Este museo italiano es, literalmente, basura
El plástico ha revolucionado nuestras vidas, pero a un precio muy alto para el planeta. Este museo virtual ofrece una mirada inquietante a la durabilidad de nuestra basura.
Una botella de plástico de crema solar de principios de los años 70, que sobrevivió décadas en el océano antes de llegar a las costas italianas, forma parte de la colección del museo Archeoplastica.
Hace cuatro años, Enzo Suma paseaba por la playa cerca de su casa cuando descubrió un bote de bronceador desechado que cambiaría su vida. El naturalista, que ahora tiene 40 años, vive en Apulia, una región del sur de Italia cuya larga costa da al mar Adriático. Los residuos flotantes se acumulan en esta parte relativamente cerrada del Mediterráneo, a diferencia del océano abierto, donde tienden a dispersarse por una vasta zona. Suma, un ávido practicante de kitesurf, tenía por costumbre recoger la basura que llegaba a la orilla, sobre todo después de las grandes tormentas invernales.
Suma observó un detalle curioso en la botella de Ambra Solare que recogió aquel día: el precio, claramente impreso en la parte inferior, estaba en liras, una moneda que no se utilizaba en Italia desde que fue sustituida por el euro en 2001. ¿Podría un envase de plástico haber sobrevivido intacto en el Mediterráneo, se preguntó, durante casi dos décadas?
(Relacionado: Las cifras del plástico en España: más de un millón de toneladas inundan el Mediterráneo)
La botella resultó ser mucho más antigua que eso. Tras investigar en Internet, Suma encontró un anuncio en eBay que demostraba que la botella debía de haber sido fabricada entre 1968 y 1970. Se convertiría en el primer artefacto de Archeoplastica, una colección de 500 piezas únicas, todas ellas recuperadas en costas italianas, que demuestra la inquietante durabilidad de los residuos plásticos en el medio ambiente. Suma también expone en público piezas seleccionadas de su colección, la última vez en la exposición ¿Planeta o plástico? de National Geographic en el Teatro Margherita, un museo costero de Bari.
Enzo Suma, fundador y conservador del museo Archeoplastica, con una muestra de su colección.
"A todos nos dijeron en la escuela que el plástico puede durar 500 años", dice Suma. De hecho, se calcula que los envases de poliestireno sólo se degradan al cabo de 800 años, y algunas botellas de plástico pueden durar más de un milenio. "Pero ver con tus propios ojos un producto que puedes haber usado hace 30, 40 o 50 años, todavía completamente intacto, eso es diferente. Tiene un impacto emocional".
Suma también expone piezas seleccionadas de la colección Archeoplastica en las escuelas de su ciudad natal, Ostuni. "Para muchos niños, estas piezas son tan antiguas como sus padres o abuelos. Se parecen más a restos arqueológicos que a basura".
"El lado menos bello de las cosas"
Suma, que estudió Ciencias Ambientales en la Universidad de Venecia, utiliza sus conocimientos fotográficos para crear modelos digitales tridimensionales de cada objeto de plástico, de forma similar a como los museos documentan los antiguos vasos griegos y romanos. 60 de estos modelos pueden verse ahora en el museo virtual Archeoplastica, que también incluye anuncios antiguos de prensa y televisión. El objeto más antiguo de la colección es un tapón de botella de 1958 que Suma estampó con el logotipo "Moplen", el polímero patentado cuya introducción marcó el inicio de la era del plástico. Su invención valió al ingeniero químico italiano Giulio Natta el Premio Nobel de Química en 1963.
Datar los objetos de plástico, que a menudo están descoloridos por la exposición a la luz solar o incrustados de percebes, puede ser todo un reto. A veces Suma tiene suerte, como con la bolsa de patatas fritas impresa con la fecha de caducidad de noviembre de 1983, o un balón de fútbol desinflado con el logotipo del Mundial de 1990. La presencia de un código de barras significa que el objeto se fabricó después de mediados de los 80; la impresión directa en el plástico sugiere que se fabricó en los 70 o antes, antes de que se generalizara el uso de etiquetas pegadas (las etiquetas se desprenden rápidamente de las botellas en el agua de mar, convirtiéndose en una fuente de microplásticos que absorben toxinas y pueden ser ingeridos por los animales marinos). Cuando Suma no consigue identificar un objeto con un trabajo detectivesco en Internet, recurre a sus 300 000 seguidores en Facebook e Instagram.
Este fue el caso de "Il Gobbo" ("el Jorobado"), una botella de color blanco azulado con forma de hombre vestido con levita y una prominente joroba en la espalda. "Una mujer del norte de Italia se puso en contacto conmigo y me dijo que tenía una, que sus abuelos habían ganado en una feria local. Pero el suyo era amarillo". Un coleccionista de Francia le envió fotos de la botella de una marca de jabón de los años 60 etiquetada como "Soaky Bubble", pero no era exactamente igual. La presencia de una ranura en la cabeza hace sospechar a Suma que podría haber sido una hucha. "Pero no estoy seguro al 100 por 100. Il Gobbo sigue siendo un misterio".
La obsesiva atención que Suma presta a estos detalles es su forma de enfrentarse a problemas que le afectan profundamente. Como guía de los olivos centenarios y las dunas costeras de Apulia, es especialmente sensible al impacto de la actividad humana en el medio ambiente. Trabaja como voluntario para proteger el hábitat de aves playeras en peligro de extinción y ayuda a rescatar tortugas marinas que pueden quedar atrapadas en residuos plásticos.
"El lado lúdico del trabajo te permite llegar al lado menos bello de las cosas", reconoce. La cantidad de plástico que acaba en los océanos, hasta 12,7 millones de toneladas métricas cada año, es suficiente para cubrir cada metro de costa del mundo con cinco bolsas de la compra llenas de basura; se calcula que en 2050 los residuos plásticos de los océanos superarán a todos los peces de la Tierra. El Mediterráneo es ahora uno de los lugares con mayor concentración de microplásticos del mundo, y a Suma le preocupa que, gracias a las dietas ricas en marisco, acaben en el organismo de las personas.
"No intento demonizar el plástico", insiste Suma. "Es una sustancia muy útil. Pero es impensable que una botella de agua, fabricada con un material diseñado para durar tanto tiempo, pueda utilizarse sólo unos días (o incluso minutos) antes de convertirse en basura".
"Es importante trabajar a varios niveles al mismo tiempo", añade el comisario de Archeoplastica. "Limpiar las playas. Limpiar los océanos. Reciclar. Pero si seguimos tirando plástico, ninguna de esas va a ser una solución a largo plazo".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.