Las 5R de la economía circular: ¿cómo se recicla cada residuo?
Un nuevo informe indica que España aún está muy lejos de ser circular. Con el fin de despejar dudas, repasamos los principales canales de nuestro sistema de reciclaje.
Los avances de la tecnología permiten ya darle a este material una segunda vida tan dispar como imaginativa, convertido en todo tipo de complementos textiles o decorativos, aislantes acústicos, pistas deportivas y un largo etcétera de aplicaciones al alcance de nuestra mano.
¿Podemos reciclar una percha, una bombilla, un chicle o un vaso de cristal? A pesar de que los contenedores de colores llevan varias décadas conviviendo con nosotros, aún existen muchas dudas sobre la clasificación y el método de reciclaje de muchos de los objetos menos usuales, así como mitos y falsas certezas que debemos tener claro y saber distinguir.
La gran cantidad de desechos que producimos a nivel mundial se ha disparado en las últimas décadas, mientras la humanidad aún tiene una gran asignatura pendiente: dar una respuesta adecuada a la llamada crisis de la basura, que alza sus cifras a nivel mundial hasta los 2000 millones de toneladas de desechos cada año, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Reducir, reutilizar y reciclar – en ese orden – es, desde hace años, el dogma de la economía circular para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero en los últimos meses algunas personas se han atrevido a hablar del 5R sumando dos términos más: recuperar – en relación a la materia prima para la fabricación de otros objetos –, y repensar – plantearnos qué hay detrás de cada una de nuestras acciones para cambiar nuestra relación con la naturaleza y construir una economía circular.
En España, cada vez tenemos más cubos de reciclaje se han hecho ya un hueco en nuestros hogares pero el sistema continúa fracasando. En 2021, nuestros niveles de reciclaje se mantuvieron en el 35 por ciento, pese a los objetivos europeos y nacionales de alcanzar el 55 por ciento para 2025. Al ritmo actual, España no alcanzará los mínimos de la Unión Europea hasta dentro de varias décadas.
El grupo de desechos que más ha crecido en los últimos años son precisamente los menos reciclados: los ciberdesperdicios. Según las estimaciones de la la Asociación Mundial de Estadísticas de Residuos Electrónicos (GESP), cada europeo genera 15 kilogramos de basura electrónica cada año. Solo en España, alrededor de 20 millones de teléfonos son desechados anualmente, lo que equivale a 2000 toneladas de basura electrónica. Únicamente un 17,4 por ciento de todo ese material está registrado como recogido y reciclado de manera adecuada. El porcentaje restante se queda en un limbo entre vertederos, fuera de los circuitos oficiales de reciclaje.
"No somos capaces de acoplar el uso de recursos y la gestión de los residuos", afirmó la directora de la Fundación COTEC, Cristina Garmendia, durante la presentación del informe Situación y evolución de la Economía Circular en España 2021, que asegura que la transición hacia la circularidad se ha estancado en nuestro país.
El informe se centra en la necesidad de diseñar los productos enfocados en su reparabilidad y la durabilidad. El ecodiseño y la ecoinnovación son términos que se han añadido al diccionario con el fin de lograr una mayor sensibilización de la ciudadanía. “Seamos quienes seamos y estemos donde estemos, ya empieza a estar claro lo que nos toca hacer a cada uno. Hagámoslo”, añadió Garmendia.
Los símbolos del reciclaje
El desconocimiento general sobre el proceso de reciclaje, más allá de soltar nuestra basura en un contenedor u otro, a menudo nos desconecta del gran impacto que generan nuestros desechos y del proceso que permite prolongar su vida útil.
“Nuestra labor en la gestión de los residuos de las actividades económicas no solo es vital en estos momentos, sino que recae sobre nosotros otro gran reto: la responsabilidad de continuar suministrando materias primas a la industria, para que se puedan seguir produciendo productos papeleros vitales en los tiempos que corren”, dice Manuel Fernández, presidente de la Asociación Española de Recicladores Recuperadores de Papel y Cartón.
Un futuro sostenible pasa necesariamente por integrar el hábito del reducir, reciclar y reutilizar en todos los ámbitos de nuestra vida. Pero, a veces, el problema es que no sabemos cuál es el lugar adecuado para colocar nuestros residuos. ¿Podemos reciclar todos los objetos que utilizamos?
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Según cada tipo de material, el tiempo de descomposición varía mucho. El aluminio puede tardar 80 años en degradarse, mientras el plástico llega hasta los 700; más incluso que el vidrio, que se sitúa en los 500 años. Por su parte, el poliestireno, un tipo de plástico que se usa para multitud de objetos, desde aislamientos térmicos hasta envases pasando por embalajes, nunca llega a descomponerse.
Para guiarnos en la tarea, no siempre fácil, de clasificar la ingente cantidad de objetos que nos rodean en el día a día, en cada envase encontramos símbolos de reciclaje muy variados, cuyo significado es fundamental para dar un correcto tratamiento a cada objeto para no perjudicar el sistema de reciclaje.
