¿Qué impacto tienen las cremas solares en los ecosistemas?
Desde un campo de investigación aún por explotar, los científicos alertan de que la bioacumulación en los ecosistemas de sustancias tóxicas procedentes de los filtros solares puede ocasionar alteraciones hormonales y reproductivas.
El aumento de las temperaturas en el mar vuelve intolerables las condiciones que el coral necesita para sobrevivir. Los arrecifes -un ecosistema vital y un refugio para innumerables especies- están en grave peligro, y las investigaciones presentadas en 2020 sugieren que entre el 70% y el 90% de los arrecifes de coral habrán muerto para 2040. Los arrecifes existen en una delicada simbiosis con las algas que les proporcionan nutrientes. Si la temperatura aumenta demasiado, las algas -llamadas zooxantelas- no pueden colonizar el coral, y las estructuras de carbonato cálcico se "blanquean". Aquí, el fotógrafo David Doubilet muestra el contraste entre un arrecife de ópalo sano, en la Gran Barrera de Coral de Australia, en 2010 frente a 2019. El daño se debió probablemente a un pico en la temperatura del océano en 2016.
Con el invierno aún dando sus últimos coletazos, el buen tiempo va coloreando poco a poco las calles de pueblos y ciudades, que sumado a la Semana Santa nos acerca cada día más ese olor a primavera que tanto disfrutamos al dejar atrás el frío. Recordar el verano a menudo se tiñe de un característico aroma a mar, salitre, humedad, bronceados… Y protector solar.
Cada año, 25 000 toneladas de crema solar llegan a los océanos, según afirma la organización medioambiental Green Cross. Las cremas solares, tan necesarias para nuestra piel, incluyen compuestos basados en filtros solares o filtros ultravioleta para bloquear los rayos perjudiciales del sol. Estos compuestos químicos también son utilizados en muchos de los materiales que usamos como materia prima, como los plásticos, para evitar su degradación ante la radiación solar.
Sin embargo, la acumulación de algunas de estas sustancias en los ecosistemas marinos y de agua dulce, como la oxibenzona y el octilmetoxicinamato, causa alteraciones en el medio y puede llegar a ocasionar trastornos hormonales y reproductivos en las especies que habitan en él, como las barreras de coral que se ven especialmente afectadas. Según un estudio del Programa de la ONU para el Medioambiente y de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), casi el 80 por ciento de los corales del Caribe han desaparecido en los últimos 50 años.
De hecho, un estudio publicado en la revista científica Science Direct en el año 2020 halló filtros ultravioleta en varios niveles de la cadena alimenticia. Los investigadores alertaron de que, igual que ocurre con los microplásticos, estas sustancias podrían estar en los alimentos que comemos a diario los seres humanos y llegar incluso a nuestro torrente sanguíneo.
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“Aunque se han desarrollado métodos analíticos para su cuantificación en diferentes matrices ambientales, existe una falta de información sobre estos compuestos en cuanto a su destino y comportamiento en el medio marino y, en concreto, sobre su bioacumulación y toxicidad en especies acuáticas”, explica la experta en ecotoxicología Araceli Rodríguez Romero.
Uno de los problemas para determinar soluciones es que los filtros solares aún pertenecen al grupo de los llamados contaminantes emergentes, sobre los que aún no hay una legislación vigente más allá te las sustancias incluidas en la Directiva Marco del Agua. Entre estos contaminantes emergentes se encuentran objetos de nuestro día a día como detergentes, cosméticos y productos de higiene, drogas, hormonas y fármacos.
Entre estos nuevos productos químicos, muchos de ellos están relacionados con productos de cuidado personal y cuidado de la piel (por ejemplo, filtros ultravioleta, antimicrobianos, antisépticos, microesferas plásticas...), que llegan al ecosistema costero sobre todo a través de las plantas de tratamiento de aguas residuales.
Al no contar con mediciones y protecciones específicas para estudiar estas sustancias a través de su motorización en los ecosistemas acuáticos, estos elementos llegan al mar a través de los vertidos, ya que las depuradoras no están preparadas para su eliminación.
Diversos informes de instituciones como la Water Joint Programming Initiative, la Unión Europea y la UNESCO, advierten de que la presencia de estos contaminantes en el agua va en aumento. Sin embargo, en el caso de las sustancias que filtran los rayos ultravioleta no es necesario buscar el canal de entrada en los ecosistemas a través de los vertidos, sino que cada uno de nosotros, al utilizar protectores solares, dejamos contaminadas las aguas donde nos bañamos.
