Cómo los agricultores del país más pobre de la Tierra han hecho crecer 200 millones de árboles
En el árido Níger, al sur del Sáhara, los agricultores que permitieron que los árboles cortados volvieran a crecer en sus campos han visto dispararse el rendimiento de sus plantaciones.
Unos agricultores siembran semillas de mijo en un campo a las afueras de Aguié, en la región de Maradi (Níger). En las últimas décadas, los agricultores han permitido que millones de árboles vuelvan a crecer en tierras que antes habían sido desbrozadas.
MARADI, NIGER - Durante siglos, ricos bosques salpicaron esta región polvorienta y azotada por el sol al sur del Sáhara. Había gordos algarrobos, arbustos ralos y escasos focos de espino de invierno y tamarindo. Sin embargo, cuando Ali Neino era un niño, en la década de 1980, sólo brotaba un árbol solitario en las tierras de su familia, y podía ver con claridad el horizonte.
"No había vegetación entre el pueblo y los campos", recuerda Neino, de 45 años. "Ni árboles, ni arbustos, nada".
Décadas de sequía, desmonte y demanda de leña habían dejado a Níger casi sin árboles. La agricultura intensiva para alimentar a la población de más rápido crecimiento del mundo hizo que no arraigaran nuevos árboles. Los esfuerzos del gobierno por reforestar en la década de 1970 fracasaron. Se plantaron 60 millones de árboles, pero menos del 20% sobrevivieron.
En lugar de talar los árboles, los agricultores de Níger los dejan en pie y permiten que vuelvan a crecer a partir de los tocones, sabiendo que el suelo que los rodea retendrá más humedad y será fertilizado por las hojas. Aquí un agricultor inspecciona un árbol joven en la región de Tahoua.
Pero en un reciente paseo por la granja de su familia en las afueras de Dan Saga (al sur del país), Neino señaló los árboles, que crecían por todas partes. Los troncos de las acacias blanqueados por el sol asomaban por el suelo. Las ramas y las hojas caídas ensuciaban la tierra amarilla. Había cinco tipos de acacias. Había árboles frutales y un tipo de arbusto verrugoso conocido como dooki.
En los últimos 35 años, mientras los científicos rogaban a las naciones que se tomaran en serio la recuperación de los bosques, uno de los países más pobres de la Tierra, en una de las regiones más duras del planeta, añadió la asombrosa cifra de 200 millones de árboles nuevos, tal vez más. En casi 50 000 kilómetros cuadrados de Níger, se han restablecido los bosques con poca ayuda externa, casi sin dinero, y sin expulsar a la gente de sus tierras. Los árboles no se plantaron, sino que se los animó a volver de forma natural, alimentados por miles de agricultores. Ahora, árboles frescos están apareciendo en un pueblo tras otro. Como resultado, los suelos son más fértiles y húmedos, y el rendimiento de las cosechas ha aumentado.
Los países vecinos se apresuran a seguir el ejemplo de Níger. Pero los expertos dicen que otros continentes también deberían mirar a Níger como modelo. "Es una historia realmente inspiradora", afirma Sarah Wilson, investigadora forestal postdoctoral de la Universidad de Victoria, en Canadá, que ha estudiado el renacimiento de Níger. "Es el tipo de restauración que queremos. Se extendió de agricultor a agricultor".
Un retorno a las raíces
Estos días es raro encontrar a Neino en su casa, donde su familia cultiva mijo, sorgo y cacahuetes. Suele recibir a delegaciones de otros pueblos que quieren conocer la resurrección de las zonas boscosas de su región. O va a Tahoua o Agadez, en el centro de Níger, para enseñar a los agricultores cómo hacerlo ellos mismos.
Para Neino, la recuperación arbórea del sur de Níger es clave para el futuro del país. La población de la nación, que ronda los 25 millones de habitantes, está en vías de duplicarse en las próximas dos décadas. "La única manera de satisfacer las necesidades nutricionales de la creciente población de Níger es cambiar el sistema", afirma.
Pero para entender cómo Níger recuperó sus árboles, es importante saber cómo los perdió.