El anillo de Möbius, por ejemplo, se ha convertido en el símbolo internacional del reciclaje y representa que los objetos pueden ser, o bien han sido, reciclados. Cuando este anillo aparece solo, significa que el producto está hecho con materiales que pueden ser reciclables, pero si, en cambio, va dentro de un círculo, quiere decir que parte de los materiales han sido reciclados.
Este símbolo también puede incluir el porcentaje del producto reciclado que contiene el envase que tenemos en nuestras manos. Se creó en 1970 en un concurso de diseño de estudiantes estadounidenses, como celebración del primer Día de la Tierra. Recibe su nombre y su diseño de la banda que descubrió el matemático y astrónomo alemán August Möbius.
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El símbolo del Punto Verde, otro de los más habituales en nuestras etiquetas, significa que la empresa del producto cumple con la Ley de Envases y Residuos de Envases. Fue ideado en 1991 y se adoptó a lo largo de los siguientes años como marca para Directiva Europea de envases.
El símbolo Tidyman es otro de esos dibujos que lleva acompañándonos décadas sin apenas reparar en él. Un círculo donde una figura humana deposita un residuo en una papelera que indica al consumidor que se responsabilice de deshacerse de él en el contenedor adecuado. Las botellas de vidrio también llevan un dibujo similar que combina un anillo de Möbius y un muñeco utilizando uno de los antiguos iglús verdes de reciclaje de vidrio.
Además, existen otros símbolos específicos para los envases de plástico. Se numeran según su composición y su grado de dificultad de reciclaje y el número se pone dentro del anillo Möbius. Así, el plástico Tereftalato de polietileno o PET, utilizado para envases de alimentos y bebidas, es el '1'; el polietileno de alta densidad, HDPE o PEAD, utilizado para envases opacos como productos del hogar, el '2'; el policloruro de vinilo o PVC, con el que se fabrican ventanas, tuberías o cables, el '3'; Polietileno de baja densidad o LDPE, que se utiliza para las bolsas de plástico, el '4'; el polipropileno o PP, un plástico muy resistente a los golpes que se utiliza para utensilios de laboratorio o embalajes, el '5'; y el poliestireno o PS, el que se utiliza en los bolígrafos, el corcho blanco o los utensilios de plástico de usar y tirar, el '6'. Si un plástico lleva un '7' es porque suele ser un compuesto de varios plásticos.
¿Cómo se reciclan?
Conocer cómo se tratan los residuos puede acercarnos a solucionar algunas de las dudas que suelen surgir al respecto. Por ejemplo, el papel y cartón se tritura, se centrifuga para quitar impurezas y se mezcla con agua para crear una pasta que posteriormente vuelve a ser la materia prima de los rodillos de fabricación del papel. Debido a este sencillo proceso de reciclaje, el cartón manchado de grasa – por ejemplo, de la pizza – debe ir al contenedor de restos, ya que podría arruinar un lote de reciclaje completo si se echa al contenedor de papel.
Solo en la planta de reciclaje de Fuenlabrada, la más grande de Europa, se recogen cada año 5000 toneladas de papel y cartón. En un día, los operarios de esta planta producen 1300 toneladas de cartón. Según Aspapel, en España recogemos y reciclamos el 71 por ciento del papel y cartón que consumimos, lo cual sitúa a la industria papelera española como la segunda más eficiente de Europa. Además, todas ellas poseen símbolos y etiquetas ecológicas que permiten conocer las características ecológicas de cada modelo
Por su parte, el complejo reciclado del plástico va mucho más allá de un troceo y centrifugado en agua. A excepción del PET, que es el más sencillo, la clasificación y reciclaje de los diferentes tipos de materiales plásticos es costoso y, a menudo, también contaminante.
Cuando llegan a la planta, con métodos de detección infrarrojos, los plásticos son separados según su código de identificación. La singularidad de las plantas españolas respecto a otros países de la Unión Europea es que reciclamos los cuatro grupos de plásticos: botellas de agua y refrescos, envases de leche y detergentes, bolsas y filmes, así como yogures o bandejas.
Una vez separados, los plásticos se trituran, se lavan, se homogeneizan para formar un aglomerado plástico – unas pequeñas bolas llamadas granza – que serán la materia prima de sus próximas aplicaciones. Sin embargo, no todo el plástico que se arroja al contenedor se recicla: los tubos de pomada o los envases de yogures ni siquiera cubren los gastos de su propio reciclaje, según la consultoría medioambiental Opemed.
El vidrio, por su parte, al ser triturado se obtiene un material llamado calcín que, fundido, vuelve a ser una materia prima más sostenible que la generación nueva de vidrio, ya que se funde a menor temperatura y evita el 53 por ciento de las emisiones de CO2 derivadas de este proceso. Según la European Glass Recycling in Europe, España recicla el 78 por ciento del vidrio. Respecto a la basura orgánica, la forma más conocida para su reutilización es su uso como compost o abono orgánico. La organización Ecologistas en Acción propone otra forma de reciclar los residuos biodegradables, utilizándolos como recurso sin tratamiento previo para alimentar unos animales de granja.