Consecuencias para la vida acuática
Aunque aún se está estudiando en profundidad el efecto en la flora y la fauna de nuestros ecosistemas, diversos informes ya han alertado sobre su presencia y mamíferos, peces, algas y moluscos. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) halló esta sustancias incluso en los huevos de las aves silvestres de Doñana. “Este hallazgo es relevante porque demuestra que, si está en el huevo, antes de que el ave se haya desarrollado y se haya expuesto al medio ambiente, es porque la madre ha transferido el contaminante antes de la puesta”, explican.
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Uno los mayores riesgos que existen relacionados con esta problemática es que estas sustancias pueden causar problemas hormonales porque son disruptores endocrinos y, por tanto, afectan a la capacidad para reproducirse de las especies, empeorando la frágil situación de la biodiversidad global.
“El monitoreo de la contaminación de los océanos se ha convertido en uno de los principales desafíos para las próximas décadas”, afirma Rodríguez-Romero. “Esto está alineado con las prioridades establecidas por autoridades internacionales como la Comisión Europea, que ha destacado el monitoreo de contaminantes como un aspecto clave de la estrategia europea hacia océanos limpios y saludables”.
La crisis climática ha llevado a que la detección de contaminantes en los ecosistemas acuáticos requiera procedimientos complejos de muestreo, tratamiento y medición que necesita de nuevas estrategias e instalaciones. Con el apoyo del desarrollo de tecnologías más accesibles, actualmente se encuentran en desarrollo algunas alternativas hacia la detección más simple y sostenible de contaminantes marinos.
A pesar del enorme esfuerzo que ya se ha realizado para mejorar nuestro conocimiento sobre la composición y contaminación de los océanos, aún queda mucho por estudiar. Las dificultades a las que se enfrenta esta investigación son la baja concentración de los productos químicos en las muestras marinas y la complejidad de tomar muestras.
"Esto es particularmente importante en el caso de los contaminantes metálicos y orgánicos, incluidos los contaminantes emergentes que están presentes en concentraciones ultratrazas, que necesitan procedimientos complejos para su estudio", explica la experta en la revista científica Frontiers.
"Para hacer frente a estas limitaciones, en los últimos años se han propuesto nuevas estrategias para el estudio de los sistemas marinos, desde el muestreo hasta la adquisición de datos, pasando por la preparación de muestras. Estas estrategias incluyen el uso de drones como recolectores de muestras remotos, el desarrollo de métodos de muestreo pasivo y la mejora de métodos instrumentales más robustos y sensibles".
Cremas solares biodegradables
Sin embargo, si el uso de estas sustancias es imprescindible para nuestra salud, ¿cómo podemos asegurarnos de que nuestra elección es sostenible para el medio ambiente? Algunos lugares paradisíacos y emblemas de la biodiversidad, como Hawaii o Palaos, prohibieron el uso de algunos de los filtros UV más agresivos para proteger sus arrecifes de coral. Sin embargo, una prohibición a nivel mundial es una medida muy complicada y lenta, por lo que los científicos apoyan el cambio en las formulaciones hacia alternativas biodegradables y naturales.
Según la BBC, la Fundación Internacional de Arrecifes de Coral apoyó que los químicos prohibidos por Palaos son "conocidos contaminantes medioambientales" y que "la mayoría de ellos son increíblemente tóxicos para las etapas juveniles de muchas especies silvestres".
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Utilizar cremas sin estos compuestos y etiquetadas como respetuosas con el medio marino está en nuestra mano y, a diferencia de lo que puede parecer, los científicos hacen hincapié en que el papel de cada individuo es imprescindible. El peso que tienen las pequeñas decisiones diarias a la hora de elegir los productos que compramos mueven el mundo de manera sigilosa pero implacable.
"Cuando la demanda por parte de la sociedad exige la utilización de productos sostenibles y una industria consciente de su impacto, las empresas se ven obligadas a apostar por la transformación, tal y como está ocurriendo con los plásticos o los parabenos".
Según los expertos, cuando existe una conciencia a nivel general en la sociedad y las decisiones de cada individuo se mueven en función de la ética y la sostenibilidad, el mercado se transforma para dar respuesta a esa demanda y ofrecer las alternativas que está buscando. Más allá de huir de zambullirse en el agua nada más echarse la crema de sol, estas alternativas biodegradables nos ofrecen una sencilla opción para no solo protegernos a nosotros, sino también a nuestros ecosistemas.