Región de Níger
Níger, del tamaño de Alemania y Francia juntas, se encuentra en el corazón del Sahel, la zona de transición entre el desierto del norte de África y la selva húmeda que se extiende desde el Atlántico hasta el Mar Rojo. El Sáhara se extiende por dos tercios del país, pero el oeste, a lo largo del fértil valle del río Níger, y el sur, cerca de la frontera con Nigeria, siempre han albergado grandes bolsas de árboles y arbustos.
Gran parte de la población de Níger vivía en esta franja boscosa. Los árboles y arbustos daban sombra, retenían el agua en el suelo y dejaban caer el forraje para el ganado. Los agricultores plantaban alrededor de los troncos, y cuando podaban los árboles para obtener leña o los talaban ocasionalmente, los árboles rebrotaban rápidamente de los tocones. En Zinder, una región del sureste, se veneraba una especie: el espino de invierno, que durante la estación de las lluvias desprende hojas que luego se descomponen, nutriendo el suelo con nitrógeno y dejando entrar la luz del sol.
Pero a principios del siglo XX, los agrónomos traídos por los gobernantes coloniales franceses instaron a los agricultores a eliminar los árboles, a talar los arbolitos y a arrancar los tocones. El gobierno, que quería exportar cacahuetes, quería comercializar el sector agrícola de Níger. Impulsó a las granjas a pasar del cultivo manual al arado de acero tirado por animales. Esto dio lugar a campos ordenados con líneas rectas y surcos perfectos, que dejaban poco espacio para los árboles. Muchos nigerinos llegaron a creer que los árboles y los cultivos no debían mezclarse.
En la segunda mitad del siglo XX, la población del ahora independiente Níger se había disparado. Una serie de sequías que comenzaron a finales de la década de 1960 provocaron pérdidas de cosechas y hambrunas. Los manantiales desaparecieron. Los pozos se secaron. Los agricultores siguieron talando más árboles para la agricultura, incluso cuando los suelos se secaron o perdieron nutrientes. Las familias desesperadas recurrieron al último recurso de la región: talaron los árboles restantes para venderlos en las ciudades cercanas como combustible para cocinar. Las mujeres y los niños caminaban durante horas para encontrar leña.
Níger es un lugar difícil para cultivar cualquier cosa incluso cuando hay sombra; Níger sin árboles es la guarida de un dragón. Las temperaturas superan regularmente los 37º Cy pueden alcanzar los 60º en la superficie del suelo. A mediados de la década de 1980, el país se enfrentaba al colapso ecológico. Pero dos acontecimientos paralelos alterarían su curso.
En 1983, un grupo de hombres que había viajado al extranjero en busca de trabajo durante la estación seca no regresó a tiempo para limpiar los troncos y los plantones de sus campos antes de la estación de las lluvias. No tuvieron más remedio que plantar a su alrededor. Pronto notaron algo extraño. Los cultivos plantados cerca de los árboles jóvenes parecían crecer mejor y más rápido. Al año siguiente, volvió a ocurrir. Pronto, otros agricultores dejaron de limpiar los campos.
Las hojas caídas fertilizaban y mantenían el suelo húmedo. La vegetación bloqueaba la arena que llegaba del Sahara y protegía los cultivos del viento. "Fue como si todo el clima cambiara", recuerda Maimouna Moussa, de 60 años, también de Dan Saga. Al segundo año ya estaba raleando y podando los tallos emergentes de estos árboles de rápido crecimiento, que le proporcionaban leña. Con el tiempo, sus cosechas de mijo se duplicaron.
Fue en esta misma época, a principios de los años 80, cuando Tony Rinaudo se topó con un tocón.
Difundir el mensaje
Desde 1981, Rinaudo, un joven misionero australiano, había estado en Maradi intentando en vano plantar árboles. Sabía que refrescarían el aire al emitir humedad, darían sombra y podrían ayudar a los cultivos. Pero la plantación de árboles resultaba agotadora, y los nuevos morían en su mayoría antes de que sus raíces pudieran llegar a la capa freática, que estaba a decenas de metros de profundidad. Los agricultores locales, enfrentados a la crisis, tenían poco interés en esperar durante años a que los árboles recién nacidos se convirtieran en algo útil. "Estaban más preocupados por cultivar alimentos", dice Rinaudo.
Un día, Rinaudo vio un arbusto del desierto, un nuevo tallo fresco que salía de un tocón cortado. En su cabeza, algo hizo clic. "Ya había observado antes que los árboles cortados volvían a crecer", dice. "Pero eso me conectó: todos estos tocones pueden volver a convertirse en árboles".
