Cómo la guerra de Ucrania está acelerando la transición energética renovable en Alemania

Ya no se trata sólo de la crisis climática: por razones de seguridad nacional, Alemania (y por extensión gran parte de la Unión Europea) necesita urgentemente desprenderse del gas, el petróleo y el carbón rusos.

Por Andrew Curry
Publicado 9 may 2022, 13:04 CEST
El Gobierno alemán quiere facilitar la construcción de turbinas eólicas como éstas, que se construyeron el ...

El Gobierno alemán quiere facilitar la construcción de turbinas eólicas como éstas, que se construyeron el mes pasado cerca de Angermünde, a unos 65 kilómetros al noreste de Berlín. Las nuevas leyes para acelerar la transición a las energías renovables reducirán el impacto climático del país (y su dependencia de los combustibles fósiles rusos).

Fotografía de Photo by Sean Gallup, Getty Images

Cuando las tropas rusas invadieron Ucrania en la madrugada del 24 de febrero, Alemania se despertó con una desagradable realidad: Rusia es su principal proveedor de energía, ya que le proporciona más de la mitad de sus suministros de gas natural y carbón y un tercio de su petróleo crudo. A cambio, Alemania envía a Rusia más de 200 millones de dólares al día, dinero que ahora contribuye a financiar una invasión que los alemanes consideran intolerable.

El mes pasado, la ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, líder del Partido Verde, que entró en un Gobierno de coalición el pasado otoño con los socialdemócratas del primer ministro Olaf Scholz, prometió que Alemania dejaría de importar petróleo de Rusia para finales de 2022 y se desprendería del gas natural ruso lo antes posible. A corto plazo, eso puede significar la búsqueda de proveedores alternativos de combustibles fósiles, incluido Estados Unidos.

Pero a largo plazo, la crisis no ha hecho más que reforzar la determinación de Alemania de abandonar por completo los combustibles fósiles y acelerar la Energiewende, la transición hacia las energías limpias que inició hace unos 30 años. El Gobierno ha anunciado planes para abandonar por completo el carbón en 2030, ocho años antes del objetivo fijado por el Gobierno anterior. Ahora pretende que Alemania obtenga el 80% de su electricidad a partir de energías renovables para entonces, frente al objetivo anterior del 65%, y que casi duplique el porcentaje del 42% que suministraba en 2021.

Un paquete legislativo anunciado el mes pasado y que se espera que se apruebe este verano aumentará las subvenciones a las energías renovables y reducirá los trámites burocráticos que han frenado estos proyectos en el pasado.

"Lo que ha cambiado ahora es que todo el mundo se ha dado cuenta de que hay que aumentar la capacidad de las renovables aún más rápido", dice Matthias Buck, director para Europa de Agora Energiewende, un grupo de reflexión que se centra en la transición energética. "La guerra está dejando muy claro que si quieres controlar tu propio destino, es mejor priorizar las renovables y acabar con la dependencia de los combustibles fósiles".

Alemania no está sola: Francia, que durante mucho tiempo ha dependido de los reactores nucleares para cubrir el 70% de sus necesidades energéticas, ha prometido un gran impulso a las energías renovables. Durante su reciente campaña de reelección, el presidente francés Emmanuel Macron prometió que Francia sería "la primera gran nación en abandonar el gas, el petróleo y el carbón". Austria, aún más dependiente de la energía rusa que Alemania, está destinando mucho dinero en subvenciones a las energías renovables. Incluso Polonia, uno de los mayores consumidores de carbón de Europa, está invirtiendo considerablemente en energía eólica marina.

Aunque la dependencia de España del gas ruso es mucho menor que la de muchos de sus socios europeos, el Gobierno empezó a dar pasos más o menos efectivos para reducir la dependencia de los combustibles fósiles antes de la invasión, así en 2018 creó el Ministerio de Transición Ecológica (en sustitución de la Cartera de Medio Ambiente) y declaró la Emergencia Climática en enero de 2020. Lo que sí que ha logrado el Ejecutivo español (y el portugués) es desligar el precio del gas, disparado desde el inicio de la ofensiva rusa, del precio de la factura de la luz.

En Alemania, la guerra de Ucrania ha añadido un argumento de seguridad energética a la crisis climática como forma de convencer a la gente de la necesidad urgente de una Energiewende. "Estamos bastante avanzados, pero no tanto como deberíamos", dice Kathrin Henneberger, parlamentaria del Partido Verde y antigua activista del clima. 

