Una ley revolucionaria para reducir las emisiones de metano y ayudar al cambio climático

En virtud de la Ley de Reducción de la Inflación, Estados Unidos puede hacer que el sector del petróleo y el gas pague por las fugas de metano, pero la ley deja fuera una controvertida fuente del contaminante.

Por Sarah Gibbens
Publicado 22 ago 2022, 13:59 CEST
Pozos de petróleo bombeados en el campo petrolífero de Belridge en McKittrick, California.

Pozos de petróleo bombeados en el campo petrolífero de Belridge en McKittrick, California. El metano se escapa regularmente de las operaciones petroleras, incluso de los pozos no utilizados. Más de mil millones de euros asignados por la recientemente firmada Ley de Reducción de la Inflación ayudarán a las empresas petroleras y de gas a reparar, controlar y prevenir las fugas de este potente y peligroso gas de efecto invernadero.

Fotografía de Mario Tama, Getty Images

La Ley de Reducción de la Inflación es la inversión más importante que ha hecho el gobierno de Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático, al destinar el equivalente a más de 369 000 millones de euros a proyectos que reducirán las emisiones que calientan el planeta. 

Aunque gran parte de la ley, firmada la semana pasada por el Presidente Joe Biden, servirá para pagar incentivos como las exenciones fiscales para la construcción de energías renovables y la compra de vehículos eléctricos, también introdujo discretamente la primera tasa del país sobre un gas de efecto invernadero. Las emisiones de metano, que pueden contribuir más al calentamiento en un periodo mucho más corto que el dióxido de carbono, podrían estar sujetas a una tasa a partir de 2024. 

Según un informe de la ONU publicado el año pasado, reducir la cantidad de metano que se libera a la atmósfera es una de las formas más fáciles y eficaces de luchar contra el cambio climático. 

Aunque los ecologistas afirman que la tasa es un paso en la dirección correcta, la lucha por controlar las emisiones de este gas no ha hecho más que empezar. La Agencia de Protección Medioambiental tiene previsto publicar a principios del año que viene una nueva normativa que definirá el umbral a partir del cual una instalación de petróleo o gas estará sujeta a la tasa de emisión de metano.

"Creo que se trata de un progreso enorme y transformador", afirma Dan Grossman, experto en metano del Fondo de Defensa del Medio Ambiente. "Pero siempre podemos hacer más. Es un problema pernicioso". 

Reducir el metano es una solución climática

En Estados Unidos, el dióxido de carbono representa el 79 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero y el metano sólo el 11 por ciento. Pero en un periodo de 20 años, el metano es 80 veces más potente a la hora de calentar la Tierra que el dióxido de carbono, ya que su estructura química lo convierte en un atrapador de calor muy eficaz.

Una parte del metano se produce de forma natural, saliendo de los pantanos y filtrándose desde los volcanes, pero hasta el 65 por ciento del metano en la atmósfera proviene de las actividades humanas, según la EPA. 

En los últimos dos años, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ha observado un récord de emisiones de metano en la atmósfera. En 2021, el metano atmosférico era un 150 por ciento más alto que antes de la Revolución Industrial. 

En Estados Unidos, el metano es producido por una variedad de industrias, pero los mayores contaminantes son la industria del petróleo y el gas, la agricultura (principalmente de las vacas) y los vertederos, que emiten un 32, 27 y 17 por ciento respectivamente.

Pero históricamente, determinar exactamente cuánto produce cada fuente ha sido complicado. De acuerdo con la normativa actual de la EPA, las empresas petroleras y de gas están obligadas a informar por sí mismas. 

"Hemos estado utilizando estimaciones basadas en especificaciones de ingeniería y producción para adivinar, en lugar de utilizar mediciones directas", dice Grossman.

Un estudio publicado en 2020 descubrió que Estados Unidos subestimaba hasta en un 40 por ciento la cantidad de metano liberada por la quema de combustibles fósiles. 

Pero a medida que la detección ha mejorado gracias al seguimiento continuo sobre el terreno, la vigilancia aérea y las observaciones por satélite, abordar las emisiones de metano ha surgido como una solución tangible, y Grossman y otros esperan que la nueva normativa federal renueve la forma en que Estados Unidos las calcula.

"En el último año y medio ha aumentado el interés por el metano, que no estaba en el radar. Hemos pasado de no tenerlo en cuenta a tener una tasa real. Me sorprendió", dice Drew Shindell, científico del clima de la Universidad de Duke y presidente de la Evaluación Mundial del Metano de la ONU, publicada el año pasado. 

El dióxido de carbono puede permanecer en la atmósfera entre 300 y 1 000 años, pero el metano se disipa al cabo de una década. Por eso, mientras que los esfuerzos por reducir las emisiones de CO2 darán sus frutos a largo plazo, frenar el metano es una solución rápida. 

