurriendo más rápido de lo previsto: “Se han sobrepasado los umbrales y es inevitable que se produzcan cambios importantes. Los humedales se ven especialmente afectados por el aumento del nivel del mar, la decoloración de los corales y los cambios en la hidrología, con un mayor riesgo para los humedales árticos y de montaña”, afirma el estudio.
En los humedales estacionales, que dependen de la lluvia que cae, cada vez se inunda menos superficie y menos tiempo, y además se secan antes. “Debido a esto, muchas especies que criaban allí tampoco son capaces de sacar a sus polluelos adelante y provoca un problema ecológico muy serio”, alerta de Miguel.
Un ejemplo del grave impacto del cambio climático y el uso del suelo es el Delta del Ebro, en Tarragona. Este ecosistema está desapareciendo a causa del regadío, la derivación de agua del Ebro y la subida del nivel del mar del Mediterráneo.
“Hay un enorme potencial de recuperar estos ecosistemas en muchas zonas españolas y, a su vez, muchos humedades de interior cuya recuperación y restauración puede ser muy importante para la biodiversidad, para el ciclo del agua y para el ciclo del carbono como sumideros de carbono”, afirma Mateo.
“Los principales sumideros de carbono que tenemos en España son nuestros bosques, nuestros océanos, las costas, los suelos y también los humedales, que tienen un potencial muy grande de absorber emisiones de CO2”, afirma Enrique Segovia, director de conservación y experto en bosques de WWF España. “Nos interesa por tanto hablar de aquellos ecosistemas donde las entradas de carbono son muy superiores a las salidas. Si es lo contrario, serían sistemas en erosión como la posidonia, que ha sido destruida y está liberando muchísimo carbono”, afirma Mateo.
Cubierto de nieve en la fotografía, el humedal de la Laguna del Hito, en Cuenca, es el hábitat preferido de la grulla común. Este enclave natural fue declarado Reserva Natural protegida en el año 2002. Una de las razones de su importancia ecológica es que esta laguna es un lugar de invernada y paso migratorio de aves como la cerceta común, el ánade ragudo, el pato cuchar,a el ánade real, el porrón europeo y el pato colorado, así como también es el mayor dormidero de la grulla común de la provincia, llegando a reunir más 9 000 ejemplares en sus aguas. Esta reserva natural tiene además un interés especial para la fauna de invertebrados, ya que en ella se encuentra la única población ibérica conocida del camarón hada (branchinecta orientalis).
Para su recuperación, el grave problema en España reside en que la responsabilidad de cada ecosistema depende de las comunidades autónomas que habita y, en algunas de ellas, el proceso está tan poco avanzado que existe incluso un déficit de catalogación de humedales por parte de la Administración, por lo que no están protegidos ni considerados como tal.
Los humedales a nivel mundial
La Convención sobre los Humedales es el tratado intergubernamental que ofrece el marco para la conservación y el uso racional de los humedales y sus recursos. En 2018, este organismo publicó la primera Perspectiva mundial sobre los humedales, un informe que denuncia el estado de los humedales y ofrece recomendaciones para garantizar que sean conservados y utilizados de forma racional.
“Sus conclusiones sobre la degradación y la pérdida generalizadas de humedales en todo el mundo y sus consecuencias constituyeron una llamada de atención y fueron decisivas para crear conciencia sobre esta situación”, afirma la Convención.
Paradójicamente, el declive de estos ecosistemas ocurre en un momento en el que resultan más necesarios que nunca por su capacidad de amortiguar el cambio climático, así como sus servicios en materia de biodiversidad, agua y medios de vida. Para comenzar a vislumbrar el horizonte, “hay que concienciar a las poblaciones que rodean los humedales del valor económico que les suponen estos humedales”, afirma de Miguel.
La Fundación Global Nature junto a la Universidad de Valencia han llevado a cabo un proyecto llamado Wetlands for Climate que trata de evaluar metodologías para que la conservación de humedales sirva también para poder compensar en los mercados de carbono, por su gran papel como sumideros de carbono.
“La Convención ofrece un atisbo de esperanza el cambio palpable hacia un reconocimiento más amplio de que la pérdida de biodiversidad y el cambio climático son indisociables y de que solo puede lograrse el desarrollo sostenible mediante una acción intensiva para invertir la pérdida sin precedentes de la naturaleza”.