Una dependencia nociva

Hasta el comienzo de la guerra, Alemania se apoyaba cada vez más en la energía rusa, sobre todo en el gas natural. Es difícil escapar a los recordatorios de la dependencia del país del gas: en Berlín, las chimeneas de una central eléctrica de gas natural salpican el horizonte a menos de tres kilómetros del edificio del Parlamento, el Bundestag; la capital incluso sigue iluminando algunas de sus calles con 20 000 farolas anticuadas que funcionan con gas. Una red de gasoductos de 511 000 km atraviesa el país, llevando el gas a casas, fábricas y centrales eléctricas. 

Durante décadas, casi toda la clase política alemana estuvo de acuerdo con la idea de que era correcto e incluso estratégicamente inteligente importar la mayor parte de su gas de Rusia. Desde la invasión rusa de Ucrania, esta política se ha visto envuelta en recriminaciones.

"Todos sabíamos que Putin no era un defensor de los derechos humanos. Todos sabíamos que estábamos llenando su hucha de guerra", dice Henneberger. "El conocimiento estaba ahí, pero aun así Alemania se hizo más y más dependiente a lo largo de los años. Ahora, de repente, la gente se ha dado cuenta de que era una idea terrible".

Su partido y sus socios en el nuevo Gobierno de coalición están cumpliendo las promesas anteriores a la invasión de aumentar el apoyo a las energías renovables, en un esfuerzo dirigido por otro líder del Partido Verde, el ministro de Economía y Clima Robert Habeck. El proyecto de ley declararía que las energías renovables son "de interés público superior y sirven a la seguridad pública", lo que suena anodino, pero facilitará que los proyectos de energías renovables superen los desafíos legales y medioambientales y obtengan los permisos.

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On April 6, demonstrators gathered in front of the German parliament building in Berlin to protest Russia's invasion of Ukraine. They demanded an embargo on Russian fossil fuels—even though for now Germany remains heavily dependent on those imports, especially natural gas.
Fotografía de Photo by Annette Riedl, picture alliance, Getty Images

El paquete legislativo incluye también incentivos más concretos. Volviendo a las raíces de la Energiewende, animará de nuevo a los ciudadanos a instalar energía solar en sus tejados o a construir plantas solares comunitarias; además, se exigirá que los nuevos edificios comerciales incluyan paneles solares. El gobierno federal también está presionando a algunos estados alemanes para que flexibilicen las leyes que prohíben la instalación de molinos de viento a menos de un kilómetro de distancia de los edificios existentes, lo que en este país densamente poblado ha dificultado cada vez más el emplazamiento de nuevas turbinas.

Los legisladores esperan que todos estos cambios, combinados con la constante caída de los precios de las instalaciones solares y eólicas, permitan duplicar la generación de energía eólica en tierra para 2030 y cuadruplicar la energía solar. La eólica marina también se ampliará de forma espectacular.

El problema del gas

Estos planes, que ya estaban en marcha antes de que comenzara la guerra en Ucrania, dependían del gas natural ruso. Esto se debe a que el país necesitaba dicho gas para cerrar las centrales eléctricas de carbón, que generan muchas emisiones, mientras desarrollaba su sector de las energías renovables. Este concepto está ahora en entredicho.

"El gas natural se veía como un puente hacia el futuro de la energía limpia", dice Buck. "Ese puente se ha roto. Eso está reconfigurando el debate". Alemania ya ha congelado el proceso de aprobación de un gasoducto de 11 000 millones de dólares (10 468 millones de euros) procedente de Rusia llamado, Nordstream 2, que estaba casi terminado cuando Rusia invadió Ucrania.

Ahora, incluso los ecologistas más acérrimos están discutiendo la posibilidad de mantener abiertas las plantas de carbón más allá del objetivo acordado para 2030, pero sólo en una crisis a corto plazo, dice Henneberger: "Hemos tomado la decisión a largo plazo de alejarnos del carbón, y eso no puede cambiar".

La vuelta a la energía nuclear, dice, también está descartada. Hace una década, tras la catástrofe de Fukushima en Japón, Alemania decidió eliminar progresivamente sus centrales nucleares. Las tres últimas se apagarán a finales de este año.

Por tanto, la única opción de Alemania para sustituir el gas natural ruso en los próximos años es encontrar nuevos proveedores de gas natural, y presionar aún más para pasar a las energías renovables.