Rinaudo se dio cuenta de que su enfoque había sido erróneo. No necesitaba un presupuesto, ni equipos de trabajo, ni montones de árboles jóvenes. No tenía que luchar contra el clima. Sólo tenía que convencer a los agricultores de que confiaran en la naturaleza. Los seres humanos debían apartarse del camino. "La verdadera batalla fue sobre la forma en que la gente pensaba en los árboles", dice. "Todo lo que necesitaban estaba a sus pies".
Sale Tari cuida sus acacias cerca de Aguié. Los árboles también suministran leña y actúan como cortavientos que reducen la erosión del suelo en la región árida.
Este enfoque no es nuevo. La llamada regeneración natural gestionada por el agricultor se había practicado en todo el mundo en sistemas de secano durante siglos. Esencialmente, era la forma en que los agricultores de Níger habían actuado antes del colonialismo. Rinaudo sólo pretendía volver a popularizarla y promoverla, para convencer a los agricultores de que aprovecharan las profundas raíces que sus antepasados habían dejado, literal y figuradamente, en la tierra.
En 1983, empezó a ofrecer alimentos a un puñado de familias a cambio de que estuvieran dispuestas a experimentar, no plantando árboles, sino dejándolos crecer, al menos 16 por acre (alrededor de 4000 metros cuadrados). Al principio hubo pocos interesados. Los agricultores se mostraban escépticos ante la posibilidad de producir más alimentos. Dejar crecer los árboles era también una invitación para los ladrones, que los robaban por la noche para venderlos como leña. En 1984, muchos agricultores, frustrados, volvieron a cortar sus propios árboles.
Pero no tardaron en arrepentirse. Casi inmediatamente, para los pocos agricultores que siguieron adelante, "el rendimiento de los cultivos fue mejor", recuerda Rinaudo. La yuca, la batata y el sésamo crecían mejor. Había más hojas, frutos y semillas comestibles. Las ramas caídas se utilizaban como leña; las mujeres y los niños ya no tenían que aventurarse lejos para conseguir leña.
Durante la siguiente docena de años, hasta finales de la década de 1990, Rinaudo visitaría casi 100 aldeas, compartiendo lo que su primer equipo experimentó. Los voluntarios del Cuerpo de Paz [agencia federal independiente de voluntariado y cooperación de Estados Unidos] en Maradi hicieron lo mismo. Pronto, los agricultores hablaron entre sí sobre el tema. Empezó a tomar forma un movimiento que Dennis Garrity, antiguo director del Centro Mundial de Agroforestería de Nairobi (Kenia), considera ahora "la transformación medioambiental más destacada que conozco en África".
Y sin embargo, fuera de Níger, casi nadie se dio cuenta.
Bosques amenazados
Hoy en día, los bosques están bajo presión en todos los continentes que tienen árboles. La tala y la explotación forestal para la ganadería amenazan el sustento de millones de personas, el suministro de agua y el hábitat de la fauna. El cambio climático ha aumentado las sequías que matan los árboles, las plagas de insectos y los incendios forestales. En dos importantes informes publicados esta primavera, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha vuelto a insistir en que la protección de los bosques que almacenan carbono y la recuperación de los degradados es esencial para frenar el calentamiento, además de reducir rápidamente las emisiones de dióxido de carbono.
Sin embargo, desde Asia hasta Sudamérica y la mayoría de los lugares intermedios, los grandes esfuerzos de gobiernos, empresas y organizaciones sin ánimo de lucro para plantar árboles han estado plagados de problemas. Muchos programas de plantación de árboles malgastan millones de dólares, destruyen inadvertidamente tierras vírgenes o dan lugar a millones de plántulas muertas. En algunos casos, los inversores invierten dinero en proyectos de plantación de árboles con un historial deficiente.
La transición de Níger no se enfrentó a ninguno de esos problemas. Y sin embargo, su propagación fue tan orgánica que el mundo tardó décadas en verla. Incluso entonces, el descubrimiento se produjo casi por accidente.
Los pastores dan de beber a su ganado en un lago situado en un terreno en el que los agricultores han permitido la regeneración de los árboles. Su sombra frena la evaporación, manteniendo el agua en el suelo, elevando el nivel freático y permitiendo el desarrollo de agua estancada permanente.