Los objetos más difíciles de reciclar
Cada día se usan en el mundo 500 000 millones de bolsas de plástico, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Este objeto, cuyo uso se generalizó en 1970, tiene un tiempo medio de utilización de 12 minutos y, sin embargo, arrastra un enorme impacto ambiental: causa la muerte de al menos un millón de aves y 100 000 mamíferos marinos cada año, según la misma entidad.
Objetos como las toallitas, los pañales o las compresas son productos muy contaminantes en su fabricación y también muy difíciles de reciclar. En el caso de estos artículos de higiene, deben ir al contenedor gris de restos. Para reducir su impacto, se puede optar por eliminar el uso de toallitas, sustituir los pañales de usar y tirar por aquellos de tela o biodegradables, y reemplazar las compresas por la copa menstrual reutilizable.
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Las cápsulas de café son un envase muy reciente, pero en pocos años han llenado el planeta de millones de residuos diarios que hasta hace poco no existían. Algunas de las empresas que los fabrican ya reciclan en sus tiendas las cápsulas devueltas, pero por el camino queda un amplio porcentaje de cápsulas que van directas al vertedero. Por tanto, es importante llevar las cápsulas a la propia tienda para que las reciclen, o bien incluirlas en el cubo amarillo si el fabricante indica que son aptas para reciclaje como envase.
El reciclado de bombillas es un proceso complejo. Cada tipo de bombilla se recicla de una forma diferente, e incluso algunas no pueden reciclarse. La normativa que regula la gestión de los residuos eléctricos y electrónicos (RAEE) no incluye las bombillas halógenas y las incandescentes, es decir, aquellas con filamentos. El resto de tipos, tales como fluorescentes o LEDS, sí se reciclan. Pero, ¿dónde tirarlos? Al componerse de materiales diferentes, cada tipo de bombilla debe reciclarse de forma diferente, y por tanto, debemos llevarlas a un punto limpio para este fin.
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Por último, el reciclaje de aceite usado tiene una gran importancia, debido al gran impacto medioambiental que conlleva. La grasa que contiene genera graves atascos en tuberías y canalizaciones, y al llegar a los ríos y mares, genera una película en la superficie que afecta a los seres vivos que habitan en ellos. Tanto los puntos limpios como los contenedores urbanos son la mejor opción para evitar este impacto en nuestras ciudades y ecosistemas.
Poniendo orden en el caos normativo y los contenedores por colores
Según cada país, los colores de los contenedores varían mucho. En España, cada Comunidad Autónoma, o incluso cada ayuntamiento, se rige por unas normas de reciclaje, lo que a veces complica la clasificación. Los diferentes tipos van desde los contenedores amarillos, ampliamente conocidos, hasta contenedores de residuos especiales o grises que muchos desconocen. ¿Qué se recicla en cada contenedor?
En el contenedor verde se deben depositar únicamente botellas de vidrio, tarros de conserva – sin tapa- y frascos de colonia y perfume. Los vasos de cristal no pueden ir en este contenedor porque no están hechos de vidrio. El cristal roto debe tirarse al contenedor gris de restos, y en el caso de objetos como espejos, llevarlos al punto limpio.
En el contenedor azul irían las cajas de cartón, los folios y papeles no plastificados y las libretas o periódicos. Sin embargo, las servilletas usadas o los pañuelos deben ir al contenedor orgánico. El contenedor marrón, que aún no se ha extendido por todas las comunidades, está destinado a todos los desechos orgánicos, es decir básicamente restos de comida.
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El contenedor gris – que en algunas comunidades es verde oscuro – es el de restos. Es decir, para todo aquello que no tiene cabida en ninguno de los anteriores, como cristales, pañales, tapones de corcho, cerámica u objetos de goma. El contenedor naranja quizá sea el menos extendido de todos, ya que solo está en algunos ayuntamientos, y es el destinado al reciclaje del aceite usado, que en otras comunidades debe llevarse al punto limpio. Un litro de aceite usado contamina hasta 1000 litros de agua, según advierte la Fundación Aquae.
El contenedor blanco, o punto SIGRE, es el lugar que encontramos en las farmacias para depositar todos los residuos de tipo médico, ya que los medicamentos son muy contaminantes y peligrosos para nuestros ecosistemas. Por último, en los puntos limpios se almacenan los desechos voluminosos o peligrosos, como neumáticos, colchones, baterías, bombillas, radiografías, basura electrónica, aerosoles, pinturas, termómetros o aceites.
Con el objetivo de lograr una gestión más eficaz de estos materiales, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico definió una Estrategia Española de Economía Circular. Con la nueva ley de residuos a la vuelta de la esquina, España se encuentra en un punto de inflexión clave para lograr revalorizar los residuos y convertirlos en nuestra principal materia prima.