La Energiewende está más avanzada en el sector de la electricidad, pero la invasión de Ucrania también ha puesto de manifiesto el trabajo que aún queda por hacer en otros sectores (transporte, manufactura, calefacción) para que Alemania alcance su objetivo de cero emisiones netas en 2045. Los expertos afirman que la opinión pública está cambiando, lo que quizá haga posible la adopción de medidas más ambiciosas en un futuro próximo.

Por ejemplo, la idea de introducir un límite de velocidad en toda la red de autopistas, donde los conductores que circulan legalmente a 160 kilómetros por hora siguen siendo un fenómeno habitual ya que en las autopistas alemanas no hay límite de velocidad salvo en ocasiones especiales. La cuestión es tan controvertida en la Alemania automovilística como lo es el derecho a la posesión de armas de fuego en Estados Unidos.

"Antes de la guerra, los alemanes estaban divididos al 50%", dice Volker Quaschning, profesor de sistemas de energía renovable en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berlín. "Ahora dos tercios dicen que es una buena idea. Lo mismo ocurre con el uso de la calefacción fósil o los coches diesel, o la instalación de más energía eólica. Ha habido un gran cambio en la opinión pública".

Al mismo tiempo, señala Quaschning, a los alemanes no se les ha pedido que se sacrifiquen mucho, todavía. "Decimos que nos gusta Ucrania, pero si la gasolina cuesta 2,50 euros por litro, las opiniones volverán a cambiar".

Afortunadamente, el apoyo público a la transición energética está aumentando justo cuando los costes de las renovables están bajando. Y aunque Alemania y otros países europeos siguen importando gas ruso, éste es cada vez más caro; el cambio a otros proveedores, incluido Estados Unidos, implica el envío de gas natural en forma líquida, que cuesta aún más. "Incluso antes de la guerra, los precios estaban subiendo en el mercado energético europeo", afirma Simone Peter, directora de la Federación Alemana de Energías Renovables y antigua dirigente del Partido Verde. "El nuevo gobierno vio una gran oportunidad".

Mientras tanto, tras años de subvencionar las energías renovables, la electricidad eólica y solar es ahora más barata que la generada con combustibles fósiles. "La tecnología es tan barata que, a nivel mundial, las renovables son competitivas", dice Peter. "Los inversores se están moviendo en esa dirección, incluso los de países productores de petróleo y carbón".

Otras partes de la demanda energética alemana serán más difíciles de satisfacer a corto plazo. La mitad de los hogares alemanes utilizan gas natural para la calefacción. De cara a la próxima temporada invernal, los esfuerzos en curso para equipar las casas con bombas de calor eléctricas y mejorar el aislamiento adquieren una nueva urgencia. A partir de 2025, el Gobierno tiene previsto exigir que los edificios utilicen mayoritariamente energías renovables para la calefacción.

"También necesitamos una transición de la calefacción", dice Henneberger. "Sólo con eso podríamos ahorrar mucho gas".

Prepararse para el invierno

Otro factor de cambio podría ser un corte repentino del suministro de gas ruso, ya sea impuesto por los países de la UE como sanción a Rusia, o por Rusia como forma de arremeter contra Europa por apoyar a Ucrania. Ya ha cortado el suministro a Polonia y Bulgaria, a lo que la UE ha respondido con medidas y anuncios de cortar los lazos energéticos con Moscú en pocos años.

"Nos enfrentaríamos a una enorme crisis social y económica si la energía se cortara mañana", dice Peter. "Creo que el llamamiento al ahorro de energía va a ser más intenso en otoño..... Cuando sabes que un embargo de gas significa que tu hogar se va a congelar, tu mente se centra".

Hasta ahora, los políticos se han mostrado reacios a imponer a los votantes requisitos de ahorro energético, como los domingos sin coches de los años 70 o una campaña nacional para bajar los radiadores. En una encuesta realizada por la revista alemana Der Spiegel el mes pasado, sólo el 49% dijo que estaría dispuesto a hacer sacrificios para cortar el suministro energético ruso. Pero al final puede que no tengan otra opción.

"Nuestra suposición de que no importa de dónde importamos nuestros combustibles fósiles se ha demostrado errónea. En retrospectiva, podemos ver que fue un error depositar tanta confianza en Rusia como socio fiable para Alemania y otros países europeos en este proyecto de transición energética", dice Buck. "Pero siempre somos más inteligentes en retrospectiva".

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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