En junio de 2004, el científico forestal holandés Chris Reij llegó a Níger para hacer una presentación. Un decano de la universidad de Niamey, la capital, mencionó una tendencia intrigante: los agricultores de Maradi estaban protegiendo los árboles. Así que Reij se dirigió al campo.
Reij había trabajado en África Occidental de forma intermitente desde finales de la década de 1970, y había visitado Maradi en 1988. "Entonces era un lugar bastante desolado", recuerda. Lo que vio en 2004 le sorprendió. Dondequiera que mirara, brotaban árboles jóvenes.
Reij sospechaba que podía haber unos 100 kilómetros cuadrados de árboles frescos, lo que en aquel momento parecía mucho. Se puso en contacto con Gray Tappan, del Servicio Geológico de Estados Unidos, un geógrafo que cartografía el uso del suelo y la vegetación. Tappan había vivido en Senegal y había pasado años estudiando la región.
En pocas semanas, Tappan sobrevoló Níger tomando fotografías con su cámara de 35 milímetros. Él también quedó sorprendido. Durante los dos años siguientes, Tappan, Reij y otros investigaron más a fondo, viajando desde el oeste de Níger hasta casi el lago Chad, en el sureste.
A pesar de los años que Tappan lleva en el Sahel, no había oído hablar de este cambio. Las imágenes de satélite no lo habían detectado; la resolución no era lo suficientemente alta. "No me di cuenta de lo que estaba pasando hasta esos viajes de campo por Níger", dice. El reverdecimiento parecía afectar al 80% de las tierras de cultivo del país.
Para empezar a comprender realmente su alcance, Tappan localizó viejas fotografías aéreas de 1957 y 1975. Sólo cuando pudo compararlas con sus nuevas imágenes se dio cuenta de que "esto es enorme". En 2009, pudo documentar el nuevo crecimiento en al menos 48 562 kilómetros cuadrados. Los viajes de campo le permitieron saber aproximadamente cuántos árboles había en un acre típico. Algunos pueblos tenían 20 veces más árboles que antes.
Hoy en día, Tappan y sus colegas, basándose en los árboles que han visto aparecer en nuevos pueblos durante las visitas de campo adicionales, sospechan que la regeneración puede haberse ampliado a casi 60 000 kilómetros cuadrados. Tappan cree que 800 000 kilómetros cuadrados es una estimación baja del número de árboles nuevos en Níger. Y el número sigue aumentando a medida que la tendencia se extiende.
A diferencia de otros esfuerzos, éste comenzó desde cero. Nadie paga a los agricultores por sus árboles. "Este reverdecimiento a gran escala es voluntario", dice Reij. Y la evidencia sugiere que puede resolver los problemas ambientales y de seguridad alimentaria en Níger mucho mejor que las campañas de plantación de árboles más costosas.
Los agricultores trabajan entre los baobabs de un huerto en la región de Zinder.
La gran muralla verde
Los líderes africanos han promovido la plantación de árboles desde la década de 1970 para combatir su pérdida. Esta solución, que parecía sencilla, resultó problemática desde el principio. Los árboles plantados eran de la especie equivocada o necesitaban demasiado mantenimiento, o las cabras los desenterraban, o las comunidades locales con poco interés arrancaban los árboles para vender la madera. En general, los árboles plantados morían.
Hace 15 años, los dirigentes del Gobierno redoblaron la apuesta. Preocupados por el avance del Sáhara hacia el sur, y con la ayuda del Banco Mundial, propusieron un plan de plantación de árboles para contener las arenas: la "Gran Muralla Verde". Esta cinta de bosques se extendería a lo largo de 5632 kilómetros del Sahel.
Muchos científicos eran y son escépticos, en parte por cómo el cambio climático está golpeando el Sahel. Las temperaturas de Níger están aumentando 1,5 veces más rápido que la media mundial. Las precipitaciones, antes predecibles, fluctúan de año en año, ya que el aumento de la temperatura de los océanos altera los patrones meteorológicos. Las precipitaciones son erráticas, llegan más tarde y en ráfagas que el suelo no puede absorber. Esto hace que todo sea más seco y caluroso, pero no necesariamente de una manera que un muro de árboles pueda bloquear. "El desierto no se está extendiendo como un frente", dice Tappan. Se está extendiendo en parches, aquí y allá.