En una conferencia mundial sobre el clima celebrada el pasado mes de noviembre, 100 países, incluido Estados Unidos, acordaron reducir las emisiones de metano en un 30 por ciento para 2030 en un intento de limitar el calentamiento a 1,5ºC. Pero si el mundo pudiera reducir las emisiones en un 45 por ciento en ese mismo plazo, se podría evitar un calentamiento de 0,3ºC. La Tierra ya se ha calentado 1,2ºC, así que incluso una fracción de grado marca la diferencia.

"Si hacemos algo con el metano", dice Robert Kleinberg, experto en política energética de la Universidad de Columbia, "la temperatura aumentará más lentamente de lo que lo haría en caso contrario". 

Qué hace el nuevo proyecto de ley

Los ecologistas llevan mucho tiempo abogando por imponer una tasa a las emisiones de gases de efecto invernadero, y abordar el tema del metano podría, en última instancia, ahorrar dinero a las empresas petroleras y de gas, dice Shindell.

Cuando el CO2 se libera, es un subproducto de la quema de combustibles fósiles y deja de ser valioso para las empresas. Sin embargo, el metano sigue siendo viable cuando se escapa de las instalaciones de petróleo y gas; si se pudiera capturar, podría utilizarse como energía. Esto significa que evitar las fugas ahorraría dinero a las empresas.

Para hacer frente a las emisiones nacionales de metano, la IRA impondrá una tasa de 900 dólares por tonelada métrica de metano a partir de 2024. En 2026, esa tasa por tonelada métrica aumentará a 1500 dólares. En particular, la tasa sólo afectará a las grandes instalaciones de petróleo y gas, dejando fuera a cerca del 60 por ciento de las industrias responsables del metano, según estima Kleinberg. 

La tasa sobre el metano es uno de los pocos palos en un proyecto de ley lleno de zanahorias. Pero también hay muchos incentivos para reducir el gas, y Kleinberg dice que es más probable que produzcan resultados. Por ejemplo, el proyecto de ley incluye 1 500 millones de dólares en subvenciones para ayudar a las instalaciones sujetas a la tasa a pagar los arreglos tecnológicos para reducir sus emisiones.

¿Qué falta por hacer?

Un informe sobre la disposición relativa al metano elaborado por el Servicio de Investigación del Congreso señala que la estimación de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero derivada de la nueva tasa sobre el metano de la ley climática dependerá de factores que van desde la normativa final de la EPA sobre el metano hasta el precio del gas natural. 

La EPA tiene previsto publicar a principios del año que viene una normativa actualizada sobre el metano. Estas normas dictarán el momento en que las emisiones de metano de una sola instalación estén sujetas a la tasa. 

"La normativa debe ser exhaustiva", afirma Grossman. "Tienen que ser contundentes a la hora de exigir una rigurosa detección y reparación de fugas. Tienen que abordar la práctica derrochadora y contaminante de la quema rutinaria".

Y aunque los productores de combustibles fósiles son un buen punto de partida, dicen los expertos, las normas de la nueva ley no abordan el problema acuciante de las emisiones que provienen de otros sectores. 

"Las empresas que se dedican al petróleo y al gas están bien financiadas y tienen los conocimientos técnicos necesarios para minimizar sus emisiones de metano. Es lógico que tomen la iniciativa", dice Kleinberg. Pero, añade, "los sectores de la agricultura, los vertederos y los residuos son igual de importantes".

Los vertederos, que producen metano a medida que se descomponen los residuos de alimentos, son una fruta madura, dice Kleinberg, y existen varias soluciones tecnológicas que pueden adaptarse para capturar el gas de los vertederos y utilizarlo como combustible. 

Sin embargo, de todas las fuentes que producen metano en Estados Unidos, la cría de ganado genera casi tantas emisiones como el petróleo y el gas. El sistema digestivo de las vacas descompone los alimentos mediante un proceso llamado fermentación entérica, que da lugar a eructos llenos de metano. Con casi 40 millones de vacas criadas para la producción de carne y leche en EE.UU., esas expulsiones producen casi un tercio de las emisiones de metano del país cada año, según la EPA

A pesar de las investigaciones sobre el modo en que los piensos para el ganado espolvoreados con algas reducen el metano de los eructos de las vacas, cualquier medida que requiera cambios en el sector agrícola sería casi imposible de aprobar en el dividido Congreso. Existen pocas opciones políticamente posibles a una escala capaz de reducir significativamente las emisiones. 

"Creo que la agricultura es un tema muy difícil", dice Shindell. "Va a ser un trabajo enorme conseguir una legislación que afecte a la agricultura".

Por ahora, la atención se centrará en las tasas de metano que pagan los productores de petróleo y las subvenciones que recibirán para seguir reduciendo sus emisiones. Es un gran paso en la dirección correcta y una señal para otros países productores de metano de que Estados Unidos está dispuesto a dar ejemplo.  

"Creo que, en general, es un progreso tremendo", dice Grossman. 

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com como parte de Planet Possible.

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