Una campaña multimillonaria de plantación de árboles también descarta las lecciones del éxito de Níger. Lo que el Sahel necesita son más árboles. Pero su plantación es costosa y es poco probable que tenga éxito a largo plazo. En su lugar, se podría animar a los agricultores del Sahel (y de otros lugares de África) a dejar que los árboles vuelvan a crecer de forma natural. Los bosques precoloniales siguen ahí, con sus profundas raíces enterradas en el suelo, esperando a regenerarse por sí solos. Hasta ahora, estos árboles regenerados están prosperando incluso cuando el clima cambia.
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Los beneficios están a la vista. Liberadas de las largas horas de búsqueda de madera, las mujeres de Níger están fabricando más medicinas, aceites y jabones a partir de los árboles para complementar sus ingresos. La escasez de recursos en las últimas décadas había provocado tensiones entre los cultivadores y los pastores nómadas; ahora los árboles de Dan Saga están atrayendo a los pastores que disfrutan de la sombra, mientras su ganado fertiliza los campos de cultivo con estiércol.
Las regiones arboladas del sur de Níger están produciendo medio millón de toneladas más de cereales al año, suficientes para alimentar a 2,5 millones de personas más. En la granja familiar de Neino, "las cosechas de mijo se han quintuplicado", dice. El sorgo y los cacahuetes también van mejor.
"Antes, los agricultores a menudo tenían que sembrar sus cultivos dos o tres veces después de que fueran destruidos por fuertes vientos que cubrían los cultivos con arena", dice Aichatou Amadou, un agricultor de 50 años de Droum, en la región de Zinder. Ahora, "sólo tengo que sembrar mi cosecha una vez".
Saidou Mallam Habou, también de Droum, dice: "Creo que ahora utilizamos las tierras de cultivo de forma mucho más eficiente que antes".
Un bien urgente
Para ser claros, Níger sigue siendo un lugar en el que la inseguridad alimentaria sigue estando entre las peores del mundo. Cultivar árboles no será suficiente para alimentar a un país cuya población crece a un ritmo vertiginoso. Pero sin duda puede ayudar.
En 2005 y 2011, el país se vio afectado por más sequías. El déficit de grano de Níger alcanzó el medio millón de toneladas. Reij envió un equipo para examinar los datos alimentarios durante un período de varios años. Mientras que muchos pequeños agricultores se enfrentaban a la ruina, los distritos densamente poblados que habían resucitado los árboles seguían produciendo un excedente de varias toneladas.
La interpretación de Reij: "Donde hay baja densidad de población, la gente sigue pensando que los recursos naturales son abundantes". No tienen el incentivo de hacer el trabajo de gestionar los árboles. Pero las explotaciones que lo hacen son más resistentes.
Por eso los ecologistas forestales intentan que más países innoven como Níger. La organización cristiana sin ánimo de lucro World Vision, para la que Rinaudo ha llegado a trabajar, envió a agricultores senegaleses a Níger para que aprendieran. Los agricultores volvieron a casa y restauraron 60 kilómetros cuadrados de bosques. Historias similares han surgido en Burkina Faso y Mali.
El enfoque se está extendiendo a África oriental, a Tanzania, Kenia y Etiopía, y está atrayendo el interés fuera de África también. Es barato, se amplía fácilmente y responde a las necesidades de los agricultores. Puede que no funcione en todas las situaciones, pero podría utilizarse mucho más. Hace poco, Tappan descubrió que los árboles se regeneraban de forma natural en unos 32 000 kilómetros cuadrados de Malaui, muchos de ellos con menos de 20 años.
"Parte de la importancia de la historia de Malaui es que se trata de un fenómeno totalmente dirigido por los agricultores", afirma Rinaudo. "No hay pruebas de que el gobierno, las ONG o cualquier otra influencia externa. Los agricultores simplemente vieron la necesidad y la oportunidad de hacer crecer de nuevo los árboles a partir de los tocones y lo hicieron."
"¿Cuál es la necesidad? Es bastante urgente", prosigue. "¿Cuál es el potencial? Absolutamente enorme".
Katarina Höije es una periodista independiente con sede en Abiyán (Costa de Marfil). Síguela en Twitter.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.